Capítulo XIII: Sin libertad de expresión y de información no hay democracia

Al rey Carlos Gustavo de Suecia no le hacen ni pizca de gracia las parodias que sobre él y su familia se emiten en un programa satírico del canal TV4+. Se trata de la serie Hey Baberiba, donde un grupo de actores aparecen caracterizados como los miembros de la Familia Real, representando inusitadas situaciones en clave de humor de la vida de la Familia Real sueca.

El programa, que lleva cuatro años en antena, presenta al rey Carlos Gustavo de Suecia como un personaje tímido, patoso y un tanto cobarde, que evita conflictos y sólo se preocupa de pequeñeces. A la reina Silvia la representan como una estirada institutriz que vigila todo lo que hace el resto de la familia. La princesa Victoria no se salva de las ironías y está representada como una «marisabidilla» que se cree la única que sabe hacer de todo. Carlos Felipe tampoco se libra, ya que lo presentan como un niñato pijo y caprichoso que no sabe hacer nada.

Pero donde los guionistas de Hey Baberiba más se ensañan es con el personaje que representa a la princesa Magdalena, la hija pequeña del monarca, «Madde» para los amigos. La fama de juerguista de la princesa es motivo suficiente para aparecer como una alocada que sólo piensa en ropa de moda, amplios escotes, y, sobre todo, en juergas nocturnas. En uno de los programas emitido se podía ver a la actriz que hace de princesa tumbada en la mesa de una imaginaria sala de partos, como si estuviera a punto de dar a luz. El supuesto ginecólogo le saca un vaso alto de cerveza en vez de un bebé. Como explicación, ella, con una voz de resaca, dice que no se acuerda donde se sentó en la última fiesta.

Pero, para el rey Carlos Gustavo, todo esto ya pasa de castaño oscuro y dice estar molesto con el pitorreo que semana tras semana se traen con su persona y los miembros de su familia. «Las bromas son una cosa, pero esto es una persecución personal que, en mi opinión, resulta desagradable», dijo el monarca en una entrevista concedida al periódico Chef. Según el rey sueco, lo peor de todo es tener que mostrarse en público después de la emisión de uno de los programas. «Siempre hay un montón de niños que se parten de risa en el momento que me ven. Y esto no tiene ninguna gracia.» Para los suecos, no se trata sólo de un programa divertido, sino que es uno de los más populares de las televisiones. Las quejas del rey nadie las tiene en consideración porque, según dicen los críticos, «para eso le pagamos».

Frente a esto, ¿qué tenemos por aquí?

Censura, manipulación, sólo noticias positivas y mucha presión de la Casa Real. Todo lo que se permitió en un momento fue pedido por la Casa Real para que fuera retirado. ¿Tan débil es la Monarquía española que no aguanta un programa como éste? Pues parece que sí.

¿Ocurre esto sólo en Suecia? Pues no. Un cuadro que ha ganado en Australia el primer premio de un concurso sobre retratos reales ha causado estupor en Copenhague, ya que presenta a los futuros reyes daneses en una postura muy poco académica. El óleo representa a la princesa consorte Mary con una bata roja abierta enseñando unas piernas feas y musculosas mientras amamanta a su hija, Isabella, y a su izquierda tiene a su augusto esposo, Federico, en calzoncillos mientras bebe cerveza Carlsberg directamente de la botella y se toca sus partes íntimas; a su lado, delante, el principito Christian aparece sentado en un orinal metiéndose el dedo en la nariz.

Lógicamente el cuadro no ha gustado nada en la corte danesa, ya que lo consideran de pésimo gusto y el último ataque contra la Casa de la Reina Margarita II de Dinamarca, pero saben que no pueden hacer absolutamente nada contra la reproducción de esta imagen que, además, ha conseguido el primer premio en Australia sobre retratos reales.

Por menos de algo así, por estos lares, interviene un juez y lo considera un ataque al Estado y a la esencia nuclear de nuestra democracia.

UNA RTVE QUE NO RESPETA LA PLURALIDAD

Sinceramente, ¿alguien piensa que existe una veraz y continua libertad de expresión en relación con el rey y la Familia Real? Yo no.

