CAPÍTULO III 

—¿NO RECIBISTE mi carta? —preguntó Joan Henderson una vez más. 

—Cuando fui a recogerla —repuso David Newman amargamente—, fui lo bastante afortunado para advertir la policía que estaba aguardándome.

—¿Y pensaste que la culpa era mía? —murmuró Joan. 

—¿Qué otra cosa podía pensar? 

—¿Esa era la fe que tenías en mí? 

El rostro de Newman estaba atormentado. 

—Ya para entonces había perdido la fe en todos y en todo. ¿Quieres decir que no fuiste tú la que informó a la policía? 

—Juro que no lo hice. 

Joan comenzó a llorar. Newman dejó escapar un angustiado y desesperado gemido. Angela se obligó a sentir que esto formaba parte del castigo que tanto merecía. 

—¿Acaso no parece bastante obvió que la policía debe haber interceptado su carta? Tuvimos uno de ellos permanentemente en la oficina durante muchos meses... una verdadera incomodidad el tipo ése —dijo Hibbert. 

Theo Henderson puso un brazo en los hombros de su esposa y echó una mirada furiosa a Newman. 

Margaret Kingsley dijo: 

—Miss Forrest, usted trajo a este hombre. ¿Quiere, por favor, llamar a la policía, o prefiere que lo haga yo? . 

David Newman trató de recuperarse. 

—Lo lamento Joan... lo lamento mucho. Y, Mrs. Kingsley, sé mucho de usted, porque Miss Forrest me lo ha contado, cuando veníamos hacia aquí y la admiro demasiado para estar fastidiado con usted. Usted es una mujer con mucho dinero y ha hecho una gran obra de caridad. Su llegada para socorrer a Metcliffe Distributors es un ejemplo admirable. 

—¿Qué quiere usted decir ... caridad? —espetó Roy Morgan.

—Pero hay algo que no entiendo —continuó David Newman, ignorando la interrupción—. En lugar de utilizar su dinero para pagar a los acreedores de Metcliffe ha elegido salvar a sus directores. ¿Por qué? 

—Se lo diré. Por más dinero que se tenga, uno no puede permitirse ser caritativo con el mundo entero. Hay que discriminar. Los acreedores de Metcliffe estaban corriendo un riesgo comercial normal. Los directores, al ser defraudados por uno de ellos, merecían algo más que sólo piedad 

—Gracias, Mrs Kingsley, usted los ayudó. Pero, mírelos. Mírelos a todos. Theo Henderson, Roy Morgan —David los señalaba con un índice acusador—, mi hermano Colin, Stanley Littlefield y Jackson Hibbert. Un grupo de personas virtuosas, ¿no es cierto? Pero yo sé que soy inocente, e ipso tacto uno de ese grupo sabe que es culpable. Pero ¿cuál de ellos es? ¿Fue el quién llamó a la policía? ¿Fue el que me estrechó la mano, o es uno de los otros virtuosos que pretenden parecer indiferentes? ¿Cuál? Yo se lo pregunto a usted ¿Cuál? Porque tan seguro como que estoy parado aquí, es uno de ellos. Yo creía saberlo. Ahora no estoy seguro. Pero es uno de ellos, lo afirmo. 

Roger Schofield metió las manos en los bolsillos y juntando las cejas, miró al suelo: 

—Con toda honestidad, David, hay algo que no tomas en cuenta, Si sólo uno de los cinco es culpable, entonces automáticamente, los otros cuatro son inocentes. ¿Cómo crees que ellos te consideran a ti? Después de todo, es a ti a quien busca la policía, no a ellos —desmañadamente. suplicante a medias, levantó los ojos y miró a su amigo—. ¿No te parece mejor someterte a un juicio? Luego, cuando pruebes tu inocencia, habrá tiempo para seguir la acción.

—Con toda la evidencia acumulada contra mi, ¿qué oportunidad crees que tengo? 

