LAS CONTRIBUCIONES
De Radok Tchaikosky y Kent Laughton, aunque nunca se declaró grupalmente, habían estado circunscriptas a analizar en elogio a la sociedad de los caminantes grises y a protestar apenas se presentaban las limitaciones durante la investigación, pero en cuanto a la conectividad de los nombres que estaban más allá de Santiago Cruz la canasta no tenía ni caramelos ni chupetines. Ellos ayudaron a empezar pero no a continuar, de todos modos, en contra de todos los pronósticos, Radok Tchaikosky decidió aportar su granito de arena. Antes de cenar, interrumpió a todos:
-Tengo una idea. Thomas, enséñame a escribir en camita antiguo. Puedo completar la parte faltante de la premonición de Il Elh Am-
-¿Cómo?-
-Sincrometría narrativa-
-Esa no es una ciencia exacta, Radok-
-Es lo mejor que tenemos. Según las tensiones y los trazos de Ilh Elh Am, puedo suponer, con un 30 por ciento de exactitud, que pudo haber escrito en la siguiente oración. Pero para eso necesito conocer los ribetes del camita antiguo. Soy avezado. Puedes usar toda esta noche en instruirme, no tienes nada que perder. Pero si no hacemos nada más, la investigación quedará anclada en un sacerdote musulmán que fue ajusticiado frente al mar por ocho lanzas de esos berbeberes-
-Pero el que yo te enseñe puede demorar meses, Radok-
-Deberíamos dedicarnos más a buscar un antídoto contra el veneno de Querubín, que a la investigación. Ya establecimos cuatro nombres después de Santiago Cruz: Eduardo Tolosa, Inés Linares, Clement Richellier e Ilh Karg Elh Ham. De España a Francia y de Francia a Marruecos. Podemos establecer la ruta del último apócrifo. Con todo eso fotocopiado, escaneado e impreso podemos escribir un libro y hacernos millonarios-replicó Kent Laughton, dedicándose a bajar lo fotografiado por su celular a su ordenador portátil. Entretanto, Radok aportó:
-Tengo un IC de 198, Thomas. Hablo español, inglés, italiano, francés, ruso, japonés, mandarín, sueco, alemán y otra infinidad de lenguas modernas. Aprendo un idioma por día. Soy un políglota. Tengo más idiomas en mi cabeza que trofeos de pesca en la vitrina de mi casa. No te tomará mucho tiempo. Dame la oportunidad. Supongo que el camita antiguo debió ser algún antepasado del hebreo el cual ya domino bastante bien. ¿Cam fue hijo de Noé, no? Noé estaba en la Biblia, empecemos-
-Trae borradores, lapiceras y café. Tendremos una noche larga-chistó Thomas Hortmanen. Así era Radok Tchaikosky. La polio lo tuvo ocho meses en cama y leyendo historia, desarrolló interés por la arqueología. Ocho meses sin ser tocado, aislado, desarrollando intereses superiores a la diversión, sabiendo que tener y controlar no eran lo mismo, que era la rama y que la raíz en el árbol del poder. Luego su nombre estuvo en libros de ese tipo, pero cuando ganaba mucho dinero para no ser tentado por las alternativas turísticas de Francia e Italia perdía todo en apuestas de boxeo y caballos, con la obligación de volver a empezar y descubrir algo más. Pues cuando realmente lo necesitaba no podía fallar. En tanto, si lo hacía solamente por hacerlo, la exposición sería irrisoria y eso no encajaba con su estilo. Solo cuando lo necesitaba el hombre cambiaba y subía por encima de la situación. Sin esa presión, no existía. Nadie mejoraba por elección y vocación, solo por presión. Por eso ganaba con las publicaciones y perdía con las adicciones al juego y las apuestas, en un ciclo vicioso que siempre le resultaba tan interesante como despreciable.
-Sé exigente, muchacho. No me tengas nada de paciencia. No es momento para flojear. Nuestras vidas son un reloj de arena dado vuelta, así que ahora es por algo más que el apócrifo y ¡debemos hacerlo mejor que nunca!-
-Deja de audicionar para tu Martin Scorsese imaginario y siéntate de una vez-replicó Thomas en contra de Radok, quién siempre tenía la costumbre de dramatizar sus comentarios en pos de destacarse. Por su parte, Kent no dejaba de buscar por internet, consultar con especialistas y enviar mensajes por celular, con su rostro agrietado y sus anteojos opacos. Gretel Sankief, en tanto, se acercó a Gregor Piorzeneki, al superar las cortinas verdes entre las paredes celestes:
-Deberíamos dibujar cinco ardillas y dos abejas-comentó en alusión al trato del grupo. En el baño Gregor se colocó la espuma de afeitar.
-Necesito que esté aquí, no puedo hacerlo solo-
-Deja correr el agua, Gregor-
-¿Qué debo hacer, concentrarme, relajarme?-
-Las dos cosas a la vez-
-Eso me suena imposible-
-La combinación de relajación con concentración, aparentemente incompatible, se llama manifestación. Es algo que ocurre pocas veces en la vida del hombre, es como el enamoramiento pero a diferencia de él no necesitas de la aceptación ajena para la realización. Simplemente eres tú y nadie más-
-Lo intentaré, moveré un poco el cuello, tengo un nudo allí-explicó Gregor consternado, con la sensación de estar perdiendo toda su hombría y de regresar a la niñez sin vergüenza alguna, experiencia que se sentía cuando se confiaba en cualquier mujer, sin importar su edad.
-Habías entrado a un restaurante, Gregor. Allí te llamó la atención un hombre vestido con piloto blanco, un hombre viejo, sin cabello, con ojos celestes-
-Cerraré los ojos, respiraré. ¿Cómo era? Inhalo largo y exhalo 4 veces cortos. Inhalo cuatro cortos y exhalo un largo. Sí, a ver-continuó Gregor. Entretanto, Gretel murmullaba humm suaves y agradables, a fin de que la mente de su paciente se disperse.
