EL ÁRBOL

Todavía me duele

la herida de la tierra que anegada

pisabas hasta ayer,

las casas y el olor de la hojarasca.

El miedo que a los niños ya no asusta

es un volcán acostumbrado.

La noche se convierte en continente

y sabes que a este cielo

le faltan más estrellas que miradas.

Si rechazas las voces que amenazan tu sueño

y descubres que ahora

la lluvia sólo sirve de pretexto

para vivir un tiempo con ese diapasón

verás que a las tormentas

yo las miro de lejos,

como se mira a un niño y su tristeza.

No temas dar la espalda a las contradicciones,

vivir consiste en eso.

Hay un árbol que crece sin temor a la altura.

Abracémoslo.

No impide la maleza acariciar el cielo.