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Tía Clara me puso una toalla alrededor de cada muñeca, luego, me ató con una cuerda que unió a cada uno de los lados de la cabecera. Tenía las manos muy frías. Yo, tenía los ojos cerrados; cuando los abría veía la lámpara que había en el techo.
Tía Clara no me puso una toalla en torno a los tobillos. Me los ató con una cuerda a los pies de la cama, Sentí sus manos frías, pero no la miré.
Tía Clara me azotó con la correa. Para que no nos oyeran, yo no chillé. Luego los cogió a los dos con sus manos frías. Yo le dije que eso no. Tía Clara dijo que Cristo había muerto en la cruz por los hombres, que Cristo no había dudado en sufrir para salvarnos. Tía Clara me los apretó poco a poco. Entonces yo chillé.
Tía Clara respiraba como cuando yo la azotaba. Luego noté que pasaba algo distinto. Cuando todo terminó, tía Clara me dijo que tenía que ir a confesarme enseguida.