Capítulo 9
N0 me lo digas! -Malcolm se detuvo al verla en la oficina-. Supongo que sería mucho pedir que no volvieras a irte. -Temo que sí. Todavía tengo mucho trabajo allí, sólo me he tomado un descanso.
-Entonces, ¿el amo lo tiene todo controlado? -preguntó Malcolm con aspereza-. Es uno de esos tipos a quienes les gusta esclavizar a los demás, no me impresionó.
-Bueno, sí... -Kathy se estremeció-. Pero no hablemos de él -agregó con compostura-. ¿Hay mucho trabajo? ¡Soy toda tuya!
Cuando Kathy terminó el primer asunto que Malcolm le asignó, pensó con alegría que sus últimas palabras eran ciertas. Ella debía estar con Malcolm, no con Reid... en el mundo ordenado de su jefe. Había olvidado cuánto le agradaba Malcolm y desde luego, Reid era el culpable.
-Tuviste una llamada -le informó Luce esa tarde cuando Kathy regresó al apartamento-. Me despertó esta mañana de un sueño profundo para preguntar: «¿Dónde diablos está?» Ningún saludo, ningún comentario y yo, por supuesto estaba medio dormida.
-Reid -murmuró Kathy resignada y Luce asintió.
-Sí. ¿Quién es él? Tiene una de las voces más sensuales que he oído, pero tú no eres exactamente su canción favorita.
-Lo sé -dijo Kathy con cautela-. ¿Qué quería?
-En primer lugar, hablar contigo -explicó Luce-. Y después, pedirme que te dijera que más te vale regresar allí el sábado por la mañana. Dile que va a ser un día de mucho trabajo. ¿Trabajáis los dos en la iglesia de tu tía?
-Sí, pero no es mi tía, es tía de él.
-Él habla como si te conociera muy bien --comentó Luce pensativa-. Dijo que tenías la costumbre de huir y yo le dije que yo no diría eso, que llevas años viviendo aquí, pero... -se encogió de hombros y miró a Kathy con los párpados entrecerrados-, él piensa de manera diferente.
-¡Por Dios! -Kathy se volvió con las mejillas encendidas.
-¿Qué hay entre vosotros dos?
-Nada -respondió Kathy sin convicción-. Ese hombre haría cualquier cosa para salirse con la suya y debe estar furioso porque he venido a ayudar a Malcolm unos días.
-Ah, Malcolm -comentó Luce con desdén-. Ese hombre parece más interesante que el insípido de Malcolm. ¿Es apuesto?
-Creo que sí -concedió Kathy con voz ahogada, mientras se deslizaba la blusa por la cabeza-. Al menos es bastante alto para ti.
-¿Moreno y muy apuesto? -insistió Luce, esperanzada-. ¿Y bastante rico como para mantener a una artista con pocos recursos?
-Extremadamente rico -respondió Kathy-. Eso es parte de su problema, siempre obtiene lo que desea. Está muy mimado.
-Puedo perdonárselo -decidió Luce sonriendo-. Siempre y cuando no le moleste mimarme a mí. ¿Hay alguna posibilidad de que yo conozca a ese dechado de virtudes?
-No la hay -anunció Kathy. Reid estaba en Vermont y la vida de ella estaba ahí. Esperaba no volver a verlo.
Mientras tanto se dedicó a su rutina normal. El viernes tendría que regresar a East Hawley, pero no por Reid.
Como Malcolm sabía que Kathy se iría el viernes la invitó a cenar el jueves.
-Me gustaría que te quedaras -Malcolm rompió el agradable silencio-. ¿Cuándo volveré a verte?
-Regresaré después del próximo fin de semana -indicó Kathy y deseó que Reid no impidiera que ella cumpliera su palabra-. Dame el fin de semana porque tengo que estar allí para el trabajo del sábado, pero después de eso...
