CASSIS, Y EL OLOR DE LOS CASTAÑOS EN FLOR. A lo largo de los Campos Elíseos los castaños se vestían de blanco…

Recordé el murmullo de las fuentes en la Place de la Concorde… Y por la Rué de la Seine y a lo largo del muelle, el olor de los libros antiguos, el olor del río… El olor de los castaños en flor…

¿Por qué, repentinamente, recordaría el París de 1905 de la Tierra de sombra? Aquel año fui muy feliz, y quizá lo que buscaba era un antídoto para el presente. Sí…

Absenta blanca, Amer Picón, granadina… Fresas silvestres con Créme d’Isigny… Ajedrez en el Café de la Régence con actores de la Comedia Francesa… Las carreras en Chantilly… Y las noches en la Boite á Fursy en la Rué Pigalle…

Coloqué firmemente mi pie izquierdo delante del derecho, el derecho delante del izquierdo. En la mano izquierda sostenía la cadena de la cual pendía la Joya… la llevaba en alto, de manera que pudiera ver en las profundidades de la piedra, contemplando y sintiendo el nacimiento del nuevo Patrón que describía con cada paso. Había clavado mi bastón en la tierra y lo dejé cerca de lo que sería su origen. Izquierdo…

El viento cantaba a mi alrededor y rugían los truenos cerca. No encontré la resistencia física que ofrecía el viejo Patrón. No había ninguna resistencia. En cambio —y en muchos aspectos, resultó peor aún—, una peculiar deliberación se había apoderado de mis movimientos, haciéndolos más lentos, ritualizándolos. Parecía que gastaba más energía al preparar cada paso —percibiéndolo, realizándolo y ordenándole a mi mente su ejecución— que la que me extraía el acto físico en sí. Sin embargo, la lentitud parecía necesaria, y me era impuesta por un factor desconocido que determinó la precisión y un adagio lempo en todos mis movimientos. Derecho…

… Y, de la misma manera que el Patrón de Rabma me ayudó a recuperar mis recuerdos perdidos, este que me esforzaba por crear, despertó y trajo el olor de los castaños en flor, de los carros llenos de verduras atravesando el amanecer hacia el Halles… No estaba enamorado de nadie en particular en aquella época, aunque hubo muchas chicas —Ivettes y Mimis y Simones, sus rostros se mezclan— y era primavera en París, con sus músicos gitanos y sus cócteles en Louis… Recordé, y mi corazón saltó con una alegría casi proustiana mientras el Tiempo sonaba a mi alrededor como una campana… Y, tal vez, esta era la causa de mis recuerdos, ya que pareció que dicha alegría se transmitía a mis movimientos, dándole información a mis percepciones, poder a mi voluntad…

Vi el siguiente paso y lo di… Ya había trazado una vuelta y creado el perímetro de mi Patrón. A mi espalda, sentía la tormenta. Debía llegar hasta el borde mismo de aquella superficie. El cielo se estaba oscureciendo, y la tormenta ocultaba la cambiante coloración de la luz. Vi resplandores en su interior, pero no podía dedicarle la energía y atención necesarias para controlarla.

… Amapolas, amapolas y azulinas y altos álamos a los costados de los caminos del campo, el sabor de la sidra de Normandía… Y, de vuelta a la ciudad, el olor de los castaños en flor… El Sena lleno de estrellas… El olor de las viejas casas de ladrillo en la Place des Vosges después de una lluvia matinal… El bar bajo el Music Hall del Olimpia… Una pelea… Nudillos ensangrentados, la mano vendada por una muchacha que me llevó a casa… ¿Cuál era su nombre? Los castaños en flor… Una rosa blanca…

Entonces la olí. La fragancia no había desaparecido de los restos de la rosa que llevaba en el cuello de mi capa. Era sorprendente que hubiera perdurado tanto. Me levantó el ánimo. Me esforcé en continuar, girando suavemente a mi derecha. Con el rabillo del ojo, vi que el frente tormentoso se acercaba, cortante como el cristal, destruyendo todo lo que tocaba. El rugido del trueno era ensordecedor.

