Capítulo Nueve

 

 

Christina se aferró a la barandilla para mantener el equilibrio y bajó la escalera con la cabeza bien alta. No se refugiaría en la habitación de Lily como una cobarde. Se enfrentaría a Aiden como la mujer fuerte y decidida que quería ser, no la ratita asustada que siempre había sido.

Por desgracia, los recuerdos de la noche anterior no se lo ponían fácil. Desde el momento en que su boca y la de Aiden entraron en contacto se vio arrastrada por la pasión que había anhelado toda su vida. Las sensaciones la desbordaron y fue incapaz de pensar.

Pero lo que realmente le llegó al alma fue la mirada de Aiden mientras se hundía en ella. En sus ojos vio al hombre que se ocultaba tras su imponente fachada, el mismo anhelo que ella por recibir amor y aceptación. La necesidad por demostrarse algo a sí mismo . Y mientras ella se esforzaba por mantener los ojos abiertos sintió que sus almas se fundían.

Respiró profundamente y entró en la cocina con serenidad. Aiden ya estaba sentado a la mesa, bebiendo café y leyendo el periódico. Nolen estaba junto a la puerta y la miró mientras le servía el café. Christina se puso colorada y se juró que nunca más volvería a tener sexo en aquella casa.

—¿Le apetecen unos gofres, señorita Christina? —le ofreció Nolen.

Christina no tenía apetito, pero cualquier cosa sería mejor que estar sentada en silencio.

—Sí, por favor. Y dale las gracias a Marie de mi parte.

Nolen asintió y se marchó, y Christina se echó abundante crema y azúcar en la taza.

—Christina, sobre lo de anoche… —empezó Aiden.

—No te preocupes. Fue una equivocación. No pasa nada.

—Pues claro que pasa algo. Siento haber…

Christina no supo si fue su mirada fulminante o el regreso de Nolen lo que hizo callar a Aiden, pero al menos no tuvo que oír más sobre el tema por el momento. Nolen se entretuvo más de la cuenta, antes de retirarse de mala gana.

—Estaré cerca por si me necesita —dijo en un tono más fuerte del necesario.

Su protector. Christina nunca había tenido uno, pero era una agradable novedad.

Aiden la observó mientras ella untaba los gofres calientes de mantequilla y mermelada de fresa. El olor debería hacerle la boca agua, pero le costó un gran esfuerzo llevarse un trozo a la boca.

—Tienes razón —dijo él—. Anoche dije muchas cosas que no debía decir. Supongo que estaba asustado…

—¿Supones?

—Pero quiero hacer esto bien. Durante los próximos meses tendremos que vernos mucho… y no quiero que se cree una situación incómoda entre nosotros. Por ello te propongo que…

—¡Nieto indigno y desagradecido! —la interrupción procedente del pasillo desconcertó a Christina. Al principio tuvo la horrible sospecha de que James había descubierto su aventura con Aiden, pero luego entendió lo que había dicho y se le formó un nudo en el estómago. Las peleas siempre habían sido frecuentes en aquella casa, y nunca terminaban bien.

James entró en la cocina, apoyándose pesadamente en un bastón.

—¿Me ves ya en la tumba, muchacho?

—Aún no —respondió Aiden con ironía. Se volvió hacia James y adoptó una postura relajada en la silla.

—Pero piensas que puedes ignorarme como si ya estuviera muerto y hacer lo que quieras con mis negocios, ¿no? —James estaba más exaltado que nunca y tenía espasmos en el brazo izquierdo—. ¿Creías que no iba a enterarme de tu visita a la fábrica? ¿No se te ocurrió pedirme permiso a mí, que todavía soy el dueño? ¿O es que intentas congraciarte con el director aprovechando que estoy demasiado enfermo para impedírtelo?

—¿Por qué ibas a querer impedírmelo? Me dijiste que debía hacerme cargo de la fábrica y eso es lo que estoy haciendo.

James le agarró por el brazo.

