Las expresiones artistícas
CUANDO EN EL METICULOSO PROCESO de excavación de un yacimiento paleolítico aparecen lentamente entre el sedimento determinadas piezas talladas en piedra o trabajadas en hueso, el arqueólogo muchas veces tiene la sensación de estar recuperando, no instrumentos fabricados por nuestros remotos antepasados, sino más bien auténticas obras de arte cuya belleza supera con creces a la del útil. Tendremos, sin embargo, que esperar centenares de miles de años para situarnos ante obras maestras que, independientemente de su finalidad, puedan ser clasificadas como piezas de arte. Galerías y salas cubiertas de pinturas y grabados a lo largo del Paleolítico Superior en centenares de cuevas posibilitan el percibir a quienes se adentran en ellas sensaciones más intensas que las que pudieran producir las salas más espectaculares de nuestros museos, en donde se exponen las obras maestras realizadas por el ser humano a través de los tiempos.
Si bien se conocen algunas evidencias que pudieran catalogarse como las primeras expresiones artísticas y que se remontan a hace aproximadamente 400.000 años, es dentro del Paleolítico Superior, ya en torno al año 35000 cuando se produce el fenómeno de la creación artística en el que el Homo sapiens comenzará a grabar, modelar o tallar diferentes imágenes, algunas de ellas de gran belleza y que serán un reflejo de que la especie humana ha alcanzado un nivel, al que habrá que calificar forzosamente de avanzado y complejo.
En la actualidad, son numerosos los restos disponibles en los que la expresión artística está de una u otra forma presente. En todos ellos, ha sido la resistencia del material para su conservación la clave para que hayan llegado hasta nosotros. Pero si tomamos como referencia las poblaciones primitivas actuales o recientes, observamos cómo, en muchos casos, los cuerpos humanos suelen ser el soporte de importantes representaciones artísticas, complementándose, en muchas ocasiones, con una serie de adornos de carácter perecedero de tipo animal (pieles, huesos, plumas, etc.), vegetal (semillas, hojas, etc.) o mineral (pinturas con ocre u otros pigmentos). De todos estos elementos, apenas nos quedan algunos lápices de ocre utilizados pollas gentes del Paleolítico Superior. El resto de los posibles testimonios ha desaparecido.
Sí contamos, por el contrario, con bellísimas expresiones artísticas pertenecientes al Paleolítico Superior y que, sobre soportes estables o móviles, se han mantenido hasta nuestros días, en ocasiones en unas condiciones tan buenas, que resulta difícil de creer. Tanto el arte parietal, es decir, el que se representa sobre soportes no movibles como las paredes de ciertas cuevas, como el arte mueble realizado sobre elementos transportables, van a reflejar a lo largo de este período los gustos de quienes ejecutaron esos trabajos así como sus convenciones expresivas y modos de comportamiento y que, sin duda, obedecen a un complejo sistema de valores, de simbología y de creencias de los que están muy lejos de llegar las investigaciones prehistóricas en el momento actual (I. Barandiaran, 1988). Esas poblaciones que ocuparon nuestro territorio hace miles de años nos han dejado un considerable número de testimonios, muchos de ellos de gran perfección de los que, sin embargo, en la mayor parte de los casos apenas podemos desentrañar gran cosa, teniéndonos que limitar a realizar descripciones más o menos completas de los hallazgos, a la espera de disponer en el futuro de nuevos elementos que nos permitan profundizar en ellos.
Conviene tener presente que en estos comienzos de la creación artística aún no existían normas o reglas establecidas, por lo que sorprenden más, aún si cabe, la calidad y belleza de muchas de las representaciones que han llegado hasta nosotros. En algunos casos, la ejecución de los temas parece haber obedecido a un esquema predeterminado, apreciándose asociaciones de animales aparentemente intencionadas, aunque de difícil explicación. Lo que parece cierto es que no fue la realización de arte en sí mismo lo que buscaban estas gentes del Paleolítico Superior, sino algo más profundo, tal vez mágico o ritual, donde tanto figuras como signos pudieron haber jugado un papel de símbolo; por ello, muy frecuentemente suele denominarse santuarios, o incluso templos, a las cuevas con representaciones en sus paredes, habiéndose transmitido este carácter especial a través de siglos e incluso de milenios. La existencia de signos, entre ellos algunos interpretados como órganos sexuales femeninos (vulvas), apoyan para ciertos investigadores las teorías de la magia de la fertilidad.
Los artistas paleolíticos pintaron, grabaron e incluso, en ocasiones, esculpieron figuras de muy diferentes tamaños, empleando para ello técnicas sencillas, pese a lo cual una parte considerable de sus creaciones ha llegado hasta nosotros con una frescura tal que parece que hubiesen sido realizadas el mismo día en que son contempladas. En el caso de la pintura, ésta se aplicaba, generalmente en seco, directamente sobre la roca, empleando para ello pinceles fabricados con plumas o pelo y, en otros casos, sirviéndose de los dedos o de placas de hueso a modo de espátula. En algunas ocasiones la pintura se esparcía soplando a través de cañas o tubos. Se empleaban diferentes colores, principalmente el negro, el rojo y el ocre, con variantes de amarillo, marrón o violeta, obtenidos a partir de carbones de madera o hueso, óxidos de hierro y manganeso o diversas tierras, depositándolos en recipientes tales como pelvis de ciervo o lapas para ser posteriormente utilizados. A partir de esta gama cromática, se pintaban figuras, generalmente en un solo color, aunque existen también bellísimos ejemplos de representaciones polícromas.
Para realizar grabados, tanto en las paredes como en objetos de arte mueble, utilizaban diferentes métodos, trabajando con instrumentos de superficie más o menos abrasiva como la piedra, la madera, el hueso, la cuerna u otras materias e incluso con sus propios dedos dejando, en cada caso, diferentes tipos de grabado; en algunos yacimientos, se ha comprobado cómo a veces preparaban el soporte en el que se iba a realizar la obra e incluso antes de llevarla a cabo de forma definitiva, marcaban sobre la pared esbozos orientativos.
Imagen 20: Cerámica a torno de tipo celtibérico del poblado de La Hoya (Biasteri). (Foto A. Llanos)
Hoy conocemos casi tres centenares de conjuntos de arte rupestre en Europa, concentrados en su mayor parte en una zona reducida del suroeste del continente. De estas figuras pintadas o grabadas, la mayor parte corresponden a animales, representados mayoritariamente de forma realista. Generalmente, se sitúan en el interior de las cuevas, alejadas de la luz natural, siendo las distancias entre la entrada y las figuras en algunas ocasiones de varios centenares de metros. Para iluminarse utilizaron antorchas, lámparas o candiles de piedra en las que mezclarían grasa animal y mecha; algunos de estos objetos se han hallado en las propias cavidades. En Euskal Herria, se conocen tres de estas lámparas, descubiertas en el nivel Gravetiense de la cueva de Isturitz (Izturitze-Donamartiri).
El artista, antes de comenzar su obra, estudiaba cuidadosamente los relieves de la cavidad con el fin de aprovecharlos para resaltar las formas, dando incluso volumen a muchas de las figuras; así, para representarlas se eligieron frecuentemente lugares especiales en los que la forma de la roca sugería la silueta de la imagen que pensaban realizar o, al menos, una parte de ella. En muchos casos, apenas tuvo que marcar unos pocos trazos con pintura o grabado que completasen la forma natural ofrecida por la pared, logrando un resultado a mitad de camino entre la pintura y la escultura. De esta técnica contamos con una serie de ejemplos en nuestros yacimientos; así, un caballo, un bisonte y un pez de la cueva de Ekain (Deba) y un pájaro de la de Altxerri (Aia), pueden ser considerados figuras en relieve de una gran belleza y realismo. Pero, en su afán por buscar ubicaciones especiales para algunas de las representaciones, el pintor paleolítico recurre en ocasiones a puntos de muy difícil acceso, lo que induce a pensar que tuvieron que colocar algún tipo de andamio de considerables dimensiones para poder acceder a esos lugares, aunque no queda constancia de este hecho.
En muchas de las cuevas con arte parietal, se aprecia la combinación dentro de un mismo espacio de técnicas diferentes (pintura y grabado, principalmente), llegándose en ocasiones a combinar ambas en una sola figura, como sucede en Ekain, Altxerri y Erberua.
