MIRÉ HACIA AL BOSQUE, y le vi salir de allí. No desenfundé mi espada, ya que él tampoco había extraído la suya; sin embargo, enlacé mi mente con la Joya. Después de lo que acababa de realizar, sabía que podía controlar mucho más que el clima con ella. Desconocía los poderes de Brand, pero disponía de un arma con la que podía confrontarlos directamente. La Joya palpitó más profundamente cuando contacté con ella.
—Una tregua —dijo Brand—. ¿De acuerdo? ¿Podemos hablar?
—No veo que tengamos nada más que decirnos —le contesté.
—Si no me das una oportunidad, nunca lo sabrás.
Se detuvo a unos siete metros de distancia, se echó su capa verde por encima del hombro izquierdo y sonrió.
—Muy bien. Habla —concedí.
—Intenté detenerte antes —comentó—, quería la Joya. Es obvio que has descubierto la capacidad que tiene, su importancia.
No dije nada.
—Papá ya la ha usado —continuó—, y lamento informarte que ha fracasado en su intento.
—¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
—Puedo ver a través de la Sombra, Corwin. Pensé que nuestra hermana te había puesto al tanto de mis poderes. Con un pequeño esfuerzo mental, percibo cualquier cosa que elija. Naturalmente, me interesaba el resultado de su empresa. Así que lo observé. Está muerto, Corwin. El esfuerzo fue demasiado para él. Perdió el control de las fuerzas que manipulaba y fue destruido por ellas a mitad de camino del Patrón.
—¡Mientes! —exclamé, tocando la Joya.
Sacudió la cabeza.
—Admito que soy capaz de mentir para conseguir mis fines, pero esta vez te estoy diciendo la verdad. Papá está muerto. Le vi caer. Fue cuando el pájaro te trajo la Joya, tal como él se lo ordenó. Nos encontramos ahora en un universo que no tiene Patrón.
No quería creerle. Pero era posible que Papá hubiera fracasado.
El único experto en ese tema, Dworkin, me había asegurado lo difícil que era tal tarea.
—Suponiendo, de momento, que lo que has dicho sea verdad, ¿qué ocurrirá ahora? —le pregunté.
—Todo se desmoronará —replicó—. Ya en este momento, el Caos se agranda para llenar el vacío que existe en Ámbar. Ha surgido un gran vórtice, y está creciendo. Se extiende hacia el exterior, destruyendo los mundos de sombra, y no se detendrá hasta fusionarse con las Cortes del Caos, cuando cierre el círculo de la creación, momento en el que el Caos quedará como soberano absoluto una vez más.
Me sentí mareado. ¿Acaso había luchado desde Greenwood, recorriendo ese largo camino hasta llegar aquí, para que todo acabara de esta manera? ¿Perdería todo su significado, su forma, contenido, vida, cuando parecía que los eventos habían llegado a una especie de conclusión?
—¡No! —exclamé de nuevo—. No puede ser.
—A menos que… —observó Brand en voz baja.
—¿A menos qué?
—… Se trace un nuevo Patrón, creando un orden nuevo que preserve la forma.
—¿Quieres decir volver hasta el Patrón original y acabar el trabajo? Acabas de asegurar que el lugar ya no existe.
—No. Por supuesto que no. El sitio poco importa. Donde exista un Patrón, habrá un centro. Puedo hacerlo aquí mismo.
—¿Y crees que tendrás éxito donde Papá falló?
—Tengo que intentarlo. Soy el único que cuenta con el suficiente conocimiento y que tiene el tiempo necesario para forjarlo antes de que las ondas del Caos lleguen. Escucha, reconozco la verdad de todo lo que Fiona sin duda te ha dicho de mí. He hecho planes y he actuado de acuerdo con ellos. He mantenido contactos con los enemigos de Ámbar. He derramado nuestra sangre. Intenté borrar tu memoria. Pero el mundo, tal como nosotros lo conocemos, está siendo destruido en este mismo instante, y yo también vivo aquí. Todos mis planes —¡todos!— quedarán en la nada si no se preserva alguna medida de orden. Me cuesta admitirlo, pero sé que esa posibilidad existe. Sin embargo, aún no es demasiado tarde para frustrar sus intenciones. Podemos construir el nuevo bastión del orden aquí mismo.
