Hay quien prefiere las ortigas
Hay quien prefiere las ortigas, uno de los grandes clásicos de la narrativa contemporánea, es a la vez que el reflejo de un conflicto cultural, una especie de confesión autobiográfica, ya que la situación que describe —el naufragio de un matrimonio entre dos personas que han dejado de interesarse físicamente, pero que se respetan y estiman demasiado para decidirse a romper y a vivir cada una su vida— parece ser trasunto de un episodio central de la historia del autor, quien en 1930 se divorció amistosamente, tras largas vacilaciones, de su primera esposa. Pero el distanciamiento entre Kaname y Misako, el marido y mujer protagonistas de la novela, no constituye todo el asunto de ésta, sino por así decirlo uno de sus polos: el otro es el contraste entre la mentalidad de la joven generación, fuertemente occidentalizada, y la que se encarna en el padre de Misako, el afectadamente anciano caballero apegado a las costumbres tradicionales, al teatro de marionetas, a las viejas porcelanas y a la antigua manera de resolver, conviviendo con una joven y sumisa concubina, los problemas sexuales que pudieran perturbar su actitud contemplativa.