Los animales representados en estas cuevas son muy variados; en lo que a Euskal Herria se refiere, los bisontes y los caballos son los más abundantes, aunque de forma mucho más minoritaria nos han dejado figuras de cabras montesas, renos, ciervos, peces, osos, uros, zorros y de manera aislada, rinoceronte, sarrio, jabalí, liebre, saiga, ave, serpentiforme y antropomorfos. Sus dimensiones varían de unos lugares a otros, aunque, por lo general suele darse una cierta uniformidad. Así, en la cueva de Ekain, el caballo, la figura más representada, alcanza dimensiones que oscilan entre los 40 y los 90 centímetros de longitud máxima, siendo la mayor parte de entre 55 y 70 centímetros; los bisontes miden por lo general en este lugar, entre 30 y 65 cm, siendo los osos de mayor tamaño, entre 65 y 70 centímetros Las cabras, con 13, 20 y 23 centímetros, figuran entre las de menores dimensiones. En la cueva de Altxerri, el tamaño más frecuente oscila entre 28 y ,4 centímetros, no superando la representación mayor los 76 centímetros, salvo una gran figura descubierta en fechas más recientes, en una galería superior, cuyo dorso alcanza los tres metros.
El naturalismo de gran parte de estas representaciones es evidente; sin embargo, se crean también obras en las que se observan numerosas peculiaridades; en ese sentido, D. Sacchi (2003) escribe: «Este naturalismo no es fruto de una copia servil de un modelo. No logra un realismo fotográfico. Este arte de memoria recompuesta está siempre impregnado de deformaciones, de particularidades gráficas o pictóricas que dan a cada lugar su marca singular, dejando adivinar en ocasiones, detrás de las convenciones formales, la personalidad de un autor».
De momento, resulta una tarea difícil asignar cronologías ajustadas a las diferentes representaciones pictóricas paleolíticas, aunque algunos investigadores, basándose en diversos criterios, han marcado una serie de fechas, en ocasiones modificadas con posterioridad. J.M. Apellaniz (1990) plantea un análisis de autoría de las pinturas con la intención de poder establecer algunos criterios objetivos que determinen el autor a través de un análisis técnico-formal: «Éste (análisis) permite establecer el grado de similitud entre figuras mediante la comparación de las formas (contornos exteriores, interiores), procedimientos de representación (forma, posición, distribución del modelado, etc.), movimiento de la mano (trazo, desplazamiento, etc.), conducta del autor (variación, repetición, corrección, repasado, etc.), condición estética (interpretación del canon, tradición, etc.). Este análisis permite establecer la distribución espacial de las modas artísticas y sus áreas de influencia, señalando lo que de una manera aproximada llamo «taller», «escuela» y lo que otros llaman «región», «provincia» y otras agrupaciones territoriales».
Los yacimientos con arte parietal descubiertos hasta la fecha en Euskal Herria ascienden a doce, correspondiendo tres a Bizkaia, dos a Gipuzkoa, una a Nafarroa, tres a Behenafarroa y tres a Zuberoa. Ordenados de oeste a este, son los siguientes:
Venta Laperra
Situado en el término municipal de Karrantza, a 130 metros sobre el nivel del mar, este conjunto de cuatro cuevas (El Polvorín, cueva de los Grabados, cueva del Medio y cueva del Rincón) cuenta en una de ellas, la de los Grabados, con representaciones murales paleolíticas. Los grabados fueron descubiertos en 1904, 1908 y 1950, realizándose un sondeo en el yacimiento arqueológico por parte de T. de Aranzadi y J.M. de Barandiaran en 1931, asignándole al mismo una ocupación entre el Musteriense y el Auriñaciense y localizándose una posterior necrópolis de inhumación, que ambos investigadores situaron entre el Calcolítico y la Edad del Bronce.
Las figuras grabadas en esta cueva pueden apreciarse con luz natural ya que se encuentran en la zona exterior de la cavidad, agrupadas en tres conjuntos: en el primero, dos bisontes enfrentados representados en parte, en el segundo, un oso y un posible bóvido y en el tercero, una serie de trazos. Todos estos grupos han sido asignados a algún momento del Auriñaciense, entre el año 28000 y 25000 antes de nuestra Era.
Arenaza
Cueva ubicada en el término municipal de Galdames, a 44 metros sobre el nivel del valle y a 150 metros sobre el nivel del mar; fue descubierta en 1962 y ha sido excavada entre los años 1972 y 1980 por J.M. Apellaniz y, posteriormente, por J.A. Fernández Lombera, localizándose niveles desde el Magdaleniense Superior hasta entrada la época romana.
Las representaciones, localizadas en 197S por P.M. Gorrochategui, se distribuyen en el interior de la cavidad, tanto en su galería principal como en un estrecho divertículo, siendo su estado de conservación malo, habiéndose perdido incluso algunas de las figuras. Las veinticinco que perduran son en gran parte ciervas (doce) representadas en su totalidad o en parte, en posiciones diversas, aunque siempre manteniendo una serie de características comunes desde el punto de vista estilístico. Presentan sus contornos pintados en color rojo mediante la técnica del tamponado; cuando estas marcas de tamponado están muy próximas las unas de las otras, llegan a formar líneas continuas. En otra zona, se ha pintado un uro con trazo continuo y remarcado en parte mediante grabado. Han sido atribuidas a un momento entre el final del Solutrense y la fase antigua del Magdaleniense, es decir, entre 16000 y 14000 antes de nuestra Era.
Santimamiñe
Se localiza esta cavidad en la parte baja de la falda del monte Ereñusarre, cerca de la ría de Gernika, en el término municipal de Kortezubi, a 150 metros sobre el nivel del mar.
Fue localizada en 1916, y en 1918, T. de Aranzadi y J.M. de Barandiaran, realizaron excavaciones hasta 1926, trabajos que continuó este último en 1954 y, posteriormente, entre 1961 y 1962. En torno a estas fechas se descubrieron nuevas figuras. Pero ya en 1925, los citados investigadores y E. Eguren publicaron una memoria en la que se presentaban las figuras descubiertas, a base de calcos y fotografías. En su estratigrafía están presentes niveles desde el Auriñaciense hasta la romanización.
Las representaciones se localizan en el interior de la cueva, a más de 100 metros de la boca, distribuidas en una galería principal de la que parte un divertículo axial al que se ha denominado cámara de las pinturas o sala de las pinturas antiguas y donde se localizan la mayor parte de ellas; las aproximadamente 50 figuras, pintadas en negro o grabadas, están dominadas por el bisonte, siendo inferior el número de animales como el caballo, la cabra, el ciervo o el oso; por lo general, presentan dimensiones pequeñas. No existen figuras polícromas en está cavidad. Destacan por su calidad artística un bisonte grabado y pintado y dos bisontes sombreados que forman parte del gran panel. Se clasifican, basándose en su estilo, entre el Magdaleniense Medio y el Inicial.
Ekain
Esta cueva se abre en la ladera oriental de la colina del mismo nombre, dentro del término municipal de Deba, a 90 metros sobre el nivel del mar. Descubiertas las representaciones en 1969 por R. Rezabal y A. Albizuri, J.M. de Barandiaran inició ese mismo año los trabajos de excavación que concluyeron en 1975 bajo la dirección de J. Altuna. Los niveles de ocupación abarcan desde el Chatelperroniense (escasos indicios) hasta el final del Aziliense, pasando por la etapa Magdaleniense.
Se han localizado un total de 70 figuras distribuidas en varias zonas, siendo pinturas en su mayor parte y unos pocos grabados; algunas de las imágenes pintadas presentan asimismo partes grabadas, siendo el animal más frecuente el caballo, contándose también con bisontes, ciervos y cabras, además de osos y peces, estas dos últimas especies poco habituales en el arte parietal.
La totalidad de las pinturas y los grabados se localizan en el interior de la cavidad, alejadas de la luz natural, concentradas en cinco grupos entre los que destacan el número, la variedad y la calidad de los caballos principalmente, estando en unos casos tan sólo contorneados y presentando, en otros, gran cantidad de detalles en el interior de la figura; algunas de ellas son polícromas. Se han utilizado en ocasiones las formas naturales de la roca para dar relieve a las figuras (bisonte, caballo y pez). Todo el conjunto artístico se ha situado entre el Magdaleniense Medio y el Superior.
Algunos de los 34 caballos de esta cueva presentan características propias del denominado Przewalski que, aunque en pequeño número, sobrevive en la actualidad en zonas de Mongolia; entre las peculiaridades de este animal, destacan las cebraduras en cuello y extremidades así como una línea convencional en forma de "M" definida en el costado del caballo. Ello no quiere decir que fuese este tipo de animal el que estuviese presente durante el Paleolítico Superior en nuestro territorio, pero sí que algunos de sus caracteres arcaizantes están presentes en las pinturas de esta cavidad.