-Después de eso, ya se le ocurrirá algo a MacAllister para mantenerte en detrimento mío. Es posible que lo haga con premeditación. Quiere toda tu atención y que trabajes sólo para él.
Kathy sabía que no era tan sencillo y deseó que Malcolm olvidara el asunto; él no podía imaginar cuál era la situación entre Reid y ella.
Kathy era la única culpable porque había enterrado la vida que compartió con Reid fingiendo que nunca había ocurrido, y lo hubiera logrado si la iglesia de East Hawley no se hubiera quemado, si la tía Margaret no le hubiera pedido ayuda y, sobre todo, si no hubiera vuelto a ver a Reid...
-Todo volverá a la normalidad -murmuró Kathy decidida a convencer a Malcolm-. Verás, no será por mucho tiempo.
-De cualquier manera, no me gusta -se quejó Malcolm-. El significa problemas. No es como nosotros, es grosero y burdo y no tiene principios. No me gusta que pases tanto tiempo a su lado.
A ella tampoco le gustaba que Malcolm dedicara tanto tiempo a hablar de Reid.
Al terminar de cenar, Malcolm acompañó a Kathy a su apartamento, pero antes de que ella abriera la puerta Luce abrió desde adentro y dijo:
-Menos mal que no ha subido... -calló al ver que Malcolm sonreía-. Hola, Malcolm. Kathy, tienes visita.
Kathy vio a Reid detrás de Luce.
-No puedo creerlo. ¡No puedes estar aquí!
-Estoy -contestó Reid mientras Luce se hacía a un lado.
Luce seguía sonriendo y Kathy volvió a enmudecer al pensar que Reid era muy alto y lleno de vida. El empequeñecía el vestíbulo y Malcolm parecía más bajo a su lado.
-Bien, Kathy -comenzó Malcolm, negándose a estrechar la mano que Reid le extendía-. Creo que debo marcharme.
-Sí... yo... por supuesto -tartamudeó incrédula y deseó que su jefe desapareciera cuando intuyó que él pensaba besarla. Cerró los ojos cuando Malcolm la besó en los labios.
-Buenas noches, querida -se marchó, sin molestarse en mirar a Reid.
-Parece que me ha puesto en mi lugar -comentó Reid, sonriendo-, pero no importa.
-¡Tú! ¿Qué haces aquí? -su voz sonó débil.
-Estaba esperándote -declaró lo que era evidente y se alegró porque comprendió que había logrado desconcertar a Kathy.
-Eso ya lo sé -aseguró con un poco más de serenidad porque el enfado acudió en su ayuda-. ¿Por qué?
-Esta mañana tuve que hacer un viaje rápido a Nueva York y a mi regreso decidí detenerme aquí. Mañana podremos irnos juntos a Vermont.
-No me iré contigo -declaró decidida, ignorando la presencia de Luce, que mostraba mucha curiosidad-. Iré en mi coche.
-No lo harás -advirtió con su acostumbrada autoridad-. Ha nevado mucho y mañana por la noche nevará aún más. Vendré por ti a mediodía.
-No podrás hacerlo -improvisó después de mover la cabeza-, le prometí a Malcolm que trabajaría con él hasta las cuatro -era mentira, pero le daría tiempo para iniciar el trayecto sola, haría cualquier cosa por no viajar con Reid-. No podré irme a esa hora.
-Mal asunto. Tendrás que dejar solo al querido Malcolm -se dispuso a salir, pero se detuvo un momento para mirarle el rostro. Kathy tenía los párpados entrecerrados porque temía que su expresión pudiera revelar algo-. Y no se te ocurra irte antes de que yo venga.
-No podrás detenerme.
-Cierto -aceptó y esbozó una sonrisa-, pero si lo intentas, pagarás el precio antes de que termine este fin de semana-. ¿Por qué no te portas bien, cariño? -sugirió-. Será mucho más fácil para todos... y hay otra cosa... -sin previo aviso se acercó a ella, la abrazó y bajó la cabeza para capturar sus labios-. Así es como deben besarte -aseguró con la boca a pocos centímetros de la de ella-. No como lo ha hecho ese bacalao de Malcolm. Eres demasiado vital para un hombre como él.
