Relatos de un bebedor de éter
Jean Lorrain fue poeta, cuentista, novelista, homosexual declarado (afecto al maquillaje, las joyas y los perfumes, su amigo Jules Barbey d'Aurevilly se refería cariñosamente a él como «Monsieur La Putain») y, principalmente, toxicómano. Su desmedida y duradera pasión por el éter, que como el láudano, la morfina o el opio, circulaba cuantiosamente por los cenáculos literarios decadentistas del fin de siècle, le valió nueve úlceras en el intestino que terminaron por matarlo. Estos breves relatos sobre eteromanía, en cuyo título resuenan las Confesiones de un opiómano inglés de Thomas de Quincey, retratan sutilmente las sombrías alucinaciones provocadas por el abuso de esa droga y por la excesiva exposición a otros «tóxicos» complementarios: el alcohol, la literatura y el arte. Caricaturas mórbidas, perversas, excesivas del dandy baudeleriano, a los personajes que habitan estas páginas el desarreglo de los sentidos no les depara ningún paraíso, más bien todo lo contrario: sólo paranoia, confusión y un sistema nervioso colapsado.