-Pasa la navaja sobre la espuma, Gregor. Pásala-
-No, no. ¡Nooo!-
-Falta menos, Gregor. Pasa la navaja sobre la espuma. No necesitas esa barba, hace mucho calor aquí-
-Mejor otro día-
-Este paso hacia atrás no te dará después dos hacia delante. Es una terapia, no un tango, Gregor. No aprietes, desliza, no aprietes, desliza, no aprietes, desliza-indicaba Gretel a Gregor, el cual castañeteaba y temblaba mientras acudía a ese difícil acto que le azuzaba el suicidio.
-El bar, los bebedores, las camareras, los fumadores, todo desaparece, todo es oscuridad, todo-cerró los párpados arrugándolos al extremo Gregor.
-Todo excepto que, Gregor-
-Todo excepto el anciano de ojos celestes con piloto blanco, incluso desapareció la mesa y el café que estaba bebiendo. Eso ya no es importante-
-¿No hay nada más?-
-Sí, lo hay, puedo verlo pero no decirlo, me da mucha vergüenza. No quiero saberlo, no quiero seguir hablando, terminemos aquí-
-¡No abras los ojos, Gregor! ¡No los abras!-ordenó Gretel, apretándole la muñeca, con el codo cerca del palenque.
-Sigue hablándome del anciano, ¿qué hace?-
-Mete su mano dentro del bolsillo y saca algo-
-¿Qué saca? ¿Caramelos?-
-No, no saca caramelos. Saca billetes, un fajo de billetes-
-¿A quién le entrega esos billetes?-
Gregor movió la cabeza de lado a lado y acercó su puño al espejo.
-Hay dos personas más, no puedo decir quiénes son, me da mucha vergüenza, es demasiado para mi honor y orgullo, no puedo decir quiénes son esas dos personas, recuerda cuando le dije que para mis padres yo era una pelota que decían es tuyo, no, es tuyo, te toca a ti, no a mí, quédatelo, no, quédatelo tú, ¿recuerda cuándo le hablé de eso?-
-Sí, lo recuerdo-
-Pues bien, una de esas dos personas es mi padre. Debía mucho en las cartas, necesitaba el dinero-
-Y la ¿otra persona eres tú, Gregor?-
-Sí, sí, soy yo, Gretel. Solo un niño de ocho años, gordo y estúpido, con pecas-
-Sigue diciéndome lo que hace el anciano-
-Mi padre acepta el dinero, pero ese anciano ¡no es un prestamista! ¡Mi padre se va y me deja con ese anciano! ¡Ese anciano me toma de la mano y me lleva hacia un auto marrón con techo negro! ¡La puerta se abre, yo entro, la puerta se cierra, el auto se va, supera el semáforo con luz verde y no puedo decir nada más! ¡Es demasiado, es!-declaró Gregor, tapiándose la cara con las manos, al tiempo que se arrodillaba y lloraba con estridencia. Gretel, sujetándole los hombros, lo ayudó a sentarse en el retrete. Acto seguido, le sirvió un vaso de agua.
-Había otras formas de conseguir el dinero, ¿por qué mi padre me prostituyó con ese anciano?-
-Algunas decisiones superan la comprensión, Gregor. Pero, aunque no lo quieras, el recuerdo debe ser desbloqueado a través de la proyección de más imágenes-
-No quiero ver adonde fue ese auto y que me hizo ese anciano en ese lugar, Gretel. Es demasiado, prefiero imaginarlo o pensar que es una pesadilla, que nunca pasó-
-Lo siento, Gregor. Pero deberemos continuar. Estoy segura de que ese recuerdo bloqueado es la causa de tu tripolaridad, que te aleja de familia, hijos-
-¡No es mi culpa que la sociedad sea incomprensiva e intolerante! ¡Con todo lo que me pasó, el hecho de que use mi pistola todos los días y nunca la apunte hacia mi rostro merece un aplauso!-
-¡Claro que lo merece, Gregor, claro que lo merece!-aplaudió Gretel-¡Pero estás cada vez más cerca y no te dejaré renunciar! ¡Sé cuando ser firme con mis pacientes!-
-Tenía ocho años, Gretel, ¡no podía hacer mucho!-
-Estoy segura de que ese niño de ocho años no era ordinario, como tampoco lo es este hombre de cuarenta y cinco. Tengo fe en ti, Gregor. Si vieras lo que veo en ti, no me necesitarías. Pero eso es el amor, Gregor: que otro vea en nosotros lo que no podemos ver para ayudarnos a salir adelante. Te amo, Gregor. Eres como mi hijo. Ya lo nuestro pasó la relación paciente-terapeuta hace mucho tiempo-
-¡Para usted es solo el orgullo de acertar y poder comprobar frente a sus colegas universitarios que la tripolaridad tiene origen en recuerdos bloqueados durante la niñez! ¡Para usted solo soy un futuro libro, una futura conferencia frente a eruditos y un futuro diploma en su pared, no me engañe, no diga que realmente se preocupa!-
-¡No digas eso, Gregor! ¡Me lastima, sé que estás accediendo a la agresión evasiva por que no quieres terminar el tratamiento pero lo concluirás así tenga que atarte a una silla!-
-¡Algunas cosas no pueden resolverse, Gretel! ¡Algunas cosas no quieres saberlas para poder seguir caminando! ¡Si sé lo que me hizo ese anciano, no podré volver a caminar! ¡Me quedaré sentado, bebiendo y engordando el resto de mi vida! ¡No volveré a hablar! ¡Sé que no estoy bien pero podría estar peor, prefiero quedarme a mitad del camino! ¡Vivir con la tripolaridad como algunas casas viven con puertas con manijas crujientes!-
-¡La tripolaridad es más que una manija crujiente, Gregor! ¡Es un ejército de polillas en un armario sin naftalina! ¡Se come todo lo que te permite confiar en los demás, creer que pasará algo nuevo y cambiar para mejorar! ¡Hace algo peor que dejarte en el mismo lugar para siempre, te aleja de ti cada día más y llegará un día en que mirarás el espejo y preguntarás quién diablos es este idiota!-
-Si mi inconsciente ocultó ese recuerdo, es por qué me quiere y trata de reservarme una mínima voluntad de seguir-
-Solo quiere barajar en ti la tristeza, el miedo y el enojo para siempre, de un segundo a otro. Vivir no es durar, Gregor-
-No soy tan fuerte como usted cree, Doctora Sankief. Nadie me quiso, soy un error y debo morir. Por eso el sabotaje de Querubín, lejos de molestarme, me complace de alguna forma. Es una lástima que no tenga la oportunidad de agradecerle con un abrazo-sonrió Gregor Piorzeneki, con charcos en los pómulos y perlas en los dientes, tras esgrimir la sonrisa.
