EL SOL BRILLABA INTENSAMENTE sobre las rocas de mi izquierda esa tarde sobre la montaña, proyectando largas sombras en las rocas de la derecha; filtrándose a través del follaje que cubría mi tumba; contrarrestando un poco los fríos vientos de Kolvir. Solté la mano de Random y me volví para contemplar al hombre que estaba sentado ante el mausoleo.

Su rostro coincidía con la cara dibujada en el Triunfo que encontramos en el Patrón. Ahora distinguí unas líneas que le surcaban la boca, el ceño más marcado, unido a un cansancio general en la mirada y en el contorno de la mandíbula que no se apreciaban en la carta.

Así que lo supe antes de que Random dijera:

—Este es mi hijo Martin.

Martin se puso de pie cuando me acerqué. Estrechó mi mano y dijo:

—Tío Corwin —su expresión cambió ligeramente cuando habló. Me observó atentamente.

Era varios centímetros más alto que Random, pero de la misma complexión ligera. Sus pómulos y su barbilla eran parecidos, y su cabello de la misma textura.

Sonreí.

—Has estado mucho tiempo fuera —comenté—. Yo también.

Asintió.

—Pero nunca estuve de verdad en Ámbar —replicó—. Crecí en Rabma… y en otros lugares.

—Entonces permite que te dé la bienvenida, sobrino. Llegas en una época interesante. Random te lo habrá contado.

—Sí —dijo—. Por eso preferí verte aquí y no en el palacio.

Miré a Random.

—El último tío que conoció fue Brand —observó Random—, y bajo circunstancias muy desagradables. ¿Acaso le culpas?

—No. Yo mismo me enfrenté con él hace muy poco tiempo. Y no puedo decir que haya sido el más grato de los encuentros.

—¿Te enfrentaste con él? —dijo Random—. No entiendo.

—Se ha marchado de Ámbar y tiene la Joya del Juicio. Si hubiera sabido antes lo que sé ahora, todavía estaría en la torre. Él es el traidor, y es muy peligroso.

Random asintió.

—Lo sé —comentó—. Martin confirmó todas las sospechas que teníamos sobre quién lo apuñaló… fue Brand. ¿Pero qué es eso de la Joya?

—Se me adelantó en llegar al sitio donde yo la oculté en la Tierra de sombra. Pero tenía que atravesar el Patrón y proyectarse en su interior para sintonizar con la Joya. Impedí que lo hiciera en el Patrón original de la verdadera Ámbar. Sin embargo, se me escapó. Ahora mismo vengo de hablar con Gérard. Enviamos una patrulla de guardias a través de Fiona para evitar un nuevo intento en caso de que regrese. Nuestro propio Patrón y el de Rabma también están bajo vigilancia.

—¿Por qué ese deseo de sintonizar con la Joya? ¿Sólo por unas tormentas? Demonios, metiéndose en la Sombra podría manipular todo el clima que quisiera.

—Una persona sintonizada con la Joya podría borrar el Patrón.

—¿Oh? ¿Y entonces qué ocurriría?

—El mundo tal como lo conocemos llegaría a su fin.

—Oh —repitió Random. Luego añadió—: ¿Cómo demonios lo sabes?

—Es una larga historia y no tengo tiempo para contártela, pero me lo dijo Dworkin y le creo.

—¿Todavía vive?

—Más tarde hablaremos.

—De acuerdo. Pero Brand tiene que estar loco para hacer algo así.

Asentí.

—Estoy seguro de que piensa que puede crear un nuevo Patrón, diseñando otra vez el universo con él como director general.

—¿Y puede hacerlo?

—En teoría, quizás. Pero incluso Dworkin tiene serias dudas de que esto pueda repetirse. Cuando él lo hizo la combinación de factores fue única… Sí, creo que Brand está loco. Mirando hacia atrás, recordando sus cambios de personalidad, sus ciclos anímicos, es como si se pudiera distinguir un esquema esquizoide. No sé si el pacto que hizo con el enemigo quebró algo en su interior. Realmente importa poco. Desearía que estuviera de nuevo en su torre. Desearía que Gérard fuera un médico incompetente.

—¿Sabes quién lo apuñaló?

—Fiona. Dile a ella que te cuente la historia.

Se apoyó en mi epitafio y sacudió la cabeza.

