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Amanecer de un día agitado

A lo lejos, un sonido que iba en aumento comenzó a captar su atención hasta lograr devolverle la conciencia. Como pudo, abrió uno de sus ojos y pudo ver que el reloj marcaba las 6:15 de la mañana. Todavía confuso, David estiró el brazo para coger el teléfono mientras comenzaba a recordar que seguramente sería Miguel. Sin mirar la pantalla, presionó el botón verde para atender.

—Miguel… joder…, ¿a qué hora terminaste?… te estuve llamando — comenzó hablando con la escasa claridad que era capaz en esos momentos.

—Disculpe las molestias señor. Lo llamo de la Guardia Civil. Estoy hablando con el número…, — se escuchó del otro lado del teléfono.

Durante los cinco segundos que duró la presentación del agente, el cuerpo y la mente de David pasaron del letargo a la tensión absoluta.

En Madrid, el tráfico a primera hora suele ser caótico. Las dos circunvalaciones a la ciudad suelen tener atascos gigantescos, por lo que es habitual que quienes viven en las afueras de la ciudad suelan salir con mucha antelación para poder llegar a un horario decente a la oficina.

La noche anterior, Pilar, como la mayor parte de su equipo se había quedado hasta cerca de las once finalizando las tareas del nuevo esquema de seguridad pero como medida preventiva, acordaron desayunar juntos en la oficina las 7:30 y poder verificar que todo estuviese en orden y comenzar a investigar el asunto de los famosos archivos.

Eran las siete menos diez y las nuevas cuatro torres madrileñas ya estaban cerca cuando encendió la radio del coche. Luego de un breve paneo por sus emisoras favoritas, volvió a la primera elegida ya que todas estaban comentando las noticias deportivas y eso era algo que ella detestaba. Si ya no podía entender cómo sus compañeras féminas se hacían adictas a “Sálvame”, era menos comprensible aun lo que las radios llamaban tertulias deportivas, verdaderas versiones masculinas de Sálvame con gritos histéricos incluidos sobre si tal jugador es vanidoso o súper profesional. Luego del deporte vendría el estado del tiempo y finalmente, la nueva ronda de noticias.

Había podido dormir bien y en el teléfono no había ningún sms. En la nueva versión de “Samuel”, Pilar había incorporado la funcionalidad de enviar un mensaje a su móvil en caso de sospecha de intrusión, por lo que, o bien durante la noche no hubo nuevas intrusiones o bien Samuel no había funcionado.

En el momento en que la radio daba la señal horaria de las siete, entró a la calle subterránea que ordena el tráfico a los aparcamientos de las torres. Cuando giró a la derecha para encarar el túnel que da a la torre Sacyr, fue sorprendida por multitudes de luces azules y rojas que giraban sobre los vehículos policiales dando un efecto estroboscópico en todo el túnel. Confusa y con los ojos entrecerrados se fue acercando a la entrada del parking. Sus pulsaciones se dispararon al confirmar que el policía le hacía señales para que se dirija hacia la entrada donde había un operativo especial de control de acceso.

—Buenos días, soy Pilar Gómez y tengo plaza de garaje ya que trabajo aquí… en Greenrate — dijo mientras se terminaba de bajar la ventanilla y la barrera de seguridad de entrada ya se abría al haber detectado su matrícula.

—Por favor pase y aparque donde le señalan mis compañeros.

Solo actuaba como autómata siguiendo las indicaciones. Su mente era un torbellino. Miró rápidamente el teléfono pero no había sms alguno. Si hubiera pasado algo grave en el sistema, David o Miguel la habrían llamado. Tampoco había llamadas perdidas.

—Por favor baje del vehículo. ¿Podría darme su tarjeta de empleado de Greenrate y su DNI? Le dijo serio pero cortésmente el agente.

—Perdone pero ¿qué es todo esto? —preguntó a uno de los cinco policías armados que rodeaban expectantes el vehículo mientras sacaba el teléfono para llamar a Julia.

—Por favor no llame. Entréguele el teléfono a mi compañero, quien le dará un resguardo.

—¡Ah NO! ¡Eso sí que no! ¿Alguien me puede decir qué está pasando? Está bien que yo sea la responsable de seguridad informática y que me aguante los intentos de hackeo de piratas y de la prensa, pero que el gobierno nos mande la policía como presión, ¡ya es demasiado!!! —chillaba Pilar totalmente fuera de sí.

—Señora, no nos envía ningún gobierno. —Se escuchó con autoridad la voz de una mujer policía que estaba detrás de ella. — Por lo pronto no haga ninguna locura, ponga las manos despacio sobre el coche. Queda detenida como sospechosa de homicidio.

