Tiempo sin campanas
´Tiempo sin campanas´ es la tercera novela de la tetralogía de Bienek, un ciclo sobre la Segunda Guerra mundial que ha sido aclamado por los mejores críticos mundiales y que ha conocido un resonante éxito de público en Alemania, Francia y Estados Unidos. Caso relativamente único, Bienek es un escritor alemán católico, con una clara conciencia a la vez de la responsabilidad y del sufrimiento de su pueblo, rasgo que le confiere una singular autoridad moral en una Alemania marcada actualmente por un nefasto revisionismo histórico. ´Tiempo sin campanas´ se desarrolla íntegramente durante el Viernes Santo de 1943, el día torpemente escogido por las autoridades, en esa región de profundo sentimiento religioso, para descolgar las campanas de todas las iglesias con el fin de utilizar el metal para hacer cañones. El pueblo entero vive el día pendiente de ese acto a sus ojos sacrílego. La guerra presiona sobre la vida cotidiana, que querría seguir su curso como si no pasara nada; la familia Piontek espera el nacimiento de un vástago, la familia Ossadnik recibe a un hijo en licencia del frente, y nuestro protagonista, Josel, espera, a sus quince años, el llamado inminente a filas, buscando en la persona de su amiga Ulla, pianista brillante, un puerto en el que refugiarse y al que poder regresar en caso de no morir, quedar lisiado o convertido en un vegetal a manos del enemigo. Mientras tanto, por la ciudad circulan los trenes cargados de judíos con destino a los cercanos campos de la muerte, Birkenau, Auschwitz. Una aguda sensibilidad psicológica, casi hiriente en su distanciación literaria, caracteriza la descripción que hace Bienek de una cultura mimética al borde de la desaparición. Cuatro años de guerra no han logrado convencer a la población de que están viviendo un desastre histórico. Las pequeñeces, las envidias, la impotencia son las mismas que en tiempo de paz. El lejano rugir de los aviones, el casi imperceptible tronar de los cañones parecerían sólo ser una leve anomalía en un paisaje que rehusa comprender. La inconsciencia resulta ser tan típica de la guerra como de la paz.