Capítulo 5

 

DENTRO de la iglesia, en la bodega fría y húmeda de la galería, Kathy descubrió muchos objetos que Reid y ella habían ignorado; eran un verdadero tesoro.

Kathy esperaba ansiosa la reunión de esa tarde, estaba impaciente por revelar todo lo que había visto: las viejas persianas de madera, un surtido de bisagras de latón, cerraduras y llaves, incluso los restos del viejo púlpito con su escalera, y otros objetos antiguos.

Kathy dijo que era una minwde oro mientras bebía café con la tía Margaret. Afortunadamente, Reid no estaba allí.

-Es por el cambio de horario -le explicó la tía Margaret-. Siempre viene desde muy lejos y el cambio de horario lo agota, tarde o temprano.

Kathy se alegró por la ausencia de Reid, pero su tranquilidad terminó cuando el padre Gardiner anunció el inicio de la reunión.

Kathy supo que él había entrado en la habitación cuando sintió que la observaba. De pronto, oyó la voz del padre Gardiner.

-Quizá Reid y Kathy quieran decirnos lo que averiguaron en su inspección.

-La estructura está en muy buenas condiciones --comenzó Reid, sin darle a Kathy la oportunidad de hablar. Presentó un informe completo de los daños estructurales de la construcción, lo hizo con mucho detalle y de manera muy profesional-. Por favor, comprendan que no pueda evaluar los méritos arquitectónicos de la iglesia -concluyó Reid-. Esa es la especialidad de la señorita Loring... Pero puedo decirles que la iglesia se construyó hace mucho tiempo. Pueden demolerla sin tener en cuenta las objeciones de la señorita Loring, pero creo que sería una lástima, así que sugiero que no la destruyan.

Se escuchó un murmullo de aprobación al que Kathy no se unió. Estaba demasiado enfadada con Reid porque le había robado su turno.

De todos modos, decidió intervenir. Habló del tesoro que había encontrado en la galería convertida en bodega y les explicó la importancia que tenía la construcción. Estaba contándoles una breve historia de la arquitectura eclesiástica cuando Reid la interrumpió.

-¿No crees que aprovecharíamos mejor el tiempo si habláramos de lo que hay que hacer? -habló con amabilidad, pero Kathy notó el acero en sus palabras-. Necesitamos sacar todo de la iglesia y eso significa que se necesitan voluntarios. Necesitaremos que la señorita Loring nos aconseje y que inspeccione cada objeto después de sacarlo del edificio. Ella nos dirá qué debe guardarse y qué no.

-No es necesario que yo haga eso -protestó Kathy. No confiaba en ninguna idea de Reid y no permitiría que él le dictara lo que debía hacer-. Al principio, deben guardar todo hasta que sepan lo que tienen.

-¿Todo? ¿Incluso los libros de oraciones, los cojines para las rodillas, las hojas sueltas de la semana pasada, todo? -preguntó Reid con lógica enfurecedora-. No es necesario guardarlo todo, pero nosotros tendríamos que hacerlo porque no entendemos... Por eso es necesario que estés tú.

-Tienes razón -comentó el padre Gardiner y el murmullo general de los asistentes lo apoyó-. Ninguno de nosotros tiene tus conocimientos, hija -le dijo a Kathy.

-Bueno... -Kathy sabía que no ganaría esa batalla-. Sí, desde luego -aceptó-. Haré todo lo que pueda, pero sólo puedo quedarme hasta mañana. Después debo regresar a mi trabajo.

-Te estamos muy agradecidos por el tiempo que nos brindas -dijo el padre Gardiner poco después, cuando dio por terminada la reunión.

Reid y Kathy se quedaron solos en la sala, Kathy cerró su libreta y se atrevió a mirarlo.

El ni siquiera la miraba. Tenía la vista fija en la distancia y sus facciones mostraban fatiga.

-Buenas noches -indicó a secas con lo que rompió su voto de silencio.

-¿Te vas tan pronto? -preguntó Reid-. Tenemos que hablar.

-No tengo nada que decirte -y se detuvo al oírlo reír-. ¡Y no tiene gracia!

