El día que murió Chanquete
Sentado en el café del aeropuerto, Jesús espera a Barry. Cruza su cabeza la idea de que no aparezca. Problemas familiares de última hora, miedo a la aventura que están a punto de empezar… Pero, ¿cómo llegó él a Irlanda? Quedan pocos minutos para embarcar, tiempo de sobra para recordar. Recordar cómo descubrió por qué compraba siempre la leche en botella y nunca en tetrabrick, o por qué prefería una copa a un vaso de tubo: las curvas eran la respuesta. Sí, le gustaban las curvas y los hombres acolchados, los bears y los chubbies, los osos amorosos y, sin saber aún por qué, Chanquete. Y cómo decidió que debía ser capaz de diferenciar entre amor y sexo. Y cómo, a pesar de todas las precauciones, un día se enamoró. De Enric. Y cómo Enric fue incapaz de responder a ese amor. Y cómo los tópicos tienen algo de verdad: el tiempo lo cura todo. Ahora, exiliado sentimentalmente en un país que apenas soporta, se dispone a emprender una escapada iniciática. No para él sino para Barry, aprendiz tardío y sin embargo aventajado. Un fin de semana en Londres, libres de toda atadura. Lo que no puede imaginar, mientras mira el reloj porque el tiempo pasa y Barry no aparece, es que la historia vaya a repetirse aunque, en esta ocasión, los papeles estén cambiados.