CAPÍTULO CATORCE
Acariciaba la parte de atrás de la mano de mi madre. “No puedo creer lo delgada que se ha puesto. No va a durar mucho más.
“No, no mucho más”, dijo Marybeth.
Miré a mi hermana, cuya pulgada de canas y mejillas pálidas y demacradas hablaban por sí mismos. “Creo que es la primera vez que has reconocido cuán enferma está Mamá”.
“Lleva varios días sin hablar, ni siquiera murmurar. Los doctores no saben cómo es que ha durado tanto tiempo. Yo sé que ya es hora.
Fui hacia Marybeth y la abracé. Me sorprendió abrazándome también. Le dije a mi formidable hermana mayor, “”Has sido una buena hija, una verdadera defensora de Mamá”.
Marybeth me soltó. “Traté. Yo sé que tú piensas que yo estaba siendo difícil, como siempre soy supongo, pero hice lo mejor que pude para cuidar a Mamá y hacer lo correcto”.
“Yo sé, y creo que a cierto nivel, Mamá lo sabe también”.
Marybeth se mordió el labio, un hábito nervioso de cuando era niña que yo no había visto en años. “Así espero. Y Maura, me alegro que regresaste antes de que, tú sabes. Creo que Mamá estaba luchando para mantenerse viva hasta que tú regresaras”.
“Yo también”.
“¿Así qué todo anda bien ahora? ¿Recuperaste tu trabajo?”
“Sí, todo está bien. Scott quitó los cargos y el Consejo de Salud me reintegró. La agencia de enfermeras me ofreció mi trabajo de nuevo, pero le dije que no quería regresar”.
“¿Por qué?”
“Bueno, quiero pasar tiempo con Mamá, el tiempo que le quede. Y después a lo mejor quiero probar algo nuevo”.
“¿Algo nuevo?”
“Sí, posiblemente regresar a la escuela y estudiar psicología. O asesoramiento. Algo que tenga que ver con personas, personas conscientes”. Miré mi reloj. “Me tengo que ir. Me voy a reunir con mi hija para almorzar. “Luego vengo a relevarte”.
Marybeth levantó las cejas, de nuevo pareciéndose muchísimo a mi madre. “¿Tú hija?
“Sí, Fiona. ¿No te dijo Eileen?”
Marybeth se mordió el labio. “No, pero no hemos hablado mucho últimamente”.
“Bueno, te veo más tarde pero ahora necesito darme prisa para no llegar tarde. Es nuestro primer almuerzo y para decirte la verdad, estoy bastante nerviosa”.
“Buena suerte, Maura. Las chicas jóvenes pueden ser quisquillosas, pero al final de todo, necesitan a sus madres”.
Miré al despojo atrofiado que era mi madre y asentí con la cabeza. “Sí, las necesitan”.
Fiona ya me estaba esperando en The Captain’s Chair en el pueblo. Me miró con ojos de esmeralda enfadados y espetó, “Has llegado tarde”.
Me senté en frente de ella. Sí, yo sé pero me demoré en casa de mi madre. Ya no le queda mucho tiempo”.
“¿No le queda mucho tiempo para qué?”
“Se está muriendo”.
“Oh,” dijo Fiona. Su expresión se suavizó un poquito. “Lo siento”.
Asentí con la cabeza, “Sí, yo lo siento también, pero no vinimos aquí para hablar de mi madre. Gracias por venir”.
“Yo no quería”.
Lo sé, pero así y todo viniste y quiero darte las gracias por eso”.
Fiona se mordió el labio y por primera vez vi algo de los Lenihan en su rostro.
“De nada, supongo”.
Después de haber ordenado sopa de almejas y ensaladas de la camarera, carraspeé. “Debes de tener muchas preguntas. Supongo que cuando te imaginabas a tu madre biológica, yo no era exactamente lo que tenías en mente”.
De repente Fiona soltó una carcajada como un ladrido. “¡Ja! ¡Qué bueno está eso!”
“¿A qué te refieres?”
“Hasta hace seis meses yo ni sabía que era adoptada. Me parezco a mi madre y a mi abuela, menos esto”, dijo mientras se agarraba un mechón de pelo rojo. “Abuelita sacó una foto de una prima segunda con pelo rojo y ahí lo tienes, misterio resuelto”.
“No lo puedo creer. ¿No te dijeron que eras adoptada hasta tener veinte años? Es una locura”.