Entonces, ¿por qué gente seria y sensata que sabe que esto no es así ponen el juancarlismo como el máximo compendio de virtudes democráticas convivenciales? ¿No será porque estamos hablando de algo muy frágil que sólo puede funcionar si se le rodea de un importante cerco de censura y autocensura informativa?

De hecho, RTVE lo ejercía continuamente incumpliendo la letra y el espíritu de la Constitución, que en éste apartado es taxativa. En su artículo 20, la Constitución reconoce y protege los derechos de expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción, así como a recibir o comunicar libremente información veraz por cualquier medio de difusión; teniendo en cuenta que éste derecho no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.

Pero hay más. La Constitución dice que la ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado y que garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad...

¿Se cumple este artículo de la Constitución en relación al rey y a la Familia Real? Hoy menos que nunca.

Hace unos meses, Telecinco dio por finalizado su programa Aquí hay tomate de forma fulminante. Paolo Vasile, máximo responsable de la cadena, en una entrevista hecha por María Eugenia Yagüe, reconoció a la periodista que el rey Juan Carlos había llamado a Berlusconi para quejarse del programa; llegando a decir Vasile que el rey no tenía motivo alguno para quejarse, aunque, para no dramatizar demasiado sobre el hecho, el italiano comentó que el rey no había sido quien había acabado con el famoso «Tomate».

Pero leído lo anterior, el mero hecho de reconocer que el rey había hablado con Berlusconi dice mucho de la hipersensibilidad del monarca en relación con las informaciones sobre «la suspensión temporal de convivencia» de su hija Elena y de otros sabrosos comentarios que, dichos urbi et orbi en un programa de tan gran y universal audiencia, dejaban a la real familia a la altura de un patio de vecindad. Es normal, pues, que en La Zarzuela se alarmaran de la divulgación de los hechos vulgares de una familia que vive del erario público gracias a la magia, la falsa ejemplaridad y del hecho de que para su supervivencia se han de desconocer los hechos reales de una familia irreal. Este es el meollo de la cuestión.

PRENSA Y DEMOCRACIA EN ESTEPONA

Sin embargo, y como siempre hay que mantener el hipócrita discurso de lo políticamente correcto, en abierto homenaje del vicio a la virtud, el rey, en plena crisis de quema de su efigie y de cuestionamiento de su figura, se fue a Estepona (Málaga) a la inauguración del II Congreso Mundial de Agencias de Noticias para hacer hincapié «en la buena relación existente entre la libertad de prensa y la democracia que nunca ha sido tan estrecha como en la era en que vivimos». Con unos dibujantes de El Jueves encausados, con presiones de La Zarzuela a todas horas para que en los programas del llamado corazón no se traten hechos de la real familia, con la supresión de todos los sketches sobre el rey en los programas de humor, con un silencio total en relación con la vida privada del monarca, no dejaba de ser un extraño ejercicio de realidad virtual plantarse en Estepona para elogiar a los medios españoles en las últimas décadas. Lo de siempre. Pero ya lo de sonrojo ajeno fue el discurso del presidente de la Junta de Andalucía y presidente del PSOE, Manuel Chaves, quien en el más puro estilo de aquella rancia derecha clientelar de la época de Romanones, dijo que «era el rey el gran artífice, junto al pueblo español, del extraordinario cambio democrático experimentado en España, y que hace sólo treinta años la celebración de un congreso mundial de noticias hubiera sido inimaginable en España, ya que en ese momento el poder pretendía uniformizar la información y hasta la conciencia de los ciudadanos».

Sólo le faltó decir que a quien tanto alababa, era la parte beneficiada de aquella podrida dictadura y que había sido, además, quien se aprovechó de la ausencia de falta de información para ser nombrado sucesor de Franco «a título de rey» en un acto fascista en agosto de 1969.

¿Y quién era el anfitrión de este sarao de aplausos? Pues el alcalde del PSOE, Barrientos, encarcelado por irregularidades urbanísticas.

Lógicamente el acriticismo, la mentira consagrada, la falta de pudor y de verdadero sentido democrático que hay en estos estamentos, hizo que los presentes aplaudieran este pasaje que no deja de ser una muestra más de la democracia de baja intensidad en la que vivimos.

