Capítulo 6

 

EL deseo de la tía Margaret se cumplió el jueves por la mañana cuando Reid apareció justo en el momento más inoportuno. -Voy a ir a Bennington esta tarde para ver la iglesia -anunció Kathy durante el desayuno que compartía con la anciana, las dos solas en el comedor soleado mientras Emma trabajaba en la cocina-. ¿Cuánto tiempo crees que tardaré en llegar con mi coche?

-Más o menos una hora -contestó la tía Margaret-. Vete despacio porque la carretera no es muy buena.

-No podrás ir -anunció Reid desde la puerta-. Al menos, no con el coche que tienes -agregó con desdén-. Será mejor que te lleve.

-No es necesario -contestó Kathy, ignorando el brillo de alegría en los ojos de la tía Margaret-. Sé que mi coche es muy viejo, pero nunca me ha defraudado.

-¿Estás segura de que los frenos funcionan bien? -insistió Reid sin dejar de mirarla-. Algunas curvas son muy pronunciadas.

-Reid tiene razón, querida -terció Margaret-. Es peligroso, a menos que se tenga un buen coche... y el de Reid lo es, por supuesto.

Por supuesto, se repitió Kathy, sintiéndose atrapada. Sabía lo que la tía Margaret esperaba que sucediera durante ese viaje, pero no entendía qué pretendía Reid.

-No era necesario que te ofrecieras a acompañarme -le dijo a Reid por la tarde, sentada muy tensa al lado de él, en la intimidad obligada del coche negro.

-Tienes razón -aceptó animado, sin hacerle caso al tono severo de Kathy-, pero mi tía se ha puesto muy contenta, y yo necesitaba una excusa conveniente para pasar unas horas a tu lado. Casi no nos hemos visto en toda la semana.

-Has estado mucho tiempo fuera y la tía Margaret comenzaba a preocuparse -agregó con un dejo de reproche.

-Ya no está preocupada -recalcó de manera razonable-. Y este es el momento adecuado para que me pongas al corriente de lo que has hecho.

-¿Te importa?

-No exageraré diciendo que me importa -repuso sonriendo-, pero aún no sé si debo confiar en ti. Quizás estés planeando huir con el dinero de las contribuciones.

-Lamento tener que decepcionarte, pero está guardado en el banco -le informó con los dientes apretados-. Y si no me crees, pregúntaselo al padre Gardiner.

-Entonces, ¿qué has hecho? -insistió Reid-. El cielo es testigo de que has estado bastante ocupada.

-Trabajoo con los voluntarios. Hay muchas cosas que hacer, la principal es convencer a la gente para que colabore con sus donativos.

-No dejas de sorprenderme --comentó en tono suave-. ¿Eres experta en restaurar iglesias y en obtener fondos, Kathy?

-No soy experta, pero sé más que la mayoría de la gente.

-¿Qué piensas ganar con todo esto?

-La oportunidad de pagarle a la tía Margaret algunas de las atenciones que ha tenido conmigo durante todos estos años. Y la oportunidad de participar en la reconstrucción de una magnífica iglesia.

-Es decir, quieres darle un impulso a tu carrera.

-Es posible, aunque no me servirá de mucho. Como hay poca demanda para la restauración de iglesias, este trabajo no aportará mucho a la empresa.

-Piensa en el prestigio.

-Pienso más en la iglesia,

-Muy noble -murmuró divertido-. No sabía que tuvieras sentimientos tan nobles.

-Preferirías pensar que no es así, ¿verdad? -preguntó con amargura. Reid se había creado una imagen definida de ella, sombría y distorsionada-. ¿Es necesario que sigamos hablando de esto?

-No si tú prefieres no hacerlo -respondió tranquilo y durante el resto del trayecto la conversación fue banal, casi como si fueran amigos, casi como si entre ellos no existiera la amargura y la traición.

Pero Kathy se dijo que era una situación temporal cuando Reid aparcó el coche y salieron del vehículo para admirar la iglesia antigua de Bennington.

-Impresionante -comentó Reíd-. ¿Tendremos algo parecido cuando se haya quitado la capa de hollín?

-Más o menos -contestó ella, estudiando la fachada que sólo había visto en fotos-. Fillmore construyó esta iglesia, y yo creo que también la nuestra. Ahora vamos a verla por dentro -al examinar algunos detalles, Kathy quedó muda-. Increíble -murmuró, pasmada por la paz y la belleza que los rodeaba-. Es demasiado.

