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Una de las cosas que aprendí en mis días en la Agencia es cuándo insistir y cuándo darme por vencido. Eran más que yo, no sólo los dos de la sala sino todos los demás que hubiera en la casa, y tenía que haber más. Calculé las posibilidades que tenía y supuse que estaban en mi contra en una proporción de diez mil a uno, de cien mil a uno.

- Estás poniéndonos en una posición difícil -dijo Toby a mis espaldas.

Me volví lentamente.

- No sé por qué me pareció haber oído algo sobre animales enjaulados… -dije, irónico.

Él me estaba mirando con una leve huella de ansiedad en el rostro.

- No quiero… no queremos recurrir a la compulsión. Preferiríamos apelar a tu razón, al deber, a la decencia básica que sabemos que tienes.

- Y a mi deseo de volver a ver a mi esposa -agregué.

- Sí, está eso también, sí -admitió. Nervioso, cerró los dedos en un puño y los abrió de nuevo, varias veces.

- Y, además, por supuesto, me dijeron mucho. Ahora "sé demasiado", ¿no es cierto? ¿No es así como se dice? Así que tengo derecho a salir de la habitación pero si decidiera hacerlo, probablemente no llegaría al portón.

Exasperado, Toby dijo:

- Eso es ridículo. Después de lo que te dije, ¿por qué mierda vamos a querer hacerte daño? Aunque más no fuera por razones científicas…

- ¿La Agencia también arregló que congelaran mis fondos? -pregunté con amargura. Sentía los músculos de las piernas muy tensos, casi acalambrados, el estómago revuelto, me corría la transpiración por la frente. -¿Esa mierda de First Commonwealth?

- Ben -dijo Toby después de un momento de silencio-, preferiríamos mantener las cosas en positivo, apelar a la razón. Creo que cuando escuches todo, querrás llegar a un acuerdo.-Muy bien -dije por fin-. Estoy dispuesto a escuchar. Veamos, ¿qué tienen que decirme?

- Es tarde, Ben -dijo Toby-. Estás cansado. Y sobre todo, yo estoy cansado, aunque claro, ahora me canso muy fácilmente. Mañana, antes de que te llevemos a Langley para las pruebas, hablamos de nuevo, ¿de acuerdo, Charles?

Rossi murmuró su asentimiento, me miró con ojos penetrantes y salió de la habitación.

- Bueno, Ben -dijo Toby cuando nos quedamos solos-. Creo que el personal ya organizó todo lo que necesitas por esta noche: un cambio de ropa, el baño y todo eso. -Sonrió con amabilidad. -Un cepillo de dientes.

- No, Toby. Falta un detalle. Quiero ver a Molly.

- No puedo permitirlo, Ben, todavía no. No es físicamente posible…

- Entonces, no creo que lleguemos a ningún acuerdo.

- No está en esta área.

- Entonces, quiero hablar con ella por teléfono y quiero hablar ahora.

Toby me miró, estudiándome, por un momento, y después hizo una señal a los de seguridad. Uno de ellos salió de la habitación y volvió con un teléfono negro, que conectó a una toma cercana. Luego, puso el aparato sobre la mesa, a mi lado.

Levantó el receptor y apretó varios números. Conté: once dígitos, tal vez larga distancia; después, otros tres. Un código de acceso, probablemente. Dos más. Escuchó sin cambiar de expresión durante un rato y después dijo:

- Noventa y tres. -Escuchó de nuevo y me entregó el teléfono.

Antes de que pudiera decir nada, oí la voz de Molly, aguda, angustiada.

- ¿Ben? ¿Dios, eres tú?

- Estoy aquí, Molly -dije con toda la tranquilidad que pude.

- ¿Estás bien? ¡Dios mío!

- Estoy… estoy bien, Molly. ¿Y tú cómo…?

- Bien, bien. ¿Adonde te llevaron?

- A un refugio en Virginia -dije, mirando a Toby. El asintió, como para confirmarlo. -¿Dónde estás tú?

- No sé, Ben. Algo… un hotel o algo así, un departamento. Creo. En las afueras de Boston. No muy lejos.

Sentí que me enfurecía de nuevo.

Mirando a Toby dije:

- ¿Dónde está?

Toby no dijo nada.-Custodia de protección. Suburbios de Boston -respondió finalmente.

¡Ben! -La voz de Molly salía por el auricular, desesperada. -Dime quiénes son, por favor…

- No hay problema, Molly. Por lo que sé. Mañana voy a saber más…

- Tiene que ver con… -susurró-, con…

- Lo saben -dije.

- Por favor, Ben. ¿Qué diablos pasa, en qué estoy metida? ¡No pueden hacernos esto! ¿Es legal? ¿Pueden…?

- Ben -dijo Toby-. Voy a tener que desconectar la llamada, lo lamento…

- Te amo, Mol -dije-. No te preocupes.

- ¿Que no me preocupe! -La voz parecía incrédula.

- Todo estará bien pronto -dije sin creerlo.

- Te amo, Ben.

- Lo sé -dije y de pronto, estaba oyendo el tono.

Puse el receptor en su lugar.

- No creo que tengan derecho a asustar a Molly de ese modo -dije a Toby.

- Es para protegerla, Ben.

- Ya veo. Como me protegen a mí.

- Correcto -dijo, pasando por alto el sarcasmo.

- Máxima seguridad -insistí-. Estamos tan seguros como dos prisioneros.

- Vamos, Ben. Mañana, después de que hablemos, cuando nos escuches, si quieres irte, te prometo que no voy a impedírtelo.

Con un ruidito eléctrico guió la silla a través de la larga alfombra persa hacia la puerta.

- Buenas noches. Ya van a mostrarte tu habitación.

En ese momento, se me ocurrió la idea, y mientras la pensaba, seguí a los dos guardias hacia la escalera principal.