Derecha, izquierda…

El avance de los ejércitos de la noche… ¿Resistiría mi Patrón su embestida? Deseé poder apresurarme, pero, en realidad, avanzaba con una lentitud que crecía con cada paso. Noté una curiosa sensación de dualidad, casi como si estuviera dentro de la Joya trazando el Patrón yo mismo, allí, a la vez que me movía aquí fuera, contemplándolo e imitando su avance. Izquierda… Giro… Derecha… La tormenta ganaba terreno a gran velocidad. Pronto llegaría hasta los viejos huesos de Hugi. Olí la humedad y el ozono y me pregunté sobre aquel extraño pájaro que dijo que me había estado esperando desde el comienzo del Tiempo. ¿Me esperaba para discutir conmigo o para ser comido en este lugar sin historia? Fuera lo que fuere, y teniendo en cuenta la acostumbrada exageración de los moralistas, era apropiado que, ya que no consiguió que mi corazón se arrepintiera de la condición espiritual en la que me encontraba, fuera consumido con el acompañamiento de un trueno teatral… Ya se escuchaban los truenos a lo lejos y en la cercanía. Cuando giré en esa dirección una vez más, el resplandor de los relámpagos resultó casi cegador. Aferré la cadena y di otro paso…

La tormenta llegó hasta el mismo borde del Patrón, y entonces se abrió. Comenzó a deslizarse poco a poco a mi alrededor. Ninguna gota cayó encima mío o del Patrón. Pero, lenta y gradualmente, nos vimos totalmente atrapados en su interior.

Era como si me encontrara dentro de una burbuja en el fondo de un mar encrespado. Murallas de agua me rodeaban y formas oscuras se deslizaban entre ellas. Parecía como si el universo entero tratara de aplastarme. Me concentré en el mundo rojo de la Joya. Izquierda…

Los castaños en flor… Una taza de chocolate caliente en la terraza de un café… El concierto de una orquesta en los Jardines de las Tullerías y los sonidos dispersándose a través del aire de la mañana… Berlín en los años veinte, el Pacífico en los treinta: sentí placer entonces, pero diferente. Tal vez no fuera el verdadero pasado, sino las imágenes de un pasado que, más tarde, retorna para confortarnos o atormentarnos… a un hombre o a una nación. Poco importa. Cruzo el Pont Neuf y bajo por la Rué Rivoli, junto a los autobuses… Los pintores ante sus caballetes en los Jardines de Luxemburgo… Si todo acaba bien, tal vez algún día busque una sombra igual… Estaba a la altura de mi Avalón. Había olvidado… Los detalles…

Las pinceladas que conforman la vida… El olor de los castaños…

Camino… Finalicé otro circuito. El viento aullaba y la tormenta rugía, pero no me rozaron. Mientras no permita que me distraiga, mientras siga avanzando y mantenga mi concentración en la Joya… Tenía que resistir, tenía que seguir dando esos lentos y cuidadosos pasos, sin detenerme nunca, cada vez más despacio pero en constante movimiento… Rostros… Parecía que filas interminables de caras me contemplaran desde más allá del borde del Patrón… Grandes, como La Cabeza, pero retorcidas: sonriendo, mofándose, burlándose de mí, esperando que me detuviera o diera un paso en falso… Aguardando que todo el proceso se desmoronara a mi alrededor… Estallaban relámpagos detrás de sus ojos y en sus bocas, su risa era el trueno… Las sombras se arrastraban entre ellos… Y me hablaban, con palabras surgidas del vendaval de un oscuro océano… Fracasaría, me decían, fracasaría y sería arrastrado, y este fragmento de Patrón acabaría convertido en pequeñas piezas a mi espalda mientras yo era consumido… Me maldijeron, escupieron y vomitaron en mi dirección, aunque no me rozaron… Quizá no estuvieran ahí de verdad… Tal vez mi mente cedió ante la presión… Entonces, ¿qué sentido tenían mis esfuerzos? ¿Un nuevo Patrón creado por un loco? Vacilé, y repitieron a coro: «¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!». Su voz era la de los elementos.