-Yo creo en ti, Gregor. Eres la última vela que brilla en mi habitación, no voy a dejar que te apagues, voy a luchar por ti. Cuando el pasado es más fuerte que el futuro, la vida es una mentira, Gregor. La verdad no es algo sagrado que pocos saben y ocultan con egoísmo y muchos ignoran y buscan con obsesión. La verdad, Gregor, es lograr que el futuro sea más fuerte que el pasado y para que sea más fuerte, debe ser diferente. No es lo que pasó (historia), lo que pasa (realidad); lo que pasará (destino). Es lo que debe ocurrir. No la buscamos, no la encontramos. La hacemos o la dejamos morir. Tú decides. Dejar de mirar el pasado y caminar hacia el futuro, eso es, alma, espíritu, al fin, fuera de las jaulas. Ahora retírate de aquí, debo hacer mis necesidades-
-El pasado y el futuro siempre serán iguales. Si no te necesitan, no verás a nadie y estarás tranquilo. Pero siempre le sirves a alguien así que espera el descanso después de la muerte. Nunca creí que lo que temía de niño iba a ser tan deseado durante mi adultez. En cuanto a la verdad, es sólo una idea que pudo comprar un vestido más bonito que las otras. Nada más-
Kent Laughton, dormido sobre el sofá, con un libro abierto sobre su cara, no escuchaba el adiestramiento constante de Thomas sobre Radok Tchaikoski. Gregor se echó a la cama pero no pudo dormir en toda la noche y pensó que necesitaba una ducha para descontracturarse. Creyó escuchar unos pasos en el balcón, pero al abrirlos solo vio a un gato blanco de ojos rojos. Se tomó el pecho con la mano y regresó a dormitar, pero ese acceso siguió cerrado debido a las elucubraciones e intensidades entre Thomas y Radok.
Necesitaba más que nunca esa ducha pero Gretel no salía del baño y el agua no era abundante en Marruecos. Un rastrillo invisible rayaba su hígado, debía tener menos mítines con Johnny Walker. Se pasó la mano sobre la mejilla y miró el techo, encontrándolo oscuro e indescifrable. Pero se escuchaba hermosa música de flauta traversa bajo el callejón y el olor de unas hierbas llegaba por la ventana abierta, más las risas de una fiesta lo interrumpían pero no enajenaban por completo. Por unos momentos el goteo de algunas tuberías combinó con la conversación lejana, pero en medio de esa pequeña avidez no podía subrayar una lista de prioridades. Diapositivas de su vida; el niño gordo, sentado en la plaza, haciendo crujir un cubo mágico, los otros jugando soccer en el campo. El joven corpulento, serio y malhumorado que usaba portafolios; mientras los demás usaban mochilas. Ella, hermosa e imborrable, invitándole a subirse al caballo subibaja del carrusel, él diciéndole, risueño, que ya no era un niño y aplaudiéndola desde el puesto de comida húngara. Postales de su alma, confundida, ya no erguida. La cortina estaba quieta, no había viento y se suponía que todo debía tener boleto para la orquesta. Es solo un gato, pensó como unas cinco veces mientras entre las grietas de los muebles y de las vigas del techo se le dibujaban imágenes y figuras, practicando, misteriosamente, sexo y batallas, con una globalidad absurda pero no inquietante. Deslizó su mano bajo la almohada, a fin de tener el revolver cerca pero otra vez el maullido del gato canceló sus movimientos. Tal vez buscaba divertirse. Gregor, tras subir y bajar la nariz, cerró los ojos y empezó a roncar.
Al sentir una caricia en su cuello estiró su brazo, viendo la figura de un hombre, que saltaba desde el extremo de su cama hasta el balcón, retirándose velozmente como una sombra procedente del flameo de una vela, en una elasticidad insuperable. Encorvado, caminó hacia la base y le disparó dos veces al techo, marrando ante el sujeto que, con habilidades de ninja, desaparecía mimetizándose con las penumbras como un reflector cinematográfico graduado. No obstante, Gregor, sintiendo una aguja invisible dentro de su cuello, se arrodilló y gritó. Al rato sacó un cuchillo, se abrió esa parte del cuello y sostuvo una espina en su palma. El asesino había fallado, al no alcanzar a pulsar la yema del índice sobre el sector del cuello. De hecho la espina no se clavó, resbaló sobre la yugular misma. No obstante, mareado y viendo anillos de luz por todas partes, Gregor se desmayó al sentir que sus piernas y sus brazos se convertían en una cáfila absurda de trapos entre el foco de techo que se multiplicaba. Su codo chocó antes que su mentón y eso le permitió rodar hacia un costado, derribando una silla.
Su descenso causó un fuerte ruido, que encendió las luces de atención tanto en Thomas como en Radok, quienes decidieron cesar con la preparación. Al llegar encontraron a Gregor, al lado de la cama. Le tomó Thomas el pulso, pero, lejos de mover la cabeza de lado a lado, dijo:
-Sólo está sedado-
-Mira aquí-señaló Radok, con su linterna hacia arriba, justo en el techo para ver pegado un trozo de pergamino que seguramente sería de ninsue.
-Sus formas de ayudarnos son extrañas. Saben de antemano que para que tu sincrometría narrativa funcione, es menester que el siguiente trazo de papel sea de ninsue, para que no pierdas conexión con los trazos de Ilh Karg Elh Am-opinó Thomas Hortmanen.
-No digas lo que todo el mundo ya sabe, Thomas. No tiene estilo pero es cierto; sin un trozo de ninsue no podría calcular bien el trazo faltante del profeta kurbish-respaldó Radok.
-¿Qué hacemos con él?-preguntó Thomas, mirando a Gregor.
-No lo regresaré a la cama, me duele la ciática, que siga durmiendo en la alfombra, ese mensajero de los caminantes grises lo durmió para qué él no lo detenga y nosotros no le hagamos preguntas-razonó Radok.
En cuanto a Gretel Sankief, cerró los grifos y salió de la ducha. Una vez que se cubrió con la toalla, abrió la cortina, apretándose luego el pecho con las manos y quedándose paralizada.