—¿Cómo?
—Necesito la Joya… y tu ayuda. Este será el emplazamiento de la nueva Ámbar.
—Siempre que yo te la dé. ¿Será el nuevo Patrón exactamente igual que el viejo?
Sacudió la cabeza.
—Es imposible, de la misma manera que el que Papá intentaba crear tampoco habría sido como el de Dworkin. No existen dos autores que plasmen la misma historia con el mismo estilo. No puedes evitar las diferencias estilísticas individuales. No importa cuánto me esfuerce en duplicarlo, mi versión será ligeramente diferente.
—¿Cómo podrás realizarlo —pregunté— si ni siquiera estás totalmente sintonizado con la Joya? Te haría falta un Patrón para completar ese proceso… y, como has dicho, el Patrón ha sido destruido. ¿Qué queda?
Entonces él declaró:
—Dije que necesitaría tu ayuda. Existe otro modo de que una persona sintonice con la Joya; y requiere la asistencia de alguien que ya esté sintonizado con ella. Una vez más, tendrás que proyectarte a ti mismo a través de la Joya, para llevarme contigo… al interior del Patrón original, que me ayudarás a atravesar.
—¿Y luego?
—Cuando esa barrera haya sido superada, yo estaré sintonizado con la Joya, momento en el que me la entregarás para que yo trace un nuevo Patrón… y todo volverá a funcionar. El proceso de destrucción se detendrá. Y la vida proseguirá su curso normal.
—¿Y qué pasará con el Caos?
—El nuevo Patrón no tendrá ni una mácula. Ya no dispondrán del camino que les dio acceso a Ámbar.
—Como Papá está muerto, ¿quién gobernará la nueva Ámbar?
Sonrió torvamente.
—Debo tener una compensación por mis esfuerzos, ¿no es verdad? Arriesgaré mi vida con esta empresa, y las posibilidades de éxito no son tan buenas.
Le devolví la sonrisa.
—Considerando la recompensa, ¿qué me impedirá que sea yo quien se arriesgue? —le pregunté.
—Lo mismo que evitó que Papá triunfara… todas las fuerzas del Caos. Cuando se realiza un acto de esta envergadura, ellos se reúnen por una especie de reflejo cósmico. Yo he tenido bastante más experiencia con ellos que tú. Tú no tendrías ni una sola oportunidad. Quizá yo sí.
—Ahora imaginemos que me estás mintiendo, Brand. O, para ser más considerados, supongamos que no has podido ver claramente a través de esta confusión. ¿Y si Papá tuvo éxito? ¿Y si ya existe en este momento un nuevo Patrón? ¿Qué ocurrirá si creas otro, aquí y ahora?
—Yo… Nunca se ha hecho antes. ¿Cómo lo voy a saber?
—Me pregunto qué ocurriría —musité—. ¿Conseguirías aún tu propia versión de la realidad? ¿Representaría la creación de un nuevo universo —Ámbar y Sombra— sólo para ti? ¿Negaría el nuestro? ¿O, simplemente, permanecería aparte? ¿Habría alguna interacción? ¿Qué crees tú que sucedería?
Se encogió de hombros.
—Ya te he contestado. Nunca se ha hecho antes. ¿Cómo lo voy a saber?
—Ah, pero pienso que sí lo sabes, o que al menos podrías emitir una hipótesis bastante aproximada a la realidad. Y creo que ese es tu plan, que eso es lo que quieres intentar… ya que es lo único que te queda. Tomo esta acción por tu parte como una confirmación de que Papá tuvo éxito y que este es tu último as oculto. Pero, para ponerlo en práctica, me necesitas a mí y a la Joya. Y no tendrás a ninguno.
Suspiró.
—Esperaba más de ti. Pero… está bien. Estás equivocado, pero dejémoslo ahí. Mas escúchame. Antes que perderlo todo, dividiré el reino contigo.