Altxerri
La cueva se encuentra en el término municipal de Aia, a 20 metros sobre el nivel del mar, en la ladera oriental del monte Beobategaña. Fue descubierta en 1962 y no se ha realizado excavación arqueológica en su yacimiento. Las figuras se sitúan en el interior de la cavidad, algunas de ellas a una considerable distancia de la boca, alcanzando un número de 1 50, concentradas en ocho grupos.
Aparecen representados tanto el bisonte (más de 50), como el reno, la cabra, el caballo y el pez, además de estar presente el ciervo, el sarrio, la saiga, el uro, la liebre, el glotón y un ave, así como un antropomorfo, un serpentiforme y diversos signos. Se ha utilizado tanto la técnica del grabado (mayoritaria y con gran variedad) como la de la pintura, ésta en su mayor parte negra. Al igual que en Ekain, las formas de la pared dan en algún caso mayor volumen a las representaciones (ave y reno). Ciertas figuras están rayadas con trazos paralelos y frecuentemente verticales cuya separación y características varían de unos casos a otros, abarcando al interior del animal en su totalidad o a una parte o incluso al contorno de las patas y el vientre, sustituyendo, mediante esta técnica, en algunos casos la cabeza del animal. Las pinturas y grabados descubiertos habrían sido realizados a lo largo del Magdaleniense Medio y Final.
Alkerdi
Esta cueva se abre en el término municipal de Urdax, en la base de un afloramiento calizo atravesado por el río subterráneo de Berroberria. Las representaciones fueron descubiertas en 1930 por N. Casteret y se concentran en tres áreas. Realizadas mediante la técnica del grabado, se han localizado figuras de bisonte, caballo, ciervo, un posible cánido y una serie de trazos indeterminados. El primer conjunto se sitúa sobre una estalagmita y está compuesto por trazados finos y poco profundos que representan un caballo, un bisonte y un ciervo, además de unos posibles cuartos traseros de un bóvido, un dudoso caballo y tres grupos de trazos difíciles de determinar. El segundo grupo lo forman una cabeza de ciervo y un prótomo de lobo; el tercero no se ha podido identificar tras su descubrimiento y publicación por parte de Casteret. Estos trabajos se habrían realizado, en algún caso, dentro del Magdaleniense Inferior o Medio.
Berrobia
(Forma parte del mismo complejo espeleológico que Alkerdi).
El complejo de Isturitz
Entre los términos municipales de Izturitze y Donamartiri se localiza la colina de Gastelu que cuenta en tres niveles o pisos diferentes con otras tantas cavidades con representaciones de arte parietal del Paleolítico: son las de Isturitz, Oxocelhaya o Haristoi y Erberua.
Isturitz
Descubiertas las figuras entre 1913 y 1914 por E. Passemard, están constituidas por animales como el reno, el ciervo (probable), el sarrio, el caballo, el oso, el mamut (dudoso) y diversos signos, aunque algunas de ellas son difíciles de interpretar dado su estado de conservación. Destaca la utilización en algún caso de una técnica de grabado profundo, a la que puede considerarse bajorrelieve. Su cronología se atribuye al Magdaleniense Medio o Reciente.
Oxocelhaya o Haristol
Localizadas en torno a una treintena de figuras en 1955 por C. Laplace y en 1982 por J.D. Larribau, han sido grabadas o pintadas en color negro, estando presentes animales como el caballo, el bisonte, el ciervo, así como trazos digitales realizados sobre la arcilla, denominados «maccaroni», huellas de dedos y una posible máscara antropomorfa. Gran parte de las representaciones pudieran corresponder al Magdaleniense Medio o Superior.
Erberua
Hallados los primeros indicios en 1975 y las primeras figuras en 1977, continúa trabajándose en su descripción y estudio. Se tiene noticia en la fase actual de las investigaciones de que se ha logrado inventariar 124 representaciones pintadas o grabadas, distribuidas en seis galerías en las que hay caballos, bisontes, cabra montesa, ciervo, un posible felino, manos en negativo y signos. La excepcionalidad de este yacimiento se completa con abundantes huellas de la estancia de seres humanos en el lugar tales como hogares, depósitos de piezas óseas, utensilios, algunos de ellos dejados intencionadamente en grietas de las paredes; todo ello dará importantes informaciones una vez estudiado (I. Barandiaran, 1988). Probablemente, las figuras fueron realizadas durante el Magdaleniense Medio.
Etcheberriko-Karbia
Situada en el macizo de Arbailles, en el lugar de Garnere-Zihiga, a 440 metros sobre el nivel del mar, sus doce figuras parietales fueron halladas en 1950 por P. Boucher y G. Laplace, dentro de una galería localizada a unos 180 metros de la entrada de la cavidad. Se han representado caballos, bisontes, cabras y signos diversos, utilizándose técnicas diferentes para su elaboración, desde la pintura hasta el grabado o los dibujos con arcilla. Destacan los caballos del friso de la denominada pared oeste, a los que se ha pintado la silueta, en algún caso con manchas planas y más esporádicamente utilizando el grabado. Pudieron haberse realizado durante el Magdaleniense Inferior o Medio.
Xaxisiloaga
Descubierta en 1950 por P. Boucher en el término de Altzürükü y estudiada entre 1953 y 1952, se localiza a 3 kilómetros de la anterior y a una altura sobre el nivel del mar de 300 metros Cuenta con dos bisontes en los que se ha utilizado tanto la pintura como el grabado o el dibujo con arcilla. Podría corresponder al Magdaleniense Inferior o Medio.
Sinhikoleko Karbia
Próxima a las dos anteriores cavidades, en Garnere-Zihiga, fue descubierta en 1971 y presenta dos bisontes y un caballo, así como varios trazos y una figura no determinable. Las representaciones pueden corresponder al Magdaleniense Inferior o Medio.
Además del arte parietal, al que nos hemos referido, existe otro tipo de obras, de tamaño no muy grande, con representaciones, agrupadas bajo el nombre de arte mueble y cuyos ejemplares están presentes en algunos de los yacimientos ya desde el Paleolítico Superior, aunque se extienden a través de los sucesivos períodos prehistóricos. A lo largo del Paleolítico Superior, se elaboran piezas de este tipo sobre diferentes materias primas como la piedra, el hueso o la cuerna principalmente, presentando temas diversos, en muchos casos parecidos a los del arte parietal; se emplean técnicas en ocasiones similares como el grabado u otras diferentes como el modelado, el recorte de la pieza o el pulido. Frecuentemente, se trabaja sobre elementos que ya de por sí son utensilios, como azagayas, arpones o varillas aunque, en otras ocasiones, el soporte puede ser un canto o bien fragmentos de piedra, hueso o cuerna.
En algunas de las cuevas de Euskal Herria con niveles paleolíticos, se han hallado este tipo de materiales; así, se cuenta con ellos, entre otras, en Urtiaga (Deba), Ermittia (Deba), Praile Aitz I (Deba), Ekain (Deba), Aitzbitarte (Errenteria) o Torre (Oiartzun), en Gipuzkoa, Santimamiñe (Kortezubi), Bolinkoba (Abadiño) o Lumentxa (Lekeitio) en Bizkaia, Berroberria (Urdax) en Nafarroa e Isturitz (Izturitze-Donamartiri) en Behenafarroa.
Es sin duda esta última cavidad la que cuenta con un mayor número de piezas, muchas de ellas de una calidad excepcional. Tanto es así que es considerado como uno de los yacimientos más importantes del mundo en lo que al arte mueble se refiere. Sobre diferentes soportes (asta, hueso o piedra), se localizaron en la cueva de Isturitz objetos de arte exento, en bulto y relieve y decenas de piezas en las que están representados bisontes, caballos, renos u osos entre otros animales, total o parcialmente, entre las que destaca una pequeña cabeza de caballo esculpida en ámbar (I. Barandiaran, 1988). Igualmente, se han hallado bastones perforados decorados, uno de ellos con un bajorrelieve que representa la cabeza de un bisonte. Correspondientes al Magdaleniense Medio, son un conjunto de cabezas de animales recortadas sobre huesos planos (hioides), con orificio de suspensión en las que se han representado gran número de caballos y en menor medida el reno, el oso y el salmón. Destacan asimismo, en este yacimiento numerosas varillas con decoraciones curvilíneas profundamente grabadas, así como azagayas y bastones perforados igualmente decorados.
