De Fukuyama a Huntington o la legitimación del etnocidio
En un cómico alarde de triunfalismo, Francis Fukuyama se atrevió a asegurar que esa victoria significaba, ni más ni menos, que el "final de la Historia". El artículo que hizo famosa su tesis aún contenía una dosis de duda, expresada en forma de signos de interrogación ("¿El Final de la Historia?", The National Interest, verano de 1989). Sin embargo, algunos meses después Fukuyama suprimía los interrogantes y lo daba por un hecho consumado e irreversible: su libro The End of History and the last man aparecía en 199227. Visto desde la perspectiva que nos dan un puñado de años, resulta patético que tan pobre argumentación como la sostenida por Fukuyama (tanto en su famoso artículo como en el libro) dieran lugar a tanto revuelo: debates, seminarios, numerosísimos artículos de prensa, etc. El paso de sólo unos pocos años ha arrinconado las tesis de Fukuyama en el basurero intelectual de nuestra Historia Contemporánea.
Lo único que a mí me llamó la atención de la figura de Fukuyama y de sus tesis es que nadie parecía prestar ni el más mínimo interés a la más que reveladora biografía del personaje. Sí, se nos dijo que pertenecía a la Oficina de Planificación Política del Departamento de Estado norteamericano. Ya era un dato elocuente, porque nos daba el perfil de nuestro personaje como un "intelectual a sueldo" y no de cualquier institución académica, sino del todopoderoso Departamento de Estado de la mayor superpotencia mundial. No cabía imaginar que estas tesis surgieran "porque sí", como fruto de una elaboración intelectual autónoma, sino dentro de un contexto de búsqueda de argumentaciones legitimadoras, elaboradas específicamente para servir a los objetivos de la potencia hegemónica mundial, los EE.UU.
Artículo extraído de la revista "Hespérides", 8, noviembre de 1995.