CAPÍTULO 11
Lexa todavía no podía creer que aquello estuviese ocurriendo en realidad, que el hombre con el que había compartido la más intensa de las pasiones, al que se había entregado de buena gana, el hombre al que se encontraba deseando incluso ahora después de haber visto todo lo que había visto sobre él, fuese un maldito gato. ¡Eso no podía estar pasándole a ella! ¿Por qué? ¿Por qué no podía ser un hombre común y corriente? Alguien anodino como ella, alguien que la mirase de la forma en que lo hacía Mark, como si realmente fuese su mundo, alguien importante… ¡Pero sin ser un jodido gato! Todo aquello era una locura, lo mirase como lo mirase, nada de lo que había presenciado podía ser real, no podía.
Su mirada vagó nuevamente hacia los dos extraños que se había encontrado en su hogar, Becca se los había presentado como el hermano y la cuñada de Mark. La mujer, Jasmine, le había sonreído con calidez y la había acompañado a la mesa, donde la había obligado a sentarse mientras Becca le preparaba una tila. Era incapaz de dejar de temblar, su mente apenas empezaba a procesar todo lo que había ocurrido en los últimos momentos, y todo lo que podía ver era aquel enorme tigre blanco avanzando hacia ella.
— ¿Mejor? —le preguntó Becca moviendo la silla a su lado.
Lexa sacudió la cabeza y miró la taza que tenía entre las manos.
—Estaba allí… y al momento… tenía rayas… era… era un gato… ¿Cómo diablos puede ser? ¿Cómo demonios puede alguien convertirse en un jodido gato?
—En realidad, es un poquito más grande que un gato, cielo —oyó la voz masculina de Mitia a su espalda. Becca se lo había presentado como el hermano de Mark, cosa que él había corroborado, pero físicamente no se parecían en nada.
—Dijo… dijo que yo era su compañera… me advirtió que me alejara de él… —Lexa se dejó ir hacia delante, hundiendo las manos en el pelo—, me lo advirtió, ¿Por qué no le hice caso?
—No podrías haber hecho nada aunque lo hubieses intentado, Lexandra —le aseguró Jasmine, quien se había sentado al otro lado de la mesa, acompañándola —. Es la atracción del emparejamiento, estabas marcada como su pareja desde incluso antes de que os encontraseis.
Mark fue un inconsciente al mantenerte alejada de él durante tanto tiempo después de haberos encontrado, pudo haberte hecho daño.
Lexa se llevó la mano al pecho inconscientemente, al punto en el que él la había mordido dejándole su marca. Había visto las diminutas cicatrices sobre el antojo en forma de huella de gato que tenía en el pecho y sabía que él la había mordido cuando estaban haciendo el amor, la había marcado.
—Dijo que no dejaría que me hicieran daño, ni siquiera él —murmuró ella pensando en las palabras que había oído abandonando sus labios mientras estaba perdida en aquella repentina lucha interna, tratando de atravesar las barreras que el miedo a aquel enorme felino se habían erigido en su mente.
—Jamás te haría daño, niña, antes nos dejaríamos matar que lastimar a nuestras compañeras —respondió Mitia como si la sola duda lo ofendiese.
—Pero… pero… él es un gato —gimió nuevamente con desesperación.
—Un gato hacia el que te sientes atraída y endemoniadamente caliente cuando estás cerca de él. ¿No es así? —Le susurró Jasmine mirándola a los ojos haciendo que ella se sonrojase—. Ellos son hombres, Lexa, la necesidad de estar junto a tu pareja, la atracción y la pasión que despierta en ti, nunca había aparecido hasta que lo conociste a él. ¿Puedes negármelo?
Lexa no dijo nada, pero tampoco hacía falta, la luz en su mirada, el color en sus mejillas, su lenguaje corporal, todo hablaba por ella.
—Son hombres, Lexa, más allá de cuál sea el color de su piel, su raza, ellos son hombres —le aseguró apretándole la mano—. Mark sigue siendo el mismo con el que te has encontrado, al que has conocido, el felino en su interior, sólo es un parte más de él. ¿No puedes verlo así? ¿Acaso ha cambiado su manera de actuar o de ser después de haberte confesado su secreto?
