Capítulo 6

-Voy a calentar la leche para el chocolate —dijo Luke, mientras se dirigía a la cocina—. ¿Tienes algo de comer? No he desayunado y estoy hambriento.

Brenna se quedó en el recibidor totalmente confusa. En lugar de tomarla a ella, había decidido tomar por asalto su cocina. Lo siguió y, desde la puerta, lo vio sacando todo tipo de comida del frigorífico y los armarios.

—Tienes cuanto necesito para hacer mi especialidad: manteca de cacahuetes, plátanos, crema de queso, miel y pan integral. ¿Quieres probar?

Brenna se estremeció.

—¡Nunca!

—Es muy nutritivo para el bebé. Contiene algo de todos los grupos de comida: proteínas, fruta, leche y cereales.

—Gracias, pero nosotros dos pasamos. Tengo un poco de pollo que me queda de anoche —dijo ella—. ¿No prefieres un sándwich de pollo?

—No, pero te haré uno si quieres.

—Todavía no tengo hambre.

Lo miro realmente anonadada, mientras acumulaba montañas de comida una encima de otra.

—¿De verdad te vas a comer todo eso?

—Sí. No soy un buen cocinero, pero hago unos sándwiches profesionales. Aprendí cuando trabajaba en la taberna de los Minteer.

Brenna se aproximó a él.

—¿Tu familia tiene una taberna?

—Sí, la Taberna Minteer en Johnstown. Son los dueños desde la última gran inundación. La reconstruyeron y funciona seis días a la semana, desde las dos de la tarde. Los empleados son todos Minteer.

—Ya veo que tus raíces vienen de muy atrás —se puso a su lado—. No me extraña que quisieras regresar aquí.

—Me conmueve que pienses eso de mí, pero ahora me haces dudar sobre si decirte o no la verdadera razón de mi regreso.

Brenna quitó la leche del fuego.

—He querido saber el por qué de tú regreso desde que me contaron tu historia.

—Pues regresé porque estaba furioso después de que Matt me hubiera despedido. Sabía que nada los fastidiaría más que el que me viniera a vivir aquí, cuando no podían ni verme —le dio un bocado a su sándwich y trajo una silla para que se sentara Brenna, después preparó el chocolate y lo llevó a la mesa—. Volver era mi mejor venganza. Podría haberme ido a cualquier parte, pues tenía muchísimas ofertas en el mundo de la política. Pero no quise.

—Así es que, en lugar de desaparecer, volviste y te dedicaste a escribir una novela de intriga.

—Y resultó ser un éxito, así que encontré una nueva carrera mucho más gratificante y lucrativa que la política.

Brenna no estaba convencida de que los verdaderos motivos de su regreso hubieran sido ésos. Sospechaba que la razón era más complicada de lo que ni tan siquiera él se imaginaba.

—¿Todavía están furiosos contigo?

—Una parte de mi familia, sí, pero poco a poco estoy venciéndolos. Se están acostumbrando a mi presencia. Cuando terminé mi casa, celebré una fiesta y todos vinieron. Claro que, la mayoría asistió para decirme que estaba loco por haberme comprado una casa en la montaña.

—Con este tiempo, tienen razón —observó Brenna.

—No. Yo sabía exactamente lo que estaba haciendo cuando la compré hace un par de años. Hay muchas casas nuevas alrededor y es un lugar estupendo para vivir, y te aseguro que se está revalorizando a toda prisa. Tiene unas vistas fantásticas y no tienes vecinos que te molesten, y…

—Pareces un vendedor de inmuebles —dijo Brenna—. Claro que esa carretera que la hace casi inaccesible no hay que mencionarla.

—No todos los días caen árboles y postes eléctricos —protestó Luke—. Esta noche ya estará abierto el acceso.

Luke miró al reloj.

—Bueno, será mejor que me vaya. Estoy seguro de que tienes muchas cosas que hacer. Yo tengo el ordenador portátil en el coche y me voy a ir a la biblioteca a trabajar. Gracias por el desayuno.

Se levantó de la silla.

Brenna lo miró sorprendida.

—¿Te vas?

Se sintió decepcionada y, aunque bajó la cabeza, tenía la sensación de que él había visto la expresión de sus ojos, de su rostro.