—Brand —murmuró—. Maldito sea. Cualquiera de nosotros pudo matarlo en varias ocasiones… en los viejos tiempos. Pero justo cuando te llevaba hasta el límite, cambiaba. Y, pasado un tiempo, pensabas que después de todo no era una mala persona. Es una pena que no nos empujara un poco más en el momento oportuno…

—¿Debo suponer que la época de caza está abierta? —preguntó Martin.

Le miré. Los músculos alrededor de su mandíbula se habían tensado y sus ojos se estrecharon. Por un momento todos nuestros rostros pasaron por el suyo, como si fuera un mazo de cartas de la familia. Todo nuestro egoísmo, odio, envidia, orgullo y nuestros abusos fluyeron en ese instante… y él todavía no había pisado Ámbar. Algo estalló en mi interior; extendí los brazos y los posé sobre sus hombros.

—Tienes buenas razones para odiarle —dije—, y la respuesta a tu pregunta es «sí». La temporada de caza está abierta. No veo otra manera de tratar con él que no sea destruirlo. Yo mismo le odié mientras permaneció como una abstracción. Pero… ahora es distinto. Sí, tiene que morir. Pero no dejes que ese odio sea tu bautismo de entrada en la familia. Ha habido tanto odio entre nosotros. Miro tu cara… no sé… Lo siento, Martin. Todo sucede tan deprisa en este momento. Eres joven. Yo he visto más cosas que tú. Y algunas me molestan… de manera diferente. Eso es todo.

Le solté y retrocedí.

—Cuéntame algo de ti —pedí.

—Tuve miedo de Ámbar durante mucho tiempo —comenzó—, y supongo que todavía tengo miedo. Desde que él me atacó me pregunto si en algún momento me cogerá otra vez. He permanecido mirando por encima de mi hombro durante muchos años. Supongo que os temía a todos. A la mayoría de vosotros os conocí como figuras en unas cartas… incluida la mala reputación. Le dije a Random —papá— que no quería conoceros a la vez, y él me sugirió que te viera a ti primero. Ninguno de los dos pensó en ese momento que tú estarías interesado en conocer algunas cosas que yo sé. Pero cuando las mencioné, papá dijo que tenía que verte tan pronto como fuera posible. Me ha contado todo lo ocurrido hasta ahora… ¿sabes? Conozco algunas de las causas.

—Tuve ese presentimiento… cuando no hace mucho tiempo surgió un nombre determinado.

—¿Los Tecy? —preguntó Random.

—Los mismos.

—No es fácil saber por dónde empezar… —dijo Martin.

—Sé que creciste en Rabma, que atravesaste el Patrón, y que luego usaste tu poder sobre la Sombra para visitar a Benedict en Avalón —observé—. Benedict te amplió conocimientos sobre la Sombra y Ámbar, instruyéndote en el uso de los Triunfos y de las armas. Más tarde, te marchaste para recorrer la Sombra por ti mismo. Y también estoy al corriente de lo que te hizo Brand. Eso es todo lo que sé.

Asintió, y dirigió sus ojos hacia el oeste.

—Una vez que dejé a Benedict, viajé durante años por la Sombra —comenzó—. Esos fueron los tiempos más felices que viví. Aventura, excitación, conocer nuevos lugares, hacer… Siempre supe que algún día, cuando fuera más inteligente y tuviera más experiencia, viajaría a Ámbar y conocería a mi familia. Entonces apareció Brand. Yo estaba acampado en la ladera de una pequeña colina, descansando de un largo viaje mientras comía, de camino para visitar a mis amigos, los Tecy. Brand contactó conmigo en ese momento. Varias veces hablé con Benedict a través de su Triunfo cuando él me enseñaba cómo usarlo, y también lo hice posteriormente, durante mis viajes. Incluso alguna que otra vez me transportó a través de ellos, así que ya conocía la sensación que producían. Y aquello fue lo mismo, y durante un momento pensé que era Benedict que, de alguna manera, me estaba llamando. Pero no. Era Brand… lo reconocí por el dibujo de su carta.

Sentí curiosidad. No sabía cómo había contactado conmigo. Hasta donde yo sabía, no existía ningún Triunfo mío. Habló un minuto —no recuerdo lo que dijo—, y cuando el contacto se estableció claramente… me apuñaló. Entonces lo repelí, apartándolo, pero logró mantener la conexión. Me resultó difícil romperla, y cuando lo logré, él volvió a intentarlo. Pero yo lo bloqueé como Benedict me había enseñado. Finalmente, él se marchó. Me encontraba cerca de la casa de los Tecy. Logré montar en mi caballo y llegué hasta allí. Pensé que moriría, ya que nunca me habían herido tan gravemente. Pero después de un tiempo, me recuperé. Luego volví a sentir miedo, miedo de que Brand me encontrara y acabara lo que comenzó.

