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Nave de Descenso Arcturus Pride
En transito, Halfway
Provincia de Bolan
Alinaza Lirana

11 de Junio del 3064

El puente de la Nave de Descenso Arcturus Pride se estremeció bajo una nueva andanada de fuego, y la Coronel Linda McDonald se agarro rápidamente al borde de una de las consolas cercanas mientras plantaba los pies en la cubierta para estabilizarse. El aire reciclado silbaba detrás de una rejilla a su espalda como un aliento frió contra su nuca. Vestida simplemente con botas de Mecwarrior, pantalones cortos y el chaleco refrigerante sin mangas sobre un top dado el inminente descenso de combate, sentía la piel de gallina en sus brazos y piernas. Sus mejillas estaban entumecidas del frió, y no sabia que había sido de su boyante confianza. Como oficial de tierra ocupada en los deberes de guarnición durante mucho tiempo, se sentía totalmente fuera de su elemento en la batalla espacial que estaba teniendo lugar.

 

Aunque nadie se dio cuenta de ello. La tripulación de la nave de clase Leopard tenia cosas mas importantes en que ocupar su mente mientras atravesaban el guantelete de cazas aerospaciales enemigos para hacer un aterrizaje planetario.
Navegación dividía su tiempo entre las rutas proyectadas por la computadora y la batalla en tiempo real proyectada en el tanque holografico. Armamento se encargaba de dirigir los puertos de armas de la Arcturus Pride. Dirigiéndolos a todos ellos el Capitán Thomas Mickelson lanzaba secas ordenes mientras coordinaba el transito de las doce naves de Descenso del 11º de Guardias Arcturianos con las acciones de su brigada aerospacial. Si concedía algo de tiempo a Linda McDonald, era con miradas de molestia por el hecho de que todavía estuviera en su puente.

 

Un par de insignificantes oficiales de control de daños trabajaban en el lugar de un temprano fuego eléctrico, comprobando los circuitos muertos y redirigiendo la potencia alrededor de esa consola. El aroma acre de los aislantes quemados golpeo su nariz y hizo que sus ojos se empañaran. Parpadeando para dejarlos libres, permaneció mirando fijamente al tanque holografico. Este mostraba además de laseres atravesando blindaje y fugas de aire al vació espacial que otro par de aparatos pertenecientes al 6º de Lanceros de Crucis habían roto el paraguas aerospacial lanzándose para atacar el costado de la Leopard.
El Arcturus Pride se sacudió y se escoro cuando una explosión abrió la atmósfera interior al espacio exterior haciendo estremecer toda la nave.

 

– El sello auxiliar de mantenimiento seis-barra-uno-uno ha perdido su integridad, – anuncio el oficial de control de daños (OCD) por el circuito directo al puente. – Estamos comprobando todos los sellos de la cubierta seis por si hubiera perdidas de presión–. El OCD siempre sonaba tranquilo, pero McDonald supuso que eso era lógico, protegido como estaba mientras estuviera en el centro de la Nave de Descenso.

 

Otro temblor sacudió la Nave de Descenso al tiempo que un trío de cazas de los Lanceros picaban desde arriba, descargando sus afustes de armas y escapando del fuego de replica. McDonald solo pudo ahora identificar a los atacantes iniciales como Stingray s. Los cazas enemigos continuaban deslizándose a través de su barrera aerospacial como si esta no existiera, realizando pasadas a gran velocidad que raramente podía ver hasta que estaban justo encima de ella.

 

Ella frunció el ceño con rabia. Si solo tuviera una Nave de Guerra, los Lanceros no se habrían sentido tan superiores. Pero no la tenia. Solo una de las corbetas clase Fox les había acompañado desde York, y Maria Esteban la tenia.
Al dividir la fuerza de asalto en dos grupos, Esteban había retenido la NAL Robert Kelswa como su nave insignia. McDonald había salido por el punto nadir, mientras que Esteban había saltado por el punto zenith, muy por encima del plano elíptico del sistema. Con ella iban sus Jaegers de la Alianza y un GRC mezclado a base de la milicia provincial recogida en Carisle, Alarion y otra media docena de mundos cercanos a Timbuktu. Cuando no detectaron signo alguno de las naves de salto de Víctor Davion en ninguno de los dos puntos, supusieron que estas estaban ocultas dentro del sistema, e iniciaron su asalto a Halfway.