—¿Te sorprende que me vaya? ¿Por qué?

Cuando Brenna alzó la cabeza de nuevo, se encontró con sus penetrantes pupilas azules y su máscara facial impasible.

—Será mejor que deje de perder el tiempo y me vaya arriba a trabajar. Tengo que terminar el libro de muñecas recortables antes de que nazca el bebé. Me han contratado para hacer una serie llamada «Niños del siglo XX», década por década, y voy por la primera.

—Estás nerviosa —dijo Luke—. Quiero que respondas a mi pregunta.

—Había olvidado que hablar de mi trabajo te aburre —dijo Brenna, tratando de desviar el tema—. Prometo no volver a hacerlo otra vez.

Pero su táctica no funcionó.

—Esperabas que intentara seducirte como anoche, ¿verdad?

Brenna parpadeó.

—Comprendo que estás ocupado y tienes que trabajar. Yo también. Lo entiendo.

La voz comenzó a temblarle y, de pronto, se echó a llorar. ¡Vaya momento más inoportuno para que sus hormonas se pusieran en marcha!

—¿Exactamente, qué es lo que dices que entiendes? —dijo Luke casi con sorna.

—Déjalo, ¿vale? —dijo Brenna—. Créeme, soy consciente de que estoy embarazada de nueve meses y más grande que una vaca. No te culpo por querer marcharte.

Inmediatamente, se llevó la mano a la boca y se la tapó.

—No quería decir eso. Las palabras se me han escapado. ¡Estoy actuando como si estuviera poseída por las hormonas, como tu tía Molly!

—Comparada con la tía Molly estás tan reprimida como una puritana, Brenna. Y no estás tan grande como una vaca y no me marcho porque no quiera estar contigo.

—Sí, ya sé que tienes que cumplir con una fecha de entrega —murmuró ella, tratando de recobrar la compostura.

Luke también negó aquel último motivo.

—La fecha de entrega de mi libro no es el problema. Tengo mucho tiempo antes de que el libro salga.

—Entiendo.

—No, no entiendes nada —protestó Luke—. Me voy porque no puedo quedarme, porque si estoy aquí llegará un momento en que no sea capaz de controlarme más y te tenga que tocar y besar y tomarte en brazos y subirte arriba. Y entonces te asustaré, igual que te asusté anoche.

Le posó la mano sobre la cabeza y comenzó a acariciarla.

—No voy a comportarme como un energúmeno con una mujer que fue violada y todavía está traumatizada.

Brenna se levantó de golpe.

—¿Cómo sabes que fui violada? ¿Quién más lo sabe? Yo no se lo he dicho a nadie en esta zona.

—Nadie me lo ha dicho, Brenna, y nadie lo sabe si tú no se lo has dicho. Pero tengo suficientes datos como para deducir qué era lo que te había sucedido —se aclaró la garganta—. También sé que no quieres hablar de eso.

—Es una parte de mi pasado a la que no quiero regresar —dijo ella con cierta amargura.

—¿Regresar? —Luke la acarició—. Sinceramente, no creo que nunca la dejaras. Todavía estás ahí. Tu viaje al banco de esperma, tu negativa a tener algún tipo de relación con un hombre, el modo en que te asustaste anoche cuando pensaste que iba a haber sexo. Todo conduce al mismo sitio.

—Pues yo creo que lo estoy haciendo bien.

—Sí, claro que sí. Y yo no pienso hacer nada para quitarte lo que has conseguido —dijo en un tono amable y comprensivo—. Tampoco quiero causarte más problemas, ni más cosas a las que enfrentarte. Me gustaría decirte que siento mucho lo que te sucedió, pero en estos casos es difícil expresarse.

—Luke, te expresas muy bien, porque sé lo que quieres decir —lo sorprendió rodeándolo con sus brazos—. No quiero quedarme estancada en el pasado y, cuando estoy contigo, por primera vez, me siento diferente, siento que tengo fuerzas suficientes.

—Me alegro, Brenna.

—Pero todavía hay más que eso. La verdad es que me haces sentir cosas que nunca antes había sentido. Anoche, tenía miedo, pero después…

—¿Te diste cuenta de que no tenías tanto miedo? —preguntó él y la acarició suavemente.