-¿Demasiado? -repitió Reid intrigado en tanto le observaba el rostro-. ¿Cómo puede existir tanta belleza?

-Esto es suficiente para que a uno se le rompa el corazón... -Kathy se interrumpió, no deseaba revelar más de la cuenta. Inclinó la cabeza, buscó su cámara dentro de su bolso y retornó a su trabajo-. Necesito algunas fotos.

-¿Para qué? -preguntó Reid.

-Para ver si hay similitudes entre esta iglesia y la nuestra; por ejemplo, si coinciden algunos detalles, como las vigas de soporte que vimos la primera vez que entramos a la iglesia...

-¿Cuando estuviste a punto de caer por el agujero en el suelo? -preguntó Reid-. Cuando yo...

-Casi me rompiste el brazo -terminó Kathy. Vio que él sonreía-. Cuando vi las vigas y noté que eran diferentes de las que estoy acostumbrada a ver comprendí que la iglesia debió ser diseñada para sostener una cúpula de poca profundidad -expresó.

-¿Eso significaría que es una de las iglesias que construyó Fillmore?

-Pudiera ser -aceptó Kathy tranquila porque el momento difícil había pasado.

Más tarde, Kathy se dijo que nunca había pasado un día tan agradable y tranquilo en compañía de Reid.

Después de terminar la inspección de la iglesia, él la acompañó al museo Bennington para que viera la exposición de algunos de los objetos originales de la iglesia. Luego la dejó sola en la habitación del museo.

-Lo siento -se disculpó cuando por fin se reunió con él-. Cuando trabajo me olvidó del tiempo.

-No te preocupes. He estado viendo el museo y te aconsejo que veas las pinturas de Grandma Moses -calló mientras llegaban al coche-... he visto un sitio donde podremos cenar.

Kathy se preguntó si sería buena idea cenar con él. La tarde había sido perfecta, pero era mejor no arriesgarse. Sería más seguro terminar con los acercamientos.

-¿No nos espera la tía Margaret?

-Le dije que regresaríamos tarde -explicó Reid-. Tranquila, Kathy, sólo es una cena. ¿No podemos olvidar el pasado el tiempo suficiente para cenar juntos?

Kathy no respondió. ¿Cómo iba a decirle que jamás podría olvidarlo?

-Ocho años... -murmuró Reid pensativo, antes de tomar un sorbo de café; después de una agradable cena, parecía que iba a retornar al pasado-. ¿Hace ocho años se te ocurrió pensar que estarías aquí ahora?

Se suponía que él no iba a hablar del pasado, puesto que él mismo había sugerido que lo olvidaran, al menos durante esa noche.

-¿Aquí? -repitió mientras observaba la habitación-. ¿Cómo hubiera podido si no sabía que este lugar existiera? Aunque debo decir que es muy agradable.

-Pensé que te gustaría porque es un poco antiguo, aunque con vida nueva; como verás, el trabajo de restauración es excelente.

-Sí -aceptó-. El trabajo es excelente.

-Sabía que dirías eso.

-Yo no soy diseñadora y no sabría cómo diseñar un restaurante. Estoy especializada en la investigación, pero puedo decir que este lugar es original.

-Yo también lo creo así -comentó sin dejar de observarla-. ¿Por qué decidiste dedicarte a la restauración?

-Cuando decidí... -calló para buscar una buena manera de comenzar, pero no la encontró-... irme --continuó incómoda-, la tía Margaret me dijo que podía ir a Providence. Ella tenía una amiga que estaría dispuesta a alojarme en su casa mientras yo estudiaba un curso de secretariado; cuando me gradué, la empresa de Malcolm puso un anuncio solicitando una mecanógrafa; fue fácil, me dio el puesto.

-¿Qué pasó después? -insistió Reid-. ¿Cómo saliste de esa rutina para seguir adelante y hacer lo que ahora haces?

-Al principio aprendí en el trabajo, luego asistí a unos cursos.

El camarero los interrumpió para llevarles la cuenta.

-¿Te has fijado? -preguntó Reid sonriendo-. Sabía que podríamos cenar sin discutir.

Kathy asintió sin mucha convicción. El que esa noche no hubieran discutido no quería decir nada. Sería una tonta si se hiciera ilusiones.

Emprendieron el camino de vuelta en silencio. El tenue ruido del motor del coche la adormecía y la hacía sentir una falsa sensación de seguridad.