—En nombre del cielo, Mr. Newman —dijo Margaret Kingsley—, si es inocente, ¿por qué estuvo escondido en el extranjero durante todos esos años y no trató de probarlo? Usted se condena a sí mismo con cada palabra que pronuncia. 

—Le he formulado la misma pregunta, Mrs. Kingsley —suspiró Schofield—. Por una razón u otra, rehúsa contestarla. 

—Por supuesto que rehúsa. 

—¿Sabe usted que es una mujer muy atrayente cuando no está enojada? —dijo David. 

—Me temo que las lisonjas no conmueven a Mrs. Kingsley —manifestó afectadamente Littlefield. 

—¿Habla usted por experiencia? 

Margaret Kingsley se volvió colérica hacia Theo Henderson. 

—¿Quiere por favor, llamar a la policía? 

—¡Theo, por favor... espera un momento! —exclamó Joan. . 

—Querida, ¿para qué? Sé lo que esto te lastima, pero, créeme, no tiene objeto que lo prolonguemos. 

—Tienes que aguardar. Creo que conozco la respuesta a las preguntas de Margaret. 

—Joan, por favor, no te metas en 'esto. 

—Ojalá pudiera. ¿Crees que es agradable para mí tener la habitación llena de gente, hablando de esta manera a mi primer marido, con mi segundo marido al lado? Todo el asunto es una pesadilla. Pero estoy segura de que puedo ayudarte, David, y eso es lo que importa 

David avanzó un paso hacia Joan.

—Joan, parece como si todavía tú ... 

—No. No, mi querido, no debes pensar eso —Angela sintió el dolor y la tristeza con que Joan Henderson extrajo estas palabras de sí misma—. Te he querido mucho... Theo lo sabe. También sabe cuánto le amo a él, ahora. Por eso es que puedo hablar de esta manera. Él sabe que significa todo para mí... pero sería inconsecuente conmigo misma, si no hiciera lo posible por ayudarte —se volvió suplicante hacia su marido—. Tampoco tendrías tú un buen concepto de mí. 

La expresión del rostro de Theo era inflexible, como de acero. 

—Si sabes algo, naturalmente, debes decirlo, querida. Pero no puedo dejar de sentir que te estás atormentando sin motivo. 

—Margaret ... lo que Schofield dijo es verdad, ¿no es así? Si David era inocente, entonces el villano de esta obra debe ser... bien, uno de los cinco directores aquí presentes. 

—Continúa ... 

—¿Ninguno de ustedes ha pensado que uno de los cinco es el hermano de David? 

Se hizo un terrible silencio.

Colin lo rompió. Colin, con el rostro lívido, parecía querer echarse encima de Joan. 

—¿A dónde quieres llegar? Jacko, tú eres un abogado... o lo eras. ¿No puedes interrumpir esto? 

Hibbert se hundió en un sillón y cruzó sus manos blancas y regordetas sobre el vientre. 

—Por nada del mundo, viejo. Tengo curiosidad. Continúe Joan. 

—¿Ninguno de ustedes pensó —continuó Joan— que lo que retuvo a David durante tantos años fue el temor de que pudiera ser Colin, y que mientras él mismo estuviera libre, la sospecha no recaería en ningún otro? 

Hibbert dijo llanamente: 

—En verdad, mi querida Joan, en verdad... ¿Cree usted que esas excentricidades de "uno de los cinco", porque eso era todo lo que había, serían suficientes para hacer surgir esos instintos protectores en David? ¡Para no hablar de los sacrificios que el exilio implicó! 

—¡Por supuesto que no! Pero hubiera sido muy peligroso para. Colin, si hubiera atraído la más mínima sospecha de la policía. 

—¿Tendría inconveniente en explicar sus palabras? —rogó Hibbert. 

—Joan, ¡por el amor de Dios! —dijo Colin temblorosamente. 

Joan lo sometió a un largo y mudo examen._ 

—No continuaré, salvo que tú me digas que puedo hacerlo. 