—Hoy, al entrar en mi casa, pensé que tal vez… Quizás si algo sucedía iba a ser capaz de no asustarme —dijo ella.

—Vamos, Brenna, ve un poco más lejos y admite que realmente querías que sucediera algo y todavía quieres.

—Y si no lo admito, me dirás con todo detalle cómo has llegado a esa conclusión.

—Tenlo por seguro. De hecho, te lo voy a decir. Parecías realmente enfadada cuando me disponía a marcharme, como si estuvieras a punto de ponerte a llorar.

Ella abrió la boca para defenderse, pero acabó insultándolo.

—Eres un impresentable —dijo ella.

—Gracias —la agarró de la muñeca y le besó la mano tiernamente—. Ése es uno de los apelativos más tiernos que has utilizado conmigo.

De pronto, los dos soltaron una carcajada y Brenna se sorprendió. Lo que parecía a punto de convertirse en una escena melodramática, había terminado en risa.

Lo miró a los ojos, y supo en aquel instante que lo amaba. Había ocurrido de un modo tan rápido que parecía un milagro.

Hacía años que había perdido la esperanza de enamorarse de alguien, convencida de que el trauma sexual que había sufrido se lo impediría siempre. Pero no era así. Claro que podía enamorarse, porque estaba enamorada de Luke Minteer, y quería hacer el amor con él.

—Enséñame dónde trabajas —le dijo él y la agarró cariñosamente de la nuca—. Por si necesitas una aclaración, te estoy incentivando a que me invites a subir.

—Considérate invitado. Pero esta vez iremos andando. No quiero que te partas la espalda tratando de llevarme en brazos.

—Podría decirte que no pesas, que eres ligera como una pluma, pero probablemente, me darías un puñetazo y volverías a decirme que soy un impresentable —dijo Luke tomándole las manos.

—Probablemente no, seguro.

Subieron las escaleras agarrados de la mano.

Su estudio estaba justo al final. El dormitorio de Brenna estaba dos puertas más allá, en mitad del pasillo. Brenna dudó un momento.

Luke la soltó de la mano, se dirigió a su estudio y fue directamente a su mesa.

—¡Vaya! ¡Este dibujo es realmente bueno! —Se refería al retrato de la pequeña Kristin, que Brenna había terminado la noche anterior—. ¡Parece una niña de verdad! Todo lo parece: la muñeca, los gatos, la ropa. Enséñame más cosas que hayas hecho, Brenna. Quiero verlo todo —lo miró realmente confusa. ¿No habían subido para ir a la habitación?

Luke adivinó rápidamente lo que estaba pensando.

—No quiero forzar las cosas. Primero quiero ver tu trabajo —miró a la ventana—. Por el modo en que está nevando, vamos a tener todo el tiempo del mundo. No quiero apresurar nada, ¿de acuerdo?

—Me dejo llevar por tu notable experiencia en esta área —dijo Brenna, y se sorprendió a sí misma por su sentido del humor. Nunca bromeaba con el sexo.

—Bien.

Brenna se divirtió enseñándole a Luke su trabajo. Tenía una copia de todo cuanto había hecho y él lo miraba con sumo interés.

—¡Has hecho muchísimos trabajos! —exclamó impresionado—. ¿Cómo te ha cundido tanto, Brenna? Eres muy joven para haber podido hacer tantas cosas. A menos que empezaras cuando tenías cuatro años.

Brenna sonrió.

—Empecé a dibujar entonces, pero publiqué mi primer libro cuando salí de la escuela de Arte.

—La Escuela de Bellas Artes de Rocking Mountain, en Denver —dijo Luke—. Lo he visto en uno de los libros.

—La verdad es que trabajo rápido y todo el tiempo. —Brenna dio la misma respuesta que daba siempre cuando le preguntaban sobre su perfil profesional.

No añadió que sufría de insomnio y que eso le permitía trabajar unas cuantas horas adicionales al día. Sólo se iba a la cama cuando estaba completamente agotada.

—¿Cuántos de estos libros que has hecho continúan en venta?