“Ellos no me dijeron nada,” Fiona se dedicó a la sopa. Indiferente, como si ella hubiera repetido esta misma historia varias veces ya. Dijo, “Mi padre tuvo leucemia el año pasado y a todos nos hicieron pruebas para ver si éramos posibles donantes de médula ósea. Cuando me enteré que yo no era una donante compatible me eché a llorar y el técnico trató de confortarme diciendo que los porcentajes de compatibilidad eran bajos aún para hijos naturales y ni se diga para esos no relacionados. Estaba en un estado de choque, digo, nunca sospeché que era adoptada. Mientras que mi madre estaba en el hospital con mi padre un día, arrasé con todos sus papeles y encontré mi acta de nacimiento original y todos los papeles de adopción. Entonces hice un par de búsquedas en la internet y me enteré del resto.”
“Ay, por Dios, qué manera tan horrible de enterarse. ¿Cómo está tu padre?”
“Está bien, el tratamiento fue un éxito. Mis padres no paraban de disculparse por no haberme dicho. Ellos me dijeron que siempre quisieron decirme pero que mis abuelos no los dejaban.”
“¿Te dijeron por qué te adoptaron?” Nadie me dijo jamás que los Mannion se iban a quedar con mi bebé. No creo que ni mis padres sabían”.
“Mamá dijo que Abuelita no quería a ningún extraño criando a una Mannion”.
Sacudí la cabeza. “Ni sé que decir sobre eso”.
Fiona encogió los hombros. “No te sientas mal. Tuve padres maravillosos que me querían y me dieron una vida fenomenal. Eso es lo que te quería decir cuando fui a verte a tu apartamento. Que había tenido una vida muy buena y que no tenías por qué sentirte mal de haberme dado en adopción. Esperaba que pudiéramos llegar a conocernos y entonces, no sé, ¿posiblemente ser amigas? Pero entonces to hiciste eso con mi Tío, y mi Abuela estaba histérica, y pensé que yo estaría mejor no involucrándome contigo”.
“Entonces, ¿por qué estás aquí?”
“Porque mi Tío Scott me dijo que tú lo estabas chantajeando y que si yo no me reunía contigo para almorzar nuestra familia estaría una vez más en los periódicos, y créeme, nadie necesita eso.”
Me forcé a mirarla directamente en los ojos. “No debes pensar mucho de mí”.
“Es cierto, pero ahora que estoy aquí contigo, es raro. Digo, tú me pareces ser una persona muy agradable. Además, Tío Scott siempre ha sido un poco loco en lo que se trata de Brendan. Y aún más cuando se enteró que yo sabía que Brendan era mi padre natural. Scott siempre está diciendo que tenemos que asegurarnos de que la memoria de mi padre sea honrada, que no se le olvida. Pero yo nunca lo conocí y él tiene cuatro hijos más que son los que deben de estar encargados de honrar su memoria, ¿no crees?”
“Creo que tu Tío extraña muchísimo a su hermano, y que eso le ha nublado el juicio”.
¿De verdad que no sabías que mi Tío era un Mannion cuando te comprometiste a casarte con él?”
“Verdaderamente que no lo sabía”.
Fiona asintió con la cabeza. “Yo te creo. Eso no me hará muy popular cuando estemos sentados alrededor de la mesa de Nochebuena, pero yo te creo”.
“Fiona, lo último que quiero es hacerte la vida más difícil y no quiero que sientas que tienes lealtades divididas. Los Mannion te criaron y Brendan era tu padre. Yo solo quería verte para pedirte disculpa por cómo te traté aquel día en el parqueadero, y para dejarte saber que te quiero. Aunque nunca te tuve en mis brazos, siempre te he traído en mi corazón”.
Fiona volvió a morderse el labio y esto me hizo recordar cuán joven era. “Gracias”, me dijo en voz baja.
Sonreí y forcé un tono ligero, sin traicionar el torbellino de emoción que sentía. “Entonces, tomemos esto lentamente. El próximo paso es tuyo. Estoy dispuesta a estar en tu vida en cualquier capacidad que tú quieras. Como una segunda madre, como amiga, como una persona a quién le envías una tarjeta de Navidad una vez al año. Lo que tú quieras”.
“¿Te puedo preguntar algo?”
Asentí con la cabeza. “Claro”.
En una voz que apenas podía oír sobre el sonido del agua debajo de la cubierta del restaurante, Fiona me preguntó, “¿Amabas a mi padre? ¿Aunque fuera un poquito? ¿O fue cómo dicen los periódicos, que él te violó?”