—¿Por qué no te pusiste en contacto con Benedict —pregunté— y le contaste lo ocurrido y el miedo que sentías?

—Lo pensé —contestó—, y también en la posibilidad de que Brand creyera que había tenido éxito, que yo estaba muerto de verdad. Desconocía qué clase de lucha por el poder se desarrollaba en Ámbar, pero llegué a la conclusión de que el intento de matarme formaba parte de ella. Benedict me había contado lo suficiente sobre la familia como para que ese fuera mi primer pensamiento. Así que decidí que lo mejor sería que permaneciera muerto a todos los efectos. Dejé a los Tecy antes de recuperarme del todo y cabalgué para perderme en la Sombra.

«Entonces ocurrió algo extraño —continuó él—, algo que nunca había encontrado, pero que en ese momento parecía virtualmente omnipresente: por todas las sombras que pasé, había un peculiar camino negro que se manifestaba de diferentes maneras. No lo entendía, pero ya que era lo único que me encontraba continuamente y que parecía viajar a través de la misma Sombra, sentí curiosidad por saber qué era. Decidí que lo seguiría y averiguaría de qué se trataba. Era peligroso. Pronto descubrí que no debía tocarlo. Por la noche lo recorrían extrañas formas. Los animales normales que se aventuraban en su interior enseguida enfermaban y morían. Así que tuve cuidado. No me acerqué a él más de lo debido para mantenerlo a la vista. Lo seguí a través de muchos lugares. Y pronto noté que a cualquier sitio que fuera lo que traía era muerte, desolación o problemas. No sabía qué pensar».

«Yo todavía me encontraba débil por mi herida —siguió su narración—, y cometí el error de no descansar, de continuar mi marcha demasiado deprisa y sin parar durante todo un día. Aquella noche caí enfermo y al irme a dormir estuve temblando arropado en mi manta hasta bien entrada la mañana. Durante todo este tiempo deliré, por lo que no sé exactamente cuándo apareció ella. Creí que formaba parte de mis sueños. Era una muchacha joven. Bonita. Me cuidó mientras me recuperaba. Se llamaba Dará. En ningún momento dejamos de hablar. Fue muy agradable… tener a alguien con quien pudiera hablar de aquella manera… Debí contarle toda mi vida. Luego ella me contó algo de la suya. No era de la zona en la que yo había caído enfermo. Me dijo que llegó hasta ahí viajando a través de la Sombra. Todavía no podía atravesarla como lo hacemos nosotros, aunque sabía que podría aprenderlo, ya que me aseguró que descendía de la Casa de Ámbar por la línea de Benedict. De hecho, estaba ansiosa por descubrir cómo lo hacíamos. Entonces, ella utilizaba el camino negro como transporte por la Sombra. Me contó que era inmune a sus efectos nocivos, ya que también estaba emparentada con los habitantes de donde el camino negro surgía, las Cortes del Caos. Pero tenía un gran empeño en descubrir nuestro sistema; yo le enseñé todo lo que sabía al respecto. Le conté sobre el Patrón, incluso se lo dibujé. Le mostré los Triunfos que yo llevaba —Benedict me había regalado un mazo— para que viera el aspecto que tenían sus otros parientes. Mostró un interés especial en el tuyo».

—Voy entendiendo —dije yo—. Continúa.

—Me dijo que Ámbar, en la cúspide de su corrupción y orgullo, había desequilibrado una especie de balanza metafísica entre ella y las Cortes del Caos. Su gente tenía la obligación de enmendarlo destruyéndola por completo. El lugar del que ella venía no era una sombra de Ámbar, sino una entidad sólida por propio derecho. Mientras tanto, todas las sombras intermedias se veían afectadas malignamente por el camino negro. Como mi conocimiento de Ámbar es limitado, sólo podía escucharla. Al principio, acepté todo lo que me dijo. Brand, desde mi punto de vista, sí que encajaba en el mal imperante en Ámbar. Pero cuando se lo mencioné, me dijo que no. Que él era una especie de héroe en el lugar del que ella procedía. No sabía bien a qué se debía, pero esto no le molestaba en absoluto. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba demasiado segura de todo lo que decía… siempre la envolvía un cierto aire de fanatismo cuando hablaba. Casi sin quererlo, me encontré defendiendo a Ámbar. Pensé en Llewella y en Benedict… y en Gérard, a quien había visto varias veces. Descubrí que estaba ansiosa por saber cosas de Benedict. Aquello resultó ser el punto débil en su armadura. Sobre este tema yo podía hablar con cierto conocimiento de causa, y ella deseaba creer todo lo bueno que yo pudiera decir. Así que no sé cuál fue el último efecto de esta conversación, sólo que al final parecía menos segura de sí misma…

