El Gobierno Global y Las Revoluciones Paralelas
En la actualidad están ocurriendo dos revoluciones al mismo tiempo, una en tecnología de la información (TI) y la otra en biología. De las dos, la primera es más visible pero la segunda, una revolución de la ciencia básica más que de la tecnología, es probable que por último demuestre ser mucho más fundamental. Posiblemente estas revoluciones paralelas interactúen de modos que vayan a tener implicancia en la gobernabilidad global.
Como hemos visto, la revolución TI ha tenido efectos beneficiosos para causar el Fin de la Historia minando las jerarquías autoritarias y distribuyendo más ampliamente el poder. En la imaginación popular la TI es vista como algo bueno para las democracias, bueno para la economía, y (si uno es norteamericano) bueno para Estados Unidos también porque somos nosotros quienes dominamos la industria TI global. La biotecnología, por otra parte, al mismo tiempo que tiene efectos incuestionablemente beneficiosos, es considerada por muchos legos como más sospechosa. En Europa en general y en Alemania en particular, el legado Nazi ha hecho que las personas sean mucho más precavidas en relación a la investigación genética y la manipulación. Los alemanes han prohibido actividades como la investigación de línea germinal, y se han enzarzado en disputas con las compañías norteamericanas de biotecnología como Monsanto acerca de los alimentos genéticamente alterados. Como ya sugerí, en el futuro habrá desarrollos más radicales y, por 'lo tanto, más preocupantes.
Suponiendo que en algún momento en el futuro decidamos parar, prohibir o incluso desacelerar el desarrollo de ciertas tecnologías biológicas nuevas, digamos, por ejemplo, la clonación humana, ¿podremos hacerlo? La ortodoxia prevaleciente en el mundo de la TI dice que, primero, es ilegítimo imponer límites políticos a la investigación científica o al desarrollo tecnológico y, en segundo lugar, que incluso si quisiéramos establecer límites estos no podrían ser puestos en práctica.
El punto de vista normativo que sostiene que no deberíamos intentar controlar a la ciencia tiene un número de fuentes, incluyendo una indiscutida aceptación de muchos científicos del proyecto Baconiano-cartesiano de una ciencia natural moderna, la perspectiva libertaria que se ha vuelto dominante en la ultima generación y la natural tendencia de los americanos a tener un visión optimista sobre el futuro. Esta visión ha sido fuertemente reforzada por lo que se ha percibido como el éxito de la TI en apoyar valores políticos tales como el individualismo y la democracia. Los intentos por controlar el uso de la TI, por ejemplo la prohibición de la pornografía en internet, como intentó la Comunnications Decency Act (Ley de Decencia en las Comunicaciones) de 1996, han sido ridiculizados y tratados como puritanos y anticuados.
Existen por supuesto usos de la TI que incluso sus propulsores más libertarios no tratarán de defender, como la pornografía infantil y la difusión de la información sobre el armado de bombas. Entonces es ahí cuando el segundo argumento entra en escena, es decir, que si uno quisiera controlar los usos de la tecnología, no sería posible hacerlo. Insisto, la TI ha sido particularmente susceptible a esta línea de argumentación, porque contrariamente a ¡a tecnología de armas nucleares, no premia a las economías de escala. La naturaleza descentralizada de la tecnología de la información y la característica de no respetar fronteras que es inherente a las comunicaciones modernas, fomenta la globalización y crea una situación donde es virtualmente imposible para cualquier estadonación controlar los usos de la TI por sí mismo dentro de sus límites fronterizos. Estados como Singapur o la República Popular China, que han tratado de controlar el disenso político en Internet, se han dado cuenta de que esa lucha se les ha hecho muy cuesta arriba. Los intentos franceses de hacer obligatorio el uso del idioma francés en los sitios de la web dentro de sus fronteras han sido más ridículos que efectivos. Cualquier esfuerzo actual para imponer controles sobre el uso de la TI requiere un nivel de gobierno global que no existe en la actualidad y es políticamente muy poco probable que en el futuro vayan a existir.
Los mismos problemas se presentarán en cualquier intento por controlar la biotecnología. Los beneficios de la biotecnología serán tan grandes y tan evidentes para tanta gente que las reservas morales sobre sus desventajas -que en mi opinión son mucho menos serias que aquellas para la TI- tenderán a dejarlas de lado como prejuicios sin fundamento. Los ejemplos de la Ritalina y el Prozac son instructivos en este respecto: en la década pasada se lanzó una gran revolución en el control del comportamiento social sin bombos y platillos y sin debate, impulsada por el exclusivo interés de las compañías farmacéuticas privadas. Además, los esfuerzos por controlar la biotecnología se toparán con los mismos obstáculos que los intentos por controlar la TI. La globalización significa que cualquier estado soberano que busque imponer límites a, digamos, la clonación o la creación de bebes de diseño, no podrá hacerlo; las parejas que se enfrenten a una prohibición del Congreso de los Estados Unidos, por ejemplo, podrían ir discretamente a las islas Cayman o a México para que les clonen sus hijos. Incluso más aún, la competencia internacional podría inducir a las naciones a dejar de lado sus reparos: si un país o región del mundo estuviera produciendo individuos genéticamente superiores gracias a sus leyes laxas sobre la biotecnología, habría presión de los otros países para ponerse a la par. El modo de pensar libertario y la ausencia de mecanismos internacionales de gobierno, que parecían apropiados para la revolución TI en buena medida benevolente podrían ser menos apropiadas para, una revolución biotecnológica más siniestra. Pero a esa altura, los esfuerzos para cerrar la puerta pueden llegar a ser infructuosos.