-Querubín-
El querubín ofrecía una palma enguantada, dentro de la cual había 4 raíces, mitad celeste, mitad azules.
-¿Son los antídotos?-
-Solo sedantes pero no para sus consciencias sino para sus aflicciones. Ustedes tendrán la posibilidad de morir, pero disminuirá el sufrimiento para que puedan pensar mejor y encontrar más rápido el último apócrifo-señaló Querubín, mientras, con lentitud, Gretel Sankief caminaba hacia él.
-Con estas raíces dejarán de toser, afiebrarse y sentir empaquetamiento óseo-muscular. Todas las posibilidades de ingenio, creatividad e imaginación surgen durante situaciones placenteras. Por eso, en ausencia del dolor, ustedes aumentarán sus visiones y nosotros reduciremos nuestras preocupaciones en torno a la locación del apócrifo-continuó Querubín, con su voz inalterable, sin altibajos, digna del curso de un río antes de la tormenta. Tenía mucho de oriental tal personaje. Gretel lo miró fijamente pero no pudo rasguñar más allá de su máscara.
-No tienes intereses de posesión y de jerarquía, Querubín. Sin embargo, algo me llama la atención en ti. La coordinación de tus oraciones. Constantemente necesitas demostrar una superioridad intelectual y moral, pero no para los demás sino para ti mismo. Tal vez en algún momento, muy pequeño, viste algo del mundo exterior que te interesó, ya que estás en permanente contacto con él-
-Nada del mundo exterior me produce algo más elevado del aburrimiento, ni siquiera tedio, doctora Sankief. Ya le dije, no quiero nada para mí. Por eso el enojo, el temor y el dolor son nubes que no visitan mi valle-
-Pero alguna vez lo visitaron-interrumpió Gretel.
-Sus intentos por confundirme son graciosos, doctora Sankief.
-Ya lograré que me digas Gretel-
-Ya he tratado con otras personas del mundo exterior, supieron de mí y lograron sobrevivir por que obedecieron en lugar de decidir por su cuenta. Encuentren el apócrifo, entréguenmelo y luego les concederé los antídotos. La verdad debe estar después de la muerte, no durante la vida. Caso contrario, no valdría nada. Usted, pintorescamente, me recuerda a ese simpático zorro que persigue al conejo en la cueva sin saber que dentro de esa cueva duermen muchos lobos-expresó Querubín.
    A partir de ese momento, ya que en alguna ocasión Querubín debía verse al espejo, Gretel empezó a estudiar las ranuras de su máscara, empezando por los ribetes y rulos de su pelo dorado congelado. A simple vista parecía una canasta de huevos esa cabellera, sin embargo afinando la mirada erigía una descendencia divina donde la tradición debía ser más fuerte que la voluntad para que el simbolismo no sea barrido por ningún contexto. Pero luego el tour cognitivo continuó por las perfectas cuencas de los pómulos, semi-redondas y las canaletas de sus mejillas. Nada tenía exceso de protagonismo, toda pequeña parte coordinaba un gran todo del cual florecía perfección pero no volaba humanidad. Sin embargo, cuando el periscopio se detenía en la comisura labial, que, proporcionada, aún no sabía indicar si estaba sonriendo o simplemente esperando algo bueno en su vida. Pero a partir de su comisura dejaban de chispear absolutos y burbujeaban parciales, por entre los cuales Gretel empezó a avizorar.
-La máscara es equilibrada y ordenada en casi todo su conjunto, menos en la comisura labial donde manifiesta líneas cruzadas e imprevisibles. Es la única parte que manifiesta alterabilidad dentro del conjunto, la comisura, según del perfil desde donde te mire. Cuando te miro de frente, parece que estás sonriendo con satisfacción pero cuando te miro de costado no estás sonriendo, Querubín, estás gritando con desesperación-dijo Gretel, acercando su mano al querubín.
-Aleje su mano de mí. No toco ni me dejo tocar. Soy un ser puro y sagrado, doctora Sankief. El santo nunca abre el frasco, solo un dios puede untar miel de él y no volver a necesitarla, a pedirla. Debo alejarme del frasco para que mi estrella siga brillando, ya que no soy el universo, solo un astro más en él-
-Pero ¿por qué siempre acude a mí? ¿Por qué nunca a Gregor, a Thomas o a Radok? Seguramente le recuerdo a alguien, su madre, su abuela-
En ese instante Querubín se quitó uno de sus guantes negros, revelando su mano quemada y descarnada.
-Todos los aspirantes, a Querubín o a Serafín, entramos al fuego del infierno y volvemos. De no hacerlo no somos dignos de ocupar el cargo divino de ángeles del señor. Metí las manos en el fuego del infierno y no odié a nadie. No grité de furia, no lloré de miedo, ni sonreí ebrio de poder. Solo miré sabiendo que el agua sería suficiente-repuso Querubín, chasqueando los dedos, movimiento con el cual, efecto hipnosis, Gretel volvió a quedarse dormida.
Al día siguiente, Radok Tchaikosky expuso su disconformidad. Dominaba según Hortmanen el camita antiguo pero no quería usar la sincrometría narrativa en un lugar tan bullicioso como Casablanca y decidió que era conveniente aislarse en un desierto. Acuciaba silencio para aumentar su concentración y, por ende, su precisión. Gregor, en tanto, seguía con un semblante barrido y vaciado de todo sentido de ser. Gretel lo miró pero concordó consigo misma en que no debía alterar ese proceso de redescubrimiento al que su paciente había ingresado. Kent Laughton, por su parte, se dedicó a manejar el jeep.
-Todas esas odaliscas, flautas, aplausos y bazares, me desconcentran. No quiero fallar al completar la última oración del profeta-replicó Radok-Todo depende de mí. Si fallo, no llegaré más lejos que a la amistad entre Clemente Richellier y ese profeta musulmán-
-Con eso ya tenemos libro y conferencias de prensa, Radok. No te martirices tanto, extraño la comodidad del mundo moderno-enfatizó Kent. Lejos de ese mundillo, Gretel miró a Thomas.
