VIII[8]

«Recuerda, ¡tú también eres mortal!»: me golpeó en mi mejor momento y cuando las cosas llegaban a cierta altura. Mis dos recursos eran la pluma y la voz, y tenía que ser el esófago. Todo ese tiempo, mientras trabajaba de sol a sol y le robaba horas al sueño, había estado «extraviándome en la arena de los enfermos» y ahora un «tumor vulgar y pequeño» se manifestaba. Ese extraño no quiere nada; si me mata, morirá, pero parece muy decidido y determinado en su propósito. Aunque aquí no hay una verdadera ironía. Debo tener un cuidado absoluto para no ser autocompasivo ni egocéntrico.

Siempre me enorgullecí de mi capacidad de raciocinio y de mi materialismo estoico. No tengo un cuerpo, soy un cuerpo. Pero consciente y regularmente actuaba como si eso no fuera cierto, o como si en mi caso se pudiera hacer una excepción. ¿Me noto ronco y cansado en una gira? ¡Iré al médico cuando acabe!

He perdido seis kilos y medio sin intentarlo. Por fin delgado. Pero no me siento más ligero porque caminar hasta el frigorífico es una marcha forzada. Por otra parte, las pústulas de la psoriasis/eccema que ningún médico podía tratar también han desaparecido. Debo de estar tomando una toxina impresionante. Y una bendición para dormir… pero en cierto modo todas las ayudas para dormir y las siestas felices parecen una forma de desperdiciar la vida: hay mucho tiempo futuro para estar inconsciente.

Los hombres solícitos con el oxígeno, la camilla y la ambulancia deportándome amablemente al otro lado de la frontera de los sanos, en otro país.

El extraño hurgaba en mi interior cuando yo escribía unas palabras desenfadadas sobre el anuncio prematuro de mi muerte.

Ahora hay tantos homenajes que parece que los rumores sobre mi VIDA son tremendamente exagerados. He vivido para ver la mayoría de las cosas que se van a escribir sobre mí: es emocionante, pero produce rendimientos decrecientes cuando me doy cuenta de que muy pronto será también «información de contexto».

Julián Barnes sobre John Diamond…

À bout de soufflé… Seberg/Belmondo. Curiosa la normalidad con que se dice «sin respiración» o «sin aliento». En [el aeropuerto de] Logan: ¡no puedo respirar! Próxima parada: terminal.

¿Tragedia? Palabra equivocada: Hegel contra los griegos.

Mañana de biopsia, me levanto y digo pase lo que pase este es el último día de mi antigua vida. Ninguna pretensión de juventud nunca más. A partir de ahora una ardua conciencia.

Chiste del New Yorker en la sección de necrologías… Me fijaba en las fechas de las muertes de Orwell, Wilde, etcétera. Ahora quizá dure tanto como Evelyn Waugh.

Asombroso cómo han aguantado el corazón, los pulmones y el hígado. Habría estado más sano si hubiera sido más propenso a enfermar.

ORACIÓN: Interesantes contradicciones a expensas de quienes la ofrecen: una trampilla de escape pascaliana demasiado fácil en el lado bueno de la balanza esta vez: ¿qué dios podría ignorar esas súplicas? Por lo mismo: los que dicen que estoy recibiendo un castigo dicen que a dios no se le ocurre nada más vengativo que producirle cáncer a un fumador empedernido.

Sin pelo en la nariz; las fosas nasales moquean. Alternancia de estreñimiento y diarrea…

«El viejo orden cambia, dando lugar al nuevo, y Dios cumple su voluntad de muchas formas y pronto, supongo, seré barrido por algún tumor pequeño y vulgar.»