Era demasiado consciente de la presencia de Reid en la oscuridad silenciosa; era difícil no verle el perfil, no ver su mano cada vez que él movía la palanca de velocidades. Era muy difícil no pensar en el hombro de él y no lo agradable que sería apoyar ahí su cabeza...

-¿Qué me dices de las iglesias? -Reid rompió el silencio-. ¿Cómo llegaron a ser tu especialidad?

-Porque a casi nadie le gustan. Trabajar en una iglesia puede ser decepcionante, porque uno debe tratar con un grupo grande de personas. No es como una casa, donde se habla sólo con un señor. Con una iglesia, a veces, uno debe tratar de complacer a todos los feligreses y eso puede ser muy pesado. Uno debe dejar a todos contentos.

-¿Eso te agrada?

-Sí, y no me preguntes por qué... -se encogió de hombros-. Uno presiente un sentimiento de amistad, se desea ser parte de eso durante un tiempo, antes de seguir con el siguiente proyecto.

-¿Como en una isla? -sugirió Reid quedo-. ¿Algo parecido a la manera en que te criaste?

-Supongo que sí -aceptó, sorprendida por esa idea-. No lo había pensado de esa manera.. pero es posible que tengas razón.

-Sigues siendo un ave de paso -comentó-. Te quedas poco tiempo en cada lugar.

-¿Y qué? -preguntó irritada.

-No estoy criticándote, Kathy -objetó tranquilo-. Sólo estoy tratando de comprenderte. Eres un enigma para mí.

-A estas alturas ya no debería importarte.

-Pues aún me importa. Llevo ocho años preguntándome qué buscabas en realidad.

-No buscaba nada -sabía que no era verdad. Buscaba el amor de Reid. Era una locura, sin embargo, quedaba en ella un poco de esperanza, la esperanza que sintió en el restaurante. Era difícil no pensar en lo que pudo ser, difícil no desear lo que podía volver a ser. Y si existía la más mínima posibilidad de que eso sucediera tenía que iniciarse con la verdad-. Supongo que buscaba algo, pero no sé qué era.

-Eras muy joven para saberlo.

Kathy pensó que él no debía culpar a la juventud. Su relación, no podía salir bien, no cuando él... pero eso era historia antigua.

-¡Nada salió bien!, ¿verdad?

-No puedes negar que había algo que sí funcionaba entre los dos.

No se necesitaba ser. genio para saber a qué se refería Reid.

-Nada que importara.

-¿Eso crees? ¿Crees que la atracción entre los dos no tenía importancia?

-No fue suficiente -trató de insistir, pero las palabras emergieron con debilidad; esa esperanza maldita, irracional y agridulce volvía a amenazarla-. Todavía no basta.

-Quizá no baste para mantenernos... juntos -aceptó las manos y obligándola a acercarse a él-... pero es suficiente para que nos acerquemos... -le dio un beso fugaz-. Y lo que tuvimos, fue fantástico. No puedes negarlo.

En efecto, Kathy no podía negarlo con los labios tan cerca a los de él.

-De todos modos no tiene sentido -Kathy se valió de su sentido común para alejarse del beso-. No significaría nada.

-No es necesario que tenga sentido -objetó él mientras le besaba la sien, la mejilla y un punto muy sensible junto a la oreja-. No somos románticos soñadores... -calló para bajar la cabeza y volver a besarla.

El beso fue lento y premeditado, un momento interminable de sensación exquisita. Primero fue el descubrimiento, luego la familiaridad, los labios masculinos moviéndose sobre los de ella con una fricción sensual, hasta que él supo que ella estaba casi dispuesta y desvalida. Sólo entonces, cuando ella entreabrió los labios, Reid la besó con pasión.

-Así -murmuró cuando Kathy lo buscó y Reid la abrazó para conducirla a lo que ella deseaba desde el principio-. No tiene objeto que luchemos contra esto.

Kathy lo sabía, sabía que estaba perdida. Sintió sus caricias y contuvo el aliento cuando él deslizó las manos debajo de su suéter y le acarició los senos.

-Sí -murmuró, inquieta por tocarle los hombros y deslizar una mano por la línea de su mandíbula. Con impaciencia, trató de desabrochar los botones de la camisa hasta que su palma encontró la piel cálida y los latidos de su corazón.