En la cueva de Berroberria (Urdax), se han descubierto algunas piezas de arte mueble correspondientes al Magdaleniense; se trata de un cincel y un cilindro de asta en los que se han grabado figuras de caballos y parte de un ciervo. Por su parte, en la cueva de Abauntz (Araitz) se han recuperado fragmentos de piedra con grabados de un caballo, una posible cabra pirenaica y otras tres cabras incompletas, todas ellas con la cuerna de frente y el cuerpo de perfil, correspondientes al Magdaleniense.
Dentro del Magdaleniense Superior y Final, una pieza de gran calidad es el hueso de alcatraz hallado en la cueva de Torre (Oiartzun), donde con un fino grabado se han representado un ciervo, un caballo, un antropomorfo, un sarrio, dos cabras montesas y un bóvido. Igualmente destaca la plaqueta de piedra descubierta en siete trozos en la cueva de Ekain (Deba), en la que se grabaron una cabra montesa, un ciervo y, tal vez, un caballo y una segunda cabra. Por su parte, la cueva de Urtiaga (Deba) cuenta con una serie de grabados sobre cantos en los que se representan diferentes animales como cabras, ciervos o caballos. En Lumentxa (Lekeitio), sobre una plaqueta de hematites roja, se han grabado dos figuras de caballo.
Durante los trabajos de excavación que venimos realizando en los últimos años en la cueva de Praile Aitz I (Deba), hemos localizado sobre un suelo de ocupación Magdaleniense, veintiséis colgantes de piedra así como tres dientes de cabra con doble perforación, agrupados sobre el suelo formando varios collares. La excepcionalidad de este conjunto, la mayor parte de cuyas piezas están decoradas con incisiones, convierten a este yacimiento en un lugar único. Llama la atención entre ellas el colgante sobre canto aplanado cuya silueta recuerda a algunas de las venus paleolíticas más clásicas procedentes de diferentes yacimientos europeos. Estas pequeñas figuras que representan cuerpos femeninos en los que, por lo general, los atributos sexuales están muy destacados, son en ocasiones de gran belleza. El colgante de Praile Aitz I hace pensar en algunas de estas figuras, tales como la hallada en Barma Grande de Grimaldi, «La Rombo» de Grimaldi (Italia), las venus I de Willendorf (Austria), Kostienki (Rusia) o la de Lespugue (Francia), así como en el contorno del relieve de la Dama del Cuerno de Laussel (Francia).
Imagen 21: Reconstrucción a partir de un fragmento del brazalete de la segunda Edad del Hierro hallado en el poblado de Basagain (Anoeta). (Foto F. Larruquert y X. Otero)
Otra de las piezas destacadas de esta cueva de Praile Aitz I es la fabricada sobre un canto rodado de color negruzco cuya forma recuerda a la de un canino de ciervo atrofiado, aunque su tamaño sea muy superior. Este parecido, además del simbolismo del objeto original, pudo haber sido la causa de su recogida por parte del hombre prehistórico para realizar el colgante; hay que tener en cuenta que el canino atrofiado de ciervo es un diente repetidamente empleado para la realización de colgantes, tanto durante el Paleolítico como en períodos posteriores El canto descubierto está decorado en todas sus aristas, así como en una de sus caras laterales, mediante trazos transversales dispuestos de forma regular. Además, en el perímetro de la base mayor se han realizado igualmente una serie de incisiones profundas. Pistas marcas de gran finura, practicadas a distancias regulares, pero con ritmos diferentes, se repiten en tres de los seis colgantes descubiertos en la sala de acceso de la cavidad y en la mayor parte de los de la sala interior situada al este (X. Peñalver, J.A. Mujika, 2003).
Un objeto muy estimado dentro del Paleolítico Superior, que en ocasiones aparece decorado, es el denominado bastón de mando. Elaborado sobre asta de ciervo o reno presenta formas diferentes, con tendencia rectangular, curva o acodada y está provisto de uno o varios orificios generalmente circulares. No está clara su finalidad, dada la gran diversidad de formas y dimensiones, habiéndose planteado desde mediados del siglo XIX un gran número de hipótesis. P. Noiret (1990) ha recogido hasta treinta y seis, algunas de las cuales se relacionan con funciones de poder o mágicas, siendo otras partidarias del carácter decorativo de la pieza, para en otros casos, darle un valor de útil, como por ejemplo el de enderezador de azagayas. Se ha fabricado desde el Auriñaciense Antiguo, pasando por el Gravetiense y el Solutrense, haciéndose más habitual y provisto de mayor decoración durante el Magdaleniense; se distribuye por la práctica totalidad del continente europeo. En Euskal Herria, contamos con 23 en la cueva de Isturitz (Izturitze-Donamartiri), correspondientes uno al Auriñaciense Final, uno al Gravetiense, 9 al Magdaleniense Medio, 8 al Magdaleniense Medio o Superior y 4 al Magdaleniense Superior. Recientemente, hemos hallado uno con doble perforación en la cueva de Praile Aitz I (Deba).
Por otra parte, ciertos instrumentos utilizados por las gentes de estos mismos milenios fueron también objeto de bellos trabajos, principalmente a base de grabados. Así, azagayas, arpones, varillas o espátulas, presentan diferentes motivos decorativos que van desde simples líneas hasta representaciones realistas y cuya intencionalidad se nos escapa en la actualidad. Se han hallado piezas de este tipo, entre otros lugares, en las cuevas vizcaínas de Santimamiñe (Kortezubi), Lumentxa (Lekeitio), Bolinkoba (Abadiño) y Atxeta (Forua); en las guipuzcoanas de Urtiaga (Deba), Ermittia (Deba), Aitzbitarte IV (Errenteria), Ekain (Deba), Erralla (Zestoa), Langatxo (Mutriku), Iruroin (Mutriku) y Praile Aitz I (Deba) y en la navarra de Berroberria (Urdax).
En algunos yacimientos se han hallado también colgantes fabricados a partir de dientes de animales o de conchas, así como de cubitos de hueso recortados a modo de pequeños cilindros. La perforación puede ser simple o excepcionalmente doble, e incluso se utiliza en ocasiones un estrangulamiento en la parte proximal para facilitar su suspensión. Entre los dientes, se han empleado los de ciervo, cabra, león de las cavernas, bóvido, zorro o jabalí; destaca, por su mayor frecuencia, la utilización de los caninos atrofiados de los ciervos. Por lo que se refiere a las conchas, poseen una sola perforación, siendo variados los géneros seleccionados: Patella, Turritella, Nassa, Littorina, Pectén iacobacus, Cypraea, Trivia europaea y Pectunculus. Como ejemplos, en el nivel magdaleniense de la cueva de Erralla (Zestoa) se hallaron una serie de colgantes sobre dientes de ciervo, cabra y sarrio, así como uno sobre Nassa reticulata. Conchas perforadas se conocen también en cuevas como las ya citadas de Urtiaga, Ermittia, Aitzbitarte IV y Bolinkoba, y colgantes de dientes en las ya citadas además de en Praile Aitz I y Zatoya, entre otras.
En el apartado de expresiones artísticas, incluiremos así mismo una serie de fragmentos de minerales metálicos férreos como los hematites y los ocres que aparecen esporádicamente entre los restos materiales. Por lo general, resultan difíciles de interpretar; saber si proceden del propio lugar en que se hallan o si fueron aportados por el ser humano requiere en ocasiones «pruebas» más o menos concluyentes. Sin embargo, algunos de estos hallazgos puede afirmarse que se utilizaron como colorantes basándose en las huellas que han quedado en ellos tras su manipulación, tales como facetas o aristas afiladas. A estos trozos de mineral desgastados por el uso, suele denominárseles «lápices», sirviéndose de ellos ya desde el Paleolítico Superior, entre otros lugares, en la cueva de Praile Aitz I (Deba), donde se localizaron en su nivel Magdaleniense Inferior un total de tres, con claras marcas de abrasión. Además, algunos colgantes presentan huellas de ocre, lo que parece apuntar a que fueron cubiertas de color; así, en esta misma cueva, uno de los dientes perforados de cabra contaba con marcas de ocre en su superficie.
Alcanzadas las etapas postpaleolíticas, las formas de expresión artística se van a diversificar y los soportes abarcarán desde las paredes de algunas cuevas hasta los elementos más variados, en los que se trabajarán bellas piezas de adorno, además de plasmar diversas decoraciones tanto en las cerámicas como sobre diferentes objetos funcionales e incluso en los mismos muros y suelos de las viviendas.