Sobre todo porque la sociedad ha cambiado y en La Zarzuela se piensa que con las viejas recetas de ayer se puede encarar al mundo de un hoy globalizado y cuestionador de todo. La falsa imagen de una familia real de vida austera y discreta se ha evaporado. La llegada de nuevos miembros que están creciendo siendo sus imágenes tan conocidas, no así las de los hijos de los políticos a los que se preserva su intimidad, va a dar mucho juego mediático en una sociedad que demanda más transparencia en todo lo que afecta a lo público. La gestión de la querella interpuesta contra la revista El Jueves y el silencio real y principesco, la separación de los Marichalar, la tardanza en llegar el rey a la clínica Ruber a conocer a su última nieta, Sofía, forman parte del capítulo de mala gestión de una información que solo pueden preservar aplicando la censura. Pero eso se está agotando. Pero, ¿por qué vamos a extrañarnos de lo que diga el presidente del PSOE si, entrevistado por Karmentxu Marín en El País, Sergio Gutiérrez, secretario general de las Juventudes Socialistas , contestó a la periodista sobre lo que hacer con Felipe y Letizia diciendo que era y se sentía republicano y que no renunciaba a la República, pero que era más republicano en los valores que en las formas del Estado, que, según él, no preocupaban a nadie?

Si esto lo dice un chaval de 25 años que cree que Zapatero es la pomada contra el cáncer, pues no hay que extrañarse de que sus mayores sean tan bochornosamente cortesanos, ni de que, en la Comisión Mixta de control parlamentario, el PSOE y el PP aprobaron el mandato marco de la Corporación que regirá los principios generales para los próximos nueve años, negándose a que RTVE restringiera sin éxito las vacías informaciones sobre la familia real en este medio público.

ME QUEDO CON SALVADOR CARDÚS

Frente a este monarquismo estructural por parte del PSOE, hay gentes con la cabeza sobre los hombros que no pasan por todo. Uno de ellos es Salvador Cardús que considera que la Monarquía fue una imposición colada a la fuerza en un referéndum en el que se daba a elegir entre el todo o la nada. De otra manera hubieran ido las cosas si, con la memoria fresca del origen franquista de la actual Monarquía, la cual, por cierto, enterró al dictador con todos los honores, y antes de su bautismo democrático en el 23-F de 1981, en 1978 se hubiera planteado un referéndum específico acerca de su continuidad. Pero este tipo de reflexiones no sirven políticamente de mucho después de casi treinta años de permanente propaganda monárquica y después de conseguir crear una corriente de indiscutible afecto emocional hacia esas personas. La mayoría de republicanos catalanes, como de los republicanos españoles, aceptamos las reglas de juego actuales, respetamos a las personas que encarnan este símbolo de unidad nacional española, somos lo bastante inteligentes como para saber que según qué expresiones agresivas consiguen justo lo contrario de lo que buscan y esperamos con paciencia que un futuro más radicalmente democrático sirva para superar formas arcaicas, y en cualquier caso forzadas, de representación del Estado.

¿HUBIERAN SUPERADO LA «CRISIS DEL TÁMPAX»?

No sé si la Monarquía española hubiera resistido la crisis de la separación del príncipe Carlos con Diana Spencer y la célebre metáfora del támpax que el de Gales susurró a su Camila. Creo que no. De hecho, por espacio de mes y medio, en el 2007 de un cierto vapuleo, tuvo que salir el rey en la Universidad de Oviedo, el uno de octubre de ese año, diciendo que «la Monarquía había proporcionado el más largo periodo de estabilidad y prosperidad vividos por España». Es decir, el pueblo soberano no ha tenido nada que ver en esto de la democracia sino la Monarquía. Lo llamativo de aquella intervención fue que la hiciera el rey y hablara de la institución tras dos semanas de quema de imágenes suyas en algunas localidades catalanas, ya que, hasta entonces, casi nadie había salido a defender tan antidemocrática institución. Después, todo cambió y de ahí vino el derroche de la celebración del setenta cumpleaños por todo lo alto.

No le veo, pues, a la justicia española abriendo investigaciones parecidas a las británicas sobre la muerte de Diana de Gales y Dodi al Fayed con la esperanza de que se permita probar o descartar para siempre la teoría de que no se debió su muerte a un mero accidente en París, sino a un atentado inspirado por el duque de Edimburgo y ejecutado por los servicios secretos británicos el 31 de agosto de 1997.

