1850-1853
Reflejos en un charco de barro: podrían ser las imágenes de la vida en la calle miserable de una gran ciudad.
*
Un rayo de sol que penetra por el agujero redondo en la persiana de una oscura habitación donde un muerto está sentado en soledad.
*
«Cuando sea grande —dice Julian para dar una idea de la fuerza que tendrá—, cuando sea grande seré dos hombres».
*
En un bosque hay una pila de troncos y de ramas que alguien cortó con la intención de hacer un fuego y calentarse. La madera está amontonada en un bloque cuadrado, como a la espera de que la carguen en carreta cuando llegue el momento o, mejor, en trineo cuando llegue el invierno. Pero el moho se ha acumulado sobre el pilón, año tras año, las hojas muertas lo han ido recubriendo hasta pudrirse y formar una suerte de capa que cubre casi totalmente la madera, aun cuando la silueta del conjunto sigue siendo perceptible bajo su costra vegetal. Hace quizá cincuenta años, si no más, un leñador cortó y apiló estos troncos y estos pedazos de madera con el objeto de quemarlos durante el invierno en su chimenea. Sin embargo ya no los necesita, o así parece. Hay algo extrañamente interesante en estos hechos simples. Imaginar que el leñador ha muerto hace ya tiempo, lo mismo que su mujer y su familia. Imaginar que un anciano, que era un niñito cuando se cortó la madera, regresa del cementerio adonde fue a inclinarse ante sus tumbas, y trata de encender un fuego con la leña toda enmohecida.
*
Una dibuja una vaca en la pizarra y dice: «Con una patada voy a hacer que mueva un pie». Hay una feliz energía en esta expresión. En su calidad de creadora. Una se identifica por completo con la vaca, consciente de ejercer plenos poderes sobre cada uno de sus sentimientos.
*
Un rayo de sol escudriña el interior de una habitación vacía, hasta encontrar allí una vieja mancha de sangre.
*
—Una —dice mamá—, tengo numerosas razones para no dejarte entrar en la cocina.
—Mamá —responde Una, muy seria—, ¿podrías darme tan sólo tres?
*
He visto (con estupefacción) a un hombre bastante borracho, la otra noche en casa de Parker. Bien vestido, casi causaba la impresión de ser un señor. Hablaba alto y fuerte y decía tonterías, si bien de forma elocuente y escogiendo con cuidado las palabras; sólo estuvo impertinente al dirigirse a un extranjero. Al final, tras un largo rato mirando a su alrededor, se incorporó y se marchó titubeando. Su gran ebriedad sólo se hizo visible cuando intentó caminar.
*
Viejos conocidos. Un hombre que conocí hace ya diez años, activo y vigoroso, con un buen estado físico y repleto de buen humor, y que ahora, tras haber llevado una vida feliz, presumo, se ve pálido, delgado, envejecido, con la frente cargada de problemas; y sin embargo luce vivaz y alegre cuando se acerca para hablar, pero con algo irreductiblemente triste a la vez. Otra persona, antaño comandante de un buque del servicio de aduanas, un hombre que usaba espléndidas charreteras y un uniforme de aire muy aristocrático, ahora está sin ese empleo y se ha vuelto pendenciero y devastado por el coñac. Si lo quisiese, aún podría conducirse como un caballero, pero sus modales son muy confianzudos. Revelan una audacia irreflexiva, una falta de decoro que no sabe de límites, aun cuando sigue siendo a las claras aquel hombre de mundo, acostumbrado a la buena sociedad. Últimamente ha trabajado para los rusos y sin duda se haría pirata, si la oferta fuese buena.
*
Julian, tras haber recogido el otro día un puñado de hojas de arce, todas rojas: «Mira, papá: un ramillete de fuego».
*
Si redujésemos el mundo a un fino polvillo que esparciéramos por el universo, no habría ni tan siquiera un átomo de polvo para cada estrella.
*
Cuando el sol refleja sus rayos en la nieve fresca llegamos a ver, varias millas más al sur, ciertas cadenas montañosas que antes no habíamos divisado.
*
Servirse del Polo Norte como caña de pescar y del ecuador como línea; o más aún, como sostén para las plantas o como cuerda para colgar la ropa.
*
Quienes imitan las obras originales podrían compararse con los moldes de yeso de las estatuas de mármol; y el libro que es una copia, al vaciado de un original.
*
Relato infantil: el descenso, todo a lo largo de un río, de un barco en miniatura hecho con una viruta y cuya vela es de corteza de abedul.
*
Fournier afirma que con el progreso del mundo el océano perderá su salinidad y tendrá el gusto de una limonada agria: una limonada acerada.
*
Un hombre, grosero y vulgar, se rompe una pierna o el codo. ¿En qué se convierte? En un «vulgar fragmento».
*
«Qué agradable es ver un rostro humano que no sabe mentir». (Sophia acerca de la sonrisa del bebé, 13 de octubre de 1851).