-Gracias por defenderme de la petición de Kent-
-¿No estabas durmiendo en el sofá?-
-Siempre me hago la dormida para escuchar conversaciones ajenas, Thomas. Sin embargo, no sé, sería más placentero algún día, después de esto, vernos en un lugar más apropiado como un restaurante o una confitería de Praga para charlar sobre literatura, tirar la bolilla sobre la ruleta y ver lo que pasa-
Thomas miró y no dijo nada.
-¿Por qué temes a la intimidad, Thomas?-
-¿Ves por casualidad ahora un consultorio, diplomas, libros y puff? No, Gretel. Hay arena, palmeras y montañas. Estamos en un desierto, no en tu consultorio-
-No te hablo como doctora, Thomas. Te hablo como mujer, alguien quiere acercarse para hacer amistad contigo y no manifiestas interés-
-Creo que Kent tiene razón. Desvarías, Gretel. Nos está persiguiendo una sociedad secreta y asesinos de toda clase. Sin embargo, sigues pensando que eres una quinceañera y tratas de seducir a todos con tu inteligencia y amabilidad. Pero ya no tienes 20 años, Gretel. No sé que habrás hecho con tu vida en esa fracción de tiempo pero evidentemente no la aprovechaste-chistó Thomas, manoteando unos mosquitos.  
-Temer no es bueno para nuestra inteligencia, Thomas y necesitamos nuestra inteligencia para resolver nuestros problemas, continuar con la investigación y encontrar el apócrifo en el plazo previsto por la logia de los caminantes grises. Te tomas todo muy en serio. Te invité a conversar, no te ofrecí matrimonio o tal vez te gustan más jóvenes. No me ofendería, respeto a los sinceros-
-Tengo un fetiche-
-¿Sigues viendo arena, palmeras y montañas?-
-No, no sigo viendo arena, palmeras y montañas. Tampoco un consultorio, repisas con libros que nunca lees y diplomas.
-Ey, leo todos mis libros.
-Mentirosa-
-Háblame de tu fetiche-
-Doy clases de historia en una universidad pequeña de Praga. Duermo con estudiantes que tienen malas calificaciones y bellos traseros. Siempre les pongo buenas notas cuando ellas son generosas conmigo. Pero no les ofrezco la posibilidad, ellas se acercan, sonríen y me dejan un papelito. Acudo a la dirección, celebro el coito, ellas me graban y después de por vida me cobran chantaje de 400 euros. Ya caí 30 veces bajo la misma carnada durante mis 20 años como docente.  Muchas de ellas no llegan a los 21 años. Y rompo el código de ética de conducta. Por ese fetiche no tengo la mansión de Kent ni su patio con estatuas. Soy un completo idiota-
-Me dijiste que te gustaban las azafatas y las mucamas-
-Eso es un hábito, Gretel. No un fetiche. Ocurre que con las estudiantes es más que sexo, es contra el sistema. Déjame explicarte. Soy tan limpio y ordenado. Pero ahí hago mal las cosas, me dejo llevar por los impulsos y apruebo a alguien que no está capacitado. Arruino el mundo. Es como un pequeño gesto de rebeldía que después termina siendo una gran condena para mi bolsillo y después hay otro ángulo: yo tengo el poder, ellas no pueden decir que no. Pero después yo pierdo el poder cuando me filman y chantajean, entonces trato de recuperarlo. Juego al detective y las filmo a ellas con drogas o en actos de lesbianismo. Con eso a ellas, con mis contactos, no les darían trabajo en toda Praga u Europa. La lista antes era más grande que de 10, era de 50 chicas promiscuas, Gretel. Estaba yo arruinado. Pero ahora anulé 40 chantajes. Me dejo perder, lo pierdo así lo recupero. Es un placer extraño, incluso tengo esas cintas que ellas me devuelven con copia y todo pero no las destruyo. Las uso para verlas y masturbarme. Estoy realmente enfermo pero cuando hago eso pienso que celebro una gran victoria. Es decir, uso mi poder, lo pierdo a propósito y lo recupero. Es una forma tortuosa de vivir pero no encuentro otra-confesó Thomas Hortmanen.
Gretel, con los ojos como platos, jamás pensó escuchar una confesión de esa magnitud. De todos modos, las dunas seguían repitiéndose y todavía no había un lugar lo suficientemente plano como para instalar la carpa dentro de la cual Radok completaría el mensaje del profeta Kurbish, Ilh Karg Elh Am. No obstante, ese largo tironeo de silencio aflojó más los labios de Thomas.
-Supongo que ahora debo decir que estaba bromeando  y que era una mentirilla-
-No estabas mintiendo, Thomas. Tus ojos estaban fijos. No estabas pensando en lo que decías, pasaba directamente a la lengua. Tú padre te golpeaba, ¿verdad? Soñaste con crecer, golpearlo y luego tuviste tu oportunidad con él pero volviste a perder ya que siempre te superó físicamente. Entonces no te quedó otro camino para drenar tu ansiedad competitiva que la inteligencia, por eso les dabas la oportunidad a las chicas con el sexo chantaje y luego las chantajeabas a ellas para sentir una superioridad que necesitas-
-Sí, mi padre me golpeaba, Gretel. Jamás pude vencerlo, ni aun cuando tenía el cabello blanco. Era un leñador ebrio, bruto y maloliente. Quise una revancha, nunca tuve un físico privilegiado. Así que pensé que hormonalmente sería más divertido, sin embargo perdí mucho dinero con mi forma de redefinir mis enfrentamientos internos-
-Dime algún juego en que tu padre sea bueno-dijo Gretel, en su terapia conductista-todos los juegos de azar, requieren de cierta inteligencia-
-Ajedrez. Tampoco pude vencerlo allí-
-¿Dónde está tu padre ahora?-
-En un asilo de Oslo-
-Ve a verlo y juégale al ajedrez-
-Siempre me venció-
-¿Cuántos años tenías cuando te venció por última vez?-
-10-
-¿Has seguido jugando al detective para anular los chantajes de la lista de chicas vivas con otros chantajes?-
-No, hace años que no juego al detective-
-Todo niño, cuando es joven, necesita vencer a su padre para su seguridad y autoestima. De hecho, los buenos padres a veces menguan esfuerzo para que sus hijos tengan la confianza suficiente para superar las adversidades después de derrotar a sus progenitores. Pero por lo visto tu padre te vio más como una competencia, un hermano menor, que como un hijo, una bendición. Seguramente eras el consentido de mamá-
-Así que es culpa de mi padre-
-No, es tu culpa. No volviste a enfrentarlo. Tu padre no se dejó vencer por qué estaba envidioso porque eras el niño mimado de su esposa. Entrena al ajedrez y véncelo. Luego háblense, pídanse disculpas y traten de terminar bien la relación en los pocos años que quedan-
-¿Cómo lo haces?-
-Hay círculos sin cerrar en el pasado, por eso repetimos errores en el presente, Thomas y a consciencia y sin voluntad de cambio. Se llama conflicto espiral. Sufres de eso: un tema que no resolviste en la infancia te hace repetir patrones malos de conducta en el presente. A ti se te dio dejarte chantajear por universitarias precoces. A otros se les da por provocar peleas en bares. Pero tienes un círculo sin cerrar, vencer a tu padre. Nunca le has ganado en nada, por esa razón necesitas juegos de dominio, pérdida, búsqueda y encuentro. Cierra el círculo y la lista llegará a cero pero ya no será un juego sino algo que harás con efectividad e inteligencia-
-Mi padre no era fiel con mi madre, entonces decidí ser infiel con la ética a mi trabajo ya que no estaba casado. ¿Tiene sentido?-
Gretel asintió.
