La jardinera
Para olvidarme de ti
voy a cultivar la tierra,
en ella espero encontrar
remedio para mis penas.
Aquí plantaré el rosal
de las espinas más gruesas,
tendré lista la corona
para cuando en mí te mueras.
Estribillo
Para mi tristeza violeta azul,
clavelina roja pa mi pasión
y para saber si me corresponde
deshojo un blanco manzanillón
Si me quiere mucho, poquito, nada
tranquilo queda mi corazón.
Creciendo irán poco a poco
los alegres pensamientos
cuando ya estén florecidos
irá lejos tu recuerdo.
De la flor de la amapola
seré su mejor amiga,
la pondré bajo la almohada
para dormirme tranquila.
Cogollo de toronjil
cuando me aumenten las penas
las flores de mi jardín
han de ser mis enfermeras.
Y si acaso yo me ausento
antes que tú te arrepientas
heredarás estas flores
ven a curarte con ellas.
Cueca
Quisiera tener cien pesos
p’a buscarme un amorcito,
porque de balde no hay caso
que me quieran un poquito.
Quien tuviera, señores,
unos trescientos,
apuesto que me hablaran
de casamiento.
De casamiento, sí,
por unos miles,
amores a la chuña,
¡que viva Chile!
Yo no tengo ni cobre
porque soy pobre.
Parabienes al revés
Una carreta enflorada
se detiene en la capilla
el cura saltó a la entrada
diciendo: ¡qué maravilla!
diciendo: ¡qué maravilla!
el cura saltó a la entrada
se detiene en la capilla
una carreta enflorada.
A las once del reloj
entran los novios del brazo
se le llenaron de arroz
el sombrero y los zapatos
el sombrero y los zapatos
se le llenaron de arroz
entran los novios del brazo
a las once del reloj.
Cuando estaban de rodillas
en el oído el sacristán
le tocó la campanilla
al novio, talán, talán
al novio, talán, talán
le tocó la campanilla
en el oído el sacristán
cuando estaban de rodillas.
El cura le dijo adiós
a la familia completa
después que un perro ladró
él mesmo cerró la puerta
él mesmo cerró la puerta
después que un perro ladró
a la familia completa
el cura le dijo adiós.
En la carreta enflorada
ya se marcha la familia
al doblar una quebrada
se perdió la comitiva
se perdió la comitiva
al doblar una quebrada
ya se marcha la familia
en la carreta enflorada.
Levántate, Huenchullán
Arauco tiene una pena
que no la puedo callar,
son injusticias de siglos
que todos ven aplicar,
nadie le ha puesto remedio
pudiéndole remediar.
Levántate, Huenchullán.
Un día llega de lejos
huescufe conquistador,
buscando montañas de oro,
que el indio nunca buscó,
al indio le basta el oro
que le relumbra del sol.
Levántate, Curimón.
Entonces corre la sangre,
no sabe el indio qué hacer,
le van a quitar su tierra,
la tiene que defender,
el indio se cae muerto,
y el afuerino de pie.
Levántate, Manquilef.
¿Adonde se fue Lautaro?
Perdido en el cielo azul,
y el alma de Galvarino
se la llevó el viento Sur,
por eso pasan llorando
los cueros de su kultrún.
Levántate, pues, Callfull.
Del año mil cuatrocientos
que el indio afligido está,
a la sombra de su ruca
lo pueden ver lloriquear,
totora de cinco siglos
nunca se habrá de secar.
Levántate, Curiñán.
Arauco tiene una pena
más negra que su chamal,
ya no son los españoles
los que les hacen llorar,
hoy son los propios chilenos
los que les quitan su pan.
Levántate, Cayupán.
Ya rugen las votaciones,
retumban por no dejar,
pero el quejido del indio
¿por qué no se escuchará?
Aunque resuene en la tumba
la voz de Caupolicán,
levántate, Huenchullán.
Mi pecho se halla de luto
Mi pecho se halla de luto
por la muerte del amor,
en los jardines cultivan
las flores de la traición,
oro cobra el hortelano
que va sembrando rencor,
por eso llorando estoy.
Los pajarillos no cantan,
no tienen donde animar,
ya les cortaron las ramas
donde solían cantar,
después cortarán el tronco
y pondrán en su lugar
una letrina y un bar.
El niño me causa espanto,
ya no es aquel querubín,
ayer jugaba a la ronda,
hoy juega con un fusil,
no veo la diferencia
entre niño y alguacil,
soldados y polvorín.
Adonde está la alegría
del Calicanto de ayer,
se dice que un presidente
lo recorría de a pie,
no había ningún abismo
entre el pueblo y su merced,
el de hoy, no sé quién es.
Santiago del ochocientos,
para poderte mirar,
tendré que ver los apuntes
del archivo nacional,
te derrumbaron el cuerpo
y tu alma salió a rodar.
