Bienvenidos al capítulo de los pasotes. Toda crisis tiene su fin, y a pesar de que Miguel fue saliendo adelante poco a poco después de lo de Federico con la ayuda de sus amigos, varios libros de esos de «conocerte a ti mismo» y el pobrecito pornstar, llegó un día en que se dio cuenta de muchas cosas y se enfadó.

—Estoy rabioso —me dijo una mañana de sábado en la piscina del Lago.

—¿Por qué?

—Pues porque todo es una mierda Ale. Yo no voy a encontrar jamás un novio en esta ciudad. Es simplemente imposible.

—No tienes razón, cualquiera puede encontrar un novio en Madrid. Quizá lo que pasa es que no estás buscando en los sitios adecuados… o que te has cerrado en un prototipo de chulo que, simplemente no existe.

—Hombre, si te parece bien lo que hago es ir en tanga al supermercado cantando un bolero de Machín para a ver si así llamo la atención de un buen mozo que se case conmigo y me preñe encima de un colchón Lo Monaco.

—No se trata de eso, Miguel. Lo que quiero decir es que estás siempre en los mismos sitios, con la misma gente y haciendo lo mismo, y supongo que es muy difícil que alguien invada esa rutina social y te sorprenda.

Y Miguel se lo pensaba, sobre todo porque sabía que yo le quería como a un hermano y que a mí era al que más ilusión le hacía verle feliz. Además, yo había encontrado novio y llevaba casi un año de felicidad constante y sobre todo, tranquila.

—A ti no te ha sido nada difícil encontrarlo —me recriminó.

—Ya, pero eso también es porque mi actitud a la hora de buscar novio es distinta. Y además, un novio no se busca. Un maricón casadero como nosotros tiene que ir siempre como los taxis, con la luz verde, pero de una manera relajada. Porque si se nota que buscas novio, no te sale ni uno. Está científicamente comprobado. Es lo que la doctora Carmen Horn Yllos llama «la atenta despreocupación».

—Y entonces… ¿Qué hago?

—Pues para empezar, cambiar ese perfil de Internet donde pareces un cruce de Sylvester Stallone y Tania Doris. Muéstrate a la gente más como eres por dentro y un poco menos como luces por fuera. Que pongas una foto en traje de baño me parece de puta madre, porque tu cuerpo es parte de ti, pero hay veces que la gente quiere ver más allá y sería estupendo verte con una camisa, que te quedan fenomenal, por cierto.

Miguel no me hizo ni puto caso. Y la cosa iba fatal. Y de estar deprimido, un poco asustado y solo, pasó a estar más mosqueado que La Veneno en el polígrafo y se tiró por un barranco emocional. Para empezar, comenzó a salir con un grupo de mamarrachos que solo sabían drogarse y hablar de estupideces. Todos ellos eran maricones de clase A, pero en el fondo lo que eran era unos imbéciles de clase Z. Un colaborador de televisión con tanto botox en la cara que Nicole Kidman a su lado parecía PoZi, un ejecutivo de cuentas de una compañía telefónica conocido como «La Culo roto» (perdónenme ustedes pero no me veo con fuerzas para explicar por qué le llamaban así), un diseñador de moda ex flaco y ahora aspirante a cachas que seguía siendo igual de calvo e igual de feo, pero en versión hinchada, un productor de eventos que tenía tatuada en la espalda la lista de drogas que se había metido en su vida (a estas alturas me imagino que debe estar tatuándose ya los tobillos) y una cantante de un grupo que actuaba en play back que aportaba la cuota de mariliendrismo necesaria en un grupo gay de alto standing que se precie.

Todos ellos iban en manada al Cool, al Ohm y al Space y se metían lo que no está en los escritos. Por supuesto que todos ellos se morreaban con cuatrocientos cada noche, follaban en los baños y luego hacían chill outs en el piso de un pintor feo como un demonio pero apañadísimo porque tenía mucha pasta y seguía financiando las drogas cuando al grupito se le acababan. Yo aquellos días los pasé bastante separado de Miguel, que incluso había cambiado de carácter. Y es que mezclar drogas y anabolizantes a mí me parece que es de estar de la cabeza, igual que la viagra y el poppers, que tiene un peligro de cojones. Pero por entonces ni se podía hablar con Miguel. Y esto lo comentábamos en una de nuestras cenas de los jueves por la noche a la que, por primera vez en años, él no vino.

