Capítulo 6

Colly no volvió a ver a Silas. Sin embargo, si tuvo noticias suyas. Al día siguiente, recibió un ramo de flores. La tarjeta decía: «Gracias por todo. Silas». ¿Qué despedida era ésa? Quiso odiarlo por deshacerse de ella con un ramo de flores, pero no tuvo el coraje de tirarlo al cubo de la basura. Sin embargo, si era sincera, ¿qué podía esperarse? Ella se había ido del piso sin decir nada y le había impedido despedirse personalmente.

Los días pasaron hasta que se dio cuenta de que ya había pasado un mes desde que se fue del piso de Silas. Aunque su mayor preocupación era saber cómo iba su recuperación, estaba enredada con asuntos menores. Por ejemplo, tuvo la entrevista para entrar al curso y la aceptaron para empezar en septiembre. También, Nanette la encontró a través de la galería y le dijo, sin rodeos, que como iba a beneficiarse de la venta de la casa, podía ir a ayudarla a vaciarla. Eso hizo que tuviera los días ocupados, pero no las noches.

Tony Andrews siguió llamándola y, aunque no tenía ninguna intención de salir con él, empezó a pensar que no era tan malo. Tampoco se había puesto pesado cuando lo despidió en la puerta de su casa. Además, después de un mes, Silas estaría mucho mejor y eso quería decir que no se quedaría en casa por las noches, al menos, no solo. La siguiente vez que llamó Tony para invitarla a salir, ella aceptó.

—¡Has aceptado! —exclamó él.

—Me encantaría ir a cenar contigo —aseguró ella, que estaba empezando a arrepentirse.

Sin embargo, al día siguiente, mientras esperaba a que él la recogiera, se dio cuenta de que había aceptado porque la corroían los celos de que Silas estuviera saliendo todas las noches y quería quitárselo de la cabeza. Algo que resultó inútil cuando entraron en un restaurante muy elegante y lo primero que vio fue a Silas. El restaurante estaba abarrotado y ella se preguntó por qué resaltaría Silas de aquella manera. La respuesta era sencilla: era su amor.

Sabía que Silas también la había visto. Él estaba con un grupo de gente y Colly no se molestó en intentar adivinar cuál de aquellas atractivas mujeres era su pareja. Sin embargo, durante una fracción de segundo, a ella le pareció que él la miraba a los ojos.

Ella se volvió y sonrió a Tony, que la miraba extasiado. Luego, los llevaron a su mesa y a Colly se le calmó un poco el corazón. A juzgar por lo que podía ver, Silas estaba completamente recuperado y no podía negar que, aunque los celos la torturaban, se alegraba de haberlo visto.

Colly recapituló. Tony estaba intentando ser un compañero de cena perfecto. Ella había aceptado salir con él y, aunque sólo fuera por educación, tenía que olvidarse del grupo de seis personas que parecía pasárselo tan bien. Sabía que no iba a estar completamente tranquila hasta que se fueran Silas y sus amigos, pero se rió e hizo todo tipo de comentarios a lo que Tony le contaba.

Entonces, vio que el grupo de Silas empezaba a dirigirse hacia la salida. Decidió que clavaría la mirada en Tony o en el plato y que él no volvería a encontrarla mirándolo.

—Hola, Colly.

Ella levantó la cabeza y se encontró a Silas a su lado. Estaba intentando recuperar el habla cuando él se inclinó y la saludó con un beso en la mejilla. Se quedó tan pasmada que no pudo pensar en nada.

—Hola —consiguió decir.

—¿Qué tal estás? —le preguntó él amablemente.

—Mmm… atareada.

—¿Atareada? —Silas sabía que sólo trabajaba un día a la semana.

—Estamos vendiendo la casa y dedico mucho tiempo a… vaciarla.

Colly notó que Silas miraba a su compañero de cena.

—¿No vas a presentarnos?

Ni siquiera se dio cuenta de que él estaba echándole en cara su mala educación. Seguía atónita de que él no sólo hubiera ido a saludarla, sino de que la hubiera besado.

—Tony Andrews —se presentó Tony, que se había levantado.

—Silas Livingstone —se presentó Silas mientras se estrechaban las manos.

Colly se dio cuenta de que Tony, como buen relaciones públicas que era, había captado quién era Silas. Sin embargo, ella consiguió reponerse.