Respiré profundamente y percibí la fragancia que quedaba de la rosa; pensé en los castaños una vez más, y en los días alegres de la vida y el orden orgánico. Las voces parecieron perderse cuando mi mente recorrió los acontecimientos de aquel feliz año… Y di otro paso… Y otro… Las voces habían fustigado mi debilidad, sentían mis dudas, mi ansiedad, mi fatiga… Fueran lo que fueren, se aferraron a ello y trataron de usarlo en mi contra… Izquierda… Derecha… Que noten mi confianza y que desaparezcan, me dije a mí mismo. He llegado hasta aquí. Y continuaré hasta el fin. Izquierda…

Remolinearon a mi alrededor profiriendo palabras desalentadoras. Pero parte de su fuerza se había desvanecido. Me abrí camino a través de otra sección curva, viendo cómo crecía en el ojo rojo de mi mente.

Pensé de nuevo en mi fuga de Greenwood, en la información que le saqué a Flora con mis engaños, en mi encuentro con Random, nuestra lucha con sus perseguidores, nuestro viaje de regreso a Ámbar… Pensé en nuestra huida a Rabma y en el Patrón inverso que atravesé allí para recuperar casi toda mi memoria… En la boda obligada de Random y en mi solitario viaje a Ámbar, donde me enfrenté a Eric para luego refugiarme con Bleys… En las batallas que siguieron, mi ceguera, mi recuperación, mi escape, mi viaje a Lorraine y, posteriormente, a Avalón…

Moviéndose a más velocidad, mi mente rozó la superficie de los eventos que siguieron… Canelón y Lorraine… Las criaturas del Círculo Negro… El brazo de Benedict… Dará… El regreso de Brand y su herida… Mi herida… Bill Roth… los informes del hospital… Mi accidente…

… Ahora, desde el comienzo de mi historia en Greenwood, mi mente recorrió de nuevo los acontecimientos hasta llegar a ese momento en que me esforzaba por asegurar que cada movimiento fuese tan perfecto como yo creía que tenía que serlo, noté la creciente sensación de anticipación que yo había conocido —no importa que mis actos estuvieran dirigidos hacia el trono, la venganza, o el concepto que yo tenía del deber—, y fui consciente de su continua existencia a lo largo de aquellos años hasta ese instante, cuando por fin venía acompañada por una sensación más intensa… Me di cuenta de que la espera estaba a punto de concluir, que, fuera lo que fuere lo que había estado anticipando y esforzándome por conseguir, pronto ocurriría.

Izquierda… Muy, muy despacio… Esto era lo único que contaba. Toda mi voluntad estaba proyectada en los movimientos. Mi concentración era completa. No importaba lo que me esperara más allá del Patrón, mi mente no pensaba en ello. Truenos, rostros, vientos… No importaba. Sólo existía la Joya, el Patrón naciente y yo mismo… y apenas era consciente de mí. Quizá esto fuera lo más cerca que jamás llegaría a estar de la idea de unión con el Absoluto que tenía Hugi. Giro… Pie derecho… Giro otra vez…

El tiempo perdió todo significado. El espacio quedó restringido al diseño que estaba creando. Extraía fuerza de la Joya sin pedirla, como parte del proceso en el que me encontraba involucrado. Supongo que, en un sentido, fui destruido. Me convertí en un punto en movimiento, programado por la Joya, realizando una operación que me absorbía por completo, y que no me dejaba espacio para la consciencia de mi ser. Sin embargo, y en un nivel determinado, también comprendí que yo era parte del proceso. Comprendí que si fuera otra persona la que estuviera trazando el Patrón, este sería totalmente diferente.

Vagamente, percibí que ya había recorrido la mitad del trayecto. El camino se hizo más difícil, mis movimientos, incluso, más lentos. A pesar de la cuestión de la velocidad, recordé mis experiencias cuando sintonicé con la Joya, en aquella matriz extraña y multidimensional que parecía ser la fuente de origen del Patrón mismo.

Derecha… Izquierda…

No había resistencia. Me sentí muy liviano, a pesar de la premeditación de los movimientos. Era como si una energía ilimitada me bañara continuamente. Todos los sonidos a mi alrededor se habían fundido en un ruido blanco, desapareciendo.

Repentinamente, dejé de moverme despacio. La sensación no fue como si acabara de atravesar un Velo o una barrera, sino como si hubiera sufrido un reajuste interno.

