Los tres cadáveres tatuados
La llegada de un cadáver con un extraño tatuaje a la congestionada Morgue de la capital da origen a una investigación policial que ponen en marcha un comisario de policía, un antropólogo físico y un policía de élite. Los tres cadáveres tatuados (porque son tres los que marcan el ritmo del relato), tiene la forma de una novela policial, pero pronto se escapa de los parámetros usuales de éstas, porque al autor le interesa menos la solución de los crímenes que la descripción del mundo social en que éstos se producen. Así, la investigación, que con una prosa ágil nos va describiendo Vladimir Acosta sin perder nunca el sentido del humor en medio de lo dramático del asunto, se constituye pronto en un vertiginoso descenso no sólo al sórdido submundo de miseria y violencia que llena la cotidianidad de los barrios populares sino también en una exploración a fondo de la realidad de la violencia cotidiana, las bandas armadas, el sicariato, las mafias que controlan el narcotráfico y la terrible situación que es el pan diario de las cárceles de este país latinoamericano actual, que la novela nunca define pero que podría ser casi cualquiera de ellos. La investigación policial, que concluye en forma sorpresiva e inesperada, da pie a discusiones relacionadas con la justicia, la impunidad, la lucha contra el crimen y el narcotráfico y con el candente tema de los derechos humanos. Y es de destacar que en medio de todo este drama que no parecería tener salida se encuentra una bella muchacha de barrio, ansiosa de escapar de ese terrible mundo de bandas armadas, sicariato, droga y violencia en el que vive, y en el que su libertad y hasta su vida misma se ven amenazadas.