Hace unos años, a un periodista británico, John Diamond, le diagnosticaron cáncer, y convirtió su enfermedad en una columna semanal. Con acierto, mantuvo el mismo tono alegre que caracterizaba el resto de su trabajo; con acierto, admitió la cobardía y el pánico junto a la curiosidad y un coraje ocasional. Su relato parecía totalmente auténtico: eso era lo que suponía vivir con el cáncer; estar enfermo no te hacía una persona diferente, ni evitaba que te pelearas con tu mujer. Como muchos otros lectores, solía instarle en silencio semana a semana. Pero después de más de un año… bueno, inevitablemente se formaba una expectación narrativa. Eh, ¡cura milagro! Eh, ¡te estaba tomando el pelo! No, ninguna de esas cosas servía como final. Diamond debía morir; y debidamente, correctamente (en términos narrativos), lo hizo. Aunque —¿cómo decirlo?— un crítico literario severo podría quejarse de que su historia carecía de solidez al final…

Tendencia de algunas palabras de conmiseración a sonar involuntariamente finales, por el verbo en pasado o porque las delata algo que tiene un tono de despedida. Mandar flores no es tan agradable como podría parecer.

No lucho ni combato contra el cáncer: él lucha contra mí.

¿Valiente? ¡Ja! Guárdatelo para una pelea de la que no puedas escapar.

Saúl Bellow: La muerte es la oscura parte trasera de un espejo que permite que lo miremos con claridad.

Varias sensaciones de sentirme golpeado hacia delante en el tiempo: catapultado hacia la línea de meta. Intentando no pensar con mi tumor, que sería no pensar en absoluto. La gente intenta que parezca que es un EPISODIO en la vida.

ONCOLOGÍA/ONTOLOGÍA: Bajo la vieja dispensación religiosa, el cielo simplemente te ordenaría ser profusamente torturado y después ejecutado. Montaigne: «El cimiento más sólido de la religión es el desprecio a la vida».

El miedo lleva a la superstición —aunque «la C mayúscula» parece haberla abandonado— y me alegro de que nadie quiera matar un ejemplar de una especie amenazada en mi nombre.

Solo vale si digo algo objetivo y estoico: Ian señalando que puede llegar un momento en que tenga que dejarme ir; Carol preguntando sobre la boda de Rebecca. «¿Te da miedo no volver a ver Inglaterra?».

También expresiones corrientes como «fecha de caducidad»… ¿sobreviviré a mi American Express? ¿A mi carnet de conducir? La gente dice: Voy a la ciudad el viernes, ¿estarás por ahí? ¡QUÉ PREGUNTA!

PIES FRÍOS (por el momento solo de noche): «neuropatía periférica» es otra de esas palabras que expresan la muerte en vida del sistema.

Y pierdes peso, pero el cáncer no está interesado en comerse tus michelines. Quiere tu músculo. La dieta de Villa Tumor tampoco ayuda mucho.

Lo peor de todo es el «quimiocerebro». Apagado, entumecido. ¿Y si esta tortura prolongada y profusa es solo el preludio de una ejecución truculenta?

El cuerpo pasa de ser un amigo fiable a alguien neutral y luego un enemigo traicionero… ¿Proust?

Si me convierto será porque es preferible que muera un creyente a que lo haga un ateo.

Ni siquiera una carrera para una cura…

Burocracia, la maldición de Villa Tumor…

La tristeza de verse a uno mismo en antiguos vídeos o YouTube…

La «revelación gradual» todavía no es un problema para mí.

El libro Man to Man, de Michael Korda.

Puedes estar tan habituado a las malas noticias que las buenas noticias son como Breytenbach y el pastel. La consolación de decir bueno, al menos no tendré que hacer ESO.

Larkin es bueno sobre el miedo en «Albada», con reproches implícitos a Hume y Lucrecio por su estoicismo. Justo en cierto modo: los ateos tampoco deberían ofrecer consuelo.

La banalidad del cáncer. Todo un lazareto de efectos secundarios. Especialidad del día.

Ver el poema de Szymborska sobre la tortura y el cuerpo como un piélago de dolor.

De la intrincada novela que Alan Lightman publicó en 1993, Sueños de Einstein; sucede en Berna en 1905:

Con la vida infinita llega una lista infinita de parientes. Los abuelos nunca mueren, ni los abuelos, las tías abuelas… y así, generaciones atrás, todas vivas y brindando consejos. Los hijos nunca escapan de la sombra de sus padres. Ni las hijas de la de sus madres. Nadie llega nunca a ser él mismo… Ese es el coste de la inmortalidad. Ninguna persona está completa. Ninguna persona es libre.