Por lo que al arte rupestre se refiere, desde hace varias décadas se conocen una serie de abrigos y cuevas, tanto en Araba como en Bizkaia, que cuentan con pinturas y grabados en los que se representan figuras humanas, imágenes zoomorfas, útiles y trazos diversos, la mayor parte con tendencia a la esquematización. Cronológicamente, se han situado entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro Inicial. Estas representaciones localizadas en las cavidades alavesas de Solacueva de Lakozmonte (Jócano), Lazalday (Zarate), Peña Rasgada y de Los Moros (Atauri), Liziti (Andagoya) y Pico Corral (Bóveda) y en la vizcaína de Goikolau (Berriatua), presentan diferentes características, aun cuando los temas tratados son frecuentemente difíciles de precisar a causa de su alto grado de esquematismo. La totalidad de las pinturas son de color negro, elaborado al parecer con materiales carbonosos; los grabados se han realizado mediante la incisión en la roca con instrumentos romos o puntiagudos y se sitúan en áreas del interior de las cavidades, siendo el tema central la figura humana, unas veces de pequeñas dimensiones (entre 10 y 15 centímetros de altura) y otras de mayores proporciones.
A. Llanos, en 1983, diferenció tres estilos para estas figuras: un primer momento de estilizaciones, un segundo de esquematismos y un tercero de abstracciones. En el de estilización, con un trazado muy simple y en casi todos los casos en movimiento, parecen estar las figuras humanas desnudas con un tocado en la cabeza y un posible arco en la mano; algunas de ellas cuentan con lo que probablemente sea un cinturón u objeto que sujeta la cintura. Las representadas en el segundo estilo consisten en un esquema con forma de M o de M con una forma de cruz sobre ella, queriendo definir figuras humanas, aunque en otros casos la temática resulta más difícil de precisar. Finalmente, las abstracciones consisten en trazos lineales o puntiformes que Migan a componer pequeños grupos en unos casos y amplias agrupaciones en otros.
En algunos de estos yacimientos con pinturas, la asociación de materiales, en gran parte cerámicos, depositados en ocasiones sobre la superficie de la cueva y que han sido excavados en el caso de la de Solacueva de Lakozmonte, los sitúa como puntos de actividad ritual, en los que las variadas ofrendas descubiertas jugarían un papel importante que, en opinión de A. Llanos, desarrollarían su actividad entre el Bronce Medio y Final y la Edad del Hierro plena, e incluso continuando con esa función cultual en plena etapa de romanización. Esta perduración, la atestiguarían las numerosas monedas romanas halladas en la entrada, a modo de ofrenda. Según el citado investigador, las estilizaciones y los esquematismos corresponderían a las etapas más antiguas de las representaciones mientras que las abstracciones serían las más recientes.
Pero además de los conjuntos señalados, se conocen en Nafarroa otros yacimientos con arte esquemático situados al aire libre. Los grabados parietales de la Peña del Cuarto (Etaio) se localizan al sur de la sierra de San Gregorio, en una cavidad orientada al sur, estando el conjunto iluminado por la luz solar. Las figuras, cinco en total, representan animales, probablemente caballos, además de apreciarse otros trazos difíciles de interpretar. Una de estas figuras de 13 por 13 centímetros destaca por su modelado semirealista y estilizado; sobre ella, posteriormente, se han trazado de forma esquemática una serie de incisiones que pudieran representar un jinete y dos riendas que llegarían hasta la cabeza del animal, hoy inapreciable. El resto de las figuras, a excepción de una de ellas, son de menores dimensiones, de trazados rectilíneos y angulosos, de cabeza agudizada, cuando existe, y cola corta. Las patas y el cuello son largos y en ocasiones están cruzados por líneas de dudosa interpretación.
El conjunto de Etxauri lo forman dos figuras en rojo muy pequeñas, situadas en un recoveco de la pared a donde sin embargo llega el sol. Se trata de dos animales cuya forma se asemeja a algunos de los que componen el gran panel de Atapuerca. Se tiene noticia, además, de otros grupos de pinturas en este mismo término municipal; el primero de ellos está situado en la denominada Peña del Cantero (Etxauri) y el segundo, procedente según parece, del abrigo de Lasaiarreka, es un bloque de piedra arrancado de su lugar de origen que se encuentra en el Museo de Nafarroa. Las representaciones de la Peña del Cantero las constituyen dos cabras de unos 6 centímetros de longitud, de trazos finos y silueta esquemática; una tercera cabra, en ocre rojo, se sitúa a una mayor altura sobre el suelo y, por último, una figura humana de líneas más confusas, interpretada como posible mujer. Así mismo se distinguen varios trazos aislados (I. Santesteban, 1968). Por lo que se refiere al bloque calizo conservado en el museo navarro, se habla de signos pintados en rojo rosáceo y algunos más oscuros. Se representan la figura de la golondrina, ancoriforme, ramiformes, pictiformes y puntos, que encajarían dentro de la corriente esquemática de época avanzada (M.A. Beguiristain, 1982). Se conocen también nuevos hallazgos de pinturas esquemáticas en el término municipal de Etxauri; éstos se sitúan en un abrigo, sobre diferentes salientes de la roca, y están realizados en tonos ocres rojizos y concentrados en 1,5 metros de superficie. Todas las representaciones son líneas así como dos manchas (R.M. Armendariz, et alii, 1987).
Imagen 22: Aplique antropomorfo de bronce del poblado protohistórico de Atxa (Gasteiz). (Foto Quintas. Museo Arqueológico de Gasteiz)
En fechas más recientes, se ha descubierto en el término alavés de Peñacerrada una serie de pinturas en el abrigo de Las Yurdinas II (Urizaharra), junto a una sima que contiene diversos enterramientos calcolíticos. Aunque el lugar era conocido como yacimiento, hasta 1989 A. Sáenz de Buruaga, T. Urigoitia y J. Urbina no le dieron a estas representaciones el carácter de prehistóricas, siendo relacionadas con el hallazgo funerario. Consisten en la silueta de una mujer completa provista de una falda ancha y un tocado en la cabeza y una cabeza de bóvido, en la que se aprecian la cara, los cuernos, el arranque del pecho y la cruz; ambas están pintadas en rojo (J. Fernández Eraso, 2004).
A lo largo del Neolítico, Eneolítico y Edad del Bronce, los elementos de adorno, ya presentes durante el Paleolítico, aumentarán en número y variedad, destacando la amplia gama de soportes utilizados en su fabricación. Así, tanto la piedra como el hueso y, posteriormente los metales serán la base de muchos de estos objetos. Del gusto por estas piezas, contamos con documentos tanto en lugares de habitación (cuevas y pobla dos) como en monumentos funerarios (dólmenes, túmulos, cuvas sepulcrales, cromlechs, etc); en estos últimos, ademas del papel de embellecer a su portador, jugarían muy probablemente otro de tipo simbólico. Destacan entre ellas los collares fabricados a partir de cuentas de piedra (pizarra, lignito, arenisca, caliza, serpentina, ámbar, etc) o hueso, que presentan formas y dimensiones muy diversas. Así, ya en los niveles neolíticos de Fuente Hoz (Anúcita) aparecen cuentas de collar de piedra y de concha. Los dólmenes de La Chabola de la Hechicera (Bilar), Gurpide sur (Catadiano), San Martín (Biasteri) y El Sotillo (Biasteri), en Araba; Trikuaizti I (Beasain), Larrarte (Beasain), Pagobakoitza (Parzonería de Altzania), Kalparmuñobarrena (Parzonería de Altzania), Sagastietako Lepoa (Hernani) e Igaratza sur (Unión Enirio-Aralar) en Gipuzkoa; Eskatxabel (Galdames) y Galupa I (Karrantza) en Bizkaia y Balankaleku Norte (Altsasu), Plamplonagañe (Uharte Arakil), La Mina de Farangortea (Artaxoa), Sakulo (Izaba) y Obioneta Norte y Sur (Realengo de Aralar) en Nafarroa, entre otros muchos, han proporcionado así mismo diversas piezas de este tipo. Las cuevas sepulcrales, por su parte, cuentan, además de con restos humanos, con diferentes materiales entre los que son significativos los adornos, predominando las cuentas de collar; así se pueden citar entre otras las de Gerrandijo (Ibarrangelu), Ereñuko Arizti (Ereño), Kobeaga I (Ispaster), Txotxinkoba (Gizaburuaga) y Oyalkoba (Abadiño) en Bizkaia; Gobaederra (Subijana-Morillas) en Araba y Jentiletxeta I (Mutriku), Marizulo (Umieta), Sorgintxulo (Belauntza), Urdabide II (Parzonería de Urbia) y Urtiaga (Deba) en Gipuzkoa.