Tampoco veo a la justicia española, que ha maltratado al hijo de Alfonso XIII, don Leandro, sentenciando que «el interés público importa más que la privacidad de la Familia Real británica». Y es que un tal Robert Brown acudió a los tribunales para demostrar que es sobrino de la reina Isabel II y, por tanto, el único hijo de la princesa Margarita.

Lo decía Dickie Arbiter, ex secretario privado de la reina y de los príncipes de Gales, en una entrevista que le hizo Eduardo Suárez en El Mundo, cuando le preguntaban sobre los cosas que se hacían en España con dinero público. «Si hay dinero público de por medio —contestaba—, esa persona tiene que responder por él. No sé cómo funciona esto en España, pero en Inglaterra todo el mundo puede ver como se gasta el dinero de la Familia Real. Lo único que tiene que hacer es abrir los libros».

A esto, el periodista le comentaba que eso no ocurría en el Estado español y el funcionario británico contestaba: «Entonces la Monarquía española no es transparente. Pero la nuestra lo es. Sabemos perfectamente cuántos viajes ha hecho el príncipe Andrés, cuántos coches ha usado este año, cuántos kilómetros ha hecho en ellos. Y yo creo que por eso la Monarquía es tan popular en Gran Bretaña, porque no se esconde nada a la gente».

Nada que ver con lo que hubiera contestado Alberto Aza el actual Jefe de la Casa Real, un funcionario que sigue actuando con la mentalidad de hace treinta años, cuando era uno de los fontaneros del presidente Suárez.

EL REPORTAJE HAGIOGRÁFICO DE LOS PRINCIPES DE ASTURIAS

Ustedes recordarán la censura total y absoluta que hubo en España en relación con la boda de los Príncipes de Asturias. Mientras la prensa de todo el mundo destacaba que el heredero español iba a casarse con una divorciada, nieta de un taxista, en España todos estábamos sumergidos en hectolitros de almíbar mientras se ocultaba e ignoraba uno de los perfiles de la noticia que tenía el componente de que quien les iba a casar, el cardenal de Madrid. Rouco y Varela, el mismo que se manifestó contra el divorcio, nunca ha oficiado ningún matrimonio en el que uno de los novios llegase divorciado al altar.

Por eso, ingenuo de mí, y ante tanta manipulación, formule la siguiente pregunta parlamentaria:

El pasado martes 18 de mayo, TVE dedicó un amplio reportaje a las biografías de don Felipe de Borbón y de doña Letizia Ortiz. En ningún momento se dio posibilidad alguna a una nota discordante ante aquella catarata de loas, propio de un país sin democracia. Nadie que pusiera en cuestión el dispendio del erario público ante un acto privado de esta envergadura, ni nadie que, con sentido republicano, ofreciera un contrapunto ante un pensamiento «políticamente correcto», tuvo entrada en un informe hecho por una televisión pública.

Paradójicamente, el nuevo director de los Servicios Informativos de TVE dijo el pasado 14 de mayo en su primera reunión con los medios de comunicación lo siguiente: «Este es el momento para conseguir hacer unos informativos absolutamente independientes. Me lo creo, lo voy a intentar y no voy a desfallecer». Fran Llorente, director de los Servicios Informativos de TVE, desveló algunos de los cambios y novedades que, poco a poco, va a ir introduciendo en el área de informativos. «Queremos construir una televisión pública de calidad en la que se escuchen todas las voces. Ser un referente informativo, y para ello vamos a buscar un equilibrio en la información que refleje una sociedad compleja y un mundo más amplio.» Por todo ello, este Senador pregunta al Gobierno lo siguiente:

¿Qué tiene que ver lo dicho por el señor Fran Llorente, director de los Servicios Informativos de TVE, con el citado reportaje y la exhaustiva, extenuante y acrítica información habida sobre la citada ceremonia?

Palacio del Senado, 19 de mayo de 2004

Iñaki Mirena Anasagasti Olabeaga

Respuesta del Gobierno:

La anterior Dirección de los Servicios Informativos de TVE decidió elaborar dos espacios que ofrecieran a la audiencia un perfil personal de S. A. R. el Príncipe de Asturias y de su prometida doña Letizia Ortiz. La Dirección General de RTVE, tras su toma de posesión, y la nueva Dirección de los Servicios Informativos asumió estos documentos televisivos y decidió publicarlos el pasado martes día 18 de mayo, en la Primera Cadena en la franja horaria de las 22,00 horas, con el título «Especial Informativo». Fue una apuesta informativa de 238 minutos, que tuvo una cuota de pantalla o share de 19,2 puntos y una audiencia de 2.160.000 espectadores, situándose entre los espacios más vistos del día.