Es extraño que Fiona haya sido la primera persona que me hizo esa pregunta. Miré hacia el puerto por un momento y recordé aquel primer paseo por la playa, la sensación de las manos fuertes y cálidas del Sr. Mannion aguantándome las mías mientras que mirábamos este mismo puerto. Recordé cómo me corría el corazón cada vez que él miraba sobre las cabezas de sus niños para atraparme la mirada y regalarme una sonrisa especial que era toda para mí. Y entonces, las palabras feas en su diario, sus ojos como dos canicas frías cuando me violaba, desgarrando de lado a lado mi cuerpo y mi alma. ¿Amaba al Sr. Mannion? Qué pregunta.
Volví a mirar a mi hija que tenía su cara y mis ojos tristes. Mi hija había tenido una vida mimada, criada por padres ricos y que aparentemente la querían. Ella pensaba que quería la verdad, pero lo que buscaba de verdad era la seguridad de que ella verdaderamente no era el resultado de un crimen violento. Que no estaba manchada desde que nació. Yo le he dado a Fiona muy poquito, aparte del dudoso don de la vida. ¿Cómo podía yo no darle el regalo de esta mentira? ¿Cómo podía yo no protegerla de la fea verdad? En una voz calmada, le dije, “yo tenía quince años, así que el sexo no pudo haber sido consensuado, pero yo sí lo amaba y creo que de cierta manera él me amaba también”.
Se sonrió con lo que imagino fue alivio. “Bien. Muy bien. No quería que tú pensaras....Bueno, no quería ser el recuerdo de un ataque”.
“No lo eres, Fiona. Lo único que pienso cuando te veo es qué muchacha más bella eres y qué dichosa soy yo porque algo bueno salió de una mala situación”.
“¿Tú no estás solamente diciendo eso?”
“No, no estoy solamente diciendo eso”.
“Bueno. ¿Te puedo preguntar algo más?”
“Sí, claro”.
¿De verdad que tu madre se está muriendo?”
“Sí, es cierto”.
“¿Crees que la puedo conocer?”
Forcé una sonrisa. “Claro. Creo que le gustaría eso”.
Marybeth estaba en la cocina bebiendo un té cuando entramos.
“Fiona, te presento a mi hermana, Marybeth”.
Fiona estiró la mano hacia Marybeth. “Encantada de conocerte”.
Marybeth le dio una sonrisa amplia que yo sé le tiene que haber costado. Pero ella lo hizo y tomó a Fiona en sus brazos para darle un abrazo. “Esa no es manera de saludar a tu Tía”.
Fiona se veía contenta de la cálida bienvenida y yo traté de no aparecer estar en un estado de choque.
“Marybeth, espero que esto esté bien contigo, pero Fiona quiere conocer a Mamá”.
Marybeth indicó con la cabeza que estaba bien. “Sí, por supuesto, no tengo ningún inconveniente, pero prepárate, Fiona. Mi madre es una mujer muy vieja y muy enferma. No quiero que te moleste”.
“No lo estaré”, dijo Fiona. Su cara estaba pálida.
“Déjame pasar primero y decirle”, dije. “Aun cuando los pacientes aparentan estar sin poder responder, frecuentemente entienden más de lo que uno piensa”.
La sala estaba a media luz, encendida por solo una lámpara. El olor a enfermedad quedaba disfrazado por el ramo de flores que mi hermano Rory enviaba. Los ojos de mi madre estaban hundidos en la cabeza, y los párpados se veían tan finos como papel de papel de seda. Le tomé la mano. “Mamá, aquí hay alguien que te quiere conocer. Es mi hija, Fiona, y es una chica bella. Una estudiante sobresaliente en Ithaca University. Estarías muy orgullosa de ella, Mamá. Yo sí que lo estoy”.
Le hice señal a Fiona para que se pusiera conmigo al lado de la cama de mi madre.
La estadía en el hospital del padre de Fiona debió de haberle enseñado cómo portarse cerca de los pacientes muy enfermos porque fue muy natural con mi madre. Fiona extendió la mano y tocó la mano de mi madre. “Hola, Sra. Lenihan. Es un placer conocerla”.
Mi madre no respondió nada, pero Fiona no se mostró molesta por eso.
Le pasé la mano por el hombro a Fiona. “¿Por qué no te doy unos minutos sola con tu abuela y puedes decirle lo que te gustaría?”
Fiona me respondió que “sí” moviendo la cabeza y, cuando salía de la habitación, oí unos suaves murmullos. Marybeth seguía sentada en la mesa de la cocina.