Fechadas entre finales del Neolítico y el Eneolítico, aparecen en algunos dólmenes como los de San Martín (Biasteri), Gurpide norte (Catadiano), Chabola de la Hechicera (Bilar) y Los Llanos (Kripan) y en el túmulo-dolmen de Kurtzebide (Letona), todos ellos en Araba, así como en el dolmen de Praa-lata (Ataun-Idiazabal), en Gipuzkoa, unas piezas denominadas ídolos-espátula consistentes en representaciones humanas realizadas de forma esquemática sobre huesos de Capra y Ovis (cabra y oveja), concretamente tibias. En ellas, se aprecia claramente la cabeza, para cuya representación se aprovecha la epífisis del hueso y el tronco decorado con incisiones, y en una ocasión el sexo de mujer. Se han hallado un total de nueve ejemplares, completos en unos casos e incompletos en otros. Este tipo de objetos se conocen así mismo en puntos de la Meseta norte y La Rioja, habiéndose establecido recientemente una relación con ejemplares muy similares procedentes de Siria y Grecia (J.A. Mujika, 1998).
Con la aparición de la metalurgia del bronce y, posteriormente, la del hierro se va a producir una gran transformación en la fabricación de objetos artísticos. Piezas de adorno, generalmente de bronce, tales como imperdibles o fíbulas y alfileres serán elementos de sujeción de los tejidos muy frecuentemente. Por lo que a las fíbulas se refiere, presentan una gran variedad de tipos y decoraciones, empleándose para ello tanto el grabado como la impresión o la incrustación; los alfileres, principalmente la parte correspondiente a la cabeza, cuentan igualmente con una amplia gama de motivos decorativos.
Los broches de cinturón, fabricados también en metal, principalmente en bronce, son piezas que sirven para cerrar los cinturones hechos de tejido o cuero y cumplen no sólo con esa finalidad funcional sino que son al mismo tiempo un elemento de adorno que incluso puede llegar a marcar distinción social. El broche esta formado por una parte macho, con unos garfios para enganchar y que suele estar decorada, y una hembra, en la que se engancha la anterior. Estos objetos, si bien en un principio eran relativamente sencillos, fueron adquiriendo valor como pieza de adorno a lo largo de la Edad del Hierro, llegando a convertirse en placas altamente decoradas y que muy probablemente fueron utilizadas tanto por hombres como por mujeres (P. Caprile, 1986).
Además de los elementos señalados, otra serie de objetos de adorno suelen estar presentes en los poblados y necrópolis protohistóricos; así, pulseras, anillos, collares, colgantes, fíbulas o agujas fabricados en bronce o hierro, e incluso en plata, oro o vidrio se recuperan en los distintos yacimientos, ofreciendo gran variedad tipológica. Se conocen pulseras abiertas y cerradas, con sección cilíndrica o de cinta, decoradas en ocasiones con diversos motivos (ofidios, etc.) a base de grabados o relieves. Los anillos, ya presentes en yacimientos correspondientes a períodos anteriores, son más frecuentes durante las épocas metalúrgicas; destacan en este sentido los ocho anillos hallados en Araba, entre los que sobresale el fabricado en oro, de cuerpo helicoidal, descubierto en el poblado de Peñas de Oro (Zuia), así como el del poblado de Berbeia (Barrio), decorado a base de motivos de dientes de lobo incisos formando tres líneas oblicuas; en Nafarroa, son seis los anillos descubiertos, todos ellos de bronce, y localizados tanto en el dolmen de Armendia (Uharte Arakil) como en el poblado protohistórico del Alto de la Cruz (Cortes) y en la necrópolis de La Torraza (Valtierra). Los collares, igualmente conocidos desde épocas antiguas, son relativamente frecuentes durante los períodos cerámicos, y están formados por cuentas y más esporádicamente por cadenetas. Las cuentas se fabrican con piedra, hueso, bronce o incluso ámbar.
Las fíbulas, objetos metálicos que sirven para sujetar los vestidos o abrochar cualquier tipo de pliegue o paño, poco a poco se irán convirtiendo en elementos de adorno a la vez que se hacen más complejas sus formas y sus decoraciones. Pueden considerarse como alfileres evolucionados contando con un cierre que les da una mayor seguridad. Cada fíbula consta de cuatro partes fundamentales: cabeza, arco o puente, pie y aguja. Dentro de los yacimientos vascos se ha localizado un considerable número de piezas de variados tipos, correspondientes al período protohistórico; destacan las denominadas de doble-resorte (Alto de la Cruz), de bucle (Kutzemendi, Peñas de Oro, Alto de la Cruz y La Torraza), de tipo Golfo de León (Peñas de Oro y La Atalaya), anular Hispánica (Gardelegi, La Atalaya), o de torrecilla (Munoaundi). En algunos casos, estas fíbulas cuentan con representaciones de caballos, cerdos o jabalíes, denominándose en esos casos zoomorfas; ejemplo significativo es la fíbula de caballito del poblado de La Hoya (Biasteri), conservada en perfecto estado. En el también poblado protohistórico de La Custodia (Viana) se ha localizado un considerable número de estas piezas, destacando los 46 ejemplares de anulares hispánicas, así como otras 16 de torrecilla y 12 zoomorfas. Estos hallazgos se sitúan dentro de la Edad de) Hierro.
Dentro del mundo de los adornos, destaca por su belleza el pectoral de bronce descubierto en la necrópolis de La Torraza (Valtierra) dentro de la sepultura número siete. Decorado a base de círculos con un contorno irregular presenta, sin embargo, una cierta pobreza ornamental. La pieza está realizada sobre una cinta recortada, que se adelgaza en los extremos y que está muy afectada por la acción del fuego. Tiene unas dimensiones de 36 por 6 centímetros y está decorada mediante círculos repujados: ocho series de tres círculos verticales ocupan la zona ancha del pectoral, pasando luego a dos círculos mayores verticales y otros dos horizontales a ambos extremos. Una serie de puntos en relieve, arriba y abajo, enmarcan el dibujo, terminando la cinta en uno de los extremos con un agujero, y con un gancho para su sujeción en la parte posterior del extremo opuesto (J. Maluquer de Motes, 1953).
Entre los colgantes metálicos y dentro de la Edad del Hierro, existe una relativa variedad de piezas, algunas de ellas con formas más o menos complejas, que llegan a representar ruedas o símbolos solares como en los de La Hoya (Biasteri) e incluso figuras humanas como en los poblados alaveses de Atxa (Gasteiz) y La Hoya, así como en una de las necrópolis de este último yacimiento; igualmente, en el poblado navarro de La Custodia (Viana) llaman la atención una treintena de piezas en bronce formadas por una anilla, dos glóbulos macizos rematados en apéndices largos y rectos y con el extremo retorcido. En el caso del poblado de Atxa, se trata de un aplique de bronce que representa a un guerrero desnudo con cinturón y un gran disco pectoral colgado, con la cabeza tocada con un casco con cimera en forma de cabeza de caballo. Este colgante pudo haber servido como adorno o como elemento totémico o de prestigio (E.Gil, 1995). En este mismo yacimiento, se localizó otro colgante en bronce con decoración troquelada a base de círculos incisos concéntricos repetidos en ocho ocasiones y rematado por una pieza con forma de bellota. El poblado de La Hoya nos sorprende, por su parte, con tres colgantes con representaciones humanas de gran belleza. El más figurativo corresponde a un individuo tocado con un gorro del que arranca la anilla del colgante; presenta los brazos cruzados a la altura de la cintura y está en pie sobre una base acampanada. El vestido parece constar de una única pieza acabada en forma de faldellín y sobre el pecho presenta un pectoral circular sujetado por unas correas cruzadas; la cara está representada con rasgos muy simples. El segundo de los colgantes con representación humana cuenta con más detalles en la cara aunque el cuerpo aparece más simplificado; sobre su pecho cuelga un collar con un colgante circular. La tercera pieza de este poblado corresponde a otra figura humana totalmente simplificada, con la cabeza definida por una forma circular perforada, continuando con el cuello y el tronco con un ensanchamiento de la pieza y terminando en dos apéndices como piernas (A. Llanos, et alii, 1983).