La referencia a las biografías de don Felipe y de doña Letizia respondió al tratamiento que dos directores distintos de informativos consideraron correctas, y que en su tratamiento informativo contaron con opiniones de expertos, historiadores, catedráticos, políticos, y hasta con opiniones de personas con ideología republicana que expresaron libremente sus puntos de vista, a veces diferentes, como no podría ser de otra manera, y todo ello hilvanando con un texto aséptico, objetivo e imparcial.

No es cierto, tampoco, que dejaran de escucharse otras voces discrepantes como contrapunto de un hecho que —hay que tenerlo muy presente— ha sido un acontecimiento de Estado que tuvo su momento culminante en la «Boda Real» del Heredero de la Corona; acto al que, por cierto, asistió el lehendakari, miembro a su vez del partido al que pertenece su señoría.

Una prueba de que hubo otras opiniones contrarias a la boda, emitidas por los Servicios Informativos de TVE, han sido las manifestaciones y pasacalles de colectivos antiglobalización que pudieron verse y escucharse —incluidas banderas republicanas y eslóganes de protesta— en todos los telediarios de los días 21 y 22 de mayo.

Además de estas manifestaciones, también se publicó en los telediarios —y se cita textualmente— que «distintas organizaciones sociales y partidos políticos han decidido no participar en los actos de la Boda Real, como ERC, Izquierda Unida y los partidos que forman el Grupo Mixto». En otro momento se habló, igualmente, de la protesta y manifestación del llamado Movimiento Popular contra la Boda Real y de sus concentraciones en diferentes puntos de Madrid.

Respecto al cuestionamiento de la apuesta de don Francisco Llorente por unos informativos independientes y de calidad, es preciso señalar que los telediarios han dejado de informar de noticias de contenido sensacionalista o de mal gusto, impropias de una televisión pública. A cambio se publican informaciones de carácter social, cultural y divulgativo, que están teniendo una gran aceptación entre la audiencia y la crítica. En cuanto a la independencia, es evidente que el cambio en los Servicios Informativos ha sido radical en orden a la imparcialidad, pluralismo, objetividad y equilibrio informativos.

En todo caso, la atención prestada al acontecimiento por los Servicios Informativos se corresponde con el interés mostrado por la opinión pública por el acontecimiento que nos ocupa: más de 25 millones de personas siguieron en algún momento este hecho informativo. Una mayoría que merece el mismo respeto que las minorías para las cuales La 2, también en TVE, fue una alternativa real y también de calidad.

La Directora General de RTVE

Carmen Caffarel Serra

Curiosa respuesta. De cien impactos meten dos semicontrarios y diluidos; es decir, nadie que pueda argumentar en serio y de forma articulada, y, al parecer eso les justifica; lo mismo que el hecho de que el lehendakari, como presidente de una comunidad autónoma vaya a un acto social en función de su representación. Pero lo que blinda cualquier información contraria radica en que el Sr. Fran Llorente haya decidido «dejar de informar de noticias de contenido sensacionalista o de mal gusto impropias de una televisión pública». Con esta cláusula usted jamás se enterará de nada para poder formarse una idea cabal de lo que hacen ésta familia con nuestros impuestos. Es algo de mal gusto.

PREGUNTA SOBRE LO QUE HACEN LOS PRINCIPES

Algo más debió molestar al Gobierno mi pregunta sobre por qué se informa como se haría en Tailandia sobre unos príncipes cuyo trabajo no está contemplado en ningún sitio:

Tras hacerse público el embarazo de doña Letizia Ortiz, los Príncipes de Asturias emprendieron viaje, denominado oficial, a la Comunidad Autónoma de Baleares. Llama la atención que, mientras la Constitución española no encarga papel alguno al Príncipe de Asturias, al parecer, para el Gobierno, todo lo que hace don Felipe de Borbón es oficial, cuando técnicamente esto no es así, de no ser que tenga un encargo especial, por delegación expresa, bien del Gobierno, bien de las Cortes Generales, cosa que no se daba en este caso.