“Gracias por la amable bienvenida que le diste a Fiona. No había planeado en traerla aquí, pero ella me lo pidió y bueno, no quise decirle que no”.
“No me molesta. De hecho, pienso que es lo correcto. Ella es una chica bella, Maura. Me he preguntado con frecuencia cómo sería tu bebé”.
Yo ni traté de esconder mi estado de choque. “¿De verdad?”
“Sí”, contestó Marybeth, “y veo que es lo mejor de ustedes dos”.
Me sonreí y me agarré un puñado de pelo. “Menos el pelo”.
“Especialmente el pelo. ¿Te he dicho alguna vez lo envidiosa que estaba de tu cabello?”
Me reí. “¡No! ¿Estás en serio?”
“Sí, mi pelo rubio siempre me parece blando, descolorido, pero el tuyo, el tuyo es vibrante y yo siempre esperé que uno de mis hijos lo heredara, pero en vez heredaron el de mi esposo que es de color marrón de ratón. Fiona es dichosa de haberlo heredado. Estoy contenta de que ustedes dos se hayan encontrado, y espero que puedas conseguir un fin a todo esto”.
“Ya ha pasado. De cierta manera. Marybeth, ¿piensas que Mamá sabía que los Mannion habían adoptado a mi bebé? ¿Alguna vez te dijo algo?”
“Ella nunca me dijo nada, pero eso no significa nada. Mamá siempre guardó sus propio consejo”.
“Pero, ¿crees que lo sabía?” Insistí.
“No, no creo. La verdad es que pienso que ella hubiera estado horrorizada de saber que tu ‘error” estaba viviendo tan cerca. Pero quién diablos sabe con Mamá. A lo mejor sí lo sabía. Ella era un mundo en sí misma”.
“No debí de haber traído a Fiona”.
“No, yo creo que es justo. Mamá es tan responsable por todo esto que cualquier otra persona”.
“Marybeth, no puedo creer que estoy escuchando estas cosas viniendo de ti”.
Marybeth se mordió el labio por un momento y entonces dijo, “Mira, tú no eras un ángel, pero tú también eras una niña. Una niña sin supervisión, y ¿quién tiene la culpa de eso?”
Miré al lío de fotografías colgadas en la pared de la cocina, la manifestación física de un exilio que ya tenía décadas de haber ocurrido me cortó a través de la coraza fina de mi indiferencia fingida. ¿Y quién colgó esas fotos? Mi madre. “El tiempo para asignar culpa está en el pasado”.
Marybeth me siguió la Mirada a la pared. “Supongo que así es”. Recogió su cartera del piso y se la puso en el regazo, inconscientemente haciendo eco a los manierismos de nuestra madre. “Mira, estoy cansadísima y mi familia no ha disfrutado de una comida casera en una semana, así que mejor me voy. Despídete de Fiona de mi parte”.
“Lo haré, Marybeth. Y gracias”.
Fiona regresó del lado de la cama de mi madre sumisa. Nos abrazamos en la puerta pero ella no prometió nada ni yo pedí nada. Intercambiamos números y direcciones de correos electrónicos. Lo único que podía hacer era esperar lo mejor.
Regresé a la sala y me senté en la orilla de la cama de mi madre. Una vez más la tomé de la mano.
“Mamá, me alegro que conociste a Fiona y pudiste ver que algo bueno salió de una época terrible. Yo sé que tú no eres el tipo de persona que vive en el pasado, pero aquí hemos llegado al final de este camino y si no lo digo ahora, nunca lo diré. Lo siento. Lo siento que permití que las cosas con el Sr. Mannion llegaran a dónde llegaron. Lo siento que te humillé. Lo siento que le partí el corazón a Papá. Lo siento que fui tan grande desilusión para ti y que nunca sería la hija que tú querías. La hija que te merecías”.
“Y Mamá, quiero que sepas que te perdono por siempre hacerme sentir como una extranjera en mi propio hogar. Por nunca darte cuenta de mí, nunca mirándome de verdad. Por criticar mis fallos sin cesar. Por haberme abandonado cuando más te necesitaba. A pesar de todo, siempre te he querido. Siempre te he necesitado. Y yo espero que tú también me quisiste”.
Los párpados de mi madre aletearon y sentí una leve presión de sus dedos delgados. Me incline hacia ella, y la besé en la mejilla. “Gracias, Mamá”.
Esa pequeña señal de ella era suficiente.
Tendría que ser suficiente.