Lexa no sabía que contestar, apenas conocía al hombre desde hacía dos días, ni siquiera había tenido tiempo para saber qué era lo que le gustaba, lo que odiaba, cuál era su color favorito, todo lo que conocía era el sabor de sus besos, la calidez de su piel, la ternura y la pasión con la que la abrazaba, el tono de su voz cuando había tratado de alejarla de él, la desesperación en sus ojos cada vez que lo había intentado, el odio que había visto en ellos y que sólo ahora comprendía. Él mismo se lo había dicho, no quería someterla a permanecer en compañía de alguien como él.
—Él me ha dejado —murmuró entonces, alzando sus repentinamente vidriosos ojos hacia Jasmine—. Primero me llevó a aquel lugar, y entonces, cuando lo vi… tuve tanto miedo, no entendía nada… me habló de su clan… de sus diferencias… dijo que ninguna compañera merecía tener a un paria como él a su lado, que me dejaría ir.
—No puede hacer eso —negó Mitia, en su voz se notaba la desesperación—. Y menos ahora que estáis emparejados, no puede dejarte… eso… eso lo matará.
Lexa miró a Mitia con miedo, pero fue Jasmine quien fulminó con la mirada a su marido antes de volverse a la chica y acariciarle la mano.
—Si os separáis, él se refugiará en su felino, vivirá solo para su parte animal y su parte humana se irá apagando poco a poco —le explicó ella—. Mark ha sufrido mucho por… el color de su piel…
— ¿Su piel?
— ¿Lo has visto? —le preguntó amablemente Jasmine y ella asintió.
—Es un tigre de las nieves —aseguró Lexa.
—Sí —corroboró Jasmine—. Pero su familia, su clan… su hermano, ellos son distintos…
—Lo sé, Mark me lo dijo —asintió y entonces negó con la cabeza—. Pero no lo entiendo. ¿Es que no se ha mirado en un espejo? Es… es precioso… quiero decir, el tigre… es un milagro de la naturaleza.
Una amplia sonrisa se extendió por el rostro de Jasmine, e incluso Mitia dejó escapar un suspiro.
—Pues tendrás que decírselo y hacérselo entender, tesoro —le aseguró Jasmine—. Porque él está convencido de todo lo contrario.
—Mi hermano no se ve como el ser tan especial que es, si no como un paria para su propia raza —le aseguró Mitia—. He intentado hacérselo entender durante toda su vida, pero estoy convencido que ya sólo va a escuchar a una persona. A ti.
Jasmine se volvió de nuevo hacia ella, atrayendo su atención.
— ¿Realmente quieres que se vaya? ¿Quieres dejarlo ir? —Le preguntó mirándola directamente a los ojos—. ¿Estás dispuesta a dejar que la felicidad se te escape de las manos? Yo estuve a punto de dejarme llevar por mis prejuicios y perder lo que más he querido y quiero en este mundo. No dejes que eso te ocurra a ti, si llega a suceder, no podrás perdonártelo jamás.
Lexa se mordió el labio. ¿Qué hacer? ¿Quería dejar ir a Mark? ¿Podría enfrentarse al hecho de que era un felino? ¿Importaba eso realmente? Su mano acarició inconscientemente la tela de la chaqueta masculina que todavía llevaba puesta, ni siquiera se había dado cuenta, pero no se la había quitado, era como sentirlo cerca, la tela conservaba su olor.
—Escucha a tu corazón, Lexa.
La voz de Becca hizo que la chica se volviese ahora hacia ella, su compañera había estado callada, escuchando, aceptándolo todo incluso mucho mejor que ella.
—Escúchalo con atención —le sonrió ella—. Te dirá lo que tienes que hacer.
Lexa asintió. Escucharía a su corazón, sólo esperaba que él estuviese más seguro de lo que necesitaba, de lo que lo estaba ella. Respirando profundamente, tomó la taza de líquido en sus temblorosas manos y se bebió una generosa parte de su contenido.
