Capítulo 11

 

EL niño... No... ¿Me negué? -repitió con pesar una y otra vez porque no comprendía, no tenía sentido-. Eso no es cierto... yo no...

-¡Date por vencida, lo sé todo!

-¡No me negué! No me acuses de haber hecho lo que me habrías ordenado hacer de haberte enterado a tiempo, Reid.

-¿De haberme enterado? -preguntó, pero ella ya no estaba dispuesta a escuchar más.

-Para ti fui sólo un juguete -continuó impulsada por los recuerdos amargos-. No quisiste asumir la responsabilidad de una esposa y menos de una criatura... ¡Te alegraste de que sucediera!

-¡No es cierto! -frunció la frente y le escudriñó el rostro-. Te fuiste antes de que yo lo supiera.

-¡Lo sabías porque Gregory te lo dijo!

-En efecto -aceptó Reid en tono helado-. Sabía lo que Gregory me decía... Tú... -calló, respiró profundamente para dominar lo peor de su furia y continuó-. No te molestaste en decirme nada, no me dijiste que esperabas un niño; que no lo deseabas; no me dijiste que te habías deshecho del...

-¡No hice tal cosa! Yo... -Kathy se detuvo. ¿Cómo pudo Reid pensar eso de ella?

-Sé la verdad.

-No la sabes, perdí... -retiró las manos que presionaban sus hombros y se alejó-. Perdí al niño.

La desolación de aquellos días volvió a invadirla. Pero esta vez diría todo lo que había callado durante tanto tiempo.

-Perdí a la criatura. Sucedió sin motivo aparente... y el médico me dijo que eso sucede a veces, que podríamos intentarlo de nuevo... yo me pregunté cómo si tú estabas tan lejos... y no contestabas mis cartas...

-No es cierto -la interrumpió con brusquedad-. ¡Nada de eso es verdad!

-Lo es. ¿Crees que lo inventaría? -preguntó con los ojos llenos de lágrimas, le dio la espalda porque había visto que él rechazaba la verdad, igual que a ella-. Reid ya es hora de que te enfrentes a la verdad y puedo darte las pruebas necesarias. Ve a hablar con mi médico, es un ginecólogo respetable. Te daré su nombre y su dirección, está en Nueva York, en Park Avenue. No hay nada oculto en eso --continuó con seguridad e ignoró la duda que se reflejó en los ojos de él y su repentino pesar-. ¡Habla con él! Pregúntale por qué perdí a la criatura, a ese niño que tú no querías que naciera...

-No -murmuró Reid, pálido-. Kathy, ¿estás diciendo la verdad?

-Lo que he dicho es verdad -advirtió-. ¡Sabes que así es!

-¡No! Sólo sé lo que Gregory me dijo, lo que Gregory... -calló y su mirada se turbó mientras meditaba-. Gregory fue nuestro intermediario, ¿verdad? Tú nunca me llamaste...

-Pero te escribí -refutó Kathy para defenderse-. Él me dijo que no podía comunicarme contigo por teléfono, de modo que te escribí. ¡Te escribí infinidad de cartas! Una cada día.

-¿Se las diste para que me las entregara?

-Sabes que sí.

-¿Lo sé?

-Sí -afirmó furiosa porque él insistía en que ella repitiera lo que ya sabía.

¿Qué ocurría? ¿Reid creía que había sido ella quien interrumpió la comunicación entre los dos? De pronto, se estremeció al ver la expresión de Reid... Hacía años que no lo veía, pero no había olvidado esa mirada. Reid tenía los párpados entrecerrados, la vista fija en un punto indefinido en la distancia, pero ella sabía que detrás de esa máscara inexpresiva la mente de él trabajaba con rapidez valiéndose de la lógica para pesar los hechos y llegar a la verdad.

-¿De qué se trata?

-Gregory.