—Brand —le dije—, lárgate. No tendrás la Joya, ni tampoco mi ayuda. Escuché lo que tenías que decirme, y creo que mientes.
—Tienes miedo —observó—. Me tienes miedo. No te culpo por no confiar en mí, pero cometes un error. En este momento me necesitas.
—No importa, ya he tomado mi decisión.
Dio un paso en mi dirección. Luego otro…
—Tendrás lo que quieras, Corwin. Puedo darte lo que pidas.
—Yo estaba con Benedict en Tir-na Nog’th —le dije—, mirando a través de sus ojos, escuchando con sus oídos, cuando le hiciste la misma oferta. Guárdatela, Brand. Continuaré con mi misión. Si crees que me puedes detener, este es un buen momento para comprobarlo.
Caminé hacia él. Supe que lo mataría si ponía mis manos en él. También supe que no llegaría a tocarlo.
Se detuvo y dio un paso hacia atrás.
—Cometes un gran error —comentó.
—No lo creo. Pienso que hago lo correcto.
—No lucharé contigo —dijo rápidamente—. No aquí, sobre el abismo. Pero has tenido tu oportunidad. La próxima vez que nos encontremos, me veré obligado a quitarte la Joya.
—¿De qué te servirá si no estás sintonizado con ella?
—Existe una posibilidad de que lo consiga… más difícil, pero realizable. Recuerda, tuviste tu oportunidad. Adiós.
Retrocedió, metiéndose en el bosque. Lo seguí, pero había desaparecido.
Dejé aquel lugar y seguí mi camino por un sendero que flotaba sobre la nada. No me gustaba considerar la posibilidad de que Brand estuviera diciendo la verdad, o al menos parte de ella. Pero lo que me dijo me atormentaba. ¿Y si Papá realmente hubiera fracasado? En ese caso, mi misión no tenía ningún sentido y todo había acabado, y sólo era una cuestión de tiempo que la destrucción me alcanzara. No quería mirar hacia atrás, ni siquiera para prevenir que algo se estuviera acercando. Me lancé a una cabalgada infernal, aunque controlada en la medida de lo posible. Deseaba reunirme con mis hermanos antes de que las ondas del Caos llegaran tan lejos… sólo para que vieran que mantuve la fe, para que supieran que hasta el fin lo intenté con todas mis fuerzas. Entonces me pregunté cómo iría la batalla. ¿O aún no había comenzado, teniendo en cuenta el marco temporal?
Continué a lo largo del puente, que se había ensanchado bajo un cielo cada vez más claro. Cuando cobró la forma de una planicie dorada, pensé en la amenaza de Brand. ¿Me amenazó simplemente para que yo dudara, incrementando así mi incomodidad y entorpeciendo mi eficiencia? Posiblemente. Pero, si necesitaba la Joya, me tendería una emboscada. Y yo sentía respeto por ese poder que había adquirido sobre la Sombra. Parecía imposible que pudiera prepararme contra un ataque de alguien que vigilaba cada movimiento mío y que podía transportarse instantáneamente a cualquier punto donde tuviera ventaja. ¿Me atacaría pronto? Pensé que no. Estaba seguro de que primero querría ponerme nervioso… además, ya me encontraba bastante cansado. Tarde o temprano tendría que detenerme para descansar. Era imposible que recorriera esa enorme distancia de una vez, sin importar el ritmo que imprimiera a la cabalgada.