El sol comenzaba a emerger entre los tejados de Alcaidesa haciendo resaltar la blancura de las casas que descansan sobre las laderas de las colinas. Con la ayuda de una tenue brisa del levante, se escuchaba aún el suave murmullo de las pequeñas olas del mediterráneo distante a unos pocos cientos de metros.

—Así debería desayunar todos los días— pensó Iker sosteniendo la taza de café con leche mientras disfrutaba de su último día de vacaciones en las costas de Cádiz. El mar, al fondo, transmitía una tranquilidad absoluta y el aire suave pero tibio, ya hacía presagiar que la temperatura subiría de los treinta y cinco grados.

Hoy se había levantado un poco más temprano de lo habitual ya que el plan era salir a navegar a vela desde el puerto de Sotogrande e ir a avistar delfines, que en esta época suelen acompañar las proas de los veleros al ir acercándose al peñón de Gibraltar. Incluso, con un poco de suerte, podría jugar con ellos en plena libertad y a mar abierto.

Cogió el teléfono para ver si había algún correo de urgencia y vio que estaba sin batería. Encendió el portátil y al acceder al web mail confirmó que por suerte no había ningún asunto que no pudiera ser abordado por los compañeros que ya estaban de regreso en Madrid.

Luego de ver los resultados de la primera fecha de la liga de fútbol por el marca.com, decidió echar un vistazo a las noticias generales.

—Parece que seguimos como hace tres semanas. Reforma de la constitución exprés, campaña electoral,… a ver que hay en última hora… — murmuraba desde el prisma de pasividad y desentendimiento que generan unos buenos días de descanso.

—Hmmm, ¿y esto? — pensó mientras leía los titulares de último momento. Simultáneamente el ordenador le avisaba de un nuevo correo entrante y pinchó rápidamente el cartelito para poder ver el mail sin mayor esfuerzo.

—Llámame en cuanto puedas. Todo controlado. Parece que habrá faena con lo de Greenrate. Saludos, Pepe. — comentaba el corto pero claro mensaje.

Cogió nuevamente el teléfono y al ver que el dibujo de la batería en la pantalla ya marcaba una línea de carga, llamó al móvil de Pepe Fernández, su mano derecha en la dirección de seguridad de la información de Segurworld.

—¡Hola Pepe! ¡Qué tal todo hombre!…, y sí, ya me queda poco, pero la verdad es que inmejorable, pero oye, cuéntame qué está pasando con esto de Greenrate…

—Es todo muy prematuro, pero parece que durante la madrugada encontraron el cuerpo de uno de los directores, ese que aparece seguido en la tele y anoche, a última hora, el gobierno daba un comunicado de prensa indicando que hoy habría anuncios de un nuevo paquete de medidas contra la crisis pero también le daba un palo gordo a Greenrate… poco más que tildándolos de terroristas financieros… te imaginas el revuelo que hay…

—Madre mía, ¡todo juntito y en un solo paquete!! Pero, a ver, no entiendo qué tenemos nosotros que ver con todo esto… —respondió Iker aún con la confusión del asombro. — ¿Nos llamó alguien?

—Es que no te he dicho todo…, — acentuando la pausa para generar más intriga — es que, al parecer, al cuerpo le han cortado las manos…

—¡Joder macho! ¡Hazla corta, que yo sepa nos dedicamos a la seguridad informática no a los descuartizadores!!! — tirando Iker de su cuota diaria de humor negro.

—Déjame terminar, no seas ansioso que ahora viene lo nuestro. — Disfrutaba Pepe por una vez que tenía a su jefe en vilo.

—Nos han llamado de la presidencia de Greenrate porque justo ayer han tenido una filtración de un hacker bastante jodida y no saben hasta donde han llegado ni qué relación puede tener con lo de este tío. Yo estoy saliendo para allí con Silvia, que por cierto, sigue bastante cabreada contigo. Volviendo a lo de Greenrate, como imaginas, hoy habrá que comenzar con el trabajo de campo así que disfruta de tu último día. Mañana ya tendrás tiempo para volver rápidamente a la realidad.

—Vale, pero tendré el teléfono encendido. Por favor no dejes de llamarme por lo más mínimo. Haré un llamado para enterarme algo más. Yo tengo vuelo desde Málaga esta noche. Nos hablamos.

Su mente ya estaba en Madrid y en el futuro próximo aparecía algo nuevo, peligroso e inesperado: un asesinato.