El señor de las sombras
En la distancia se estaba formando una ola de sangre. Roja, impresionante, coronada por chisporroteantes cabezas de fuego. Sobre una vasta llanura, aguardaba una masa de vampiros. Todos ellos, unos tres mil, se enfrentaban a la embestida de la ola. En la retaguardia, separado de la multitud, estaba yo solo. Intentaba abrirme paso (quería estar con el resto del clan cuando la ola lo alcanzara), pero una fuerza invisible me mantenía atrás.Mientras forcejeaba, rugiendo en silencio (aquí no sonaba mi voz), la ola se iba acercando cada vez más. Los vampiros se apretujaron, aunando sus fuerzas, aterrados pero orgullosos, afrontando la muerte con dignidad. Algunos apuntaban lanzas o espadas hacia la ola, como si con ello pudieran contenerla.Ahora más cerca, casi encima de ellos, con medio kilómetro de altura, extendiéndose en una línea uniforme a través el horizonte. Una ola de llamas crepitantes y sangre hirviente. La Luna desapareció tras la cortina carmesí y una oscuridad rojo sangre descendió.