La torre herida por el rayo
Arrabal, con una prosa tersa y perfecta, nos presenta a dos personajes, dos genios ajedrecistas enfrentados en el campeonato del mundo, el español Elías Tarsis y el suizo Marc Amary. Ambos llevan a la espalda dos biografías tremebundas que evocan durante la partida decisiva. El dionisiaco y temperamental Tarsis ha sido, entre otras cosas, joyero, proxeneta y fraile; su oponente, el gélido Amary (que, además, tiene personalidad múltiple) nació en un retrete durante una recepción diplomática en la India, es un brillante científico y el líder de una célula terrorista que acaba de secuestrar a un miembro del Politburó soviético (lo que permite a Arrabal satirizar las ilusiones totalitarias de buena parte de la intelectualidad europea de la época). No esperen una lucha caballerosa.Por supuesto, con semejante sinopsis llena de elementos góticos, folletinescos o puramente 'pulp' La torre herida por el rayo es sólo, en su superficie, realista y apenas oculta su condición de carnavalesca y brillante fantasmagoría, emparentada con la estética deformante del último Valle-Inclán o de Buñuel, quizás uno de sus referentes más obvios. Sus fabulosos personajes podrían haber sido sustituidos por Fu Manchú y el Doctor No, o por Magneto y el Joker o, incluso, los dos payasos asesinos de Balada triste de trompeta de Álex De la Iglesia. Como toda obra genuinamente innovadora, puede generar incomprensión, alarma, rechazo. Pero si el lector es capaz de entrar en su juego, La torre herida por el rayo resulta tan sorprendente como divertida.