Capítulo 11

Cuando Mandy llegó al rancho, la casa estaba tranquila. Durante el tiempo que Kelly se había quedado con ella, había arreglado una habitación para él. No había tenido que hacer muchas cosas, porque estaba amueblada. Había lavado las cortinas, sacado un montón de trastos y puesto sábanas limpias en la cama.
Y ella había dormido en su propia cama, sabiendo que no podría dormir en la cama que había compartido con Rafe, si él no estaba allí con ella.
Entró en todas las habitaciones y vio que estaban como las había dejado esa mañana, a excepción de la habitación de Dan. Rafe estaba profundamente dormido.
Se había ganado el descanso. Le hubiera gustado que le contara cómo había encontrado a Dan, pero lo dejó descansar.
Para entretenerse, lo que hizo fue dedicarse a preparar la comida.
Cuando Kelly apareció para cenar, Mandy estaba sacando el asado del horno.
Rafe todavía no se había despertado.
—¡Hola! —saludó Kelly—. He ido con Tom a buscar el ganado. Fue muy divertido. Hay muchas cosas que hacer en el rancho, ¿verdad?
—Sí. ¿Quieres cenar ya?
—Mejor será que me lave un poco.
—Buena idea. Y cuando te duches y te cambies, ve a despertar a Rafe.
—¿Todavía está dormido? —le preguntó mirándose el reloj.
—Recuerda que ha estado despierto toda la noche.
Y tengo la impresión de que tu cueva no es tan cómoda como una cama.
—No, no lo es.
—Eso me figuraba.
Terminó de poner la mesa. Le encantaba preparar comida para gente hambrienta. Cocinar para una sola persona era bastante aburrido. Estaba deseando tener a Kelly con ella.
Volvió a acordarse de la conversación que había mantenido con Dan. Le había dicho que no lo intentara, que lo hiciera. Tenía que convencer a Rafe de que se merecía una familia.
El problema era cómo.
Oyó una conversación. Rafe se había despertado.
—¿Por qué no me despertaste antes? —le preguntó con ojos de sueño.
—Pues porque necesitabas dormir. Llevabas días en tensión buscando a Dan.
Anda siéntate, que la cena está preparada.
Mandy observó cómo Rafe y Kelly se pasaron toda la cena hablando. Kelly le contaba todas las cosas que había visto y todo lo que había hecho desde la última vez que lo había visto, que había sido el día antes. Mandy se preguntó qué le contaría si no lo veía en meses, o años quizá.
Rafe escuchaba con paciencia, preguntándole algo de vez en cuando. Mandy se preguntó si Kelly habría tenido alguna vez una figura masculina en su vida. ¿Cómo habría sido su madre? ¿Habría sido la típica mujer que mantenía relaciones con muchos hombres? ¿Ó su experiencia con el padre de Kelly había sido suficiente para ella?
Posiblemente nunca lo sabría. Kelly le había contado muchas cosas de su madre, pero nunca había hablado de hombre alguno en sus vidas. Sabía que iba a ser un verdadero varapalo para el niño cuando Rafe se fuera.
—¿De acuerdo, Mandy? —le preguntó Kelly, mirándola para que le confirmara lo que había dicho.
—Perdona Kelly, pero estaba pensando en otra cosa.
—Que me has dicho que cuando me vaya a Dallas podré tener un perro como Ranger.
—Bueno, a lo mejor no como él. Ranger es un perro muy grande. Y a los perros grandes no se les puede tener en un apartamento. Necesitan espacio para correr y jugar.
—Y los niños también —le dijo Rafe.
—Es verdad. A lo mejor será una buena idea cambiar de casa, a una que tenga patio, por ejemplo.
Rafe sonrió y siguió comiendo.
Cuando terminaron, Kelly ya casi se caía de sueño.
—¿Por qué no te vas a la cama, Kelly? —le dijo Rafe—. Mañana tendrás que levantarte temprano.
Kelly asintió con la cabeza. Se levantó de la silla y se dirigió hacia la puerta.
—Buenas noches, Mandy. Buenas noches, Rafe —les dijo a los dos.
Cuando Mandy empezó a limpiar la mesa, Rafe la ayudó. A los pocos minutos, la cocina estaba reluciente.
Mandy se fue con Rafe al salón, a ver las noticias en la televisión. Esperó a que hubiera una pausa publicitaria para decirle:
—¿Te has dado cuenta de que Kelly casi nunca toca a nadie?
Crenshaw Rafe la miró y sonrió.
—Sí me he dado cuenta.
—A mí me gustaría abrazarlo.
—Le gusta mantener las distancias. Así se siente más fuerte. La verdad es que has conseguido milagros en estos días con alguien que acaba de salir de una cueva.
Parece que se te dan bien los niños. Supongo que ya lo sabes, si no te habrías dedicado a otra cosa.