Pero llama más la atención que en la radio y televisión pública española se destine una corresponsal especial, doña Sagrario Ruiz de Apodaca, esposa de Lorenzo Milá, con objeto de hacer un seguimiento diario de la agenda de los príncipes, quien destacó en todas sus informaciones comentarios que eran pequeños partes médicos sobre la situación de doña Letizia como consecuencia de su embarazo; leyendo incluso una nota de la Casa Real que decía que una de las ausencias a un acto estuvo motivada, no por cansancio, sino por las circunstancias por las que atraviesa la esposa de D. Felipe de Borbón.

Mientras el presidente del Gobierno describe a don Juan Carlos como un rey republicano, la televisión oficial española ofrece un perfil informativo tan chusco en estos casos que para sí hubieran querido el Príncipe de Gales y su esposa Camila Parker Bowles, en un país democrático que sí sabe lo que es una Monarquía y, que a ésta hay que respetarla pero no adularla las veinticuatro horas del día como si se tratara de la ex Casa Real nepalí.

Consultado este carísimo cubrimiento informativo, se nos ha dicho que no hay en toda Europa una situación semejante hacia ninguna de las parejas herederas de las monarquías europeas. Sólo es posible encontrar algo similar en la anterior situación de dictadura que vivía España, donde una información oficial de este estilo era llevada a cabo por el NO-DO sin que hubiera la menor crítica, como no podía ser de otra manera, a nada que pudiera hacer el llamado Generalísimo.

Por todo esto, este senador desea conocer si el Gobierno ha dado alguna Instrucción a RTVE para que en lugar de información objetiva en el caso de los Príncipes de Asturias, se dediquen a la hagiografía, o al reportaje rosa y si esto es así, ¿no cree el Gobierno que sería mejor que tratamientos ensalzadores de este tipo deberían estar en los espacios propios, de lo que se llama «prensa del corazón» y no en el lugar de la información seria, ya que tratamientos especiales y desmesurados como éstos quitan espacio a noticias de mayor enjundia?

Palacio del Senado, 13 de mayo de 2005

Iñaki Mirena Anasagasti Olabeaga

Y aquí la respuesta que obtuve del Gobierno:

El Gobierno, como norma, no da instrucciones a RTVE sobre el contenido de su programación y sus informativos. Como ha manifestado en reiteradas ocasiones, este Gobierno respeta escrupulosamente el trabajo de los profesionales del ente público y no interfiere en sus consideraciones y criterios periodísticos.

El Gobierno, en este sentido, respeta la plena autonomía del ente y en relación con la noticia a la que alude Su Señoría, sólo se pueden destacar las consideraciones de interés público que han podido tener en cuenta los profesionales del ente, dada la relevancia política del personaje.

CHANNEL 4 DESAFÍA A LA CASA REAL BRITÁNICA

Frente a una RTVE volcada acrítica y hagiográficamente hacia la Casa Real española, en monarquías parlamentarias democráticas y consolidadas eso no ocurre, como por ejemplo en Gran Bretaña. Mientras por aquí se cerraba El Jueves, en Londres los hijos de Lady Diana Spencer, Guillermo y Enrique, enviaban una carta a ese canal de televisión para que no emitieran imágenes de su madre. Y no es que yo sea partidario del todo vale, ni que todo sea libertad de información, sobre todo si se hiere la sensibilidad de dos jóvenes que no quieren que ciertas imágenes de su madre moribunda sean transmitidas por televisión; pero resalta este hecho extremo, por un lado, por el hecho extremo, por el otro, el español, cuando en este país no hay una sola información sobre esta familia intocable.

Y es que es fiel a su espíritu iconoclasta.

A pesar de la carta, Channel 4 provocó las iras de la realeza británica al mantener en su parrilla un polémico documental con imágenes de Diana de Gales tras el accidente que acabó con su vida. Ante el revuelo provocado por el reportaje, los hijos de la difunta habían remitido una carta a la cadena para exigir la censura dle los planos más polémicos. Pero los reproches de los príncipes no sirvieron de nada. «Creemos que es un filme responsable que ilumina importantes aspectos del accidente a través del testimonio de testigos y de un número limitado de fotografías no explícitas», explicó el canal.