De pronto, Reid desapareció y Kathy oyó que Luce exclamaba:
-¡Delicioso, ése es el hombre que te conviene!
-No lo es -logró contestar-. ¡Lo odio y no hablaré de él, digas lo que digas!
-¿Cómo estás? -preguntó Kathy cuando salieron de Providence en avión. ¿Te sientes mejor?
-¿Lo preguntas por cortesía? -preguntó Reid-. ¿0 realmente te importa?
-No me gustaría que volvieras a desmayarte, al menos no antes de que pisemos tierra firme.
-Chica despiadada...
-Soy realista -corrigió con cuidado-. No sé volar.
-Y yo no sé si estás de broma o hablas en serio; de cualquier modo, me alegro de que hayas venido conmigo. ¿Te alegras tú?
-Sabes que no -respondió sin el enfado que a menudo mostraba cuando hablaba con él.
Reid se había presentado en el apartamento dos horas antes de lo que había dicho. Apareció casi en el último momento, cuando ella estaba a punto de meter la maleta en el coche para irse.
-Es una equivocación -le dijo a Reid-. Los dos estaríamos mejor si nada de esto hubiera ocurrido.
-¿Nada? -preguntó él con énfasis-. Hemos vivido experiencias maravillosas... los primeros días en el barco, nuestras riñas por tus arcos...
No era eso lo que ella esperaba oír.
Dentro de la cabina del avión, el motor sonó más fuerte cuando Reid ajustó los controles. El avión ganaba altura, subían para adentrarse en el cielo. Kathy sabía que en algún punto a su izquierda el sol comenzaba a ocultarse.
El mundo parecía frío y sin vida y Kathy se estremeció. Vio un pequeño pueblo en un valle y luego algunas colinas. Había nieve en el aire y ella volvió a estremecerse.
-¿Tienes frío? -preguntó Reid.
-Pensaba en el frío que debe hacer allá abajo -movió la cabeza-. ¿Ya estamos volando sobre Vermont?
-Enseguida -respondió; en ese momento el motor pareció detenerse.
-¿Qué pasa? -murmuró Kathy con cautela.
Reid no contestó. Estaba muy concentrado accionando los mandos en el tablero. Luego, llamó por radio y dijo unas palabras que Kathy no escuchó. Finalmente, Reid se dirigió a ella.
-Tenemos que aterrizar -le informó sin mirarla. Tenía la vista fija en la tierra, con los ojos muy atentos para ver a través de la nieve-. Busca por tu ventanilla un terreno despejado.
Sin decir nada, ella comenzó a buscar.
Fue Reid quien encontró el lugar en el bosque.
-Creo que es un estanque -le informó-. Quizá sea lo bastante largo.
-¿Nos estrellaremos?
-No, si puedo evitarlo.
Kathy sabía que Reid era el hombre que se necesitaba en una crisis. Era competente, muy sereno, siempre meditaba antes de actuar para saber qué tenía que hacer y lo hacía...
Kathy obedeció, se ajustó el cinturón de seguridad, esperó con la vista fija en sus manos y oyó los últimos sonidos del motor. Luego sintió una sacudida y después no hubo nada hasta que la voz de Reid ocupó el vacío.
-Kathy, ¿estás bien?
¿Lo estaba? No tenía la menor idea.
-¿Estamos vivos? -logró preguntar y oyó la risa de Reid.
-Por supuesto. Mira dónde estamos.
Kathy miró a Reid que parecía estar bien vivo. En ese mundo gris, negro y blanco, él era de colores brillantes.
-Supongo que sí estamos vivos -logró decir riendo y nerviosa-. ¿Estás herido?
-Sólo esto, creo -se tocó una herida en la frente-. ¿Y tú?