La palabra flotó e hizo eco en el aire. Gregory, ¿qué tenía que ver él en ese asunto? ¿A qué se debía el cambio repentino en la actitud de Reid? La furia contra ella había desaparecido y en su lugar había algo diferente; al parecer, Reid ya no la culpaba.

-¿Qué pasa con Gregory?

-¿No te das cuenta? -preguntó Reid-. Gregory fue nuestro mediador, el único eslabón entre nosotros, pero no me entregó ni una carta. Nunca recibí una carta tuya.

-¡Eso es imposible! Yo...

-Ninguna -repitió, quizá sin oír la interrupción de Kathy-. Al principio él me explicó que tú le habías dicho que no te gustaba escribir. Después me dijo que te divertías tanto que no tenías tiempo para hacerlo.

-¿No tenía tiempo? -Era mentira.

-Una de sus muchas mentiras, Kathy... -calló y con ternura le acarició las manos. Deseaba protegerla; el gesto fue muy diferente del brillo duro y frío que había en sus ojos-. Greg te dijo que yo aún no quería tener hijos, luego me dijo a mí que tú te habías negado a tener a mi...

-Ésa es tu versión -refutó acalorada-. Es tu mentira.

-No, es la verdad -titubeó un instante-. Mira, yo estoy dispuesto a creerte, ¿no estás tú dispuesta a creerme?

-Lo dudo -alejó las manos y cruzó los brazos con fuerza, en un intento de reprimir el exceso de emoción que amenazaba con debilitarla. ¿Confiar en Reid? ¿Cómo podía hacerlo después de ocho años de sufrimiento? ¿Confiar sólo porque ya no estaba enfadado con ella, porque razonaba para que hubiera comprensión entre los dos?-. ¿Por qué habría de mentir Gregory?

-Dímelo tú -respondió Reid-. Tú estuviste más tiempo con él. Quizá él te deseaba.

-¿Gregory? -preguntó incrédula-. Él no es así, y yo tampoco. No hubo nada...

-¿Estás segura?

-Por supuesto. ¿Piensas que tuvimos una aventura sentimental?

-Pensé que quizá Greg lo intentó.

-No -aseguró Kathy-. Él estaba conmigo y sólo recibía tus órdenes. Erg tu empleado y nunca olvidé que te debía su lealtad y después de que me fui de Nueva York nunca tuve noticias de él.

-¿No se comunicó contigo? -preguntó Reid y al ver que ella asentía volvió a meditar-. ¿Qué me dices de los cheques que yo te enviaba?

-Yo no quería nada de ti y no habría aceptado...

-Te mando un cheque todos los meses -la interrumpió Reid-. Cada mes, puntual como un reloj; firmó el cheque. Greg lo envía por correo y tú lo cobras... ¿0 eso también es una mentira? -preguntó sin dejar de observarla-. ¿Has aceptado dinero mío? ¡Por supuesto que no! -contestó por ella y cerró los ojos un momento-. ¡Es algo que Greg tendrá que explicar... yo le tenía plena confianza!

-Confiabas en él como en ti mismo -murmuró Kathy en tono amargo=. Me preguntaba si realmente pensabas que yo estaba contenta al cuidado de Gregory. Yo quería estar contigo... -su voz titubeó y se quebró.

-Kathy -murmuró Reid, abrazándola-. Sufrí mucho lejos de ti, pero sufrí más cuando no te encontré al llegar a casa... -la abrazó con más fuerza, de manera compulsiva, como si nunca la fuera a soltar-. Sufrí mucho -repitió con voz llena de emoción y sinceridad-. Luego, cuando Greg me dijo que lo había ocurrido con la criada, sufrí aún más... no pude perdonarle por esa traición...

-Lo sé -murmuró llorando; recordó y compartió su dolor con Reid-. Lo sé -lloraba con más fuerza porque revivía el sufrimiento y la soledad-. Fue muy difícil...

-Y yo no estaba a tu lado. De haberlo sabido habría estado contigo, Kathy -aseguró enternecido-. Habría estado... ¡Dios mío, ojalá lo hubiera sabido.