Finalmente, con enorme esfuerzo, instalaron la carpa con una mesita para que Radok complete su trabajo, al cual por cierto demoraba sembrando hastío entre la mayoría de los presentes, excepto Gretel y Gregor.
-Hace mucho que no hago esto, necesito tiempo-
-Antes de que anochezca nos iremos, en cuanto el sol empiece a bajar, no quiero pasar la noche aquí, entre tantos chacales y bandidos-repuso Kent, mirando el reloj, luego su rostro al espejo, preocupado por la porosidad adquirida por su cutis facial, en medio de las lamidas del sol. Era metrosexual, obsesionado con su apariencia y bajo esa mecha abrió un abismo entre él y sus hijas que nunca pudo abreviar pero tampoco lamentó. Como Dorian Gray, temía envejecer y el deseo de conservar su belleza le brindó una soledad de la cual no era consciente pero si convaleciente pegando ingratitudes en quienes no la merecían.
-¡No digan nada, váyanse de aquí! ¡Necesito estar solo para concentrarme! ¡Sus hedores me desconcentran!-vociferó Radok, conocido en el ambiente académico por su mal carácter cuando algo excedía sus capacidades. Sin decir nada, Kent se retiró de la carpa. No obstante, Thomas objetó:
-Hay 45 grados de temperatura, ¡nos cocinaremos vivos afuera! ¡No podemos salir de esta carpa!-
-¡Debieron traer otra tienda, les dije, no es mi culpa! ¡Salgan afuera! ¡Necesito, por lo menos, veinticinco minutos a solas para calcular la mecánica del trazo de este profeta kurbish!-arengó Radok.
Finalmente, todos se sentaron en la maya de sombra proporcionada por el jeep frotándose las latas de cerveza frías en las mejillas, con mucha deshidratación y pocas ganas de hablar. Por lo menos, los sedantes suministrados por Querubín funcionaban de maravillas como analgésicos. Kent, exagerado, metía la cabeza dentro de la nevera eléctrica. Con la camisa enrollada en su cabeza, Thomas se apoyaba contra un neumático del vehículo. Gregor seguía frotándose latas heladas en las mejillas y en el cuello, con deseos de reencontrarse con ese ninja cristiano en otra ocasión.
-Moriremos aquí, lo sé-farfulló Thomas, cerrando los ojos y apoyando el mentón en el hombro izquierdo. Gretel suspiró y sorbió agua de la cantimplora, en tanto, con el diente, Gregor destapó una cerveza. Al poco tiempo escuchó algo y lanzó un cuchillo, clavando a una serpiente sobre la arena.
-No era venenosa, ¡era silvestre!-chistó Thomas, con la sudadera blanca gris del sudor, pegada a su cuerpo.
-Escuché el siseo, ¡qué querías que hiciera!-
-Ya no aguanto más, iré a esa tienda-
-No, Gretel. Radok perderá la conexión y necesitaremos salir de nuevo. Démosle unos minutos más-
-Lo hace para molestarnos, no necesita el aislamiento para completar la última oración-chistó Gretel. Finalmente, Radok salió de la tienda, diciendo:
-Thomas, ya completé el trazo. Ven a verlo por ti mismo, los demás pueden acompañarnos-
En la cima de la montaña, en el agua que corre bajo el puente, en el árbol que ofrece su casa a las aves, se esconde el sortilegio donde… el mejor fue igual al peor…
-Esto es todo lo que dice la profecía de Ilh Karg Elh Am. Todos los profetas tenían lenguajes pictóricos y desde luego que sus profecías, antes de ser consideradas, debieron ser interpretadas por especialistas en lenguaje pictórico. ¿En qué momentos de la historia el mejor fue igual al peor?-refutó Radok Tchaikosky.
-El 9 de Abril de 1941 el Papa se reunió con Hitler y no rechazó su causa, en secreto dicen que todo lo contrario y que fue una reunión más diplomática que otra cosa, que no lo presionó lo suficiente para desviarlo de su locura. En ese momento el mejor fue igual al mejor-
-Tiene sentido, Thomas-intervino Gretel-el papa salvó las obras artísticas de roma, no tocadas por los nazis, en el vaticano. Quizá ese fue el pago de los alemanes por el hecho de que el papa nunca los defenestró públicamente-
-No sé por qué con ustedes me siento chino-refutó Gregor, poniéndose la lata de cerveza, en la frente.
-El Papa y Hitler se reunieron en el museo de Albert Friztberg, que queda en Colonia. Albert Friztberg, orgullo de la pintura renacentista germana, tiene un muro propio dentro de ese museo. Tal vez sus pinturas en los paisajes referidos por la profecía de Ilh Karg Elh Am, muestren datos que nos acerquen al último apócrifo-aseveró Thomas Hortmanen.