—Yo creo que se le pasará —decía Alfonso, un amigo que ya era fijo en las cenas.

—Pues a mí no me parece tan fácil —replicaba Matilde—, porque uno se puede meter lo que quiera los fines de semana, pero lo que no es normal es que entre semana estés hecho un ogro y no tengas ni un minuto para visitar a una amiga en el hospital.

Esto lo decía Matilde porque nuestra pobre Celeste había tenido un accidente de tráfico cuando iba con su nuevo novio, que era un ex camello y ahora constructor. La versión oficial decía que se habían saltado un ceda al paso al ser deslumbrados por los faros de un coche que les venía de frente. Pero la realidad era muy distinta. Nuestra querida Celeste, en un alarde de originalidad y sentido común, le iba haciendo una mamada a su novio mientras conducía, y claro, en medio de un éxtasis hay que reconocer que es complicado atender a las señales. Claro que los del samur algo se olieron cuando llegaron y se encontraron a Celeste semi inconsciente y con el cuello dislocado y a su novio absolutamente inconsciente y con un bocado en la polla que parecía que le había atacado una serpiente pitón. Y Celeste pasó una semana en el hospital con un collarín y tres vértebras hechas polvo, y Miguel nunca tuvo tiempo para ir a verla. De cómo quedo la polla del novio (ahora ex novio) ya hablaremos en otro momento.

—Bueno, no importa —le disculpó Celeste—, algo le pasará…

—De eso se trata —dije—, de que algo le pasa y a mí me da muy mala espina esta vez. Porque llevo un mes sin recibir una llamada suya a las tres de la madrugada para contarme lo que se ha tirado, o cualquier idiotez de esas que me suele contar y que me alegran mucho la vida.

—Pues si te cuento la última, vas a alucinar —nos dijo Mario—. Resulta que el otro día en el Space estaban bailando súper juntos Miguel y «La Culo roto», y se les acercó un chulo, creo que australiano de esos talla XXL, y se fueron los tres al baño. Y los tres se montaron un número tan escandaloso que los de seguridad del garito los sacaron casi a hostias.

—Tampoco es tan grave —repuse—, todos hemos follado alguna vez en los baños de la disco…

—No, lo jodido es lo de las fotos del momento… —dijo Mario.

—¿Qué fotos? —gritamos todos como cuando a María Patiño se le hincha la vena.

—Aparentemente, el australiano este tiene una página web donde cuelga unos vídeos y unas fotos que se hace con el teléfono móvil mientras folla por los cinco continentes. Y la página, que traducida se llama algo así como «lo que yo me he comido no lo sabe nadie punto com», tiene cientos de miles de visitas diarias. Y, aparentemente, nuestro Miguel y su amigo son las nuevas estrellas del ciberespacio. Un amigo de Eugenio, ese amigo mío que trabaja en el Carrefour, las ha visto y estoy esperando a que me manden el link para ver si es verdad o es alguna historia que se ha montado un maricón malo.

La noticia nos dejo más alucinados que cuando nos enteramos de lo de Carmina Ordóñez. ¡Por fin teníamos un escándalo sexual en la familia! Y es que eso viste mucho. Fijaos en lo que les sucedió muchos años después a Paris Hilton y a Colin Farrell: sus carreras se dispararon a la velocidad de la luz después de los sex tapes. Y además quedó claro que Paris tenía un gusto soberbio (probablemente heredado de su familia), porque el chulo de la cinta no solo estaba bueno sino que además tenía una polla cojinera. Una polla cojinera es ese tipo de polla que, después de haberte follado, te obliga a reposar tu culo en cojines durante al menos 48 horas. Vamos, una señora polla.

