MENÚ DEL DÍA
1
El lunes se despierta labrador, metalúrgico,
ferroviario, bracero, pintor, oficinista;
avanza tumultuoso con todos los oficios
y simple, como un silbo, va a buscarse la vida.
Dicen que el lunes es padre. Pero también es madre.
Yo canto que también es muchacho y muchacha.
Madruga en las azules brújulas del planeta
y anda de campanero por los gallos del alba.
El lunes se conduele del que no tiene lunes,
del lunes sin semana de los desocupados,
pasa frente a sus casas como una estrella errante
donde hace cola el odio con los puños cerrados.
Yo suelo ver al lunes a eso del mediodía
en la fonda, en los bares, en las grises cantinas,
celebrando un puchero de rabo sustancioso
donde un coro de choclos sinfoniza la risa.
Pienso que si los lunes se pusieran de acuerdo,
como ya sucedió y sigue sucediendo,
todo amanecería violentamente hermoso
y en todas las cantinas cantaría el puchero.
2
Si uno ríe los martes, debe llorar los viernes
y mirarse las manos a la luz de una vela,
porque el marte, desnudo, como un niño, padece
de las admoniciones de la luna perversa.
Los martes tienen ruidos en todos los rincones
y suelen nominarse con un trece tridente,
por lo que el martes es ese muchacho de catástrofe
que rompe las ventanas de los adolescentes.
Haga el martes arroz, fideos con manteca,
una sopa liviana, churrasco vuelta y vuelta:
hay que evitar el íncubo que oficia a media noche
y las convocatorias rojas de la pimienta.
Los martes se discute. Hay plenario en la casa.
El viejo se levanta. Deja el puño en la mesa.
Sus hijos dicen: armas, dicen Che, dicen basta
y sobre nuestra bronca pasa ardiendo la huelga.
—Madre, no llore. Madre, no estamos contra el viejo.
—Estamos contra el mate del paro dominguero.
—Él cree que la huelga es cosa de parar
y nosotros creemos que es pueblo en movimiento.
3
Los miércoles son días construidos con ceniza,
olvidables anónimos que escribe el calendario;
no se sabe muy bien qué hizo Dios ese día,
nadie inaugura mástiles sobre sus crueles páramos.
Los miércoles no tienen malvón ni mala suerte
ni novias presurosas ni amantes ni profetas,
son como una planchada que pone la semana
para llegar al jueves, donde todo comienza.
El miércoles es nadie como un tío soltero,
sea que vaya o venga, la soledad le duele.
Solo si llueve tiene su rito en el Oeste
porque en días de lluvia la gente hace pasteles:
carne picada, orégano, cebolla de verdeo
y la fritura afónica que hace la grasa pella
en la alquimia ya bruja de la ollita de fierro
donde canta aleluyas el chicharrón alegre.
Así pues, con la lluvia, los miércoles se salvan
del fantasma de olvido que transita los miércoles,
porque la lluvia es júbilo en las provincias secas
y despierta campanas en la tierra famélica.
4
Dicen que el jueves anda de novio en las esquinas,
en los patios de sol, en los viejos zaguanes;
dicen que apaga el sol en las confiterías
donde inmolan guitarras prolijos ganapanes
que gritan, vociferan, cecean y maltratan
ese laúd de grillos de tu voz que me nombra
con el simple sonido de tu nombre en mis labios.
Bailamos aturdidos. Hablamos con los ojos
aunque tengamos siglos de amor en el lenguaje.
A mí me gusta todo lo que de ti deviene
inevitablemente como el sol en verano.
Uno juega a que juega. Baila con ese modo
de la televisión: libre y publicitario.
Pero el amor es serio y no juega los jueves
porque busca raíces en lo cierto del árbol.
Cuando vuelvo de vos, vuelvo lleno de pájaros
y tengo una alegría que es casi una tristeza.
Te apuesto lo que quieras que tu madre y la mía
nos dejaron el sol sobre una milanesa.
Buenas noches, amor. Te apuesto lo que quieras.
5
En las grandes ciudades, los viernes son eufóricos:
cabalísticos, largos, buenos conversadores,
en las últimas horas olvidan la oficina,
deambulan fumando por todos los rincones.
El viernes, casi siempre, despide a un soltero
en las aterradoras cantinas italianas,
tira canas al aire, sale a empinar el codo,
grita una falta envido contra la madrugada.
Cena siempre de apuro si no tiene visitas.
Si las tiene, cocina pollo al horno con papas.
Saca de sobremesa los mínimos rencores
y por último opina que aquí nadie trabaja.
El viernes a la noche es el hueso del viernes,
el tuétano del día, un mapa sin horarios
para soñar un sitio de color verdesueño
con un sol comprensivo, una casa y un árbol.
Al viernes ciudadano se le hace el campo orégano
y le concede todas las virtudes al campo,
pero él olvida pronto: dormita en algún cine
o se va a ver vivir la vida en algún teatro.
6
Hay sábados de ricos y sábados de pobres,
los hay de raudos jóvenes y sábados de viejos;
hay sábados judíos y sábados ingleses,
conyugales, bailables, folclóricos, tangueros.
El sábado discurre panza arriba, indolente,
sin prisa como un muerto o como una efemérides,
solo que alguien se case abandona el olvido.
¡El sábado es un día tan lleno de parientes!
En provincia, es el día de juntar los amigos
y atracarles la boca de empanadas calientes.
De afinar la guitarra. De porfiar las muchachas
y acordarse, penando, de todos los ausentes.
Jornada de armisticio, isla de la semana,
diverso, heterogéneo, democrático, ecléctico:
los patrones pasean en mangas de camisa
y trajeados de azul pasean los obreros.
El sábado es la tregua. Un amado espejismo.
De vernos, se diría que todo anda muy bien:
a cada cual lo suyo, de cada cual lo suyo.
Perfecto como un huevo. Pero frágil también.
7
Toco fondo el domingo. Sucede la mañana.
La vida es como un patio donde juegan los niños.
De lejos, como un aire, entran a mí sus voces,
amanecen calandrias adentro de mis tímpanos.
Amo estas cosas. Solo soy feliz cuando amo.
Trato de amar las cosas casi incesantemente.
A veces se fatiga mi corazón y lloro
sin lágrimas, ni gestos ni dolor indulgente.
Soy el hombre, los hombres, soy los hombres y el hombre,
me siento ser en todo y con todos voy siendo
un poco victimario, pero a veces la víctima
de las depredaciones de los hombres y el tiempo.
Pero como soy todo de mí depende todo.
Allí donde yo esté, se canta o se padece.
Dependo de las cosas, pero de mí depende
lo que nace y perdura, lo que agoniza y muere.
Sé que a todos nos pasa. Toco fondo el domingo.
Mi madre me prepara tallarines al pesto.
El vino anda aleluya. Me reúne lo hermoso
porque sólo el domingo tengo un poco de tiempo.