—Pero eso no servirá de nada. No creo que David hiciera jamás el menor sacrificio por ayudarme. 

—En eso te equivocas. 

—Colin —dijo Margaret Kingsley, llanamente—, si tiene algo que ocultar es el momento para que lo saque a luz. Tenemos derecho a saberlo. 

Hubo una pausa, durante la cual Angela estuvo observando los rostros, uno tras otro. Hibbert estaba tratando de mantener un aire divertido y desinteresado, pero que podía, ser una de sus afectadas poses. Theo Henderson, evidentemente deseaba terminar el asunto con toda premura. Roy Morgan quería encolerizarse, pero estaba demasiado perturbado para saber cómo empezar, y Colin Newman ... 

—Muy bien, haz lo que quieras... —dijo Colin. 

—Gracias, Colin —dijo Joan, sonriendo con satisfacción—. Margaret, Colin compareció ante un juez. hace algunos años, con el cargo de instigar a uno de sus clientes que fue acusado de una gran evasión de impuestos a las ventas. 

Esperó una reacción. Hibbert se volvió suavemente hacia Colin. 

—¿Si eso es cierto, cómo fue que no lo condenaron? 

—Por la simple razón —dijo Colin—, de que fui absuelto. 

—¡Ah, sí! Tonto de mí, no pensar en eso. 

—¡Ahí tienes! —dijo Roy Morgan, determinado a volver al grueso del asunto—. ¡Ya sabía! Colin, esto no significa la menor diferencia para mí. 

—Gracias, Roy. 

—De todos modos, ¿a dónde nos lleva toda esta insensatez? —saltó Morgan—. Lo lamento, Joan, pero ese acto fraternal aunque fuera verdadero no podría ser más que una coincidencia. Y no podemos dejar que nos ciegue. David, permaneciendo en el extranjero, ¿sólo porque no quiere que su hermano mayor. se vea envuelto en un problema? ¡Bonita historia! Hay otra razón posible para que David no trate de probar su inocencia, y es una buena razón. Simplemente, que es culpable y que no puede probar lo contrario. 

—Me inclino a pensar como Roy —asintió bruscamente Theo Henderson. 

—Yo también —dijo Colin. 

David Newman retrocedió. 

—¿Qué... ? ¿De veras piensas eso? 

—Lo lamento, David. Me gustaría creer en tu inocencia, pero frente a todas las evidencias, sólo estaría engañándome a mí mismo, y a ti, si lo hiciera.

—Gracias, Colin —dijo sin aliento David—. Muchas gracias. Y gracias, Joan. 

Sus ojos se encontraron fugazmente; luego miraron a otra parte. Algo se había encendido por un minuto, y había vuelto a morir. Ambos lo reconocieron y ambos habían tenido la sensación de una pérdida irremediable, pero eran demasiado adultos para ignorar que eso había terminado para siempre. 

Margaret Kingsley dijo: 

—Mr. Newman, tengo algo que sugerirle. No sé cuál es su estado financiero, pero si se deja arrestar, y ahora tiene muy poca opción, le prometo pagar la fianza. También le proporcionaré la mejor defensa que el dinero pueda lograr. 

—Mrs. Kingsley, usted me está desencantando. 

—¿En qué forma? 

—Pensé que era una mujer de negocios, inteligente. 

—Aun está por probarse que no lo soy. Bien ... ¿accede usted a someterse a un juicio? 

Angela vio que los sucesos se le escapaban de las manos. Tenía que dejar establecida su influencia una vez más. Entregarlo en seguida a la policía, no había entrado en sus planes; y ahora menos que nunca. Había nuevos factores en la situación, factores que ella no había tomado en cuenta. 

—Mrs Kingsley. ya he hecho arreglos para el juicio —dijo. 

La complacencia de Jackson Hibbert se vio sacudida. La miró 

—¿Ha hecho qué... ? 

—He hecho, dije, arreglos para un juicio, un juicio informal. 