—¿Al final? —pregunté—. ¿Qué quieres decir? ¿Cuánto tiempo se quedó contigo?

—Casi una semana —replicó—. Me dijo que se ocuparía de mí hasta que me encontrara completamente recuperado, y así lo hizo. De hecho, permaneció a mi lado varios días más. Me contó que era para asegurarse, pero a mí me pareció que disfrutaba con nuestras conversaciones. Finalmente, dijo que debía continuar su camino. Le pedí que se quedara conmigo, pero contestó que no. Me ofrecí a ir con ella, pero tampoco lo aceptó. Entonces debió darse cuenta de que la seguiría, ya que se marchó mientras yo dormía. Yo no podía entrar en el camino negro, y desconocía qué sombra recorrería en su ruta hacia Ámbar. Cuando desperté por la mañana y vi que se había marchado, por un momento pensé en dirigirme directamente a Ámbar. Pero aún tenía miedo. Tal vez algunos comentarios suyos reafirmaron mis temores. Decidí quedarme en la Sombra. Y así seguí viajando, viendo diferentes lugares y tratando de aprender… hasta que Random me encontró y me dijo que quería que fuera con él a casa. Pero primero me trajo hasta aquí para verte a ti, ya que quería que oyeras mi historia antes que los otros. Me comentó que tú conocías a Dará y que deseabas saber más sobre ella. Espero haberte ayudado.

—Lo has hecho —repliqué—. Gracias.

—Tengo entendido que al fin pudo atravesar el Patrón.

—Sí, y con éxito.

—Y que después se declaró enemiga de Ámbar.

—Así es.

—Espero —comentó— que no sufra ningún daño por ello. Fue muy atenta conmigo.

—Parece que sabe cuidarse bien —dije—. Pero…, sí, es una muchacha agradable. No puedo prometerte nada con respecto a su seguridad, ya que sé muy poco de ella y del papel que juega en este asunto. Pero lo que me has dicho ha sido de gran ayuda. La convierte en una persona a la que todavía puedo conceder el beneficio de la duda, por lo menos en lo que a mí respecta.

Sonrió.

—Me alegra oír eso.

Me encogí de hombros.

—¿Qué harás ahora? —pregunté.

—Lo llevaré a que conozca a Vialle —contestó Random—, y luego a los otros, si el tiempo y las oportunidades lo permiten. A menos que, por supuesto, haya surgido algo nuevo y me necesites.

—Han ocurrido varios acontecimientos nuevos —dije—, pero en este momento no te necesito. Aunque será mejor que te ponga al día. Todavía me queda un poco de tiempo.

A medida que le contaba a Random los sucesos desde su partida, pensé en Martin. Para mí todavía era un factor desconocido. Su historia podía ser completamente verdadera. De hecho, yo la creía. Pero, por otro lado, tenía el presentimiento de que estaba incompleta, que él, intencionadamente, ocultaba algo. Tal vez fuera una parte totalmente inofensiva. Pero quizás no. No tenía ningún motivo para amarnos. Todo lo contrario. Y quizás Random estuviera introduciendo en nuestra casa un Caballo de Troya. Aunque yo no lo creía. Lo que ocurre es que no confío en nadie si tengo otra alternativa.

Aún así, nada de lo que le contaba en ese momento a Random podía ser utilizado en contra nuestra, y no creía que Martin fuera capaz de causarnos mucho daño si ese era su propósito. No, lo más probable es que estuviera siendo cauteloso como el resto de nosotros, y por los mismos motivos: miedo y autopreservación. Con una inspiración repentina, le pregunté:

—¿Volviste a encontrarte con Dará después?

Se sonrojó.

—No —respondió demasiado rápidamente—. Sólo esa vez. Fue la única.

—Ya veo —comenté.