Sentí que avanzaba a un paso más normal, trazando espirales cada vez más estrechas, acercándome a lo que pronto sería el fin del diseño. Aún me encontraba carente de emociones, aunque intelectualmente noté que un profundo sentido de gozo crecía en mi interior y explotaría pronto. Otro paso… Otro… Tal vez otros diez…

Súbitamente, el mundo se oscureció. Me pareció que me encontraba en medio de un gran vacío, con sólo la débil luz de la Joya ante mí y el resplandor del Patrón, parecido a la espiral de una nébula por la cual avanzaba. Vacilé, pero sólo un momento. Esta debía ser la última ordalía, el asalto final. Decidí buscar la concentración completa.

La Joya me mostró lo que tenía que hacer y el Patrón dónde tenía que hacerlo. Lo que faltaba era una visión de mi persona. Izquierda…

Continué, ejecutando cada movimiento con toda mi atención. Finalmente, una fuerza de resistencia comenzó a alzarse contra mí, como en el viejo Patrón. Mis años de experiencia me ayudaron. Luché por dar dos pasos más ante la presión cada vez más fuerte.

Entonces, en el interior de la Joya, vi el fin del Patrón. Habría perdido el aire ante la percepción de su belleza, pero en ese momento incluso mi aliento estaba regulado por mis esfuerzos. Concentré toda mi fuerza en el siguiente paso, y el vacío pareció resquebrajarse a mi alrededor. Lo completé, y el siguiente incluso fue más difícil. Era como si estuviera en el centro del universo, caminando sobre estrellas, luchando por proyectar un movimiento básico en lo que esencialmente era un acto de voluntad.

Mi pie avanzó con lentitud, aunque yo no pude verlo. El Patrón comenzó a brillar. Pronto el resplandor fue casi cegador.

Quedaba poco… Me esforcé como nunca lo había hecho en el viejo Patrón, ya que en ese momento la resistencia pareció absoluta. Tenía que enfrentarla con una firmeza y constancia de voluntad que no dejaba lugar para nada más, aunque parecía como si no me moviera, como si todas mis energías se encontraran concentradas en el fulgor del dibujo. Al fin, saldría con un espléndido telón de fondo…

Minutos, días, años… No sé el tiempo que transcurrió. Fue una eternidad, como si hubiera estado realizando este acto siempre…

Entonces avancé, y tampoco sé el tiempo que esto me tomó. Pero di el paso, e inicié otro. Luego otro…

El universo retrocedió a mi alrededor. Había acabado.

La presión desapareció. La oscuridad desapareció…

Por un momento, permanecí en el centro de mi Patrón. Sin siquiera mirarlo, caí de rodillas y me doblé, la sangre golpeaba mis oídos. La cabeza me daba vueltas, y jadeaba. Todo mi cuerpo empezó a temblar. De manera periférica, me di cuenta de que lo había hecho. Sin importar lo que ocurriera a partir de ese momento, existía un Patrón. Y resistiría…

Escuché un ruido donde sólo debía reinar el silencio, pero mis exhaustos músculos se negaron a responder, incluso por reflejo, hasta que fue demasiado tarde. Sólo cuando la Joya me fue arrebatada de mis fláccidos dedos alcé la cabeza, y me senté, apoyándome en las piernas. Nadie me había seguido a través del Patrón… Estoy seguro de que lo habría notado. Por lo tanto…

La luz era casi normal y, parpadeando, miré la sonriente cara de Brand. Llevaba un parche negro sobre un ojo y sostenía la Joya en su mano. Debió haberse teletransportado al interior del Patrón.

Cuando levanté la cabeza, me golpeó; caí sobre mi costado derecho. Entonces me pateó con fuerza en el estómago.

—Bien, veo que lo has conseguido —comentó—. No pensé que pudieras hacerlo. Otro Patrón que tendré que destruir antes de arreglarlo todo. Aunque primero me hace falta esto para desequilibrar la batalla que se libra en las Cortes —movió la Joya—. Debo despedirme de ti momentáneamente. Adiós.

Y desapareció.

Me quedé allí tumbado, jadeando y agarrándome el estómago. Olas de oscuridad se alzaron y cayeron, como la espuma, en mi interior, pero no sucumbí por completo a la inconsciencia. Una sensación enorme de desesperación cubrió mi cuerpo, cerré los ojos y lancé un gemido. Tampoco tenía una Joya de la que extraer fuerzas.

Los castaños…