La trilogía de los malditos
“Malditos”. Dándome un paseo por la vida de los artistas que conforman esta trilogía sobre Escritores, Pintores y Músicos, llegué a la conclusión de que no había otra palabra que describiera mejor las desgracias que muchos de ellos padecieron. Como si ese fuera el precio que tuvieron que pagar por el talento que Dios les concedió: Hemingway se suicidó, al igual que Quiroga, Zweig, Mishima y otros. Ya sabemos cómo vivió Vincent van Gogh y las penurias que pasó Francisco de Goya, o Renoir cuando aún joven ya no podía sujetar el pincel entre sus dedos. También los lamentos de Beethoven más allá de su sordera, o lo que significó para Bizet el fracaso de Carmen en su primera presentación, o las murmuraciones sobre que el genio de Paganini para interpretar el violín era de origen maligno, dado por el diablo después de haberlo escogido entre millones de niños. Vidas desgraciadas, llenas de amarguras y de momentos de terrible soledad. Por esa razón, aunque no sea de mi total agrado, me sumo a la frase que hizo popular al poeta francés Paul Verlaine en su ensayo escrito en 1884 titulado Los poetas malditos.