Pero Random era un muy buen jugador de póker como para no notarlo; yo acababa de comprarnos un seguro instantáneo al pequeño precio de poner a un padre en guardia contra el hijo que acababa de encontrar después de tanto tiempo.

Enseguida conduje la conversación hacia Brand. Cuando comparábamos notas sobre la psicopatología, sentí el breve cosquilleo y la sensación de presencia que anuncia el contacto de un Triunfo. Alcé la mano y me volví.

Inmediatamente el contacto fue claro y Ganelón y yo nos contemplamos.

—Corwin —dijo—. Creí que ya era el momento de comprobar algunas cosas. En este momento tú tienes la Joya, Brand tiene la Joya, o aún la estáis buscando los dos. ¿Cuál de las tres posibilidades es la verdadera?

—Brand tiene la Joya —repliqué.

—Es una pena —observó—. Cuéntame qué ocurrió.

Se lo conté.

—Entonces Gérard estaba en lo cierto —dijo.

—¿Gérard te contó todo esto?

—No con tanto detalle —replicó Ganelón—, pero yo quise asegurarme de escuchar la historia completa. Hablé con él hace un momento —alzó la vista—. Si mi recuerdo de cuándo saldrá la luna es correcto, tienes que darte prisa.

Asentí.

—Sí, marcho ahora mismo hacia la escalera. No está muy lejos de aquí.

—Bien. Esto es lo que tienes que hacer…

—Sé lo que tengo que hacer —le corté—. Debo ir a Tir-na Nog’th antes de que lo haga Brand y bloquearle el camino al Patrón. En caso de que no lo consiga, iré otra vez tras él.

—Ese no es el plan —dijo.

—¿Se te ocurre una idea mejor?

—Si. ¿Llevas los Triunfos encima?

—En efecto.

—Bien. Primero, no podrás llegar antes que él e impedirle el paso al Patrón…

—¿Por qué no?

—Porque tienes que subir las escaleras para dirigirte al palacio, y luego bajar otra vez hasta donde se encuentra el Patrón. Eso te llevará bastante tiempo, incluso en Tir-na Nog’th… especialmente en Tir-na Nog’th, donde el tiempo fluye de manera diferente. Hasta puede que te encuentres con alguna visión que te dificulte el camino. Sea cual fuere el caso, él ya se habrá introducido en el Patrón cuando tú quieras llegar allí. Y tal vez ya haya recorrido demasiado camino como para que lo puedas alcanzar.

—Probablemente esté agotado. Eso hará que vaya despacio.

—No. Ponte en su lugar. Si tú fueras Brand, ¿no te habrías dirigido a una sombra donde la diferencia de tiempo te beneficiara? En vez de una sola tarde, bien puede haber dispuesto de varios días de descanso, preparándose para la ordalía que le espera esta noche. Es más seguro asumir que se encontrará en buen estado físico.

—Tienes razón —acepté—. Muy bien, no contaré con ello. Otra alternativa que se me ocurrió pero que soy reacio a poner en práctica, salvo que no quede otra salida, es matarlo desde lejos. Coger una ballesta o uno de nuestros rifles y simplemente dispararle en medio del Patrón. Lo único que me molesta de este plan es el efecto que produce nuestra sangre sobre el Patrón. Tal vez sólo el Patrón original se vea afectado por ella, pero no lo sé.

—Correcto. No lo sabes —observó él—. Además, no quiero que dependas de armas convencionales allí arriba. Es un lugar extraño. Tú mismo dijiste que es un trozo peculiar de Sombra que flota en el cielo. Aunque descubriste la manera de que un rifle funcionara en Ámbar, puede que allí no se apliquen las mismas reglas.

—Es un riesgo —reconocí.

—Y con respecto a la ballesta… ¿imaginas que una repentina ráfaga de viento desvíe cada flecha que dispares?

—Me temo que no te sigo.

—La Joya. Caminó gran parte del Patrón original llevándola encima, y desde entonces ha dispuesto de cierto tiempo para practicar su uso. ¿Crees que es posible que ya se encuentre parcialmente sintonizado con ella?

—No lo sé. Yo mismo no sé muy bien cómo funciona ese proceso.

—Sólo quería indicarte que si actúa de esa manera, quizás pueda defenderse con ella. La Joya tal vez tenga otras propiedades que tú desconoces. Lo que quiero decirte es que quizás no puedas matarlo desde lejos. Y ni siquiera deseo que pienses en la posibilidad de que puedas usar el mismo truco que empleaste la última vez… no si él ejerce cierto control sobre ella.