-Alemania, aire fresco, humedad, cordillera, verde, eso suena muy bien, me alegra mucho el día-dijo Gregor, mirando el desierto de Marruecos-Por otro lado, los paisajes referidos por el profeta kurbish no los encontrarán en el muro de Albert Friztberg. Estudié arte en la academia y Friztberg era cubista. No era renacentista, de esos que amaban los paisajes hermosos y demás-
-Según tu inferencia, estamos perdidos. Los cuadros son transportados de museo en museo, todo el tiempo; salvo los permanentes, aquellos comprados por el museo o donados por sus fundadores-replicó Kent Laughton.
-JA, estoy mintiendo. Albert Friztberg era impresionista, no cubista. En sus cartas criticó mucho a Van Gogh y Gaughin. Solo quería que tu cara se arrugue un poco, Kent. Así haces algo por la causa. Algo más que pegar un trozo de pergamino en el techo o darle unas raíces celestes a Gretel después de ducharse. Confiesa, Querubín. ¡Danos los antídotos ahora!-presionó Gregor, en la carpa, extendiendo su pistola en dirección de Kent Laughton.
-No soy el querubín. ¡Estás loco, Gregor!-
-Entonces eres uno de sus serafines-
-Tampoco. Estás desvariando. Deja de apuntarme con esa pistola, maldito seas. ¡Me pones nervioso!-
-Siempre cuando tratamos de buscar un antídoto aduces que el querubín es invencible y sabelotodo, serafín. Siempre dices que nos conformemos con qué tenemos otros nombres aparte de Santiago Cruz, con el libro, la conferencia y los quince minutos de fama. Así mermas nuestra resistencia al momento de entregarle ¡el último apócrifo a Querubín! ¿Dónde están los antídotos, Kent? ¡No te lo diré otra vez!-repuso Gregor, quitándole el seguro al Glock. Gretel levantó las manos y tragó saliva. Radok se quitó los anteojos, los sopló y los limpió con un pañuelo. Thomas cerró los ojos e inclinó el mentón.
-No seguiré con tu juego, Gregor. Ya es suficiente, solo quiero ganar mi dinero y hacer la diferencia. Nunca esperé qué esta investigación fuera completa, apenas quería saber como llegaron las copias del último apócrifo a Santiago Cruz. Resuelto eso, es suficiente para mí. Algunos se conforman con un trozo de pan fresco, otros quieren caviar importado-
-Ya basta de farfullos, Kent-repuso Gregor, apretando los dientes, con cara de perro ante un collar de chorizos-En esta investigación no has realizado ningún aporte o deducción, por eso me sorprende que tengas tantos lauros como antropólogo. Vives muy aislado como para robar teorías en conversaciones pasadas de bebida, de modo que ¿cómo hizo Kent tantos descubrimientos si es un completo inútil? ¡La respuesta es simple: lo ayudó la sociedad de los caminantes grises!-
-¡Esa inferencia es barata, estúpida, típica de un mono vestido como tú! ¡Sólo sirves para mirar feo y dar golpes, Gregor! ¡La placa es un adorno para ti, no un reconocimiento para mí!-
-El enojo procede en nosotros cuando alguien dice algo que es cierto. Siempre quieres concluir la investigación y lo mencionas sin que te lo solicitemos, solo para que pensemos que tienes miedo y que no harás nada peligroso. Es una pantalla pero no puedes ocultar que el día que Querubín saboteó nuestros cuerpos ¡fuiste el que menos insultó y gritó! ¡Eso significa que lo estabas esperando, maldito seas!-sentenció Gregor, disparando al lado de la arena. Tragó toneles de saliva Kent y con el rostro pintado de transpiración, aseveró:
-Espero que estés bromeando, ¿estás bromeando, verdad? ¡No soy serafín, ¿de acuerdo?! ¡No soy serafín ni querubín! ¡Si soy un agente de la logia de los caminantes grises! ¡Les abro la puerta, ellos hacen lo demás! ¡No me dispares, Gregor, por favor, no me dispares!-rogó Kent Laughton, con las manos en alto-Ellos me han dado cosas que no necesitaban para que yo me luzca, crezca y tenga una carrera como antropólogo. Cosas para destruir a los templarios o a los benedictinos. Soy agente de la logia de los caminantes grises y no por presión, sino por elección. Deja de apuntarme. Soy un peón para ellos. Estoy envenenado como ustedes, ¡necesito el antídoto tanto como ustedes!-defendió Kent Laughton.   
Fue esposado, pagaron el hotel, hablaron poco y se dirigieron a Berlín en el primer vuelo que salió con escala previa en Portugal. Entretanto, dentro del santuario de los caminantes grises, Humberto Ricci tocaba el agua bendita, pensando en todos los improperios de la humanidad y en cuanto a la misma le gustaba enlodarse en ellos con la esperanza de perderlo para después recuperarlo pero lo hacían y sin embargo, no era tan interesante como la primera vez. Por tanto, enloquecían en una lluvia de demonios y duendes que repetían el hazlo de nuevo de un modo asfixiante, persuasivo. Para algunos la locura era toda una vida, pero para todos, sin dudas, era un momento y nadie podía negar qué alguna vez fue picado por ese escorpión invisible. Soñaba Humberto Ricci con un mundo sin seres humanos, en el cual los animales podrían salir y ser obedientes a Dios. Había sido educado bajo un código de conducta demasiado abstemio, pero jamás le resultó un esfuerzo. Cuando no había puntos de comparación entre abundancia y escasez, el crecimiento era un proceso ininterrumpido.
La insatisfacción le daba continuidad a la superación y en cierto modo, sabía sonreírle y agradecerle a pesar de las llagas en el temperamento sembradas por la misma. Pero las ondas generadas por su dedo dentro del agua bendita, no lo expiaban de todas aquellas veces que bajó el pulgar para que el llanto de los inocentes no lo persiga. Triste vio como lo que nació como un gran consejo moría como un pequeño consuelo, temía que esa reseña se engrape en lo que consideraba más sacro e inmaculado.