Pero yo lo sabía. La abrazaba con fuerza, compartía el dolor de Kathy y sus lágrimas... ese exceso de emoción fue un bálsamo que derrumbó las barreras entre los dos.

-Kathy -murmuró Reid-. Cariño... siempre te amé y te deseé. Y te sigo amando.

-Yo también -confesó con timidez, rodeándole el cuello con los brazos y levantando la cabeza ante la repentina insistencia de los labios de él-. Nunca he dejado de amarte -murmuró antes de que Reid la besara.

Esa vez fue diferente. Los años, demasiados años, los habían dejado sin defensas, sin mentiras ni artificios. En ese momento, el beso calmaba una necesidad casi interminable y daba respuesta a una pregunta desesperada. El mundo de los dos era de pasión y deseo.

Más tarde, sólo recordarían fragmentos de esa nueva realidad. Las caricias expertas de él y las reacciones espontáneas de Kathy; la osadía repentina de la joven y la declaración de amor de Reid más la respuesta de ella; la necesidad imperiosa de demoler las últimas barreras entre los dos.

-Tantos años perdidos... -murmuró Reid cuando yacían abrazados y satisfechos.

-Todo ha terminado al fin -declaró ella con firmeza.

-Pero no deja de ser un desperdicio, cariño, aunque... -calló el tiempo suficiente para levantarse apoyado en un codo-... ahora eres doblemente la chica que eras hace años.

-¿Por qué? -preguntó con osadía, a pesar del rubor en sus mejillas-. ¿Soy mejor en esto, en amarte físicamente?

-También eso -aceptó-. Pero eres mejor en todo, más capaz... Recuerdo la primera noche cuando entré y te oí hablar de la iglesia. Estabas muy seria de manera encantadora, sabías de qué estabas hablando... y volví a enamorarme de ti.

-No es posible -objetó con pereza-. Seguías odiándome.

-Cierto, odiaba a la mujer que creía que eras, pero me enamoré de la mujer en que te habías convertido.

-Lo demostraste de una manera muy curiosa.

-No quería enamorarme de ti otra vez... -Reid se inclinó hacia adelante, sin soltarle la mano y le besó la palma abierta-. ¿No te sucedió a ti lo mismo?

-Sí -aceptó-. Verte me hizo recordar demasiadas cosas. Recordé quiénes éramos hace ocho años; yo era muy joven y tú eras un hombre mundano.

-No era el hombre de mundo que tú creías -confesó sonriendo y cohibido-. Hace ocho años yo aún era un muchacho. Pensaba que la vida era un juego, lleno de diversiones... lo cual fue parte del problema -continuó después de pensar un momento-. Temo que al principio lo que sentí por ti fue capricho. La primera noche en la playa, cuando estabas vestida con aquel camisón virginal y con la mantilla de seda... Bueno, pensaste que podías confiar en mí, pensaste que podías pedirme que te sacara de la isla y que no ocurriría nada. Yo ya te deseaba, deseaba poseerte...

-Yo sólo quería estar contigo y ser lo que tú querías que fuera.

-No es la mejor base para un matrimonio -aceptó Reid.

-Tienes razón. ¿Cómo sabes que ahora tenemos algo más?

-Porque has madurado. Los dos lo hemos hecho pero tú, cariño, has desarrollado una personalidad propia. El día que reñiste conmigo porque yo podía dañar tu preciado arco ojival sobrepasaste mis esperanzas más alocadas. ¡Me venciste limpiamente!

-Estabas enfermo y te desmayaste junto a mí -le recordó-. Por eso perdiste -indicó Rathy.