Aquella noche no paramos hasta que hablamos con el amigo del amigo de la prima de un amigo y conseguimos la dirección de la página web. Y como estábamos cenando cerca de Sol, nos fuimos a un cibercafé que estaba en la calle Montera y que abría las 24 horas. Hubo casi una pelea de perros para ver quién cogía el mando del teclado. Y gané yo.

La página web, cuyo nombre completo no pienso poner aquí para no dar publicidad a ese indeseable, efectivamente existía. Un fondo rosa, unas letras espantosas como de cumpleaños infantil en hamburguesería y un dibujo de un señor con la polla de un caballo nos invitaban a entrar en la nueva galería que se llamaba «Three in Madrid». Acto seguido aparecieron ante nuestros ojos unas veinte fotos de tres chulos liados en un cubículo. Lo bueno de todo esto es que solo había una foto donde se distinguía más o menos bien a Miguel: la verdadera estrella de la fiesta era «La Culo roto», que hacía una actuación memorable y dejaba claro el porqué de la expresión «tragárselas dobladas». O sea que Miguel estaba a salvo, siempre podría negar como una perra que aquel fuera él. Y nosotros, sus amigos, ya nos encargaríamos de decir que aquello era un montaje y que era una leyenda urbana y que ni siquiera existía aquella página. No me cansaré de advertir de los peligros de las fotos de Internet. Por favor, siempre que impliquen actos sexuales, procurad que no se os vea la cara, que nunca se sabe si esas fotos pueden acabar en el correo electrónico de tu madre como venganza por parte de un ex novio rencoroso.

Eso sí, al día siguiente acorralamos a Miguel. Matilde estaba realmente mosqueada, Celeste y su collarín eran la parte comprensiva y yo tenía ganas de arrearle dos guantazos, a ver si se espabilaba el maricón.

Quedamos para cenar en su casa por una sencilla razón: se presumían gritos e histerias varias, entonces mucho mejor hacerlo en un espacio controlado que no en el restaurante de moda, que eso quita muchos puntos en la carrera de un maricón 10, y aunque nosotros estábamos mosqueados con Miguel, seguíamos apoyando su candidatura.

Y aquella noche nos encontramos a un Miguel relajado y dispuesto a darnos una explicación. Según él tenía, el «síndrome Cher», que consistía en bajar a los infiernos, quedarse una temporada y sentirse como una absoluta mierda para, así, poder resurgir de sus cenizas, como el ave fénix, que es una cosa muy gay. Lo tuvo que explicar un buen rato, porque desde que dijo la palabra Cher, los tres nos pusimos a buscar cicatrices en su cara.

—Sé muy bien todo lo que he hecho —comenzó—, así que no os pongáis como bestias, que soy muy consciente de todo. Sé que os he tenido abandonados y sé, Celeste, que he sido un capullo por no ir a verte…

—No pasa nada —dijo Celeste.

—También sé que me he pasado con las drogas y con el sexo. He follado más que un tonto y me he metido de todo, pero supongo que eso era el capítulo final de esta fase de mi vida. Lo único bueno que me ha quedado de esto supongo que es que puedo contarlo y que vosotros seguís ahí.

Aquí ya nos ganó por completo, y nos ganó porque era sincero, y aunque se puso a llorar, no lo hacía para dar pena, lo hacía para desahogarse con las personas que quería. Y cuando los ánimos se calmaron un poco y habíamos llorado todos unos diez litros, Miguel nos contó que también le había dado por practicar sexo en grupo y eso, quieras que no, relaja cualquier drama y te aporta un montón de nuevas experiencias.

Para resumirlo, diremos que Miguel fue contactado por un grupo que organizaba fiestas sexuales solo para guapos y cachas en Internet. Y hasta tuvo que pasar un casting con el jefe del grupo. Los detalles del casting me los callo, que son de vergüenza ajena, pero Miguel fue admitido. Y por problemas de esos de demandas, etc., y sin dar iniciales, podemos afirmar que en aquellas fiestas había:

• Un presentador de televisión que había empezado de Mister algo y juraba ser heterosexual.