 

En tres días y todavía sin encontrar oposición, sus naves de Descenso iniciaron la maniobra de acercamiento, apuntando sus unidades de fusión de frente para conseguir el impulso de deceleración necesario que las llevase a la orbita de Halfway y les permitiese controlar el descenso.. 
Solo hoy, con el planeta creciendo en los monitores, la brigada aerospacial del 6º de Lanceros de Crucis había levantado el vuelo para enfrentárseles. Los veteranos Lanceros controlaban el espacio alrededor de Halfway, y a diferencia de su propia unidad, aparentemente se habían mantenido al día en cuanto a combate a cero Ges. Ignorando a Esteban y a la necesidad de vérselas con su Nave de Guerra, se habían concentrado duramente sobre el 11º de Guardias. Con las perdidas aumentando, no había nada que McDonald pudiera hacer.

 

Aun así, ella se negaba a abandonar el puente. A menos que la nave alcanzase la atmósfera de Halfway y sus Mechs empezaran el descenso de combate, este era el lugar donde se libraba la batalla. Y donde podía perderse. No quería morir con los cinturones puestos e indefensa en la negrura de su cabina, sin poder ver el golpe de final.
McDonald prefería enfrentarse a sus miedos frente a frente, la misma actitud que la había llevado a declarase a favor de la Arcontesa en lugar de sentarse y ver pasar la guerra civil desde su guarnición en el remoto Timbuktu.. Esos mismos fuegos de lealtad ardían en el fondo de todo el 11º de Guardias Arcturianos y eventualmente consumirían al príncipe traidor Víctor.

 

Como si sus pensamientos espolearan la cólera de los Lanceros, la cubierta de la Leopard súbitamente se agito y después desapareció bajo sus pies. Su estomago se estremeció en ese instante de caída libre, después la tambaleante cubierta volvió de golpe a sus botas al tiempo que el torturado chillido del metal doblado reverbero a través de toda la nave. Pudo sentir el olor del ozono recién salido de los circuitos dañados, pudo sentir su sabor cáustico en el fondo de su garganta.
En navegante tenia una ceja partida por encima de un ojo debido a un golpe de su cabeza contra la consola, y uno de los oficiales de control de daños yacía en la cubierta inmóvil, el lado izquierdo de su cara estaba magullado y empapado en sangre mientras que su compañero buscaba signos vitales.

 

– Eso fue el puerto delantero de mísiles de babor, – grito el OCD a través de su circuito de comunicaciones. – Uno de los cierres de munición ha saltado. Hemos perdido presión a la altura del mamparo veinte, niveles tres y cuatro–.
– Coronel McDonald, – dijo Mickelson. – Le solicito y le exijo que abandone inmediatamente mi puente y se dirija al hangar de Mechs–.

Lentamente, con cautela, McDonald relajó sus manos apretadas sobre la consola, y el color volvió a sus blancas articulaciones. – ¿Cuánto falta para la inserción? – pregunto, calmando su corazón, el cual casi se le sale por la boca.
– Un descenso a gran altitud será posible en noventa minutos, o cerca de las dos horas si les lanzamos mas cerca de la superficie. Aun tenemos que desprendernos de mucha velocidad–.
– Puedo esperar, – dijo McDonald.
– Puede hacerlo si quiere aguantar la respiración a través de dos cubiertas de vacío, – dijo Mickelson manteniendo por poco su faceta respetuosa. – Acabamos de perder el mamparo principal. Si la Pride recibe otro impacto de lleno, no habrá ruta segura para llevarla junto a ese monstruo de lata suyo –.

 

Eso sería peor que quedar atrapada en el puerto de Mech mientras la batalla espacial arreciaba. McDonald era tan buen Mechwarrior como comandante. De ninguna manera podía quedarse atrás mientras su lanza descendía a la superficie de Halfway.
Relajo sus manos, haciendo una pausa ante la consola del capitán, solo lo suficiente como para intercambiar el tradicional saludo y apretón de manos. - Llévenos allá abajo Tom, – dijo ella. Mickelson apenas hizo un gesto, su atención estaba pegada a la batalla que tenia entre manos.

 

Moviéndose de forma insegura a lo largo del puente, ahora tenia el firme propósito de alcanzar el hangar inferior de Mech sin verse comprometida demasiado por la seguridad de los mamparos. Al atravesar ese corto sendero que unía los dos nexos de poder de cualquier Nave de Descenso, se sintió verdaderamente vulnerable por primera vez. El sentimiento continuo hasta el momento en que subió por la escalera de acceso y lanzo un saludo improvisado a su comandante de lanza, y hasta que finalmente ascendio hasta la cabina del King Crab, donde lo dejó atrás.