—Haces que todo parezca más sombrío de lo que yo creía.

—Pero posiblemente más realista —replicó.

—Te lo concedo. Sigue. Dijiste que tenías un plan.

—Así es. Creo que no debemos permitir que Brand llegue hasta el Patrón de ninguna manera, ya que apenas pose un pie sobre él las probabilidades de desastre se incrementarán demasiado.

—¿Y no crees que yo llegaré a tiempo de impedírselo?

—No si él puede transportarse de un lado a otro de manera instantánea y tú tienes que caminar en su persecución. Estoy convencido de que se encuentra esperando la salida de la luna, y tan pronto como la ciudad cobre forma él estará allí, justo al lado del Patrón.

—Entiendo tu punto de vista, pero no veo la respuesta.

—La respuesta es que tú no pondrás el pie en Tir-na Nog’th esta noche.

—¡Espera un momento!

—¡Infiernos si voy a esperar! Trajiste a Ámbar a un experto en estrategia, y será mejor que escuches lo que tiene que decirte.

—De acuerdo, escucho.

—Me diste la razón cuando te dije que probablemente no llegarías a tiempo. Pero otra persona sí puede hacerlo.

—¿Quién y cómo?

—Me he puesto en contacto con Benedict. Ya ha vuelto. En este momento, se encuentra en Ámbar, en la cámara del Patrón. Ya debe haber completado el circuito y estará en el centro, esperando. Tú te dirigirás hasta el pie de las escaleras que conducen a la ciudad en el cielo. Una vez allí, esperarás a que salga la luna. Tan pronto como Tir-na Nog’th cobre forma, entras en contacto con Benedict a través de su Triunfo. Le dices que todo está listo, y él usa el poder del Patrón en Ámbar para transportarse hasta el Patrón de Tir-na Nog’th. No importa lo rápido que Brand viaje, no puede anticipar ese movimiento.

—Veo las ventajas —comenté—. Esa es la manera más veloz que un hombre tiene de llegar a la ciudad fantasma, y Benedict ciertamente es una buena elección. No debería tener ningún problema para encargarse de Brand.

—¿Piensas de verdad que Brand no irá preparado? —dijo Ganelón—. Por todo lo que he oído de él, es inteligente aunque parezca imbécil. Tal vez anticipe algo así.

—Posiblemente. ¿Tienes alguna idea de lo que puede hacer?

—Una chinche —comentó—. Perdóname. Estos bichos molestos.

—Todavía crees…

—Pienso que será mejor que permanezcas en contacto con Benedict todo el tiempo que él esté allí arriba, eso es lo que creo. Si Brand consigue alguna ventaja, tal vez tengas que rescatar a Benedict para salvarle la vida.

—Por supuesto. Pero entonces…

—Pero entonces habremos perdido una vuelta. Lo admito. Pero no todo el juego. Incluso si sintoniza totalmente con la Joya, tendrá que dirigirse al Patrón original para destruirlo… y está bajo vigilancia.

—Sí —dije—. Parece que has pensado en todo. Me has sorprendido moviéndote a esta velocidad.

—He tenido mucho tiempo libre últimamente, lo que puede ser negativo a menos que lo utilices para pensar. Y yo lo hice. Creo que deberías ponerte en marcha. El día no se hará más largo.

—De acuerdo —concedí—. Gracias por el consejo.

—Ahórratelas hasta que veamos qué sale de todo esto —comentó, y luego rompió el contacto.

—Esa conversación parecía importante —observó Random—. ¿Qué ocurre?

—Una buena pregunta —respondí—, pero mi tiempo se ha acabado. Tendrás que aguardar para conocer esta historia hasta la mañana.

—¿Puedo hacer algo para ayudarte?

—De hecho —dije—, sí. Tendréis que montar los dos en un sólo caballo o regresar a Ámbar a través de un Triunfo. Necesito a Star.

—Claro —aceptó Random—. No hay problema. ¿Eso es todo?

—Sí. El tiempo lo es todo.

Nos acercamos a los caballos.

Acaricié el cuello de Star varias veces y luego monté.

—Te veremos en Ámbar —dijo Random—. Buena suerte.

—En Ámbar —comenté—. Gracias.

Di media vuelta y me encaminé hacia el lugar donde está la escalera, introduciéndome en la sombra cada vez más larga que proyectaba mi tumba, poniendo rumbo hacia el este.