Santiago, penando estás.
Según el favor del viento
Según el favor del viento
va navegando el leñero,
atrás quedaron las rucas
para dentrar en el puerto;
corra Sur o corra Norte
la barquichuela gimiendo, llorando estoy,
según el favor del viento, me voy, me voy.
Del Norte viene el pellín,
que colorea en cubierta,
habrán de venderlo en Castro
aunque la lluvia esté abierta,
o queme el sol de lo alto
como un infierno sin puerta, llorando estoy,
o la mar esté revuelta, me voy, me voy.
En un rincón de la barca
está hirviendo la tetera,
a un lado pelando papas,
las manos de alguna isleña,
será la madre del indio,
la hermana o la compañera, llorando estoy,
navegan lunas enteras, me voy, me voy.
Chupando su matecito
o bien su pescado seco,
acurrucado en su lancha
va meditando el isleño,
no sabe que hay otro mundo
de raso y terciopelo, llorando estoy,
que se burla del invierno, me voy, me voy.
Con su carguita de leña
Que viene a vender al puerto
Compra su kilo de azúcar
Para endulzar sus tormentos
Y hasta su cabo de vela
Para alumbrar su recuerdos
Llorando estoy
Según el favor del viento
Me voy, me voy.
No es la vida la del chilote,
ni tiene letra ni pleito,
tamango llevan sus pies,
milcao y ají su cuerpo,
pellín para calentarse,
del frío de los gobiernos, llorando estoy,
que le quebrantan los huesos, me voy, me voy.
Despierte el hombre, despierte,
despierte por un momento,
despierte toda la patria
antes que se abran los cielos
y venga el trueno furioso
con el clarín de San Pedro, llorando estoy,
y barra los ministerios, me voy, me voy.
De negro van los chilotes
más que por fuera, por dentro,
con su plato de esperanza
y su frazada de cielo,
pidiéndole a la montaña
su pan amargo centeno, llorando estoy,
según el favor del viento, me voy, me voy.
Quisiera morir cantando
sobre de mi barco leñero,
y cultivar en sus aguas
un libro más justiciero,
con letras de oro que diga
no hay padre para el isleño, llorando estoy,
ni viento p’a su leñero, me voy, me voy.
Porque los pobres no tienen
Porque los pobres no tienen
adonde volver la vista,
la vuelven hacia los cielos
con la esperanza infinita
de encontrar lo que su hermano
en este mundo le quita, ¡palomita!
¡qué cosas tiene la vida, zambita!
Porque los pobres no tienen
adonde volver la voz,
la vuelven hacia los cielos
buscando una confesión
ya que su hermano no escucha
la voz de su corazón, ¡palomita!
¡qué cosas tiene la vida, zambita!
Porque los pobres no tienen
en este mundo esperanzas,
se amparan en la otra vida
como a una justa balanza,
por eso las procesiones,
las velas, las alabanzas, ¡palomita!
¡qué cosas tiene la vida, zambita!
De tiempos inmemoriales
que se ha inventado el infierno
para asustar a los pobres
con sus castigos eternos,
y el pobre, que es inocente,
con su inocencia creyendo, ¡palomita!
¡qué cosas tiene la vida, zambita!
El cielo tiene las riendas,
la tierra y el capital
y a los soldados del «Papa»
les llena bien el morral,
y al que trabaja le meten
la gloria como un bozal, ¡palomita!
¡qué cosas tiene la vida, zambita!
Para seguir la mentira,
lo llama su confesor,
le dice que Dios no quiere
ninguna revolución,
ni pliego ni sindicato,
que ofende su corazón, ¡palomita!
¡qué cosas tiene la vida, zambita!
Los hambrientos piden pan
Me mandaron una carta
por el correo temprano,
en esa carta me dicen
que cayó preso mi hermano,
y sin lástima, con grillos,
por la calle lo arrastraron, sí.
La carta dice el motivo
que ha cometido Roberto:
haber apoyado el paro
que ya se había resuelto,
si acaso esto es un motivo,
presa también voy, sargento, sí.
Yo que me encuentro tan lejos,
esperando una noticia,
me viene a decir la carta
que en mi patria no hay justicia,
los hambrientos piden pan,
plomo les da la milicia, sí.
De esta manera pomposa,
quieren conservar su asiento
los de abanico y frac,
sin tener conocimiento,
van y vienen de la iglesia,
y olvidan los mandamientos, sí.
Habráse visto insolencia,
barbarie y alevosía,
de presentar el trabuco
y matar a sangre fría
a quien defensa no tiene,
con las dos manos vacías, sí.
La carta que he recibido
me pide contestación,
yo pido que se propale
por toda la población
que el «león»[6] es un sanguinario
en toda generación.