-Yo creo que sí -se apoyó en el respaldo de la silla con las piernas extendidas. Su postura bloqueó el camino de la joven-. Pobre Kathy, estás enfadada conmigo cuando deberías estar agradecida.

-¿Agradecida? -rió a su vez-. ¿Agradecida, después de lo que me acabas de hacer?

-¿Porque no te he permitido que nos dieras una conferencia sobre los distintos tipos de iglesias? Cariño, si hubiera permitido que hablaras de todo eso habrías perdido la atención del público. Siempre debes empezar con lo que la gente desea y es lo primero que necesitas saber si quieres aprender a manejar a las personas.

-Supongo que es algo que tú sabes hacer muy bien.

-Mejor que tú -aceptó y sonrió-. Eres experta en iglesias, pero no era eso lo que la gente necesitaba esta noche; deseaban saber qué hacer. Tranquila, Kathy -le aconsejó sin dejar de sonreír-. Dales más tiempo y estarán preparados para escuchar lo que tantas ganas tienes de contarles.

-Yo no tengo ganas de contarles nada -le informó y su tono helado apenas ocultó su enfado.

-¡Qué dignidad tan lastimada...! Me pregunto a qué se debe. ¿Será que no te gusta recibir consejos o sólo te disgustan los míos?

-¡Nada de ti me gusta!

-¿0 querías impresionarme? -continuó sin tener en cuenta el fastidio de ella.

-¡De ninguna manera! ¡Lo que menos me interesa es tratar de impresionarte!

-Por supuesto, debí recordarlo -asintió y su risa desapareció cuando lo dominó un enfado igual al de ella-. Nunca te importó la opinión que yo pudiera tener de ti, excepto al principio.

-¿No puedes dejar al pasado fuera de esto?

-Todo está relacionado -repuso y le escudriñó el rostro con los ojos entrecerrados-. El pasado sigue persiguiéndonos.

-A mí no. Yo dejé todo eso atrás.

-Seguro que sí -advirtió y su mirada fue tal que ella sintió su frialdad en la piel-. De lo contrario, no creo que pudieras vivir con tu conciencia.

¿Y la conciencia de él?, se preguntó Kathy, enmudecida por la injusticia de la acusación. Además, no tenía objeto discutir, él no escucharía... nunca lo había hecho. Herida en su amor propio, huyó a su habitación.

¿Cómo se atrevía a acusarla? Kathy tenía la conciencia limpia y la opinión que él tuviera de ella no le importaba. Afortunadamente, sólo tendría que aguantarlo un día más. Después, se iría a casa y Reid saldría definitivamente de su vida.

El día siguiente transcurrió bastante bien, al menos mientras estuvieron trabajando en la iglesia. Los problemas comenzaron después, cuando el trabajo terminó. Ella se consolaba pensando que dentro de pocas horas estaría camino a Providence. Iba a hacer la maleta, cuando el padre Gardiner la llamó y le explicó que tenía un problema y que necesitaba el consejo de ella y de Reid.

-¿Podríamos hablar unos minutos los tres? -preguntó.

El padre Gardiner era un encanto, ingenuo y muy bondadoso; Kathy no podía negarle ese último favor.

Reid, el cura y ella se acomodaron en la sala de la tía Margaret. Reid ocupó su lugar acostumbrado junto a la chimenea y el padre Gardiner acercó dos sillas, una para Kathy y otra para él.

-¡Os estoy muy agradecido! Habéis sido muy amables con nosotros... por eso -el padre Gardiner calló y movió la cabeza-. ¡Dios, esto me resuelta muy difícil! No sé cómo empezar.

-¿Por qué no hablar con franqueza? -sugirió Reid en tono afectuoso-. No puede ser tan malo.

En ese momento la tía Margaret entró en la sala y se sentó en el borde de una silla, junto a la puerta.

-Bueno -continuó el padre Gardiner-... El caso es... que nosotros... la comunidad y yo... tenemos un problema muy serio. Durante el fin de semana vosotros nos habéis dicho qué pasos debemos dar para reconstruir la iglesia. Ahora, es evidente que para hacer la reconstrucción tendremos que contratar a expertos.