La pasta vitrea está presente en Euskal Herria en niveles correspondientes a la Edad del Hierro, disponiéndose de cuentas de collar de color azul o anaranjado, en poblados como La Hoya (Biasteri) y Peñas de Oro (Zuia) en Araba; Alto de la Cruz (Cortes) y La Custodia (Viana) en Nafarroa e Intxur (Albiztur-Tolosa) y Basagain (Anoeta) en Gipuzkoa. En este último yacimiento hemos hallado un fragmento de una bella pulsera de vidrio azul con decoración en blanco y finas molduras, fabricada en la Segunda Edad del Hierro y cuyo origen puede situarse en el Midi francés, basándonos en los abundantes hallazgos de piezas similares en yacimientos como el de Nages (Gard).
Además de los objetos propiamente de adorno, se conocen también determinadas piezas, algunas de ellas con funciones muy específicas, que cuentan con trabajos artísticos; así, la punta de lanza de hierro del poblado de Carasta (Ribera Alta) presenta en la zona del nervio central y en el enmangue un delicado trabajo de damasquinado en plata. Así mismo, en el poblado de La Hoya (Biasteri), apareció una pieza que representa un sol en forma de lauburu realizado mediante la técnica del repujado. Sobre arcilla, llaman la atención los idolillos de barro pertenecientes al poblado del Alto de la Cruz (Cortes); el de Henaio (Dulantzi) proporcionó por su parte la cabeza de un bóvido hecha en arcilla, correspondiente a parte de un morillo.
En el poblado de La Hoya (Biasteri), dentro del nivel celtibérico, se encontró una serpiente forjada en hierro sobre el suelo de una de las viviendas.
Asimismo, en la necrópolis de La Torraza (Valtierra), se recuperó una figurita de ciervo macho con cornamenta, hecha en bronce, situada dentro de una urna funeraria; fabricada en molde, de pequeño tamaño, con unos ejes de 45 milímetros, se encuentra muy dañada por la acción del fuego. Un agujero le atraviesa el lomo, lo que indicaría que formaría parte de una pieza más compleja o tal vez de un grupo de figuritas de carácter votivo. Las dos patas traseras están exentas, mientras que las delanteras aparecen fundidas en un único tronco, como si formara un vastago con el fin de unirse al resto de la pieza (J. Maluquer de Motes, 1953).
Los dos cuencos de oro hallados en Axtroki, dentro del término de Eskoriatza, son uno de los más bellos ejemplos del trabajo sobre este metal en la Edad del Hierro. Se trata de dos piezas de chapa de oro con forma aproximadamente semiesférica, con unas dimensiones de 205 milímetros de diámetro en la boca y 69,5 milímetros de altura en el caso del menor, y 210 milímetros de diámetro y 102 milímetros de altura el mayor. Fueron realizados mediante un falso repujado, martillando con matrices desde el interior la chapa de menos de medio milímetro de espesor. Mediante esta técnica, y en bandas horizontales, decorarán la totalidad de la superficie con motivos geométricos diversos, tales como umbos, molduras lisas, acordonadas y gallonadas, rosetas, "S" invertidas y "V". El labio de los cuencos es hueco, enrollándose la chapa del borde en uno de los casos hacia fuera y en el otro hacia dentro. Se encuadrarían en el mundo hallsttatizado de la Primera Edad del Hierro.
En el apartado correspondiente a la cerámica, ya en torno a 2200-1600 antes de nuestra Era, en los depósitos funerarios del Calcolítico, la cerámica campaniforme, amplíamente extendida en Europa, nos ofrecerá elaborados motivos decorativos sobre cuencos, vasos y cazuelas, empleando la técnica de la excisión y la impresión aplicados, generalmente, en bandas que llegan en ocasiones a cubrir la totalidad de la superficie exterior de la vasija. Dentro de este tipo de cerámica, se distingue una serie de grupos: el tipo con decoración puntillada y cordada que se localiza en la zona septentrional de Euskal Herria en dólmenes como los de Pagobakoitza (Parzonería de Altzania), Gorostiaran este (Parzonería de Urbia) y Trikuaizti I (Beasain) y el tipo continental, presente en dólmenes próximos al valle del Ebro como los alaveses de San Martín (Biasteri), El Sotillo (Biasteri) y Los Llanos (Kripan), o en otros puntos como La Renke (Santurde), Tudela y Las Bardenas.
La cerámica, a pesar de cumplir un papel de uso, en muchos casos cotidiano, seguirá siendo embellecida a lo largo de los milenios mediante diferentes motivos decorativos, frecuentemente confeccionados con gran delicadeza. En un principio, se decoraban las piezas elaboradas a mano por medio de rugosidades, digitaciones, ungulaciones, excisiones, incisiones, acanaladuras o impresiones. Destacan también una serie de técnicas decorativas tales como las incisiones con temas angulosos de "dientes de lobo" o de "espina de pez", pero llama la atención la excisión y el «Boquique» o técnica de «punto y raya». La técnica de la excisión consiste en la eliminación de la pasta en un motivo seleccionado, quedando partes en bajorrelieve y otras zonas en altorrelieve. El boquique, sin embargo, es la huella dejada por un punzón o espátula que, sin ser levantada totalmente de la pasta arcillosa, se va presionando intermitentemente marcando un trazo en cuyo fondo aparecen una serie de hoyuelos, creando una raya de sección irregular. Estos motivos se practicarán sobre piezas de tamaños y formas variadas.
Ya en la Segunda Edad del Hierro, coincidiendo con la llegada de la cultura celtibérica, se producirá la presencia del torno rápido modificando en gran medida los tipos de decoración en las cerámicas. La pintura hará su aparición sobre sus superficies, reproduciéndose temas diversos. Estas representaciones se sitúan, principalmente, en la mitad superior de las vasijas y presentan numerosos motivos geométricos combinados entre sí: líneas rectas, sinuosas, horizontales y verticales, círculos y semicírculos, cuartos de círculo concéntricos, formas de bastón, romboidales, triángulos diversos, cenefas con ondas, esvásticas y animales, entre otros. Para realizar este trabajo se emplean colores como el negro, el blanco, el rojo, el amarillo, el azul, el verde o el morado, habiéndose conservado ejemplares de estas cerámicas entre otros en los poblados de La Hoya (Biasteri), Castros de Lastra (Karanka), Los Castillos (Torre), Santuste (Ocilla) e Iruña (Trespuentes) en Araba y Alto de la Cruz (Cortes), La Custodia (Viana) y Peña del Saco (Fitero) en Nafarroa. Por lo peculiar que resulta en nuestro territorio es de destacar el pez incompleto pintado sobre una vasija del Alto de la Cruz.
Continuando con los objetos fabricados en arcilla, no podemos olvidar los hallados en algunos poblados protohistóricos que por su belleza decorativa deben considerarse obras de arte, independientemente de la finalidad para la que fueron fabricados: se trata de un pequeño número de cajas moldeadas en arcilla, de forma rectangular y con patas; estos recipientes han sido decorados aplicando impresiones e excisiones a lo largo de toda su superficie exterior, presentando variaciones temáticas. Sus pequeñas dimensiones y los lugares en los que se localizan dentro de los yacimientos, ha hecho que se planteen numerosas dudas relativas a su finalidad, existiendo interpretaciones diversas tales como que serían vajilla de mesa, lucernas, medidas de capacidad, cajitas de ofrenda relacionadas con rituales de la casa y la cosecha o urnas para cenizas. Es posible, sin embargo, que pudieran haber servido de joyeros, tal y como sucede con determinados elementos cerámicos entre algunos pueblos primitivos actuales africanos (Mali), y que los depositan por mayor seguridad en el interior de los graneros, recintos funda mentales entre estas gentes. En el poblado de La Hoya (Biasteri), se han hallado seis de estas cajas o fragmentos fabricados a partir de un bloque de arcilla y con dimensiones tales como 145 por 74 por 90 milímetros o 118 por 82. por 94 milímetros. Sus aristas están biseladas y las decoraciones, diferentes, se estructuran en bandas formando ángulos, triángulos y estrellas de cuatro puntas, entre otros motivos, que se extienden a las patas. En el poblado de La Custodia (Viana), se han recogido tres fragmentos de estas cajitas de arcilla, uno de ellos decorado con un cuadrado en el que se inscribe una estrella de seis puntas bordeada de una cenefa con triángulos impresos. En La Rioja también se han descubierto numerosos restos de estas cajas decoradas. Estarían situadas cronológicamente, al menos las de La Hoya, entre finales del siglo III y principios de II antes de nuestra Era.