Nieblas de color rosa y verde aparecieron a mi lado y giraron a mi alrededor, llenando el mundo. El suelo debajo nuestro tenía una cualidad metálica. Ocasionalmente, escuchaba encima mío notas musicales. Mis pensamientos eran confusos. Recuerdos de muchos mundos aparecieron y se fueron de manera desordenada. Canelón, mi amigo-enemigo, mi padre, enemigo-amigo, se fundía y se separaba, se separaba y se fundía. En algún lugar, uno de ellos me preguntó quién tenía derecho al trono. Pensé que se trataba de Canelón, que quería conocer nuestras justificaciones. Ahora sé que fue Papá, que quería saber cuáles eran mis sentimientos. Él había analizado la situación… y tomó una decisión al respecto. Yo no quise saber nada. Si se debió a un desarrollo detenido, o al deseo de permanecer libre de tal carga, o a una repentina iluminación, que creció lentamente en mi interior, basada en todo lo que había experimentado en años recientes y que me proporcionó una visión más madura del papel oneroso de monarca, más allá de sus momentos de gloria, no lo sé. Recordé mi vida en la Tierra de sombra, cuando tuve que cumplir órdenes y también darlas. Los rostros nadaron ante mí —gente que conocí a lo largo de los siglos—, amigos, enemigos, esposas, amantes, parientes. Lorraine pareció indicarme con señas que continuara, Moire se reía, Deirdre lloraba. De nuevo luché con Eric. Recordé mi primera ordalía con el Patrón, cuando era niño, y aquella posterior, cuando, paso a paso, me fue devuelta la memoria. Los asesinatos, robos, canalladas, seducciones, retornaron porque, como dijo Mallory, estaban ahí. Ni siquiera fui capaz de situarlos correctamente en términos temporales. No sentí mucha ansiedad ya que no sentía mucha culpa. El tiempo, una y otra vez en su transcurrir, había suavizado las aristas de los acontecimientos más duros, había producido cambios en mí. Vi a mis otros «yo» anteriores como si fueran personas diferentes, conocidos que había dejado de ver. Me pregunté cómo alguna vez pude ser uno de ellos. A medida que avanzaba, escenas de mi pasado parecieron solidificarse en las nieblas que me rodeaban. Y no es una licencia poética. Las batallas en las que tomé parte asumieron una forma tangible, excepto por la carencia total de sonido… el fogonazo de las armas, los colores de los uniformes, los estandartes y la sangre. Y la gente —durante mucho tiempo muerta— salió de mi memoria y adquirió una animación silenciosa a mi alrededor. Ninguna de esas personas pertenecía a mi familia, pero todos eran seres que en algún momento significaron algo para mí. Sin embargo, no había ningún esquema especial en los recuerdos. Las obras nobles se mezclaban con las vergonzosas; los enemigos con los amigos… y ninguna de las personas implicadas notaba mi presencia; todos estaban atrapados en alguna secuencia de acción de un pasado muy remoto. Entonces, pensé en la naturaleza del lugar por el que cabalgaba. ¿Acaso era una versión sumergida de Tir-na Nog’th, que, poseyendo alguna substancia activadora de la mente, rememoraba mis recuerdos, proyectándolos en mi entorno como un panorama que me señalara: «Esta Es Tu Vida»? ¿O, simplemente, estaba alucinando? Me encontraba cansado, ansioso, preocupado y agotado psíquicamente, y avanzaba por un camino que proporcionaba a mis sentidos una estimulación suave y monótona, de esa que te impulsa a la introspección… De hecho, me di cuenta de que en algún momento, más atrás, había perdido el control sobre la Sombra y me encontraba marchando de una manera lineal por el paisaje, atrapado en una especie de narcisismo exteriorizado por el espectáculo… Entonces me percaté de que tenía que detenerme a descansar —incluso dormir un poco—, aunque temía hacerlo en este lugar. Debía salir de ahí y dirigirme a un punto más tranquilo y desierto…
Luché con mi entorno. Retorcí algunas sombras. Me liberé.
Pronto me encontré cabalgando por una zona montañosa y agreste; y, un poco más tarde, llegué hasta la cueva que deseaba.
Entramos y atendí a Star. Bebí y comí justo lo suficiente para mitigar el hambre. No encendí ningún fuego. Me envolví en mi capa y en una manta que había traído conmigo. Tenía a Grayswandir en mi mano derecha. Me tumbé de cara a la oscuridad que había más allá de la entrada de la cueva.
Me sentía un poco enfermo. Sabía que Brand era un mentiroso, pero sus palabras igualmente me perturbaban.
Sin embargo, nunca tuve problemas con el sueño. Cerré los ojos y desaparecí.