-Habría perdido de cualquier manera -le dio un beso en la frente-. Ahora somos la pareja perfecta, Kathy, y te amo más que al principio. Amo tu fuego... -le besó un párpado, y luego el otro-... tu fuerza y tu pasión -volvió a callar con los labios muy cerca de los de ella-. Amo todo lo que eres, en lo que te has convertido -habló con voz grave y con ternura-. Amo a la mujer en que te has convertido y espero que me aceptes otra vez...

-No tengo elección. Durante todos estos años he seguido amándote.

-Entonces está decidido... Ya no más momentos difíciles, cariño -prometió-. Estamos juntos y en la vida nadie podrá separarnos. Y con suerte -continuó Reid abrazándola con más fuerza-... no nos encontrarían hasta la primavera.

-¿Por qué? ¡Maldición! ¿por qué lo hiciste? ¿Qué esperabas lograr?

Como era de esperar, Gregory fingió no entender. Kathy le dijo a Gregory que él los sabía engañado y que quizá nunca lo habían descubierto si no hubieran pasado tres días solos en la cabaña.

El rescate, aunque según Kathy «rescate» era una palabra muy dramática, fue rápido y fácil. El avión que los buscaba los localizó por la mañana y el grupo de salvamento llegó unas horas después. Hubo un pequeño problema para llevarlos a los dos por la montaña antes de que desapareciera la luz, pero todo se resolvió con prontitud.

Cuando llegaron al pueblo, Reid contestó algunas preguntas y Kathy se mantuvo a su lado. Había ido mucha gente a recibirlos.

Gregory también llegó, aunque tarde; destacaba con su abrigo fino y su traje oscuro, Kathy lo vio enseguida; parecía tranquilo, con excepción de sus ojos sombreados por la duda y la preocupación.

Reid debió sentir la tensión en ella y la miró, antes de observar la habitación.

-¡Es el momento de terminar este asunto! -le indicó a Kathy antes de disculparse con quienes los rodeaban-. Greg, entra -expresó y empujó al hombre hacia la oficina.

Reid volvió a abrazar a Kathy mientras se enfrentó con Gregory, que parecía inocente con excepción de su mirada. Sus ojos buscaba con desesperación un refugio porque no deseaba mirar a Kathy ni a Reid.

-¿Por qué hice qué? No sé de qué hablas.

-¡Lo sabes perfectamente! -masculló Reid entre dientes--. ¡Mentiste, nos mentiste a Kathy y a mí, destruiste nuestro matrimonio, por Dios!

-¿Qué yo os mentí?

-Sí. Me dijiste que ella se había negado a tener a nuestro hijo y le dijiste a ella que yo había dicho que me alegraba de que hubiera abortado.

-¿Eso te dijo ella? -preguntó Gregory con un dejo de indignación e incredulidad-. Lo imaginé, imaginé que esto sucedería si os quedabais solos unos días.

-Imaginaste que nos enteraríamos de la verdad... -terminó Reid en tono venenoso.

-No, eso no -Gregory movió la cabeza y Kathy notó que parecía muy seguro de sí-. Sabía que ella te mentiría, que torcería la verdad... que haría todo lo posible para que tú creyeras que es pura como la nieve recién caída -agregó riendo con amargura-. No la conoces bien, Reid. No sabes de lo que es capaz, pero yo sí; pasé más tiempo que tú con ella y lo sé. Yo estaba presente cuando ella mató a esa criatura...

-¿Cómo te atreves? -intercaló Kathy bullendo de furia-. ¡Es mentira!

-Ella miente -continuó Gregory-, miente todo el tiempo. Yo estaba a su lado y sé cómo es. No ha cambiado, Reid. Cuando te internaron en el hospital, la vi el tiempo suficiente como para darme cuenta de que no ha cambiado. No puedes confiar en ella ni creer lo que te dice.. Tuerce la verdad...

-¿Crees que ha vuelto a engañarme?

-Estoy seguro -aceptó Gregory con amargura-. Nunca me perdonaráá por haberte dicho la verdad, me lo dijo con toda claridad cuando estabas en el hospital. Sólo Dios sabe qué mentiras te había contado...