Por suerte tengo guitarra
para llorar mi dolor,
también tengo nueve hermanos
fuera del que se m’engrilló,
los nueve son comunistas
con el favor de mi Dios, sí.
Arriba quemando el sol
Cuando fui para la pampa,
llevaba mi corazón
contento como un chirigüe,
pero allá se me murió,
primero perdí las plumas
y luego perdí la voz,
y arriba quemando el sol.
Cuando vide los mineros,
dentro de su habitación,
me dije, mejor habita
en su concha el caracol,
o a la sombra de las leyes
el refinado ladrón,
y arriba quemando el sol.
Las hileras de casuchas,
frente a frente, sí, señor,
las hileras de mujeres
frente al único pilón,
cada una con su balde
y su cara de aflicción,
arriba quemando el sol.
Fuimos a la pulpería
para comprar la ración,
veinte artículos no cuentan
la rebaja de rigor,
con la canasta vacía
volvimos a la pensión,
arriba quemando el sol.
Zona seca de la pampa
escrito en un cartelón,
sin embargo, van y vienen
las botellas de licor,
claro que no son del pobre,
contrabando o qué sé yo,
arriba quemando el sol.
Si alguien dice que yo sueño
cuentos de ponderación,
digo que esto pasa en Chuqui,
pero en Santa Juana es peor,
el minero ya no sabe
lo que vale su dolor,
arriba quemando el sol.
Me volví para Santiago,
sin comprender el color
con que pintan la noticia
cuando el pobre dice no,
abajo, la noche oscura,
oro, salitre y carbón
y arriba quemando el sol.
Yo canto la diferencia
Yo canto a la chillaneja
si tengo que decir algo
y no tomo la guitarra
por conseguir un aplauso.
Yo canto la diferencia
que hay de lo cierto a lo falso,
de lo contrario no canto.
Yo paso el mes de setiembre
con el corazón crecido
de pena y de sentimiento
de ver mi pueblo afligido,
el pueblo amando la Patria
y tan mal correspondido,
el emblema por testigo.
En comandos importantes
juramento a la bandera.
Sus palabras me repiten
de tricolor las cadenas,
con alguaciles armados
en plazas y en alamedas
y al frente de las iglesias.
Por eso, señor Ministro,
dice el sabio Salomón,
hay descontento en el cielo
en Chuqui y en Concepción,
ya no florece el copihue
y no canta el picaflor.
¿Qué dirá nuestro Señor?
Ahí pasa el señor Vicario
con su palabra bendita.
¿Podría su majestad
oírme una palabrita?
Los niños andan con hambre.
Les dan una medallita
o bien una banderita.
De arriba alumbra la luna
con tan amarga verdad
la vivienda de la Luisa
que espera maternidad.
Sus gritos llegan al cielo.
Nadie la puede escuchar
en la fiesta nacional.
No tiene fuego la Luisa
ni una vela ni un pañal.
El niño nació en las manos
de la que cantando está.
Por un reguero de sangre
va marchando un Cadillac.
Cueca amarga nacional…
La fecha más resaltante.
La bandera va a flamear.
La Luisa no tiene casa.
La parada militar.
Y si va al Parque la Luisa
¿adonde va a regresar?
Cueca larga militar…
Hace falta un guerrillero
Quisiera tener un hijo
brillante como un clavel,
ligero como los vientos,
para llamarlo Manuel,
y apellidarlo Rodríguez
el más preciado laurel.
De niño le enseñaría
lo que se tiene que hacer
cuando nos venden la Patria
como si fuera alfiler;
quiero un hijo guerrillero
que la sepa defender.
La patria ya tiene al cuello
la soga de Lucifer,
no hay alma que la defienda,
ni obrero ni montañés,
soldados hay por montones,
ninguno como Manuel.
Levántese de la tumba
Hermano que hay que luchar
O la de no su bandera
Se la van a tramitar
Que en estos ocho millones
No hay un pan que rebanar
que en estos cuatro millones
no hay un pan que rebanar.
Las lágrimas se me caen
pensando en el guerrillero,
como fue Manuel Rodríguez
debieran haber quinientos,
pero no hay uno que valga
la pena en este momento.
Repito y vuelvo a decir,
varillita de romero,
perros cobardes mataron
a traición al guerrillero,
pero no podrán matarlo
jamás en mi pensamiento.
Cueca
¿Hasta cuándo está en la mar
devorando al chiquitito,
el de las aletas largas,
como rifle en su milico?
En la mar hace falta,
como en la tierra,
un jurado que juzgue
la sanguijuela,
la sanguijuela, sí,
el tiburón,
traga y traga la sangre
del camarón,
mata como si nada,
el pez espada.
Miren cómo sonríen
Miren cómo sonríen
los presidentes
cuando le hacen promesas
al inocente.