—De acuerdo —murmuró ella en voz baja, entonces se volvió hacia Mitia—. Pero, ¿Cómo lo encontraré?
Mitia la miró un tanto pensativo.
—Dijiste que habíais estado en Canadá.
Ella asintió acariciando nuevamente la tela de la chaqueta.
—Eso fue lo que dijo cuando le pregunté a dónde nos había llevado — respondió ella estremeciéndose involuntariamente—. Había unas montañas cubiertas de nieve, y a los pies un enorme lago, hierba y hacía frío, mucho frío. Mitia sonrió como si ella acabase de describirle el paraíso.
—Por supuesto, no podía ser otro lugar —se rió y miró a la chica tendiéndole la mano—. ¿Estás lista?
Lexandra respiró profundamente y se levantó.
—Un momento.
Lexa se quitó la chaqueta lentamente, la dobló y se la tendió a Jasmine con una sonrisa, entonces cruzó el salón y cogió su abrigo y una bufanda que llevaba allí desde las navidades.
—Ahora estoy lista.
Lexandra jadeó cuando sintió el repentino cambio de temperatura, un instante antes estaba en su cómodo y ahora demasiado atestado hogar y al siguiente volvía a encontrarse en el lugar al que la había llevado Mark. Las montañas se recortaban majestuosas e imponentes contra el horizonte, el lago parecía un plato de lo manso, la nieve, ahora se percataba, llegaba en algunas zonas a mitad de la falda de la montaña, no le sorprendería descubrir que detrás de aquellas moles, había mucha más nieve.
Girando sobre sí misma, Lexa contempló el paisaje, buscando con la mirada al hombre al que parecía estar destinada, el lugar parecía estar desierto.
— ¿Mark? —llamó buscando de un lado a otro, el eco fue su única contestación.
Echando un rápido vistazo a su alrededor, echó a caminar hacia el lago.
Lexa se acercó hasta donde las piedras eran lamidas por el agua de la orilla, se acuclilló hundiendo los dedos en ésta sólo para retirarla con un jadeo. ¡Estaba helada!
Un repentino rugido felino hizo eco en el silencioso lugar, éste reverberó entre las montañas, alzándose y continuando hasta desaparecer. Incorporándose lentamente, oteó sus alrededores hasta reparar en lo que parecía ser un punto blanquecino al otro lado del lago, donde la nieve cubría todavía su orilla.
— ¿Mark? —musitó en voz baja, su mano ascendió instintivamente a su pecho izquierdo, posándose en el lugar donde él la había mordido. Aunque pareciera una locura, casi podía sentir palpitar la cicatriz.
La mancha empezó a moverse y poco a poco se fue rebelando una forma felina, un enorme tigre blanco de rayas negras que se movía con una gracia y sensualidad sobrenatural que caminaba hacia ella. A medida que se iba acercando, reparó en la nieve que salpicaba su pelaje, en sus profundos ojos azules, la amable a la par que salvaje expresión de su cara y el hipnótico movimiento de su cola. El animal se detuvo a unos pasos de ella, mirándola detenidamente.
Lexa tragó saliva. ¿Estaba él realmente allí dentro? Ella sabía que sí, él se lo había mostrado, pero con todo…
— ¿Mark? ¿Eres tú el que está ahí dentro?
El animal se limitó a mirarla, una enorme lengua rosada salió de entre sus fauces para lamerse el hocico.
—Mira, esto está resultando ser jodidamente difícil para mí, ¿vale? — Aseguró mordiéndose el labio inferior—. Tú… tú pareces entenderlo todo, pero yo… yo ni siquiera sé qué hago aquí.
