La visita de la vieja dama
Cuando alguien nombra a Friedrich Dürrenmatt por cualquier motivo añade siempre «autor de “La visita de la vieja dama”». Esta pieza teatral es para Dürrenmatt lo que «Esperando a Godot» es para Samuel Beckett.Escrita en 1955, «La visita de la vieja dama» se estrenó por primera vez en enero del siguiente año en el Schauspielhaus de Zurich, obteniendo en seguida un enorme éxito de público y crítica. En 1964, se rodó la película interpretada por Ingrid Bergman y Anthony Quinn. Hoy ya es un clásico del teatro contemporáneo.Dürrenmatt acostumbra a decir que «La visita de la vieja dama» trata de la culpa. Pero también podría decirse que trata de una revancha, tal vez porque, muchas veces, la una conduce a la otra. Una vieja dama, convertida en multimillonaria, regresa un día al pueblo, del que se vio obligada a marcharse hace más de cuarenta años, para vengarse de un hombre que, en su juventud, la había abandonado con una hija condenándola a lanzarse a la vida. Trabajó en un burdel hasta que un millonario armenio se casó con ella, dejándola poco después viuda y heredera de una inmensa fortuna. Lo único que pide la vieja dama es justicia, por lo que ofrece una cifra astronómica para que, en el juicio contra aquel hombre, lo condenen a muerte. De entrada los implicados claman al cielo y se oponen a semejante arbitrariedad y traición. Pero, lentamente, el sacrosanto poder del dinero va haciendo mella entre los más recalcitrantes…Comentando sobre su teatro en general, lo define Dürrenmatt: «Las obras de teatro son como pelotas que ruedan: una mitad señala la estética de la tragedia, la otra, la de la comedia. Pero, como en una pelota que rueda es difícil saber cual está arriba y cuál abajo, defino mis obras como comedias».