-Así -dijo Reid y ella reconoció el tono burlón en su voz. Desesperada, se dijo que no era nada nuevo. No era más que una necesidad física, él sólo se estaba divirtiendo a su costa. Lo odió por su juego y se odió por no haber sido capaz de resistirse-. ¿Te das cuenta? -continuó, todavía burlón cuando ella se inclinó hacia él y entrelazó los dedos en su cabello; el instinto la hacía buscar más cercanía-. Siempre ha sido así para nosotros, ¿verdad, Kathy?

-Sí -aceptó desvalida y presa del deseo-. Sí -repitió con el orgullo hecho pedazos.

-No cambiará, Kathy. Siempre ha sido así y siempre será igual, pero creo que ahora no -de pronto se alejó deshaciendo la magia. Red se había retirado y ella se quedó sola, mirándolo con sorpresa-. No en un coche, Kathy -explicó casi con gentileza, a pesar del humor sombrío en su voz-. Ya somos adultos y un coche no es el lugar apropiado.

-Comprendo -murmuró Kathy-. ¿Quieres venir a mi habitación todas las noches, después de que Emma se haya ido y la tía Margaret se haya acostado?

-Correcto -aceptó y ella imaginó que le sonreía en la oscuridad-. A menos que prefieras venir tú a mi habitación.

-Antes, te veré en el infierno -masculló entre dientes.

-Kathy... -movió la cabeza a manera de un reproche fingido-. ¿Cómo puedes decir eso si estabas tan... deseosa?

-Casi has logrado seducirme, eres experto en eso. Y no es un cumplido -agregó-. Es un insulto, pero no tan severo como el que recibirás si alguna vez tratas de ir a mi habitación.

-Palabras valientes -comentó él de buen humor-. Pero los dos sabemos que no es así. Lo que existe entre nosotros es demasiado fuerte para que lo ignoremos; la única diferencia entre los dos en este momento es que yo soy franco y lo acepto y tú no.

-¡Nunca lo aceptaré!

-Nunca, cariño, es mucho tiempo -se inclinó hacia adelante y encendió el motor.

Kathy bullía en silencio. Estaba furiosa con Reid y consigo misma por lo ocurrido. La astucia de él y la debilidad fatal de ella hacían una combinación peligrosa, pero eso lo sabía ya, casi desde el principio. Lo peor de todo era que había vuelto a tener esperanzas durante unos momentos. ¡Qué tonta era! Años atrás, él había destruido todas sus ilusiones. Ya no podía permitirse el lujo de tener esperanzas. La oscuridad comenzó a romperse debido a las luces de East Hawley.

Era muy tarde. Casi todos en el pueblo estaban ya en cama, casi todos, sí, pero no parecía que la tía Margaret estuviera descansando, porque la luz se veía a través de todas las ventanas de la casa y había un coche desconocido aparcado en la puerta.

-Tenemos visitas -comentó Reid al detener el coche-. La matrícula es de otro estado.

Kathy asintió sin dejar de mirar el coche.

-Es Malcolm -declaró.

-Lo imaginaba -aceptó Reid, complacido. Abrió la puerta y se volvió hacia ella-. Sin duda, esto será interesante, sobre todo, tu explicación.

-¿Qué explicación?

-Para comenzar, por qué llegamos tan tarde y por qué... -Reid calló y la observó bajo la luz tenue del interior del coche-. Tienes alborotado el cabello.

-¡No es posible!

-Es cierto. Permíteme -Kathy tuvo que aceptar que él la ayudara-. Así está mejor -concluyó-. Aunque todavía estás un poco desaliñada... ¿Por qué te ruborizas, Kathy?

-¡Es culpa tuya!

-No te creo, pero quizá Malcolm acepte tu palabra.

-¡Cretino! ¿Al menos tratarás de portarte como un caballero mientras él esté aquí?

-¿No lo hago siempre? -preguntó haciéndose el inocente y en respuesta a la mirada de enfado de ella agregó-: Bueno, quizá no contigo, pero no puedo creer que Malcolm vaya a causarme el mismo efecto.

-¡No seas cínico! Kathy salió del coche. La situación no tenía remedio y la siguiente hora sería un desastre, gracias a Reid. No le bastó haberle arruinado la vida hacía ocho años; quería volver a hacerlo. A Reid no le importaba lo mucho que ella había trabajado para fomentar una relación positiva con Malcolm, que era estable y segura. Reid no era, ni sería así. Kathy andaba deprisa, pero él llegó primero a la puerta. Le dirigió una sonrisa lenta y burlona, mientras permitía que ella entrara primero en la casa.