—James… —lo llamó Christina.

—¿Cómo, dejándome fuera? —James se balanceó y agarró con fuerza el bastón—. ¿Celebrando reuniones a mis espaldas? La fábrica sigue siendo mía.

Christina asumió su papel profesional como enfermera y se levantó. Ya no era la niña asustada que presenciaba las discusiones entre los miembros de la familia.

—James… —el anciano estaba pálido, pero las mejillas le ardían y se balanceaba peligrosamente.

Aiden también se levantó.

—No lo seguirá siendo por mucho tiempo, ¿recuerdas?

James se llevó una mano al pecho y Christina se acercó rápidamente.

—Por favor, James. El médico dijo que no debías alterarte. Vamos a tranquilizarnos y…

—¡Tú! —la furiosa mirada de James se posó finalmente en ella—. ¡Tú le estás ayudando a arrebatármelo todo! Deberías estar agradecida por todo lo que he hecho por ti, y sin embargo te dedicas a conspirar contra mí.

Christina no sabía el origen de aquella paranoia, pero tampoco importaba. En esos momentos James necesitaba calmarse y tomar su medicación.

—Debería haber sabido que no servías para este trabajo —espetó él—. ¡Llevas los genes de tu madre en la sangre!

Christina se quedó helada.

—Ya basta —la voz de Aiden resonó en la cocina—. Bateman quería vernos en la fábrica y por eso fuimos. Si quieres un informe lo tendrás esta tarde.

James farfulló algo incomprensible y el rostro se le desencajó en una mueca de dolor. Christina dejó a un lado todas las emociones y se lanzó.

—James. Vamos a avisar al médico para que te vea enseguida. ¡Nolen!

James emitió un jadeo ahogado. El pánico se le reflejaba en los ojos.

—Todo saldrá bien —lo tranquilizó ella—. Nolen, llévalo al estudio y llama a una ambulancia.

—No —rechazó James—. Llévame a mi habitación y que venga el doctor Markham.

—Pero, James…

—He dicho que no. Nada de hospitales. Si voy a morir, que sea en Blackstone Manor.

Dos horas después su deseo se hizo realidad.

 

 

Aiden miró con desagrado el monstruoso monumento que James Blackstone había hecho levantar, y se dio la vuelta para alejarse de la cripta y del féretro de bronce. Christina se quedó para saludar a los que aún estaban en el cementerio. Todo el pueblo había acudido al funeral, como era de esperar. Los Blackstone eran muy conocidos y James habría esperado que todo el mundo le rindiera homenaje.

Su muerte y sus últimas palabras habían dejado a Aiden con un sentimiento de culpa del que no podía librarse. Justo lo que su abuelo habría querido. Las emociones de Aiden no tenían sentido, pero su abuelo le había dejado más de un legado indeseado.

Mientras subía la colina del cementerio la tensión que había soportado desde que entró en Blackstone Manor empezó a disiparse. Cuando llegó junto a sus hermanos, al pie de la sepultura, se sentía un poco mejor.

James Blackstone estaba muerto. Esa vez de verdad.

No era cuestión de celebrar su muerte, pero sin James era libre de hacer lo que quisiera. La custodia de Lily pasaría a él o a uno de sus hermanos, podría brindarle a su madre los cuidados necesarios y dejar la fábrica en buenas manos. Nada ni nadie quedaría desatendido, y él podría regresar libremente a Nueva York.

Una parte de él se rebelaba contra la idea de no volver a acostarse con Christina, pero la ignoró. A largo plazo sería lo mejor para ambos.

Se acercó a sus hermanos y abrazó a Jacob, el gemelo de Luke. Había acudido en cuanto Aiden le comunicó la muerte de James. Siendo director ejecutivo de una importante empresa de Filadelfia, serio y meticuloso, era todo lo opuesto a Luke. Los dos hombres eran idénticos, con sus trajes y pelo rubio, pero las semejanzas eran solo físicas. Cada uno tenía sus talentos y debilidades.

