Charlotte Street
Puedo convertirte en piloto. En un comandante de tanque. En un superhéroe. Puedo convertirte en un pequeño erizo azul, soy como un mago», me solía decir mi amigo Dev. Pero yo seguía allí, parado en la esquina de Charlotte Street, cuando todo sucedió.
Una chica (porque sí, siempre hay una chica) luchaba con sus bolsas y con la puerta de un taxi. Y, no sé por qué, pero una extraña energía me arrastró a preguntarle si la podía ayudar. Cuando me dí cuenta estaba aferrado a todos sus paquetes mientras ella me decía gracias con una sonrisa. Esa sonrisa… De repente me sentí tan masculino y confiado como un albañil eligiendo qué tipo de clavos comprar. Y luego… se esfumó ese instante y volví a estar como al principio.
Supongo que fue el taxista que tenía prisa, o que los dos éramos demasiado británicos para decir nada más… Pero un minuto más tarde estaba viendo alejarse el coche mientras todas mis esperanzas huían ruidosamente tras su tubo de escape. Luego miré hacia abajo y me di cuenta de que tenía algo en la mano: una caja amarilla que ponía Un solo uso. Se había olvidado de su cámara desechable.