 

A diferencia de muchos BattleMech, el King Crab tenia espacio suficiente para moverse dentro del diseño su simple y ancho cuerpo. Espacio suficiente para dos cabinas, una para el Mechwarrior piloto y una segunda tradicionalmente reservada para el comandante del regimiento. Eso permitía al oficial superior tener las manos libres para organizar la batalla. Hasta ese momento, Linda nunca había imaginado entrar en batalla como observador. Ella siempre luchaba con su propia maquina justo al lado de sus guerreros.

 

Colocándose en su asiento, saco el aparatoso neurocasco de su estante superior. Se lo coloco encima y lo aseguro con las sujeciones, dejando que descansara sobre las almohadillas de las hombreras de su chaleco refrigerante.
Arrastro el grueso cable que se extendía por debajo de la barbilla del neurocasco y que atravesaba los recovecos de su chaleco refrigerante, y lo unió al conector a la derecha de su asiento. Después enchufo su chaleco a la línea de suministro de refrigerante que colgaba a su izquierda, comprobando de nuevo si había fugas o roturas. Una circulación de refrigerante apropiada era crucial una vez que el combate en tierra firme empezara.

 

A continuación, realizo el primer chequeo de seguridad y empezó el procedimiento de encendido que llevaría a su Mech de asalto de cien toneladas a la vida. Podía sentir el profundo ronroneo de su reactor de fusión a través de los pies, y en pocos segundos, la temperatura empezó a elevarse hasta los niveles nominales operacionales. Un pulso de refrigerante paso por su chaleco, y ella tuvo un involuntario escalofrió.

 

– KGC-cero-cero-cero, – entono la computadora, nombrando la especificación de diseño del King Crab.

McDonald conocía a muchos MechWarriors que ponían nombres a sus maquinas o que cambiaban la secuencia de encendido de la factoría para poner un saludo mas a su gusto. Ella nunca había sentido esa necesidad.
– Secuencia de seguridad iniciada, – dijo la computadora. – Comprobación de identidad–. La voz era ligeramente femenina pero carecía de verdadero calor.
– Linda McDonald, – dijo ella, sacando los guantes de neo-cuero de su compartimiento. Ella los prefería para agarrar los controles por encima de la simple piel desnuda. – Coronel. 11º de Guardias Arcturanos –.
– Patrón de voz obtenido. Activado protocolo secundario–.

 

Dado que la tecnología de falsificación de patrones vocales tenia casi mil años de antigüedad, muchos programas de seguridad de BattleMech requerían una clave o frase en código que era conocida solo por el Mechwarrior. Saltársela requería un serio tiempo escarbando entre el hardware de la computadora del
BattleMech, un lujo nada fácil dada la preciosa tecnología de la Esfera Interior.
McDonald flexiono los puños sobre sus controles. – Las mentes inútiles son las herramientas de los Davion, – dijo.

– Protocolos de seguridad satisfechos, liberadas las funciones superiores de la computadora–. En ellas, por supuesto, se incluían la selección de blancos y el control de disparo. 
– Coronel McDonald montada y dispuesta, – dijo a través del micrófono de su casco. Su sistema de comunicaciones estaba enlazado con la frecuencia de prioridad de la nave a la par que formaba un canal privado con lanza de mando.
–Y justo a tiempo, – escucho decir al Capitán Mickelson, con el mismo tono todavía en su voz.
– Estábamos esperando a recibir algo de ayuda de las fuerzas de escolta de la General Esteban cuando los cazas de los Lanceros dejaron de fastidiar, dirigiéndose en su lugar hacia el quinto planeta del sistema. Ahí es donde probablemente han escondido todas sus naves de Descenso –.

Linda McDonald sonrió. Eso significaba que había poco, si acaso había algo, que se interpusiera en el camino de su asalto a tierra firme.

– Buenas noticias Tom. Mis felicitaciones a los otros capitanes y a nuestros pilotos de caza. Pase la orden de que quiero a todas las maquinas del 11º de Guardias preparadas y en espera, estaremos en tierra en menos de dos horas–.
– Y entonces, – dijo bajando la voz para evitar que el micro captara su voz, – veremos que clase de defensa nos ha preparado Víctor Davion esta vez–. 
– En una sola palabra, – dijo Maria Esteban con sus delicadas manos a su espalda, – ninguna–.

Todavía con su indumentaria de MechWarrior, con sus músculos tensos y temblando por una batalla que nunca tuvo lugar, Linda McDonald miro fijamente la enorme pantalla mural de la torre del espaciopuerto, con una expresión agriada acorde con su estado de animo.