Quiero decir… nos conocemos desde hace menos de dos días y tú no hacías más que echarme, e incluso me mirabas como si me odiases… no entendía el por qué… no creo ni estar cerca de entenderlo ahora, pero… tú estabas ahí, y yo… nunca me sentí así. Todo en lo que podía pensar era en por qué te enfadabas conmigo, por qué quería estar cerca de un completo desconocido, como era que alguien como tú me hacía sentir como nieve derretida, tu sabes… Jasmine dice que es normal… que sucede eso porque soy tu compañera… Ah, sí… tu hermano y ella están con Becca… ella me cae bien… tu hermano… bueno… no os parecéis…
—Lexandra suspiró y se pasó la mano por el pelo—. Demonios… estoy hablando con un gato… y no un gato cualquiera… definitivamente sería imposible tenerte en el piso, tu caja de arena debería de ser del tamaño de San Diego… aunque seguro que nadie iba a tener algo tan hermoso como tú.
Ella se lamió los labios y buscó los ojos felinos que habían permanecido atentos en ella.
—Em… ¿Te importaría mucho volverte humano?
El tigre alzó su enorme cabeza y ella escuchó.
“Me tienes miedo”.
Ella parpadeó un par de veces, entonces volvió a mirar a su alrededor pero estaban ellos solos.
— ¿Has sido tú?
“Soy un paria. Distinto. No clan”
Ella abrió la boca y volvió a cerrarla, entonces, hizo lo más estúpido que podía hacer una persona cuerda en pleno siglo veintiuno, caminó directamente hacia el tigre.
— ¿Si me das miedo? —Le dijo entonces mirándolo de cerca—. Me das tanto miedo que difícilmente puedo dejar de temblar, pero más que miedo es excitación, nunca había estado tan cerca de un animal como tú. ¿Paria? No. ¿Distinto? Sí, de una manera única. Eres la criatura más hermosa que he visto en toda mi vida… y estás aquí, no detrás de las rejas de una jaula, o en el recinto de un zoo.
Dudando, lo recorrió con la mirada y levantó la mano sólo para detenerse indecisa.
—Si te acaricio… ¿Prometes no merendarte mi brazo?
Como respuesta, el felino se acercó a ella lo suficiente para restregarse contra sus piernas, pasando su enorme cabeza bajo la mano femenina, cuidando de no empujarla con su enorme cuerpo. Ella tembló y dejó escapar un jadeo mitad sorpresa mitad risa al tiempo que bajaba la mano y la hundía en el pelaje, haciendo a un lado los copos de nieve y hundiéndose en la suavidad de su pelo.
—Que suave —sonrió disfrutando del contacto, maravillándose que un animal de aquellas características permitiese siquiera que lo tocase—. Eres increíble… la cosa más hermosa e increíble de todas.
Y por primera vez en toda la extensa existencia de Mark, alguien lo abrazó sin que tuviese que pedirlo, una delicada y hermosa mujer humana abrazó a su tigre, hundiendo la cara en la suave piel de su lomo, deslizando sus manos sobre su piel, sonriendo, él podía sentir todo el disfrute, la delicia y la ternura manando de ella.
“¿Lexandra?”
— ¿Sí? —respondió ella por inercia.
“¿Me tienes miedo?
—Te tengo un miedo espantoso —se rió ella dejándolo ir, entonces se enderezó y lo miró—. Pero sé que eres tú, Mark, no pretendo entender el cómo o el por qué, porque realmente, creo que mi cerebro acabaría frito, pero sé que eres tú el que está ahí dentro y con eso, me basta por ahora, ¿Crees que podría ser suficiente para ti, por ahora?
“Es suficiente”
Lexa se apartó un par de pasos cuando vio que el tigre retrocedía y una espesa niebla empezaba a formarse a su alrededor hasta que esta dio paso al hombre desnudo más impresionante que había tenido la suerte de conocer.
—No pretendo que lo entiendas todo de golpe, Lexandra, pero por favor, ¿Podrías considerar el querer quedarte junto a mí?
Mark estaba allí, alto, guapo y totalmente desnudo, y ella no podía dejar de sonreír ante lo que su corazón le estaba diciendo. Sacándose el abrigo, caminó hacia él y se lo echó sobre los hombros antes de reírse y atraerlo hacia él tirando de las solapas de la tela.
—Sí, tigre —le sonrió ella apretándose contra su cálido cuerpo—.
Creo que podría considerar quedarme a tu lado para siempre.