-¿Cuál es el problema? -intercaló Reid.

-El problema es que no tenemos dinero -anunció de prisa el padre Gardiner-. No tenemos dinero para contratar a un ingeniero ni a un restaurador, no tenemos dinero para la obra... no hay dinero para nada.

-Pero el seguro...

-¡No hay seguro! -confesó el padre Gardiner, francamente angustiado-. Teníamos una póliza, pero dejamos de pagarla. Hace más de diez meses nos quedamos desprotegidos y yo pensé que podríamos terminar el año sin ningún contratiempo... pero, por supuesto, eso fue antes del incendio.

-Por supuesto -repitió Reid-. ¿Por qué dejaron de pagar la póliza?

-Es una larga historia -el padre Gardiner se movió incómodo en su silla-. Teníamos que pagar mucho debido a la antigüedad de la iglesia y a que es de madera. Eso sucedió justo cuando despidieron del trabajo a tres de nuestros feligreses... fue una crueldad, pero al dueño de la fábrica le interesan más las ganancias que el bienestar de sus empleados. El caso es que de pronto me encontré con tres familias con hijos pequeños sin nada para la Navidad. Yo no podía permitir que eso sucediera, ¿verdad?

-Por supuesto que no -declaró Kathy con calidez-. No tenía elección y supongo que les dio el dinero del seguro.

-Gran parte -aceptó el padre Gardiner-. Aunque no pensaba dejar de pagar el seguro. Contaba con las ofrendas de Navidad, pero... -suspiró-, después de Navidad hizo mucho frío y el precio del combustible para la calefacción subió. Mucha gente no tenía dinero para pagar sus cuentas...

-Así que poco a poco acabó gastándoselo todo -terminó Reid por él.

-Sí, pero yo no sabía que había gastado tanto -explicó el padre con tristeza-. Yo estaba preocupado porque teníamos que pagar el seguro y eso significaba que no podría ayudar. La señora Theroux, la tesorera de la iglesia, me dijo que había encontrado un error en sus cuentas y que teníamos bastante más de lo que había pensado, que había suficiente para el seguro y para las cuentas de la calefacción.

-Eso debió parecerle un milagro -comentó Reid con un brillo que indicaba diversión, en la profundidad de sus ojos.

-Así fue -aceptó el padre Gardiner con ingenuidad-. Estaba feliz y gasté todo el dinero sin tener la menor idea de que la pobre señora Theroux había decidido no pagar el seguro este año. Cuando ella se fue de vacaciones descubrí los recibos de la compañía de seguros en su escritorio, pero para entonces ya era tarde. Se había gastado el dinero y no había manera de reunir la cantidad necesaria. Por eso me encuentro en esta situación -declaró-. Tenemos el dinero para el material y entre nuestros feligreses hay buenos carpinteros, electricistas, mano de obra fuerte y dispuesta. Podemos reconstruir nuestra iglesia... -aseguró con énfasis-. Si vosotros nos dedicáis unos días más.

Después de la conversación con el padre, Kathy esperó a que se fuera Emma y la tía Margaret se acostara, para tener la oportunidad de quedarse sola con Reid y poder hablar. Tuvo bastante tiempo para pensar en un argumento sencillo y razonable; de hecho, hasta tenía preparado un discurso, pero cuando al fin se encontró a solas con Reid estaba demasiado furiosa como para recordar lo que había planeado decir.

-No será necesario que trabajemos juntos, ni lo pienses -advirtió Kathy-. No trabajaré contigo.

-¿No? -preguntó Reid sin dejar de hacer lo que hacía: le echó agua a la tetera y encendió el fuego-. Le dijiste al padre que lo harías, le prometiste a mi tía... ¿Vas a defraudarlos?

-Trabajaré -masculló Kathy-. Pero no contigo.

-¿Sí? -sonrió él antes de volverse para buscar el frasco de café soluble, dos tazas y dos cucharitas. Midió el café para las dos tazas-. ¿Y cómo piensas evitarme?