• Dos futbolistas de equipos de primera división. Uno casado y otro con novia. Y es que tanto vestuario no puede ser bueno, todo el santo día viendo pollas, pues conduce a lo que conduce. Y si no, atención a esos abrazos que se dan cuando marcan un gol. Yo no voy y le como la boca a la chica de las fotocopias cada vez que consigo una entrevista increíble para la revista.

• Un modelo de ropa interior famoso por ser el novio de un productor de televisión muy importante.

• Un político de derechas y otro de izquierdas a los que daba gloria ver en acción, porque el de izquierdas se follaba al de derechas a lo bestia y aquello era como asistir a una nueva revolución política pero en sexy, nada que ver con el congreso de los diputados.

• Un actor de televisión que hacía de gay en una serie, pero que en la vida real estaba casado y había adoptado con su señora dos gemelas chinas.

• Un electricista al que se había tirado el jefe del grupo y que encajaba fenomenal.

A partir del electricista ya no nos interesaba la cosa, a nosotros lo que nos gustaba era el rollo chisme, de políticos para arriba. Y la lista era como para quedarse pasmado. Yo, desde entonces, no he vuelto a ver los telediarios de la misma forma, y que nadie me pregunte la razón.

Telediarios aparte, lo gracioso de la historia es que Miguel y uno de los futbolistas se hicieron fuck buddies y hasta desarrollaron una amistad. Una amistad que quedó tan cimentada que el futbolista le invitó a su boda, siempre que se hiciera pasar por heterosexual y fuera acompañado por una mujer. Al principio pensamos en llamar a La Prohibida o a La Chicago, que además de dos grandes artistas, son dos mujeres muy interesantes, pero al comprobar (viendo un documental sobre skinheads) que el mundo del fútbol no era muy agradecido con las homosexualidades, descartamos la idea.

Y la elegida fue Matilde. Por una razón muy sencilla. La boda de la modelo y el futbolista iba a aparecer en toda la prensa a bombo y platillo. Y la ilusión de Matilde de toda la vida (de Matilde y de cualquier persona con dos dedos de frente) era aparecer fotografiada en el ¡Hola!. Nuestra amiga se compró un modelo que era una imitación perfecta de Vittorio y Luchino, o como coño se llamen, y se hizo unos bucles en la peluquería de su barrio que daba gloria verla.

Lo gracioso del bodorrio fue que en un momento en que la novia estaba solicitadísima para eso de los valses (qué espanto solo de pensarlo), el futbolista hizo una seña a Miguel para que le siguiera… al baño. Varios compañeros estaban allí y ellos dos se metieron en uno cerrado como si se fueran a meter una raya, que aparte de futbolistas maricones, también los hay que se meten, igualito que pasa con los ciclistas, que el Tour de Francia últimamente parece el Cool un sábado por la noche de lo puestos que van todos.

Y mientras mi amigo era succionado por la boca del pichichi, no pudo evitar oír cómo los compañeros comentaban que ya hora de que se casara el muchacho, que no se podía ser tan putero y que a ver si ahora sentaba la cabeza y metía aún mas goles.

Miguel me contó que al salir del baño se sintió un pelín asqueado y un poco solo ante tanto teatro. Y decidió que ya había tenido suficiente de sexo grupal y futbolistas (supuestamente) bisexuales. Por mi parte, puedo decir que desde entonces veo partidos de fútbol y no sé por qué, pero se me hacen muy entretenidos.

Conclusiones

• El sexo en grupo es tan bueno como el psicoanalista. Y además adelgaza y se hacen nuevos amigos. Y puedes hasta ir al fútbol gratis, si me apuras.

• Ten mucho cuidado con los teléfonos móviles en circunstancias especiales, si no quieres salir en Salsa Rosa en todo tu esplendor. Recuerda que tu madre no sabe lo que es el Space, pero el Salsa Rosa no se lo pierde un día.

• Por favor, abandonemos la práctica de las mamadas al conducir. Está ya muy visto y además es como de heteruzo.

• Yo sigo shockeado con lo de Carmina, que me encantaba, y se le echa terriblemente en falta. Sin ella, la palabra «desahogados» ya no tiene sentido.

• Por cierto, el hijo pequeño de Carmina es totalmente carne de musculoca. Sigan atentos a sus pantallas.