«Y el hecho de que es un nombre arrancado al hielo
con un instrumento cortante», dijo Patricia

I

De mi abuelo

quedan algunos recuerdos

son

como fotografías

blanco & negro

que se agrisa en el fondo de un cajón

manteles de hilo, cucharitas de plata

y regalos nunca usados

el olor de lo nuevo añejo

se mantiene intacto

recuerdo:

mi padre llora ante mí por primera vez,

una cartuchera con el mapa de Argentina

regalo del abuelo que no tenía país

cuando cumplí cinco

y el descubrimiento

poco después

en la misa por su muerte

de su nombre,

Zbigniew Ireneusz

en la pizarra del responso.

Zbigniew, eso cómo se dice

pensamos nosotras

—mi hermana y yo—

nosotras que toda la vida

todos esos días de esos cinco años

lo habíamos llamado abuelo Ireneo.

Y mi primo nos miró y nos dijo

al oído mientras el cura decía cosas

y hacía a mi abuela llorar

que ese era su nombre verdadero

que él no le decía Ireneo

que tampoco le decía «abuelo»

así, como nosotras

sino una palabra

que quería decir abuelo

y dijo algo

en un lenguaje que estaba fuera

de nuestro mundo

un idioma imposible para nosotras

Y nosotras pensamos

que estaba pasando algo raro

era tal vez el olor del incienso

que nos mareaba

en esa iglesia

con el cuadro de una virgen negra

porque cómo podía ser que la virgen fuera negra

que todos hablaran en otro idioma para hablar de mi abuelo

que mi abuelo tuviera otro nombre

y nos enteráramos con un susurro

en medio de su funeral

que la vida

no era lo que pensábamos.

II

De Szymon

mi bisabuelo

no queda nada

ni una historia sale de los labios de mi padre

—en que idioma se hablará a sí mismo

éste mi padre esfinge—

yo creo

que en el frío del invierno

y de la escarcha bajo los rieles

del Transiberiano

detenido por el viento del este

fuera del linde de la historia

en la frontera con la tierra más helada

Szymon Tadeusz

grabó nuestro nombre en una piedra.

es la frontera definitiva, piensa

mientras horada con un instrumento cortante

dejando allí nuestra huella para siempre

piedra y hielo

mapa blanco de un territorio partido

desde su corazón

para los venideros habrá grabado este nombre

como encaje helado

para nosotros

que jamás veremos la piedra o el nombre

que nada sabemos de él

ni de nosotros

y que por las mejillas pulidas,

por la palidez como nieve que entristece

nos reconocemos.

¡pensar en la piedra que permanece entre el frío
y lo indefinible

cuando ningún objeto de la naturaleza

habla tu lenguaje!/

III

Con mi hermana contamos historias

que unos hermanos escaparon de los rusos

del paredón de fusilamiento al convoy

un solo salto vaivén que un tío sacerdote

cambió su vida por la de un prisionero

y en los sótanos de Dachau

sólo las ratas se espantaron

que en Siberia el abuelo talló una pipa

en la larguísima noche de la estepa

para su guardián con nombre de cosaco

y éste lo dibujó

con su barba y sus ojos aguados

y cambiaron regalos sin saber hablarse

o sin querer hablarse

que nuestro padre nació en la tercera clase

de un barco inglés que se zarandeaba

hacia el sur del Atlántico

y para siempre ese aire

de pertenecer a otro elemento

que fui al trópico

para sacarme el frío

y mordisqueo trocitos de hielo

en las noches de relámpagos

Contamos historias que no son verdaderas

y tampoco falsas:

son inciertas,

como todo en nuestra casa.