El escándalo estalló cuando el dominical The Observer reveló que Channel 4 rompería uno de los escasos tabúes que todavía respetaban los medios británicos: la publicación de imágenes de Diana en plena agonía. De inmediato, los responsables del canal desmintieron la noticia y puntualizaron que sólo emitirían un plano de un médico aplicando una mascarilla de oxígeno a la princesa, cuyas facciones quedaban ocultas. Sin embargo, estas explicaciones no convencieron a la Casa Real, por lo que ambas partes negociaron un visionado previo de la controvertida cinta para tratar de acercar posturas. Al final, tanta diplomacia no sirvió de nada. Los representantes de la Corona se quedaron espeluznados ante el contenido de un documental que, según ellos, no aportaba información novedosa a los ciudadanos, pero que hería profundamente a los hijos de la difunta.

La cadena aseguró que las fotografías no formaban parte del material considerado tabú por la prensa británica y que, de hecho, habían sido ya utilizadas en el pasado por The Sun y la BBC. «Tenemos la convicción de que el programa no va mas allá, ni visualmente ni en el tono, que otros programas de la televisión británica», aseguraba el director de contenidos de Channel 4, Kevin Lygo, en su carta de respuesta a los príncipes. «Lamentamos sin ambages la angustia que ha podido causar a los príncipes la cobertura de prensa de estos días sobre el programa [...], pero Channel 4 ha de contrapesar esas comprensibles emociones con el importante valor público que creemos que contiene este documental», sostuvo Lygo.

¿Se imaginan algo así en España? No, ¿verdad? Pues ésa es la prueba del algodón.

LA INSTITUCION MÁS VALORADA

Es uno de los comentarios recurrentes que se hacen sobre el general Franco. Al parecer, le debió de preguntar alguien sobre el dedicarse o no a la política y Franco debió contestar: «Haga como yo. No se dedique a la política». No es extraño, pues, que esta actividad de servicio con todo lo que esto supone sea un renglón denostado en las encuestas cuando sorpresivamente la Monarquía es la institución más valorada.

Claro está, la afirmación tiene trampa porque sólo se hacen tres preguntas sobre la Monarquía en las encuestas del CIS. Son estas: el grado de confianza de la Monarquía, la importancia del rey como árbitro y moderador del régimen y el grado de importancia de D. Juan Carlos para el funcionamiento de una democracia que ha cumplido ya tres décadas.

Seguramente harán otras, aunque nunca las publican. No sería políticamente correcto que la gente opinara sobre las cacerías del rey, sus infidelidades matrimoniales, la relación con sus amigos los comisionistas, la manera cómo despidió a Sabino Fernández Campo, sus relaciones con Mario Conde, Ruiz Mateos, Javier de la Rosa y Kio, sus vacaciones y un largo etcétera que nos irían conformando una imagen diametralmente distinta a la que se exhibe gracias a la férrea censura existente.

Curiosamente, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) aclaró en un comunicado, por primera vez, que en su banco de datos había al menos 46 preguntas relacionadas con el papel y las opiniones sobre la Monarquía.

Al parecer, había hecho una encuesta sobre la inmigración a mediados del 2004 y, como coincidía que por esas fechas era la boda de Felipe y Letizia, incluyó dos preguntas en relación con dicho enlace.

Las preguntas objeto de polémica en algunos foros de opinión fueron las siguientes: «¿Con qué interés ha seguido las noticias relativas a la boda del Príncipe Felipe?» (con un 50,3 por 100 de encuestados que manifestaron poco o ningún entusiasmo) y «¿Está de acuerdo con algunas de las cosas que dice la gente sobre la Monarquía?» — p. e., «asegura la sucesión del poder político», «es una institución de origen divino» o «es algo superado desde hace tiempo».

Estas respuestas seguramente no tienen nada que ver con las cuatro que me dio el Gobierno sobre el seguimiento de este sarao en RTVE, en el que nos vimos envueltos como un acto de propaganda acrítico de la institución.

¿Resistiría la institución monárquica encuestas y barómetros semestrales con preguntas libres sobre la Casa Real? Creo que no. No resiste la libertad de expresión, como para resistir la libertad de cuestión y de opinión. Y sin embargo, esta es una de las claves de por qué se sigue diciendo interesada y mentirosamente que es la «institución más valorada». Son encuestas dirigidas para obtener la respuesta que se busca y luego se manipula la información.