—Todos. Las editoriales no tienen intención de retirar la tirada por ahora.

—Eso significa que tus libros deben venderse muy bien. Además, tienes contratos para nuevas series. ¡Eres un fenómeno, Brenna!

Ella se encogió de hombros.

—Estoy orgullosa de ganarme un sueldo digno haciendo lo que me gusta. También seré capaz de mantener a mi bebé. Mis editores protestaron cuando les dije lo del niño, porque eso implicará que tenga que reducir un poco el ritmo de trabajo.

—El bebé —murmuró Luke. Miró su vientre hinchado—. Muchas veces se me olvida que estás embarazada.

—Pues creo que eso es lo más evidente que hay en mí en este momento.

—Fue lo primero que noté cuando te conocí. Pero luego ya no. Dejé de darle importancia a tu figura —sonrió—. Tengo que admitir que es la primera vez que me sucede algo así.

—Asumo que siempre has querido tener mujeres con bonitos cuerpos en tus brazos.

—Sí, en mis brazos y en otros sitios —dijo él—. Si quieres, puedes decirme que soy un impresentable.

—Sólo si tú me llamas «frígida reprimida».

Él se acercó lentamente a ella y la tomó en sus brazos.

—No es lo mismo. Yo elegí ser así, tú no tuviste esa posibilidad. Te viste atrapada por las circunstancias.

—No te he contado los detalles y, sin embargo, crees en mí. Eso significa mucho, Luke. —Brenna apoyó la cabeza en su hombro—. Yo no creo que tú seas un impresentable, aunque tal vez lo fueras en el pasado.

Luke respondió agarrándola en brazos.

—¡Luke, puedo andar!

—Lo sé, pero quiero que confíes en mí lo suficiente, como para dejarme que te lleve.

—Se supone que ésta es una escena de amor, no un experimento sobre cómo hacer crecer la confianza en el otro.

Luke se rió.

—Seguramente, es ambas cosas. Se supone que tienes que confiar para poder hacer el amor conmigo.

—Pues más me vale que funcione, por que ya no hay vuelta atrás.

Él reclamó un beso feroz antes de llevarla desde el estudio hasta el dormitorio.

Una vez allí, Luke la dejó suavemente en el suelo. Tomó su rostro entre las manos y le besó dulcemente la frente y la punta de la nariz.

Cuando, finalmente, él reclamó su boca, ella ya estaba temblando, en anticipación a lo que estaba por venir.

Entreabrió los labios y dejó que su lengua se colara en el interior de su boca, en lo que parecía un acto completamente natural.

Brenna escuchó su gemido y disfrutó de la sensación de poder que le daba su feminidad.

Se quedaron juntos, de pie, besándose.

—¿Quién podía haberse imaginado que un beso podría ser algo tan maravilloso? —se preguntó Luke en alto.

—Pareces realmente sorprendido.

—Es que lo estoy. Una vez que llegas a cierta edad, ya no aprecias un beso del mismo modo.

Lo ves como un instrumento para llegar a donde te interesa cuanto antes. Pero contigo, sólo el beso es un evento en sí mismo.

Brenna sonrió.

—Eso suena muy romántico.

—Ven.

Luke le dio la vuelta y apoyó su cuerpo masculino contra su espalda. Lentamente le fue acariciando los brazos y los hombros. Apartó su pelo y le besó el cuello suavemente.

Después, deslizó la mano hasta encontrar la cremallera de su camisa premamá.

—Déjame que te lo quite.

Brenna respiró profundamente. Si no quería que aquello siguiera adelante, había llegado el momento de decirlo.

Pero no dijo nada y él la despojó de su ropa que cayó suavemente al suelo.

Brenna se miró los pechos y el abdomen, hinchado, enorme. El niño estaba tranquilo, probablemente dormido.

—Como hemos dicho antes, éste no es el tipo de curvas que acostumbras a tener en tu cama.

—No —dijo él.

Por un momento, se imaginó el tipo de mujeres con las que debía acostarse. Pero aquello formaba parte del pasado. Igual que él ya no era un impresentable, ella tampoco era una «frígida reprimida».

Él le tomó una mano. La otra la posó sobre la que ella tenía en su vientre.