Kathy sintió terror cuando Reid alejó los brazos de sus hombros. ¿Volvería Gregory a arruinar su relación? ¿Lo permitiría Reid?

-¿No crees que soy capaz de ver la verdad a través de tus mentiras?

-No puedes -contestó Gregory-. Nunca pudiste ser objetivo cuando se trataba de Kathy. Dejas que las emociones te nublen la razón, como cuando ella se deshizo de la criatura, antes de abandonarte... sufriste mucho.

Kathy sintió dolor por Reid tras esta última afirmación. Ya nunca volvería a dudar de él.

Se había establecido una nueva afinidad entre ellos; una corriente cargada de confianza, al menos por parte de ella. ¿Pensaba lo mismo Reid? ¿Cómo podía estar segura de que él seguiría confiando en ella si Gregory se empeñaba en arruinar la situación una vez más?

-Reid, sólo trato de ayudar -continuó Gregory-. ¡No quiero verte sufrir de nuevo!

-No te preocupes por mí -le aconsejó Reid con un poco de burla-. He aprendido mucho en estos años y ya no es tan fácil que me engañen con una sarta de mentiras -Kathy estaba asustada. ¿Habría vuelto a dudar de ella?

-No sabes cómo puede torcer la verdad -intercaló Gregory-. ¡Tú no tuviste que soportar sus mentiras!

-Cierto -aceptó Reid-. No me diste la oportunidad de soportar nada, ¿verdad?

-Lo cual fue lo mejor...

-Seguro que desde tu punto de vista lo fue. Entonces, todo salió como querías.

-¿Qué...? -preguntó Gregory.

-Pensaste que nunca tendrías que dar cuentas -insistió Reid sin permitir que Greg lo interrumpiera-. Cuando te enteraste de que Kathy y yo trabajamos juntos te llevaste la sorpresa de tu vida.

-Yo... -Gregory se movió inquieto-. No sé de qué hablas.

-¡Lo sabes muy bien! -el desdén de Reid se transformó en una furia ardiente, pero controlada-. ¿De veras pensaste que Kathy y yo podríamos pasar tres días juntos, tres días y tres noches solos, sin desenmarañar tu sarta de mentiras?

-Yo... quién sabe qué te habrá dicho -balbuceó Gregory-. Esa maldita mentirosa...

-¡Basta! -la paciencia de Reid se acabó. Su transformación atemorizó a Gregory y también a Kathy que nunca lo había visto tan enfadado-. ¡No vuelvas a atreverte a decir algo parecido ni vuelvas a intentar algo similar!

-Sólo quería explicar...

-No, tú sólo querías salvar tu pellejo, pero no te dará resultado. Tenía la esperanza de que aceptaras la verdad -Reid calló y respiró profundamente-. Ahora lo único que quiero saber es por qué, ¿por qué lo hiciste?

-Yo no... -Gregory no terminó Reid se había acercado a él con los puños cerrados. Eso bastó para que Gregory se desmoronara-. Lo hice por tu padre -aceptó angustiado-. Él y tu madre pensaban que Ka... es decir, tu matrimonio era una equivocación.

-¿De modo que tú te encargaste de arruinarlo?

-No fue idea mía -refutó Gregory en tono suplicante-. Tu padre me ordenó que hiciera lo posible, que tratara... aprovechándome de que tú estabas lejos. Lo primero que yo debía hacer era asegurarme de que Kathy y tú no pudierais comunicaros...

-Así que no me entregaste sus cartas y me mentiste...

-Tuve que hacerlo. Era mi trabajo y mi puesto estaba en juego.

-Pudiste hablar conmigo -replicó Reid en tono salvaje.

-Entonces tú no controlabas el negocio, tu padre era el jefe y me había hablado con toda claridad... no tuve elección... Dijo que cualquiera que deseara progresar en su empresa debía aprender a improvisar. Te mandó lejos para que yo pudiera actuar con libertad, así que cuando Kathy perdió a la criatura...