Hacía mucho que Blackstone Manor no era su casa, pero su hogar estaba allí donde estuvieran sus hermanos. A pesar de vivir en ciudades distintas, se reunían tres o cuatro veces al año para pasar varios días juntos. Aiden y Jacob se veían con más frecuencia, ya que solo los separaban dos horas en coche.

Miró la tumba de su padre por encima del hombro de su hermano. Cuánto le gustaría hablar con él una vez más y recibir consejo… El instinto lo acuciaba a huir, pero cada vez rechazaba más la idea. Y eso le asustaba. Su madre no hubiera querido que dejara en la estacada a los habitantes de Black Hills, pero temía que no fuera aquella la única razón.

—Luke me ha puesto al corriente de todo —dijo Jacob—. Así que eres un hombre casado, ¿eh?

—No por mucho tiempo, espero.

—¿El trato no era por un año? Además, Christina es una mujer muy hermosa.

—Y que lo digas —corroboró Luke.

—El trato era por un año mientras James estuviera vivo —no quería pensar en Christina. Sus hermanos no tenían por qué saber hasta dónde había llegado con su mujer—. Ahora que se ha ido espero que haya algún modo de solucionarlo todo. Mañana nos reuniremos con Canton para la lectura del testamento, y luego pondré a mi abogado a trabajar en ello.

Jacob asintió lentamente, pensativo. Siempre había sido el que encontraba soluciones a todo. De niño era el más astuto cuando se trataba de transgredir las reglas de James, y como adulto se enfrentaba a operaciones multimillonarias como si fueran un simple acertijo. Aiden había estado a punto de llamarlo muchas veces en el último mes para preguntarle cómo salir de aquel atolladero.

—¿Y cuál es el plan? —preguntó Jacob.

—La custodia de mamá debería pasar a uno de nosotros. He pensado que cuando llegue el momento podríamos hablar con Christina sobre sus cuidados —y rezar por que ella no le escupiera en la cara cuando él se marchara. Estaba decidido a seguir adelante con su plan. Su lugar no estaba allí. Y empezaba a darse cuenta de que Christina merecía algo mucho mejor que aquel matrimonio forzado—. Sin James aquí podré visitar a mamá a menudo, igual que hacéis vosotros.

Se giró para observar a los últimos asistentes al funeral abandonando el cementerio, se quedaron Christina, Nolen y el encargado de la funeraria. Una ligera brisa le agitaba el vestido negro a Christina, ciñéndolo a sus muslos y caderas.

—Necesitaré ayuda para encontrar a alguien que se ocupe de la fábrica. Hace falta una persona con dotes de mando que pueda resolver los problemas y lo bastante duro para enfrentarse a Balcher. Alguien que se entienda bien con Bateman. La prioridad es encontrar a esa persona antes de que se produzca un accidente en la fábrica.

—Creo que yo podría ser esa persona —dijo Jacob.

Aiden lo miró con asombro, igual que Luke.

—¿Por qué?

—He estado pensando en volver aquí.

—¿Y dejar una próspera carrera que te hace ganar millones de dólares? Te lo vuelvo a preguntar: ¿por qué?

Jacob se encogió de hombros.

—Es algo personal, ¿de acuerdo? Solo quiero que lo hablemos y veamos si es una opción.

—Claro, pero quiero que estés muy seguro —Aiden se cruzó de brazos protegiéndose el pecho, donde la esperanza empezaba a brotar. Si Jacob se instalaba en Blackstone Manor, él podría volver a Nueva York sin problemas. Todo estaría resuelto.

¿Pero y Christina?

—No quiero que nadie se vea atrapado donde no quiere estar.

—¿Como tú? —intervino Luke, mirándolo de un modo que lo hizo sentirse incómodo.

Sofocó rápidamente la sensación. Desde el primer día le había dejado muy claras sus intenciones a Christina.

—Sí, como yo.