-No estoy segura -con cautela se tocó, movió los brazos y piernas, los dedos de las manos y los pies. Respiró hondo y movió la cabeza-. Estoy bien.
En ese momento lo único que importaba era que estaban vivos.
-Qué vamos a hacer, ¿esperar a que vengan a ayudarnos? -preguntó Kathy.
-Hoy no vendrán a buscarnos.
-Pero los llamaste por radio. Les dijiste dónde estábamos, ¿no?
-Sí, pero nadie vendrá hoy a buscarnos. Pronto caerá la noche y habrá ventisca.
-¿Esperaremos dentro del avión? -preguntó ella decidida a ser práctica-. Debe hacer mucho frío.
-Muchísimo -aceptó Reid, muy serio-. Cuando bajamos, me pareció ver una construcción a un lado del estanque, por allí -señaló y verificó el compás del tablero de control-. Creo que hacia el sur. Iré a ver si la encuentro; podríamos esperar allí hasta que el clima mejore. De lo contrario, construiré un refugio y trataré de encender una fogata -cogió su chaqueta y un par de guantes de cuero y se los puso-. Espérame aquí, regresaré pronto.
-No me quedaré sola y tú no te irás solo -protestó indignada-. Podrías romperte una pierna, desmayarte o...
-Estaré bien.
-No me arriesgaré. Tú me metiste en esto -lo acusó-... de modo que no pienses... -se puso su chaqueta, sus guantes y su bufanda-. No permitiré que te vayas solo.
-Por favor -pidió-. Tengo que encontrar un lugar para resguardarnos antes de que oscurezca y tú me retrasarás.
-No lo haré.
Sin esperar respuesta, abrió la puerta del avión; sintió que la nieve le quemaba el rostro. Rechinando los dientes siguió a Reid y se obligó a caminar deprisa detrás de él. Kathy tenía que dar dos pasos por cada uno de los de él y a veces, perdía el equilibrio sobre la profundidad de la nieve.
Reid se detuvo junto cuando ella empezaba a pensar que jamás encontrarían la construcción que Reid dijo haber visto desde el aire.
-Aguanta un poco más -indicó Reid y el aullido de la tormenta casi ahogó sus palabras-. Ya puedo verla.
Kathy asintió sin hablar, también había visto la sombra oscura y rectangular sobre algunos árboles. Pensó que era una cabaña y no dejó de creerlo mientras se acercaban.
Era una cabaña pequeña, mal construida; las ventanas estaban protegidas con tablones y la puerta asegurada con un buen candado. ¿De qué les servía si no podían entrar?, se preguntó Kathy. Se mantuvo quieta con el rostro lleno de nieve y con frío hasta los huesos mientras Reid usaba una rama gruesa para arrancar el broche del candado de la madera.
-Ven -gritó cuando entreabrió la puerta-. Entremos.
Kathy lo siguió.
-¿Lo ves? -preguntó complacido y ella sintió que él la abrazaba y que le abanicaba la mejilla con su aliento cálido-. Lo hemos logrado.
-Sí -murmuró entumecida; tenía el rostro tan frío que creyó que se le rajaría si trataba de sonreír-. Justo a tiempo.
-Debemos hacer algo para recobrar el calor.
Reid encontró una lámpara de queroseno, la encendió y con eso proporcionó, al menos, la ilusión de calidez. Emitía una luz dorada que les permitió inspeccionar lo que los rodeaba.
-No está mal -comentó Reid mientras observaba la habitación-. Tenemos una estufa y un poco de leña... una linterna.. comida enlatada... café...
-También un baño -agregó Kathy animada, después de abrir la puerta en el otro extremo de la habitación-. No es muy moderno -le comunicó a Reid-, pero cuando la naturaleza acecha es preferible.
-Por cierto...
-¿Qué, la llamada de la naturaleza? -preguntó ella, ahogando la risa.