En diciembre de 1989, cuando el CIS preguntó sobre la Constitución y las instituciones democráticas, ese juancarlismo, que aún hoy pocos discuten aparentemente y que a algunos preocupa, se ponía de manifiesto cuando, a pesar de la mayoritaria aceptación de la figura del rey, el 42 por 100 de los encuestados consideraba superada la institución monárquica como sistema político.

Treinta años después, estamos como estamos porque la manipulación se ha hecho mucho más sutil, y más técnica y más constante.

LO QUE PENSABA LETIZIA

Lucía Méndez es una gran periodista. Trabaja en El Mundo y en este periódico escribió el 9 de noviembre de 2003 un trabajo muy documentado sobre «Las tres vidas de Letizia». Curiosamente, comenzaba el mismo de la siguiente manera:

Uno de aquellos amaneceres en los estudios de CNN Plus en Torre Picasso, cuando el canal de noticias acababa de ponerse en marcha, la presentadora del tramo matinal se quejó —lo hacía a menudo— del exceso de informaciones políticas. Prefería los temas sociales.

«¿Qué tenemos? ¿Más política, más País Vasco y más principito?» Otras veces se refería al Príncipe de Asturias como Felipito [...]

En otro apartado de este trabajo, la periodista comentaba que a Letizia en los pasillos de RTVE la llamaban Letizia, «la Ficticia»...

Pues bien. Si esto opinaba Letizia del abuso informativo sobre Felipito, ¡qué podemos pensar los demás! Pues eso.

LA DEMOSTRACIÓN FINAL

En mayo de 2008, en una de esas múltiples recepciones, el rey hizo del presidente del Gobierno, José Luis Zapatero, en declaraciones a una periodista de El Mundo, un panegírico que irritó a la derecha y confundió a más de un cortesano por su desmesura. Sus complejos de origen frente a la izquierda le hicieron decir lo siguiente de Zapatero: «Es un hombre muy honesto. Muy recto. Que no divaga. Sabe muy bien hacia qué dirección va y por qué, y por qué hace las cosas. Tiene profundas convicciones. Es un ser humano íntegro». Le faltó pedir para él un premio Nobel o su beatificación.

Esta escandalosa declaración rompía cualquier mesura y neutralidad de su cargo, ya que no la aplica a otros, basándose su magistratura en su aparente imparcialidad. Fue tal la metedura de pata que fue acallada por la casa Real, que llamó a todas las redacciones de periódicos y medios audiovisuales pidiendo no se destacaran, ni comentaran, ya que ellos emitirían un breve comentario para apagar el incendio que su patoso jefe había iniciado una vez más.

Según los bomberos de La Zarzuela, los comentarios realizados «muestran la corrección institucional del jefe del Estado». ¿No es un chiste?

Sobre el carácter excepcional de que el rey valorara a un presidente del Gobierno en ejercicio, el citado portavoz de la Casa Real señaló que no era la primera vez que el rey realizaba comentarios de este tipo sobre los jefes del Ejecutivo. «Lo que ocurre —arguyó el muy cínico— es que en unas ocasiones se han publicado, y en otras, no.»

Ahí estaba la madre del cordero. Por una vez se habían publicado y mostrado al público la ligereza del personaje que había quedado como un cochero y el problema creado no era la boca suelta del monarca, sino que la periodista las había hecho públicas y eso dañaba la imagen sobre la neutralidad de la Institución. Ergo, hay que seguir aplicando la autocensura.

En el PSOE, su entonces secretario de organización, José Blanco, se puso la peluca y la levita de alto mayordomo de la Corte y respondió solemne: «No valoro las declaraciones del rey, sólo las respeto». Y se quedó tan ancho.

Mucho más hábil y sincero, Alfredo Pérez Rubalcaba, comentó en la radio sobre lo sucedido lo siguiente: «Las palabras del rey fueron inapropiadas, aunque aquí todo el mundo tiene derecho a tener la guardia baja».

Para un miembro del Gobierno todo había sido un problema de guardia baja que por una vez no había sido censurado.

Mejor demostración de la censura existente, para acabar este capítulo, imposible.