Miren cómo le ofrecen
al Sindicato
este mundo y el otro
los candidatos.
Miren cómo redoblan
los juramentos
pero después del voto,
doble tormento.
Miren el hervidero
de vigilante
«para rociar de flores
al estudiante».
Miren cómo relumbran
carabineros
«para ofrecerle premios
a los obreros».
Miren cómo se visten
cabo y sargento
para teñir de rojo
los pavimentos.
Miren cómo profanan
las sacristías
con pieles y sombreros
de hipocresía.
Miren como blanquearon
Mes de María
Y al pobre negreguearon
La luz del día.
Miren cómo le muestran
una escopeta
para quitarle al pobre
su marraqueta.
Miren cómo se empolvan
los funcionarios
para contar las hojas
del calendario.
Miren como gestionan
Los secretarios
Las páginas amables
De cada diario.
Miren cómo sonríen
angelicales,
miren cómo se olvidan
que son mortales.
Ayúdame, Valentina
Qué vamos a hacer con tantos
y tantos predicadores,
unos se valen de libros,
otros de bellas razones,
algunos de cuentos raros,
milagros y apariciones,
los otros de la presencia
de esqueletos y escorpiones,
mamita mía.
Qué vamos a hacer con tanta
plegaria sobre nosotros,
hablando en todas las lenguas
de floria y esto y lo otro,
de infiernos y paraísos,
de limbos y purgatorios,
edenes y vida eterna,
arcángeles y demonios,
mamita mía.
Que sí, que adoren la imagen
de la señora María,
que no se adore ninguna
señora ni señorita;
que sí, que no, que mañana,
que un viernes de amanecida
que por entrar en la gloria
dinero se necesita,
mamita mía.
Se ve que no son muy limpios
los trigos de esta viña
y la maleza pretende
comerse toda la espiga,
poco le dice la forma
con que ha de clavar su espina,
para chupar el más débil,
que diabla la sabandija,
mamita mía.
Qué vamos a hacer con tanto
tratado del alto cielo,
ayúdame Valentina,
ya que tu volaste lejos,
decir de una vez por todas
que arriba no hay tal mansión,
pero mañana la funda
el hombre con su razón,
mamita mía.
Qué vamos a hacer con tantos
embajadores de dioses,
me salen a cada paso
con sus colmillos feroces,
apúrate Valentina,
que aumentarán los pastores,
porque ven que se derrumba
el cuento de los sermones
mamita mía.
Qué vamos a hacer con tanta
mentira desparramada,
Valentina, Valentina,
pasemos la escobillada,
señores, debajo tierra
la muerte queda sellada
y todo el cuerpo en la tierra
el tiempo lo vuelve nada,
mamita mía.
El día de tu cumpleaños
I
M’hijito llegaste al mundo
En hora muy principal
Ya redondeaste el año
Yo te vengo a saludar
Que te sienten a la mesa
Al lado de tu mamá
Al otro lado que brille
Todita la rescold’a.
II
Como no tengo qué darte
Y yo te quisiera dar
Yo quiero que los rayitos
Del sol te han de despertar
Y por la tarde el lucero
Que te venga a saludar
Mas atrás venga la luna
Con toda su claridad.
III
Que te sirvan la mistela
Y la tortilla candeal
Y pongan a tu ventana
La flor de la tempor’a
En el centro de tu pecho
Escribo por deletrear
Que el día de tu cumpleaños
Es cosa muy principal.
IV
El día de tu cumpleaños
Habría que embanderar
Desde Arica a Magallanes
Con banderas color’ás
Que viva tu nacimiento
Florecita de peral
Con la voluntad del cielo
Que vivas cien años más.
Casamiento de negros
«Estilo Parabién»
Se ha formado un casamiento
Todo cubierto de negros
Negros novios y padrinos
Negros cuñados y suegros
El cura que los casó
Era de los mismos negros.
Cuando empezaron la fiesta
Pusieron un mantel negro
Luego llegaron el postre
Se hirvieron higos secos
Y se fueron a acostar
Debajo de un cielo negro.
Y allí están las dos cabezas
De la negra con el negro
Y amanecieron con frío
Tuvieron que prender fuego
Carbón trajo la negrita
Carbón que también es negro.
Algo le duele a la negra
Vino el médico del pueblo
Recetó emplasto de barro
Pero del barro más negro
Que le dieron a la negra
Zumo de maqui del cerro.
Ya se murió la negrita
Que pena del pobre negro.
La echó dentro de un cajón
Cajón pintado de negro
No prendieron ni una vela
Ay que velorio tan negro.
Gracias a la vida
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros, que cuando los abro
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes al hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído, que en todo su ancho
graba noche y día grillos y canarios;
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bienamado.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro,
madre, amigo, hermano y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados,
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano,
cuando miro al bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto,
así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos que es mi propio canto.