—¿Se ha vuelto loca? —pregunto Theo Henderson. 

—Lo lamento. Mr, Henderson, pero espero que no le importe que utilicemos su departamento. 

—¿Qué... ? ¿Para el juicio…?

—Sí. 

—¿Cuándo? 

—Esta noche —dijo Angela 

Su jefe le lanzó esa mirada que había visto algunas veces durante esos años que había trabajado para él. Sabía que significaba problemas para la persona a quien estaba dirigida, aun cuando esa persona fuera lo bastante afortunada como para estar al otro extremo de la línea telefónica 

—Esto significa el despido para usted, mañana por la mañana —dijo ceñudamente—. Se lo prometo. 

La cabeza de Roger Schofield se inclinó hacia adelante. 

—¿Cuál es su salario actual. Miss Forrest? 

—En el nombre del cielo. muchacha... —refunfuñó Henderson— ¿Qué le ha sucedido? 

—Mr. Newman dice que es inocente. Yo... le doy la oportunidad para probarlo.

Esto no era como lo había visto días atrás. No era como lo había visto cuando enfrentó a David Newman, con el conocimiento que ella tenía de su identidad, o cuando lo trajo a este departamento. Ahora se encontraba con que no podía declarar sinceramente que esperaba que los directores colegas probaran su culpabilidad. Podría ser, solamente podría ser, que hubiera otro aspecto en la cuestión. La verdad, a lo mejor, era más elusiva de lo que había imaginado. 

—¿Y cómo —preguntó Margaret Kingsley—, se propone usted llevarlo a cabo? 

—Le he pedido a Mr. Cruickshank que venga. 

—¿Lewis Cruickshank? —preguntó Henderson—. ¿Para qué demonios? 

—Como abogado de Metcliffe Distributors, y luego como liquidador. Mr Cruickshank sabe tanto de todo el asunto, como la policía que lo investiga. Estando aquí Mr. Newman para responder a las preguntas que no se le pudieron hacer anteriormente, podrá arrojarse nueva luz sobre el caso —Angela echó una ojeada a su reloj—. Mr. Cruickshank deberá llegar en cualquier momento. Se ha retrasado dos minutos. 

Hibbert se movió en su silla. 

—Miss Forrest, ¿por qué no consultó conmigo? Usted sabe que he tenido experiencia legal, y yo le hubiera advertido que estaba perdiendo el tiempo.

—¿Lo estoy? —preguntó Angela incisivamente—. ¿Puedo preguntar cuál será la ventaja de una investigación en un juicio formal? 

Ella lo había considerado como una confrontación en la cual el elemento personal sería la anulación de David Newman. Ante el juez, con un buen abogado que lo representara, podía ser capaz de producir una defensa hábil. Pero, cara a cara con sus defraudados colegas, lo había imaginado derrumbado. Había contado con ver su rostro contraído, y oírlo tartamudear su confesión, 

Ahora eran las caras de los otros las que la fascinaban. En la de Joan Henderson que lo había conocido tan bien, vio la convicción de que era inocente. Había algo perturbador en las abultadas facciones de Colin Newman, inquina en las de Theo Henderson, desasosiego en las de Roy Morgan.

—Le diré, Mr. Littlefield. Si Mr. Newman fuera al juicio y probara ser inocente, el verdadero culpable huiría y desaparecería. Y eso no va a suceder. El hombre que mató a mi padre, cualquiera que sea: está aquí con nosotros. Y quiero que permanezca en esta habitación cuando lleguemos a nuestro veredicto, 

David Newman, repentinamente, estuvo frente a ella, tomando sus brazos con firmeza. Ella trató de apartarse de la alborada regocijada que había en los ojos de él. David repitió lo que ya le había dicho esa tarde, pero la inflexión de la voz era muy distinta. 

—¿Sabe usted una cosa. Angela Forrest? ¡Usted es toda una mujer! 

Sonó el timbre de la puerta. Habla llegado el abogado.