-Bueno... Tú debes de tener cientos de ingenieros a tu disposición y debe haber alguno que puedas enviar para que haga el trabajo. ¡No necesitas quedarte!

-He prometido hacerlo.

-¡Eso es ridículo! No puedes... quedarte. Eres muy importante para permanecer aquí. Diriges muchas cosas, ¿no?

-Sólo cuando lo deseo -la corrigió sin perturbarse-. Esa es la ventaja de ser el jefe. Y la verdad es que me apetece mucho hacerle este favor a mi tía.

-¡Lo haces para mortificarme!

-0 porque no quiero perderte de vista.

-¿Para qué? -preguntó con amargura-. Para asegurarte de que no voy a huir con la plata de la tía Margaret?

-Algo parecido, supongo. Toma -le ofreció una de las tazas-. Más vale que la aceptes porque parece que esta será una noche muy larga.

-No tiene que ser así -se negó a aceptar la taza-. Sólo quiero que envíes a alguien para que haga el trabajo de ingeniería.

-Lo lamento, Kathy. Esta vez tendrás que tolerarme.

-¡Maldición!

-A menos que te retires, por supuesto.

-¿De eso se trata, quieres que yo renuncie?

-Buena idea, aquí no hay nada que te obligue a quedarte.

-Excepto mi promesa, la promesa que le he hecho a la tía Margaret -le recordó-. ¡No pienso defraudarla!

-¡Qué noble! -comentó Reid-, pero no veo el motivo, ya que ella no es tu pariente.

-¡Se lo debo! Fue bondadosa conmigo cuando... siempre ha sido bondadosa conmigo -corrigió Kathy. Por ningún motivo le diría que la bondad y el cariño de la tía Margaret fue lo único que tuvo en un mundo hostil y solitario-. No la defraudaré.

-Entonces tendrás que tolerarme -se encogió de hombros volviéndose para dejar la taza que ella había rechazado.

Furiosa, Kathy se dijo que era evidente que él no cambiaría de opinión; no cesaría de atormentarla y ella no podía irse.

-Entonces, de acuerdo -declaró con frialdad-. Si he de tolerarte, eso haré.

-¿Cedes tan pronto, Kathy? Me sorprendes.

-No veo por qué, ya que no me has dado otra elección -indicó y respiró profundamente para calmarse-. No tiene objeto seguir discutiendo. Trabajaré contigo -le informó, se volvió y se dirigió a la puerta-. Pero lo haré contra mi voluntad.

-Supongo que el querido Malcolm no se va a poner muy contento cuando se lo digas.

-¿Malcolm? -preguntó con voz aguda y se detuvo en seco-. ¿Por qué metes a Malcolm en esto?

-Porque estoy impaciente por conocer su reacción cuando le digas que no regresarás mañana.

-La reacción de Malcolm no te incumbe -le gritó. El hecho de que Reid le recordara a Malcolm sólo aumentó su furia-. De modo que de eso se trata. ¡Quieres interponerte entre nosotros!

-Me pregunto... -murmuró complacido-. ¿Podría yo interponerme entre Malcolm y tú? ¿Lo notaría alguno de los dos?

-¡Si tú lo hicieras, seguro que lo notaría!

-Imagino que sí, dada la... ¿cómo la llamaste?... la química que hay entre los dos... y apostaría mi vida a que no existe química entre Malcolm y tú. El pobre hombre... -movió la cabeza con compasión-, no sabe lo que se pierde.

-No es así, no tenemos ese tipo de relación. ¡Aunque.eso no te incumbe!

-No te preocupes Kathy, no interferiré.

-¡Desde el momento en que llegaste aquí has interferido!

-¿Eso crees? Cariño, si hubiera querido interferir no te habrías librado de mí con tanta facilidad.

-¿Facilidad? ¿Crees que es fácil estar contigo?

El se acercó a ella. De pronto sólo los separaban unos pocos centímetros; Kathy sintió cómo el aliento de Reid agitaba su cabello y vio que sus ojos ya no eran de color gris oscuro, sino plateado brillante.