-No. Necesitaremos más leña y he visto un depósito afuera, espera aquí mientras traigo más.
-Pero... -Reid no hizo caso, dejó a Kathy sólo con la compañía de la frágil lámpara de queroseno.
No fue por mucho tiempo. Reid regresó pronto con los brazos llenos de leña, la dejó caer y se quitó la nieve de los zapatos. Kathy abrió los ojos, repentinamente consciente de sus sentimientos hacia Reid. Habían compartido algo importante, esos momentos interminables, la caminata en medio de la tormenta antes de encontrar la cabaña. Habían compartido todo eso y él...
-¡Me has salvado la vida!
-No seas tonta, Kathy -respondió con voz amable-. La situación no ha sido tan peligrosa.
-Hemos podido perder la vida -reclamó mientras él encendía la vieja estufa de hierro forjado-. De no haber podido aterrizar sobre el hielo y de no haber encontrado este lugar...
-Ya estamos bien o lo estaremos cuando haya un poco de calor -se enderezó y observó-. Esta cabaña parece un colador, de todos modos...
-A caballo regalado no se le mira el diente -expresó Kathy y como contestación recibió una sonrisa irónica.
-Te estás portando muy bien a pesar de las circunstancias. Después de todo, yo te metí en este lío.
-También me sacaste de él -le recordó. Reid se alejó del fuego y fue a coger algo de ropa de una percha.
-Toma y póntelo -le dijo, dándole una bata de franela-. Tenemos que cambiarnos. Ponte frente a la estufa -sugirió antes de alimentar el fuego con más leña.
-¿Y tú?
-Aquí hay unos pantalones y una camisa.
Kathy se preguntó si él también pensaba cambiarse y se le secó la boca. ¿Se quitaría él su ropa mojada a la luz dorada de la lámpara?
-No quiero... -habló con torpeza, aferrada a la bata-. Es decir... ¿Podría cambiarme en el baño? -preguntó.
-No seas tonta, Kathy -habló con brusquedad-. Si te preocupa que te mire, te aseguro que no lo haré... aunque no tiene importancia -agregó cuando ella se acercó a la estufa-. Recuerda que te he visto desnuda muchas veces.
-Eso fue hace mucho tiempo -refutó, en tanto se quitaba la ropa titubeando y oía que él se cambiaba a sus espaldas.
-No te preocupes. En este momento lo único que me importa es que estemos secos.
Kathy maldijo a Reid cuando pisó el dobladillo de la bata al echar a andar. Volvió a tropezar y soltó una maldición; luego escuchó la risa de Reid.
-Date por vencida, Kathy -le aconsejó-. Eres una amenaza cuando caminas. Vete a sentar y deja que yo prepare la comida.
A Kathy le pareció extraño ver que él se desplazaba con seguridad en la habitación. ¿Cómo podía comportarse con normalidad en una situación tan extraña? Trató de comprender por qué todo le resultaba tan familiar, tan parecido a los mejores momentos. Se inclinó un poco más hacia el fuego y recordó las noches que pasaron juntos en el barco. De pronto, Reid volvió a ser el hombre que había sido ocho años atrás.
Kathy sintió miedo de estar a solas con Reid.
-¿Cuánto tiempo calculas que tendremos que quedarnos aquí? -preguntó cuando terminaron de comer.
-Es difícil saberlo -respondió Reid-. Depende mucho de la tormenta, porque nadie saldrá hasta que termine. Y depende mucho también de nuestra ubicación.
-¿No sabes dónde estamos?
-No con exactitud -se encogió de hombros-. En algún lugar cerca de la frontera del estado; al noroeste de Massachusetts o al sur de Vermont.
-Pero...
Calló, presa del pánico. Si él no lo sabía, ¿cómo lo sabrían otros? Y si nadie lo sabía, ¿cuánto tardarían en encontrarlos? ¿Cuánto tiempo estaría sola con Reid en esa cabaña aislada de la civilización?