Aunque el pensamiento tenía más vida que el habla, todavía no bebía de pozos desesperados, ansiosos y violentos. En ese sentido, seguía pisando la serenidad y la perspicacia en las baldosas de la celeridad, construidas con el conocimiento que disponía del prójimo. La escasa comunicación celebrada durante su vida no cortaba los hilos de su cordura. Acostumbrado a la soledad y al silencio, Humberto Ricci consideró que la faena del hombre estaba en la igualdad del hijo con el padre. No obstante, difícil era tal faena entre jóvenes que no escuchaban y necesitaban ser diferentes a sus creadores para sentir que la vida era algo más que una palabra. Ahora podía atisbar en lo que le sucedía a Dios, cuando el altísimo día tras día y noche tras noche testificaba esos distintivos en sus hijos expresados a través de infamias y calamidades atroces cuya mera mención enredaba el alma en justos deseos de autodestrucción.
Sin embargo, el silencio fue asesinado por unos pasos celebrados más allá de las penumbras abrigadas entre los umbrales de los arcos circundantes a la fuente cercana al anfiteatro. Muchos días llevaba Humberto Ricci sin salir a ver la luz del sol, bañando su rostro de un nuevo y tenue ímpetu, a través de un perfume de rayos sobre el hotel de sus mejillas rebosantes. Esperaba qué en medio de la luz del día el sosiego sería lo suficientemente profundo como para que la petición ajena no lo perturbe. Una vez erigido el castillo de su identidad con los ladrillos de los fracasos y la argamasa de los secretos, no se sorprendió de ver a su hijo, Augusto, acompañado de otros miembros de la sociedad de los caminantes grises.
-Este santuario es solo para el líder designado. ¿Cómo osan profanarlo con sus almas ávidas de cambios? Quien necesita cambios, aun no despertó su luz interior y no puede merodear en este sacro lugar en el que el altísimo alguna vez le habló a Pablo de Tarso a través de su hijo Jesucristo-
-No nos interesa el mundo moderno, padre. Sus computadoras, sus celulares, sus tecnologías y sus hábitos, nos pides que vivamos como buitres cuando en realidad somos halcones. No debiste ofrecernos carroña. Investigaremos el último apócrifo y determinaremos si merece la luz-aseveró Augusto Ricci, corriendo su sotana, a fin de vislumbrar su daga florentina, en cuya empuñadura había un arroyo de rubíes, esmeraldas y ámbares, con dientes de diamante en forma de colmillo en los alerones con forma de L torcida. Cegaba antes de perforar. Nefasto, único. Con esa daga se podía comprar alimento para el día de todos los habitantes de una metrópolis. Una enjoyada daga de oro para exterminar la doctrina de quién acuciaba la dependencia eterna del hombre y que retrasaba la impetuosa emancipación.
Humberto Ricci sonrió por esa ironía de que el retroceso a las libertades simples fermentaba las ambiciones impúdicas de quienes alguna vez soñaron ser virtuosos, confundiendo la miel de la transformación con la hiel de la sustitución.
-Julio César fue a conquistar el mundo y se olvidó del hambre de Roma. Por eso al regresar todos se dieron vuelta y su sobrino Bruto, azuzado por Octavio, lo asesinó junto a los otros senadores. Sin embargo, no necesito verlos. Ha llegado el momento. El deseo llenó más copas que el deber, la muerte quiere morder el interminable fruto otra vez. Pueden celebrar su obra sin complejos-pidió Humberto Ricci abriendo los brazos como un fénix que sale del sol, mientras su hijo y 9 integrantes más de la logia comenzaban a rodearlo como lobos al carnero delante del guijadal.
-Laurens era un hombre, pudo haberse equivocado. Si no podía conocer el alma de los hombres, ¿cómo podía interpretar la palabra de Dios de los que fueron inspirados y de los que no? Hubo un traidor y eso no pudo preverlo. Por lo tanto, la orden de Laurens ya no es un mandato vigente sino una vieja sugerencia a la cual ignoraremos desde ahora-explicó Augusto Ricci, en tanto los demás monjes, con sus dagas de plata, seguían arrimándose a Humberto, con paso lento y descarnado Lo matarían con poder y riqueza, fundida de pequeños hurtos y birles que los monjes grises hicieron sobre los cofres ocultos del patriarca. Esos ámbares, diamantes, rubíes y zafiros antes estaban en jarras que llenaban copas y bandejas que transportaban alimentos y hasta parecían brillar con más anhelos en armas que secaban la vida con el beso de la impaciencia. En cuanto al anciano, elevaba las manos y cerraba los ojos como si fuera bañado por una nube de olores primaverales.
-La verdad, querido Augusto, es una montaña. ¡Puedes verla pero no llevarla a otra parte!-rugió Humberto Ricci, al recibir la primera gruta con el ingreso de la pérfida daga; en el ostión de sus presunciones más ignoradas y por ello merecedoras de volar más allá del pensamiento a través del paso de los hechos. El metal mordió su carne y rió de su alma, al traspasar la vértebra y chispear en el hueso.
-Ya no dirigirás nuestros destinos. No sabemos cuantas semillas arrojamos al fuego. Nunca leímos, solo obedecimos. Pero esta vez el fuego tendrá que esperar-acentuó Augusto, mientras Humberto sentía dos crudas dentelladas, en la espalda, procedentes de otros dos traidores, que descendieron sus puñales como si fueran odios ante los rechazos o cariños ante los generosos. La garganta se secaba, enrollándose como un papiro y los ojos se endurecían haciendo un homenaje a los lejanos cristales. 
-Faltas tú, ¿por qué no lo haces? Siente mi sangre en tus manos. Eres débil y cobarde. Simplemente quieres ser recordado. Todos los seres quieren ser recordados, por eso este mundo no tiene descanso-pronosticó Humberto, conforme se arrodillaba para recibir un puñal justo en el corazón, de su propio hijo, el cual dio un paso hacia el costado y lo dejó caer como se dejan caer las cáscaras luego de deglutir el fruto de la nuez. Con un GURG ORGH bailando en el aire, los hombros de Humberto golpearon la losa del templo cuadriculado. El sudor, enfriándose, empezó a cortar sus mejillas, en los primeros besos de la despedida. Una nube de colibríes se perdió en el cielo tras el grito corto y los pasos constantes, escapando todos ellos del grateus circundante al solar entre las columnas medio techadas. 
-Obedecer, hermanos míos, puede salvarnos, no congraciarnos. El mandato de Laurens queda sin efecto. Esa es mi primera decisión como nuevo representante de la dinastía Ricci, al mando de la sociedad de los caminantes grises-