 

El dispositivo de tres metros ofrecía en ese momento un mapa táctico que mostraba Halfway dividido en forma de gajos de naranji. Iconos parpadeantes representaban unidades del tamaño de un batallón distribuidas a todo lo largo del mundo. Menos de la mitad estaban agrupadas en las cercanías, lo que constituía una vista suficientemente impresionante a través de la ventana de ferrocristal de la torre del espaciopuerto. 
El mayor espaciopuerto de Halfway ocupaba diez kilómetros cuadrados a las afueras de Torrence, la capital planetaria. Diez naves de Descenso dominaban el horizonte, como si alguien hubiese dejado caer una ciudad pequeña de rascacielos bulbosos en pleno campo de aterrizaje. Tres regimientos de blindados y dos mas de infantería controlaban el perímetro. Un batallón completo de Mech guardaba la torre misma, a pesar de lo cual, McDonald no tenia la misma seguridad de siempre.

 

Al encontrar el espaciopuerto sin ocupar, o desierto para ser mas precisos, lo había requisado rápidamente como base de operaciones mientras buscaba a los ejércitos de Víctor Davion. Y después de medio día, todavía no había ninguna señal de ellos. Nada mayor que una escuadra de soldados que se quedaron atrás.

 

McDonald siguió fijamente las evoluciones en uno de los bancos de monitores. Con la llegada de su fuerza de asalto, la actividad normal del espaciopuerto había sido suspendida. – Deberíamos hacer regresar a uno de los GRC a York, – dijo ella. – Quizás puedan interceptar las naves de Salto de Víctor y dejarle esta vez varado –.
Maria Esteban negó con un gesto de su cabeza. Las vetas de plata en su grueso pelo negro era todo lo que denunciaba su edad. – Él no quiere volver a York, – dijo. Su voz era suave pero llena de convicción y eso le sonaba a McDonald como a respeto.
Ella hizo un gesto de asentimiento. En cuanto a lo tocante a asuntos estratégicos, ella delegaba en Maria Esteban. La general tenia mas de cuarenta años de experiencia de mando, veintisiete de ellos como comandante del 11º de Guardias Arcturianos. No era un secreto que Esteban había esperado poder retirarse en Timbuktu, pero cuando sus tropas empezaron a estar impacientes por poner fin a la guerra civil del Príncipe Víctor, lo había aceptado con calma.

 

Tan pronto como fue apropiado, cedió el mando del regimiento a Linda McDonald, mientras asumía el papel de comandante en jefe de toda la fuerza de asalto multi-regimental. Esteban había burlado a Víctor Davion no solo una, sino dos veces, en Alarion y en York. Tres veces si McDonald contaba la forma en que Esteban habia desviado secretamente a los Rangers de Skye evitando que se reunieran con Víctor. Si finalmente él les estaba devolviendo el favor, McDonald no podía fallar a su mentora ahora.

 

– Querrá avanzar, – dijo Esteban. – Si verdaderamente necesita un punto intermedio entre Alarion y su próximo blanco, tendrá que enfrentarse con nosotros aquí. Habia esperado que lo hubiera hecho, pero cuando le sacamos de York, aparentemente le forzamos a una avance relámpago. Ahora se moverá mas rápido, siempre intentando permanecer un salto por delante de nosotros–.
– ¿ Podría funcionar? – Esteban se encogió de hombros. – Sí. Si puede mantenerse en movimiento lo suficientemente rápido, si lleva suficientes suministros consigo hasta que los envíos de Alarion o Coventry le alcancen, y si no se enfrenta a una gran oposición –.
– Entonces deberíamos ir tras él–. McDonald entrechocó un puño enguantado con la palma de la otra mano.

 

La mirada de Esteban era de desaprobación. – Tu unidad no esta lista para moverse, y tú lo sabes. Al dejar atrás la brigada aerospacial de los Lanceros ha logrado justo lo que se proponía. Ellos han hecho añicos tus unidades aerospaciales y de paso casi convierten en chatarra tres naves de Descenso, convenciéndonos de que el blanco estaba en un planeta bien defendido. Hemos gastado mucho tiempo en un mundo vació.
Ahora además deberemos detenernos para tus reparaciones–.
La voz del general descendió hasta casi ser un susurro, como si estuviera hablando solo para sí misma.

– Ha vuelto lo que le hice en Alarion en nuestra contra. Víctor aprende. Nunca debemos olvidar eso –.

 

McDonald hizo un gesto de asentimiento. Odiaba otorgar al príncipe traidor alguna virtud, pero pensar que era incompetente solo la llevaría al fracaso. Aunque siempre pensaba en él como Víctor Davion para diferenciarle de su herencia Steiner, sabia que, probablemente, él era uno de los generales mas hábiles desde los tiempos de Kerensky.
Y ahora Maria estaba probándose a si misma ser su igual.