También en arcilla y correspondientes a la Edad del Hierro, se conocen unas piezas a las que se ha denominado idolillos de barro, descubiertos únicamente en el poblado navarro del Alto de la Cruz (Cortes). Se trata de pequeños cilindros macizos que representan generalmente figuras antropomorfas, sin indicación de sexo; con la cabeza aplanada o redondeada en su parte superior, ésta aparece facetada en forma subtriangular, indicándose los ojos y los oídos mediante agujeros (uno central y una corona de siete u ocho a su alrededor). La nariz se modela de forma picuda, resaltándose mediante una línea incisa que acaba en dos hoyuelos. El cuello se adelgaza en algunas figurillas, estirándose más en otras, mientras que un estrechamiento de la pieza indica las extremidades inferiores. Su base es plana y algo más ancha, para de ese modo poder ser colocadas en pie (J. Maluquer de Motes, 1954). La decoración, incisa, a base de rayas alrededor de la figura, parece indicar un vestido o fajado de pañales. Los brazos se representan en algunos ejemplares mediante líneas incisas que se quiebran en los extremos.
Sin embargo, hoy apenas se puede decir nada sobre la utilidad o significado de estas pequeñas figuritas (la mayor mide 8 centímetros) que, en número de ocho, se localizaron en el yacimiento navarro citado, salvo que cinco de ellas se encontraron juntas, en un rincón de una de las casas, junto a collares de bronce y probablemente dentro de un hueco de la pared de la vivienda. Estos datos, así como el hecho de que un mismo tipo se repitiese en varias ocasiones, hizo pensar al director de la excavación, J. Maluquer de Motes, que se trataban de idolillos u objetos que tal vez guardaran relación con algún culto doméstico, aunque el poco cuidado con que fueron fabricados podría hacer que se consideren como juguetes infantiles. Pero además de estos ocho ejemplares fabricados en arcilla sin cocer, se encontró otro de piedra con una decoración semejante a la de los anteriores en sus dos caras, representándose los brazos en forma estilizada y repetidas veces en una de las caras de la figura.
Por otra parte, en algunos poblados protohistóricos alaveses y navarros han aparecido una serie de piezas de arcilla denominadas morillos y que servirían, a modo de caballete, para colocar sobre el hogar diversos elementos. Entre ellos cabría destacar dos ejemplares zoomorfos, uno correspondiente al poblado de Henaio (Dulantzi) y otro al del Alto de la Cruz (Cortes). En el primero de los casos, se trata de un objeto en uno de cuyos extremos figura, de un modo muy simple, la cabeza de un posible bóvido o tal vez de un carnero. El segundo de los morillos es hueco, de forma prismática y sin crestería superior, aunque rematado en uno de sus lados por una pequeña cabecita de carnero.
En hueso y perteneciente a) final de la Protohistoria, se halló en Ordoñana (Araba), fuera de contexto arqueológico, un ídolo tallado sobre un metapodio de oveja en el que se representa una estilización de figura humana y a la que se ha dedicado especial interés a la zona de la cabeza, donde destacan dos grandes ojos y una nariz, formando en la parte superior una especie de corona. El trabajo se ha realizado mediante profundas incisiones (A. Llanos, 1968).
Imagen 23: Interior de una de las viviendas del poblado protohistórico de Intxur (Albiztur-Tolosa). (Dibujo de J.I. Treku)
Cuando las viviendas adquieren a lo largo de la Edad del Hierro un desarrollo mayor en lo que a su estructuración ínter na se refiere, su decoración evoluciona, reflejándose en una serie de trabajos practicados en diversas zonas de la misma. Determinados hallazgos correspondientes a los poblados del Alto de la Cruz (Cortes) y La Hoya (Biasteri), nos proporcionan importantes datos de cara a la reconstrucción del ambiente interior de algunas de estas casas. Así, en el caso del poblado navarro, eran frecuentes las pinturas, que ofrecían abundantes variantes: en ocasiones se trataba de zócalos pintados en rojo que afectaban a la parte inferior de la pared, mientras el resto del muro cía encalado en blanco; en otras, se pintaban cenefas con tema geométricos de círculos y triángulos, estos últimos en ocasiones aspados y alternándose los rayados con rellenos en rojo. En uno de los niveles (PIIb) de las casas, se hallaron círculos rojos ion un punto central, pintados e incisos, afectando este motivo principalmente a la parte frontal de los vasares. En otros casos, sería el tabique de la despensa o el vestíbulo lo decorado; incluso los pies derechos de madera eran a veces revocados y posteriormente pintados. Asimismo solían colocarse cenefas de triángulos a 0,2.5 metros sobre el nivel del suelo.
Sin embargo, será la representación efe figuras humanas en el interior de estas casas lo que llamará más la atención. La encontrada en uno de los vestíbulos del nivel PIIb del poblado navarro citado, estaba formada por dos triángulos unidos por el vértice que constituían el cuerpo de la figura, así como por dos brazos acodados y levantados con tres dedos en cada mano. El deterioro de la pared impidió, sin embargo, la conservación de la cabeza. Según el excavador del yacimiento, estas representaciones situadas en posición muy baja, casi a ras de suelo, no tendrían una función decorativa sino más bien la de indicar el lugar donde se habrían llevado a cabo inhumaciones infantiles, siendo esta relación confirmada sobre el terreno en uno de los casos (J. Maluquer de Motes, 1965).
Del mismo modo, en algunas viviendas del poblado de La Hoya (Biasteri) fechadas entre el Bronce Final y la Primera Edad del Hierro, sobre los suelos de tierra apisonada, pintaron sus ocupantes en color rojo una cenefa perimetral con temas lineales de bandas paralelas con líneas perpendiculares, dejando espacios rectangulares. Los enlucidos de varias de estas casas también debieron estar pintados de rojo, al menos en parte, tal y como lo atestiguan los restos conservados (A. Llanos, et alii, 1983).
Algunas estelas decoradas son también elementos a tener en cuenta a la hora de tratar los materiales artísticos de las últimas etapas prehistóricas. El hallazgo de una serie de ejemplares en diferentes lugares aporta una considerable información sobre los gustos artísticos en la etapa protohistórica. Así, en el poblado navarro de La Custodia (Viana) se han recogido tres de estas piezas: en la primera se ha grabado un caballo esquemático que carece de cabeza, sin jinete, con una especie de ramas sobre la figura y una cuadrícula bajo sus patas; en la segunda se representa una escena de caza con un jinete a caballo con lanza y un cuadrúpedo en la zona inferior; la tercera tan sólo conserva los cuartos traseros de un caballo y parte del vientre.
Del poblado de La Hoya (Biasteri), se conocen varias estelas que cuentan con escenas con figuraciones humanas y caballos, asociadas al nivel celtibérico fechado en torno al siglo III anterior a nuestra Era. Entre las estelas con influencia ibérica cabe destacar la hallada en el poblado alavés de Iruña (Trespuentes) denominada «Estela del jinete» en la que se aprecia un jinete cabalgando sobre un caballo, armado y desnudo, en posición de arrojar una lanza; la fractura de la pieza no permite apreciar la cabeza y la parte anterior del animal. Igualmente, en la estela discoidal de San Andrés (Argote), de la que se conservan dos fragmentos, se han grabado una serie de ángulos corridos a modo de corona, y en el centro, un guerrero, probablemente un jinete, dispone de una montera, un escudo circular y una lanza.
En Bizkaia, ha sido repetidamente citada la estela de Emerando como perteneciente a la Edad del Hierro. Hallada en el término municipal de Meñaka, hoy forma parte de la base del altar de la ermita de Santa Elena y presenta una decoración en su disco similar en ambas caras: dos bandas decoradas con puntas de sierra y separadas por varias circunferencias paralelas, formando un espacio central circular relleno por un triskeles. En Galdakao, se halló otra estela en la ermita de San Salvador de Larrabetzu con una cruz incisa en un anillo dentado. Por su parte, en Gorliz se ha descubierto la estela denominada de Larraganena; trabajada en arenisca y con un diámetro de 0,92 metros, posee un motivo ornamental muy parecido en ambas caras: en torno a un pequeño círculo central en relieve se distribuyen tres bandas concéntricas y entre las dos exteriores se representa una orla de triángulos en una de sus caras, faltando esta orla en su cara opuesta. Sin embargo, son muchas más las estelas halladas en diferentes puntos del territorio de Bizkaia, destacando por su número las 149 completas o fragmentos des cubiertas en la necrópolis prerromana de Berreaga (ubicada entre Mungia, Gamiz, Fika y Zamudio), todas ellas decoradas con temas geométricos y astrales y con formas trapezoidales (90%) o discoideas (10%) (M. Unzueta, 1993).