-Aprovechaste la oportunidad -completó Reid en tono helado-. ¿Te recompensó bien mi padre?

-No perdí mi empleo -anunció Gregory indignado-. Yo no buscaba dinero.

-Pero lo obtuviste, ¿no? -insistió Reid-. Destrozaste mi matrimonio y mi padre debió pagarte muy bien por eso.

-No te divorciaste -alegó Gregory; Kathy se preguntó si el hombre no se daba cuenta de que con cada palabra que decía se hundía más-. Tu padre y tu madre querían que te divorciaras. No tuve el éxito que ellos esperaban.

-De modo que redujeron la recompensa -declaró Reid-. Y tú te consolaste con los cheques que yo firmaba para Kathy.

-¿Qué, los cheques de manutención? -preguntó Gregory en su intento de engañar otra vez-. ¿Te ha dicho que no los ha recibido?

-Sí -afirmó Reid-. No intentes engañarme más, Greg, agradece que no te denuncie.

-Pero...

-¡No agotes mi paciencia! -le aseguró, casi desesperado. Kathy presintió que Reid estaba cansado y asqueado de ese asunto-. Estás despedido. Es todo, puedes irte.

Se acercó a la puerta para abrirla con tanta fuerza que el ruido que causó al chocar con la pared hizo eco en el silencio repentino.

Cuando Gregory salió, Reid volvió hacia Kathy para abrazarla.

-Ya ha terminado la pesadilla, Kathy -declaró-. Empezaremos de nuevo.

-¿Un principio nuevo?

-Sin lugar a dudas -prometió-. El mejor, como no lo tuvimos hace ocho años -con ternura la besó para sellar su promesa y luego le sonrió-. ¿Te casarás conmigo?

-Por supuesto -murmuró Kathy después de comprender las palabras, creía que soñaba-, pero, tenía entendido que estábamos casados.

-No es cierto -la contradijo-. Según tú, nuestro matrimonio no fue legal.

-Bueno... -le rodeó el cuello con los brazos y observó su expresión antes de hacer una pregunta muy seria, decidida a saber la verdad-. ¿Lo fue?

-¿Importa? Podemos hacerlo otra vez -recalcó y sonrió-. Quizá sea lo mejor, después de lo que les dije a los periodistas cuando llegamos.

-¿Qué les dijiste?

-¿No me oíste? -sonrió abiertamente-. Dije que en realidad no necesitábamos que nos rescataran porque teníamos bastante comida... -calló para darle un beso breve-... y que habíamos encontrado una manera maravillosa de mantenernos calientes.

-¡No!

-Sí y para que el padre Gardiner, que es un alma bondadosa, aunque no muy mundana, no se escandalice, creo que deberíamos pedirle que nos case.

-¿En la iglesia?

-En cuanto esté terminada -prometió Reid antes de volver a besarla.

La iglesia era la perfección misma. Los antiguos bancos, el púlpito original y la ventana Palladian estaban restauradas y colocadas en su lugar. El hollín y la suciedad habían desaparecido; los recubrimientos de madera eran blancos y las paredes amarillo dorado. Más allá de las ventanas, se apreciaba el verdor tierno en las hojas de los árboles y el cielo azul clarísimo.

No cabía la menor duda de que la iglesia era perfecta, pero Kathy y Reid, el día de su boda, no veían la belleza que los rodeaba. Sólo tenían ojos para ver la espléndida perfección de su amor.

-¿Sabes una cosa? -murmuró Reid cuando terminó la ceremonia y el padre Gardiner le anunció que podía besar a la novia-. Todos los que dicen que la segunda vez es mejor tienen razón.

Kathy lo confirmó cuando unió sus labios a los de Reid. Era mejor y lo sería durante el resto de sus vidas.

 

Elizabeth Barnes - Antes de que nos encuentren (Harlequín by Mariquiña)