—Me gustas tal y como estás ahora, Brenna —dijo él.

Ella sintió el calor de su tono. Lejos de atemorizarla, su sensual y sugerente voz hacía que todo él le resultara irresistible.

Luke la llevó a la cama. Abrió el edredón y la posó suavemente sobre el colchón.

Junto a la cama, comenzó a despojarse de su ropa.

Brenna lo miraba, con los ojos muy abiertos. Era musculoso y bien constituido. Su cuerpo mostraba su excitación, su inflamado deseo.

Brenna se quedó sin respiración al verlo.

Luke se dio cuenta.

—Respira, Brenna —le recordó y le acarició suavemente el pelo—. ¿Seguro que estás bien? Porque no tienes que continuar si no quieres. Lo sabes, ¿verdad?

Él esperó su respuesta.

Su control y su preocupación por ella le dieron fuerzas. La deseaba, pero no iba a forzar las cosas, si ella decidía dar marcha atrás.

Brenna se dio cuenta de que estaba dispuesta a seguir adelante.

Deseaba aquello, lo deseaba a él, porque lo amaba realmente. Brenna le tendió la mano.

Él respondió sentándose a su lado.

—Lo sé, sé que no estoy obligada a nada y que es mi decisión.

—Y decides que sí, que quieres continuar —dijo él suavemente—. Me alegro, Brenna, admiro tu coraje.

Su mirada, el tono de su voz, la expresión de su rostro la invitaban a confiar.

Brenna se removió.

—Luke, no quiero contarte nada del pasado aquí y ahora. Quiero que en esta habitación estemos solos tú y yo, sin fantasmas del pasado.

—De acuerdo. Pero quiero que sepas lo importante que es para mí que me quieras a mí y sólo a mí. Eso me hace sentir valioso.

—Espero que no me estés usando para lograr tu redención —respondió ella—. Ése es un papel que, realmente, no quiero interpretar.

—Te veo como a una mujer a la que deseo. ¿Eso te gusta más?

—Mucho más.

Luke le desabrochó el sujetador y se lo quitó. Sus pechos estaban hinchados, llenos. Le gustó la idea de que la naturaleza y no la silicona habían logrado ese milagro.

Continuó mirándola. Sus pezones eran grandes, oscuros. El tamaño de aquellos círculos lo fascinaba. Estaban preparados y dispuestos para alimentar a un bebé. No había visto jamás los senos de una mujer embarazada, ni tampoco lo había deseado. Pero aquella visión le gustaba.

Sus bocas se encontraron en un beso esponjoso y suave. Sus dedos acariciaron las aureolas de sus pezones y comenzaron a juguetear.

Brenna se removió, atormentada por un delicioso placer. Pero quería más, necesitaba más.

Como si hubiera escuchado su tácita súplica, Luke comenzó a desnudarla.

Días atrás se habría sentido mortificada de estar desnuda ante un hombre, y más aún estando embarazada.

Pero con Luke se sentía bien.

Se tumbaron juntos, desnudos, y se besaron y acariciaron tiernamente durante un largo rato. Brenna podía sentir su masculinidad enardecida y la curiosidad y el deseo la invadieron. Estaba a punto de sucumbir a la tentación de atrapar su miembro cálido entre las manos, cuando él apartó su boca de la de ella.

—Necesito más de ti, Brenna. Cuanto más te toco, más te deseo.

Sus palabras resonaron en los oídos de Brenna, mientras el descendía la cabeza y atrapaba los senos de ella, provocándole una sensación única.

Lentamente, sus labios continuaron bajando, por su vientre, hasta el ombligo, cada vez más abajo, más abajo.

Ella lo agarró de la cabeza y él se detuvo de repente.

—Lo siento, no quería tirarte del pelo. Pero es que nunca… Nunca he hecho algo así. Ni siquiera he probado la posición más normal, sí que… Lo que trato de decirte es que nunca he tenido una experiencia sexual.

Al menos, ninguna relación no violenta.

Pero eso no lo formuló en alto. Los fantasmas del pasado no estaban permitidos allí.

—Me imaginaba que tu experiencia en este campo sería limitada y entiendo tus reticencias. Primero tienes que poder confiar. Hasta que eso no ocurra, no estarás preparada.