 

– Entonces debería quedarme aquí, – dijo McDonald. – Tu intenta llevar a Víctor a tierra firme, y yo te alcanzare tan pronto como sea posible–.
– Es casi lo que estaba pensando, – dijo Esteban, – pero no del todo –. Hizo un gesto en el aire con un dedo, como si estuviera dibujando en un mapa. – Apuesto a que Víctor ha pasado a través de Aristotle y quizás Clinton. Ambos son mundos donde puede esperar ser bien recibido–.
Ella asintió, sonriendo ligeramente para si misma. – Llevaré la mitad de la fuerza de asalto por delante a través de una ruta lateral. A menos que tengamos una posición confirmada, no iré mas allá de Arganda y te esperare allí –.

 

McDonald estaba impresionada por la forma en que Esteban habia evocado los nombres de esos sistemas de memoria. Ella misma necesito un momento para formar una imagen mental del mapa estelar de la Alianza Lirana para poder visualizar el movimiento. – Crees que sabes a donde se dirige, - dijo lentamente. - ¿Es Hesperus? – La sonrisa de Esteban se ensancho, como la de un maestro feliz con los progresos de su pupilo. – Se ajusta a su estilo y sus necesidades. En sus primeros objetivos, Víctor se movió rápidamente para asegurar importantes mundos industriales. Desde Inarcs hasta Coventry y hasta Alarion, Hesperus podría ser el siguiente en su lista. Y la perdida de nuestro mundo mas industrializado seria una derrota demoledora para la Arcontesa –.
McDonald escucho algo en la voz de la General. – Pero no crees que puede hacerlo–.

– Hesperus está demasiado cerca de la Isla de Skye, – dijo simplemente Esteban.

 

Le llevo un momento a McDonald razonar la críptica declaración. Entonces recordó que Robert Kelswa-Steiner se habia aupado a si mismo a la cabeza de Skye. Los Guardias Arcturianos siempre habían mantenido fuertes lazos con la familia Kelswa, cierto, pero McDonald consideraba al Duque Robert un agitador sin el cual Katrina Steiner estaría mejor.
Entre sus muchas aspiraciones políticas, apoyaba un Skye libre. El pensar en aceptar su ayuda le hacia pensar en la vieja fábula terrestre de hacer un pacto con el diablo.

 

– Skye y la mayor parte del Teatro de Operaciones Libertad es una piedra en el camino de Víctor hacia el espacio de la Federación de Soles. Robert Kelswa-Steiner es un hombre poderoso sentado encima de esa piedra –.
– Llevare una pala grande, – dijo McDonald, tratando de mostrar algo de entusiasmo.

Esteban apretó sus labios. – Si sirve para aliviar alguno de tus temores, – dijo finalmente, – pregúntate a ti misma como logre negarle a Víctor el apoyo del 17º de Rangers de Skye en York -.
Eso atrajo la atención de McDonald. – ¿El Duque Robert los distrajo?–
Por supuesto que lo habia hecho. ¿Quién podía tener mas tirón con los Rangers de Skye que el propio Víctor Davion? Maria Esteban estaba dándole a McDonald una fugaz visión de todo el trabajo oculto que habia hecho posible sus recientes victorias. – ¿El 17º no se unirá a Víctor después de todo? –
– Exceptuando alguna imprevista, y desganada, alianza entre Víctor y Robert, no. El 17º de Rangers están vinculados a la Isla de Skye, y nada va a detenerlos. Pero Víctor puede que no se haya dado cuenta de ello todavía, o incluso si lo ha hecho, puede creer que la inestabilidad de Skye le dará la libertad necesaria para asegurar Hesperus. Si piensa que puede tomarlo, allí es a donde ira –.
– Y allí es donde le destruiremos, – dijo McDonald completando sus pensamientos. De repente, estaba empezando a sentirse mucho mejor.

 

Podría funcionar. De hecho, podría ser el final de la guerra civil. Víctor era un general muy hábil, pero carecía de los recursos necesarios para ganar. Sus apoyos en esta guerra civil estaban dispersos a lo largo de muchos planetas individuales, cada uno luchando por su propia parte del gran premio. Esa era su debilidad fatal. McDonald la veía, y en ese momento empezaba a creer que si podía concentrar suficientes fuerzas en contra de Víctor en persona, podría vencerle.
Por el bien de la Alianza.

        Por el bien de la Arcontesa