-Estoy seguro de que no te resulta fácil estar conmigo -aseguró con voz grave e íntima-. Pero a mí me resulta aún más difícil porque te deseo... -la acercó a su cuerpo-. Que Dios me ayude -murmuró en tanto su boca buscaba la de ella-. No he dejado de desearte.

-Pero yo sí -expresó, a pesar de que su decisión flaqueaba-. Reid, por favor -murmuró cuando él deslizó las manos para rodearle la cintura-. ¡No podemos hacer esto!

-Sí podemos -refutó con un poco de alegría-. Estamos haciéndolo.

-Pero... -descubrió que no podía pensar porque las manos de él se deslizaban hacia arriba, la acariciaban y creaban una sensación casi insoportable sobre su piel-. Quiero que te detengas -habló débilmente.

-No es cierto -capturó los labios de ella-. Así, sí -murmuró Reid y ella contuvo el aliento al sentir que él le acariciaba el pecho-. Así -repitió cuando ella se movió en busca de más cercanía-. También tú lo sientes, Kathy -murmuró antes de estimular otra vez su boca, con sensualidad-. Lo sientes... ¿verdad?

-Sí -confesó. Lo deseaba, él la enloquecía y las manos expertas la acariciaban y prometían más.

-Recuérdalo -le aconsejó en tono divertido. Alejó sus manos de ella, creando una pequeña distancia entre los dos-. La próxima vez que estés con el querido Malcolm recuerda lo que sientes ahora. .

-¿Qué pretendes, Reid? -preguntó deseosa de herirlo por lo que acababa de hacerle-. ¡No me digas que estás celoso!

-¿Celoso tratándose de ti, Kathy? Sabes muy bien que eso no puede ser.

-Eso creía... -aceptó antes de atacar de nuevo-, hasta hace un momento. Ahora no sé qué pensar -salió corriendo, para no darle tiempo a responder.

Esa última confrontación les enseñó a ser más cuidadosos porque los siguientes días transcurrieron con tranquilidad. Al parecer, Reid estaba tan decidido como Kathy a evitar otra escena parecida. Se mostraron corteses en presencia de otras personas y se aseguraron de no encontrarse a solas en ningún momento.

-No comprendo el comportamiento de Reid --comentó un día la tía Margaret cuando Kathy y ella estaban solas en la casa-. Tenía entendido que trabajaríais juntos, al menos parte del tiempo, pero en vez de eso... bueno, parece que él hace todo lo posible por evitarte, como si todavía estuviera enfadado contigo.

Kathy decidió tranquilizar a la anciana.

-Está muy ocupado, pasa mucho tiempo con los detalles de la construcción y debe mantenerse en contacto con su compañía -explicó.

-Sé que está muy ocupado, pero de todos modos -la tía suspiró y movió la cabeza-. Al principio, cuando aceptó quedarse, pensé que quizá era por... es decir... -sus mejillas se tiñeron, aunque continuó en tono casi desafiante-. Pensé que se quedaba para estar contigo porque quizá deseaba... revivir su relación.

-No creo que eso sea posible -aseguró Kathy, amable.

-Tampoco yo, ya no -aceptó la tía Margaret con otro suspiro-. De ser así pasaría más tiempo contigo en vez de irse a otro lado... ¿Crees que ocurre algo malo?

Kathy sabía que sí, pero no podía decirlo.

-Yo no me preocuparía por eso -expresó calmada. Ya verás como todo irá bien cuando empecemos a trabajar juntos -le diría a Reid que era muy importante seguir con la farsa. Debían hacer cualquier cosa para que la tía Margaret no se preocupara-, pero no debes hacerte ilusiones con respecto a nosotros.

-Supongo que tienes razón -aceptó la tía Margaret, pero era evidente que no estaba complacida-, aunque parece que tenéis más cosas en común que antes... no, no me interrumpas -pidió cuando vio que Kathy se disponía a hacerlo-. No censures a una viejecita por desear... Bueno... sólo deseo que paséis un poco más de tiempo juntos.