Volvió a besarla y, una vez más, ella sintió el calor de su deseo tomando posesión de su cuerpo. Cuando sus labios se separaron, ambos abrieron los ojos y se miraron.

—No sé lo que me acaba de suceder, pero ya estoy preparada.

Sabía que podía confiar en él y además lo deseaba. Había llegado a un acercamiento íntimo que jamás pensó podría llegar a tener con un hombre.

Luke la besó una vez más, sin dejar ni un solo centímetro de su piel exento de su tacto. Le besó la piernas, desde el tobillo hasta el muslo, primero una y luego la otra, antes de separárselas delicadamente con las manos. Su boca se abrió paso hasta llegar a su feminidad. Al sentir el íntimo contacto, ella se arqueó y gritó. No estaba preparada para aquello y sintió que se ruborizaba.

Él levantó la cabeza y le tomó la mano.

—Relájate, Brenna —su voz era suave y reconfortante.

—Me siento patosa —confesó ella nerviosa—. La mayoría de las mujeres a mi edad no son tan…

—No eres ninguna patosa. Recuerda que lo que ocurra aquí es sólo nuestro, entre nosotros. No se permite la entrada a ninguna otra mujer de tu edad.

Su cálido humor, su dulce paciencia, acabaron por convencerla. Brenna cerró los ojos y respiró suavemente.

Luke continuó su seducción y ella se dejó llevar por aquel deseo que la consumía. Le dejó a Luke todo el control.

Se dejó llevar, hasta sentir la sensual estimulación que la llevaba a lugares en los que no había estado jamás. No podía evitar gemir, mientras sentía un tornado de emociones, pasiones y placeres que crecía y crecía, haciéndole sentir que iba a explotar.

Gritó el nombre de Luke cuando se fue acercando a la cima, hasta que pequeños fuegos artificiales estallaron y todo su cuerpo se llenó con una sensual electricidad.

Lentamente, comenzó a bajar de la altura a la que la había llevado, mientras sentía sus cálidos y fuertes brazos protegiéndola.

—Luke —farfulló ella.

—Estoy aquí, amor mío.

Brenna quería abrir los ojos, quería decirle a Luke lo que le había hecho sentir, quería darle las gracias porque acababa de darle la libertad.

También quería pagarle con un placer similar, devolverle lo que tan desinteresadamente le había dado. Pero estaba cansada, muy cansada, extenuada.

Se acurrucó en sus brazos, inhaló ese aroma único de Luke y se quedó profundamente dormida.

Luke la tenía en sus brazos, y la observaba, mientras dormía, su cuerpo totalmente relajado, gracias al placer y la satisfacción que le había dado.

Una sonrisa se curvó en sus labios. Sí, le había dado placer. Y aunque su propio cuerpo todavía gritaba la necesidad de poseerla, le era fácil obviarlo en deferencia a ella.

Una extraordinaria sensación de cariño era la recompensa. El haberle dado preferencia a ella lo hacía sentir más hombre que nunca.

La mano que tenía sobre su vientre notó un ligero movimiento. Había un pequeño pie o una mano moviéndose ahí dentro.

—¿Estás practicando boxeo o fútbol? —le preguntó él.

Apoyó toda la palma de la mano y notó que el bebé se había despertado y que, probablemente, estaba haciendo ejercicio.

—¿Sam o Susie? ¿Cuál de los dos eres? —Acarició el vientre como si estuviera acariciando la cabeza del niño—. Seas lo que seas vas a ser encantador, porque tu madre lo es. Claro que también tendrás algún que otro gen de ese tipo sueco.

Por algún motivo no podía referirse a él como su padre. Realmente pensaba que el niño era de Brenna, lo que dejaba una puerta abierta en su vida y en la de su bebé. Tenía que haber un hombre en su vida, alguien que se ocupara de Brenna y de su niño.

Luke agarró el edredón. Cubrió primero a Brenna y luego se tapó él.

Poco a poco, su excitación fue bajando, vencido por el cansancio. Se quedó dormido en la cama de Brenna, mientras abrazaba protectoramente a la madre con su hijo.