*
Si los mejores de nosotros no están listos para morir, ¡qué verdadero disparate poner a morir a los peores!
*
Yendo al pueblo ayer por la tarde (21 de octubre) distinguí, en una nube, la cara y el busto de una mujer que me miraba. La cara se veía completa, no así el busto; tenía un semblante agradable y llevaba en la cabeza una especie de mantón; su tez era marmórea; sus ojos, los de una estatua. Apenas di unos pasos, la imagen se desvaneció. Nunca he visto una imagen tan neta surgir de las nubes; era toda una escultura, destacada en altorrelieve.
*
Miércoles, 22 de octubre de 1851.
Yendo a buscar la leche esta mañana, noté que la humareda de las chimeneas le aporta una nota especial al paisaje otoñal, comparado con el verano.
*
Imaginar la historia de un hombre que se construye una casa sobre el cráter del río de los Infiernos. Del pulular del infierno emanan las exhalaciones de su horno de fundición, presidido por Satanás en persona. La lista con los demonios y las almas de los condenados continúa creciendo. Tal vez un ángel espía de vez en cuando por los conductos de ventilación.
*
El anillo de bodas de una mujer se va incrustando en su carne con el correr de los años. Reminiscencias de esos tiempos en que la alianza se deslizaba sin problemas por aquel dedo, todavía flaco.
*
La dicha en este mundo, si llega un día, no ocurre sino por azar. (Buscar algo es andar tras una quimera o no alcanzar jamás el objetivo). Perseguimos algún fin y comprendemos, acaso, que hemos alcanzado la dicha cuando menos lo pensábamos; y que en el preciso momento en que nos decimos «ya está, lo he logrado», ésta se desvanece, como un cofre de oro descubierto por unos cazadores de tesoros.
*
Supongamos que un hombre pesa 140 libras al casarse y que, con el tiempo, alcanza las 280 libras. Podría decirse que sigue «medio soltero», sobre todo si su boda no posee ninguna dimensión espiritual.
*
Cuento infantil: un paseo del bebé en su cochecito, empujado por otros dos niños.
*
Un río en Kentucky: quien bebe de su agua, muere.
*
En un relato siniestro y extraño, el protagonista (un joven alegre y apuesto o una muchacha) de pronto y de modo espontáneo se arranca el rostro como si fuese una máscara, revelando la calavera escondida.
*
Un terreno, adyacente a una hermosa propiedad con la que se comunica, contribuía en alto grado a la belleza y buen aspecto de esta última. Pero el poseedor del terreno estaba en desacuerdo con el dueño de la propiedad lindera. Se negaba a vendérselo, desatendiendo sus ofertas; prefería dejarlo baldío. Tras su muerte, el gran propietario (a quien ya le había alegrado la noticia de la enfermedad de su enemigo) esperó adquirirlo al fin; pero, mal que le pesara, su enemigo había estipulado mediante testamento que debía enterrárselo en el centro exacto del terreno. Toda clase de malas hierbas se pusieron entonces a crecer por encima de la tumba, con venenosa exuberancia.
*
La creencia de los escoceses según la cual los niños son a veces robados por un hada, podría servir de alegoría: un niño se libra a su fantasía y vive en una suerte de mundo imaginario, hasta volverse incapaz de vivir la realidad.
*
Los dos niños discutían acerca de Cristóbal Colón, a quien Julián llamaba «nuestro amigo». «No es nuestro amigo —gritaba Una— ya que no lo conocemos». «Es nuestro amigo —insistió Julian— aunque no lo conozcamos». Terminaron llamándome y zanjé el debate a favor de Julian.
*
Julian me ha preguntado si la noche estaba encerrada en el dormitorio de la tía Elizabeth.
*
Las caricias, las expresiones de afecto de toda índole, son necesarias para la vida afectiva, así como las hojas lo son para el árbol.
*
Una familia, que se compone del padre, la madre y un par de hijos, sale a dar un paseo y se interna en un bosque. La pequeña hija se pierde de vista entre los árboles. La llaman. Regresa al rato. Al principio ellos no advierten ningún cambio; sin embargo, poco a poco, parecen notar algo extraño. Hasta que, tiempo más tarde, llegan incluso a sospechar que no es su hija, sino en verdad una extraña, la que regresó con ellos.
*
Cupido, en los últimos tiempos, seguramente ha abandonado su arco y sus flechas para emplear armas de fuego: una pistola o acaso un revólver.
*
Decidí quemar viejas cartas y diversos papeles, hace pocos días, en previsión de nuestro viaje a Londres. Entre las cosas quemadas había un centenar de cartas de Sophia cuando era joven: el mundo ya no cuenta con otras iguales, éstas fueron reducidas a cenizas. El fuego es el máximo guardián de nuestros secretos. ¿Qué haríamos sin el fuego y sin la muerte?