—Es verdad —le respondió sonriendo—. Pareces un poco más descansado. Me gustaría que me contaras lo que hiciste.
—¿Sobre qué?
—Sobre Dan.
—Pues me monté en el avión y lo traje. Eso es todo.
—Tiene que haber pasado algo más. Está la gente que le disparó. Imagino que era gente peligrosa.
—Supongo.
—¿Tuviste algún problema con ellos?
—Ninguno.
Mandy se echó a reír.
—Oh Rafe, eres increíble —estaban sentados en el sofá. Se acercó a él y le dio un beso, algo que había querido hacer desde que lo vio en el hospital.
Rafe la abrazó y le devolvió el beso. Mandy empezó a desabrocharle los botones de la camisa, para poder tocarle la piel.
—Te he echado de menos —le dijo mientras lo besaba—. Te he echado mucho de menos.
Rafe la miró con cara de sorpresa.
—Pero si me has visto todos los días —le dijo, recordándole la evidencia.
—Pero no podía tocarte. Kelly estaba siempre con nosotros. Yo entraba en la habitación a veces y te veía dormido. Tenía que luchar para no meterme en la cama contigo y despertarte.
—A lo mejor puedes hacerme ahora lo que querías hacerme en esos momentos
—le dijo, poniéndose en pie y dirigiéndose hacia la televisión. La apagó y le tendió la mano.
Ella no se lo pensó dos veces.
Estar con Rafe era lo único que le apetecía. Perdía el sentido de sí misma cada vez que estaba a su lado.
Crenshaw Al cabo de un rato, los dos estaban tumbados en la cama con la luz apagada, sus piernas entrelazadas. Mandy tenía la cabeza sobre el pecho de Rafe, escuchando los latidos de su corazón.
Por primera vez desde hacía mucho tiempo, se sentía en paz consigo misma.
Había dejado de estar preocupada por Dan y estaba en brazos del hombre que amaba.
—¿Mandy?
—¿Mmm?
—Es posible que Dan tarde unos días en volver.
—Lo sé.
—Había pensado en marcharme mañana, un par de días.
—Oh.
—Tengo que arreglar unas cosas.
—Está bien.
—Quiero que sepas lo importante que ha sido estar aquí contigo.
—Me alegro.
—Eres la persona más cariñosa y generosa que conozco. Siempre lo has sido.
—Gracias.
—Te mereces lo mejor. Un buen hombre, una familia.
—¿Y qué es lo que tú te mereces, Rafe?
—Tengo lo que me merezco. Vivo bien.
—¿Y no quieres nada más? ¿No te sientes solo algunas veces?
—¿Yo? No puedo permitirme esos lujos.
—Pues aunque no quieras oírlo, Rafe MacClain, he de decirte que para bien o para mal, estoy enamorada de ti. Conozco tus partes buenas y las malas también. Y
las acepto. Eres un hombre muy cariñoso y también hosco a veces.
—A mí me parece que suena bastante contradictorio.
—Pero es así como te quiero.
—Yo no te he pedido que me quieras, Mandy.
—Ya lo sé. Pero no he podido evitarlo. Es como una enfermedad.
—Si me sigues diciendo esas cosas, me vas a hacer perder la cabeza. Realmente sabes cómo conquistar a un hombre.
Mandy le mordió el lóbulo de la oreja.
—Tampoco te dije nunca que era una romántica.
—No lo dijiste, pero lo eres.
Le puso la mano en el pecho y la fue bajando poco a poco hasta llegar a su miembro.
—¿Y mi cuerpo, te gusta?
—Mmm —le puso una mano en sus pechos y le acarició el pezón—. Me excitas más de lo que jamás me ha excitado mujer alguna. Cada vez que estoy contigo, me paso la mitad del tiempo excitado.
—Así se explica el que te inflames tan fácilmente.
—Pues tú tampoco te quedas a la zaga.
El fuego al que los dos se referían poco a poco se fue apoderando de ellos.
Mandy no pudo aguantar por más tiempo sus sentimientos. Ni tampoco quería.
Rafe era el hombre que ella amaba y no le podía negar nada.
Sin embargo era un hombre con actos predecibles. Cuando a la mañana siguiente se despertó, él se había marchado.
Por lo menos la había advertido de que se iba a ir. Le había dicho que iba a estar ausente un par de días. Algo era algo. No había desaparecido de buenas a primeras.
Mientras estaba preparando el desayuno, se dio cuenta de que la camioneta que había utilizado Rafe no estaba.
Seguro que volvía, entonces.
Su problema en aquellos momentos era su trabajo. En esos momentos, más que nunca, necesitaba ese trabajo, si quería cuidar de Kelly.
Llamó a la oficina y les explicó el estado en que se encontraba Dan. Lo que hizo también fue arreglar la documentación para que le concedieran la custodia de Kelly.
El resto del tiempo se mantuvo a la espera de que regresara Dan y Rafe.
Y soñando con Rafe todas las noches.