—¿Ya estás bien, Silas?

Los dos hombres la miraron.

—Sí, gracias a tus cuidados personales —le respondió delicadamente Silas.

Ella se preguntó cómo podía quererlo tanto cuando también quería partirle la cabeza.

—No sabía que entre tus muchos talentos también fueras enfermera… —comentó Tony.

—No sé que habría sido de mí si no llego a tener a Colly para que me diera calor —intervino Silas.

Ella lo miró sin dar crédito a lo que había oído.

—Silas tenía fiebre. A lo mejor lo has leído en el periódico —Colly miró a Tony y se preguntó si sería muy escandaloso que le diera un bolsazo a su marido—. Me imagino que te lo pensarás dos veces antes de volver a los trópicos… —Colly sonrió.

Silas la miró directamente a los ojos.

—Tiene sus compensaciones —Silas hizo un gesto con la cabeza y volvió con su grupo.

—No sabía que conocieras a Silas Livingstone —comentó Tony cuando él se alejó.

—Él conocía a mi padre. Mi padre también era ingeniero.

—¿Por eso lo conoces? Mmm… pareces bien relacionada.

—Yo no tenía nada que hacer cuando él estuvo enfermo —le explicó Colly—. No lo había visto desde hacía siglos. ¿Qué tal está tu madre?

Tony captó la indirecta. La llevó a casa y ella se alegró de que se comportara perfectamente. Quizá estuviera empleando otra táctica o quizá se hubiera cansado de ella; no lo sabía.

Colly comprobó que no se había cansado de ella cuando la llamó la noche siguiente, aparentemente para charlar pero, evidentemente, para volver a quedar. Le pareció muy halagador, pero también le pareció que era demasiado pronto. Ella no quería un novio, aunque estaba segura de que él se lo proponía a más chicas.

—Estoy muy ocupada con la casa —se excusó ella.

—Pero eso es durante el día…

—Yo te llamaré, Tony —Colly no tenía ganas de discutir.

Acababa de colgar cuando el teléfono sonó otra vez. Supuso que sería Tony para preguntarle cuándo lo llamaría. Dejó que sonara un buen rato, pero acabó contestando.

—Dígame.

—¿Con quién estabas hablando? —le preguntó una voz que casi la tiró de espaldas.

—¿Cuándo? —preguntó ella intentando ganar tiempo para reponerse.

—¡Has estado un siglo hablando por teléfono! —le reprochó él.

—Bueno, ya sabes lo que pasa cuando tienes éxito.

—¿Tony Andrews? —la pregunta sonó a acusación.

—Tony —confirmó ella.

Se hizo un silencio.

—¿Te acuerdas de que estás casada conmigo?

Ella se quedó boquiabierta.

—¡Vaya! —exclamó Colly—. No he cometido adulterio si es lo que estás insinuando —empezó a sentirse enfadada de que la hubiera llamado para decirle eso—. ¿Puedes decir lo mismo?

—Aunque no te lo creas, yo me tomo mi compromiso en serio.

Colly volvió a quedarse boquiabierta. ¿Se refería al compromiso del matrimonio? No podía referirse a otra cosa. ¿Significaba eso que no se había acostado con nadie desde que se casaron? Aunque pareciera imposible, lo creyó y se alegró de que él no pudiera ver la sonrisa que se le había dibujado en la cara.

—¿Saldrías a cenar conmigo? —la invitó él al ver que ella no decía nada.

—¡No! —ella no se lo pensó dos veces. Su relación no era de salir a cenar—. ¿Por qué?

Se hizo otro silencio y Colly pudo oír una risa sorda al otro lado de la línea.

—A lo mejor tengo que proponerte algo…

Ya. Le había propuesto matrimonio y le había propuesto que pasara un par de noches en su piso y luego había pasado lo que había pasado.

—Ya me conozco tus proposiciones —le replicó ella, y colgó antes de que acabara cediendo, como quería hacer en realidad.

Se arrepintió al instante, pero se fue encantada a la cama y segura de que quería a Silas más que nunca. Lo cual era motivo suficiente para no acercarse a él, pero le habría encantado aceptar su invitación.

Silas no volvió a llamar ni ella lo esperaba, pero el corazón se le aceleraba cada vez que sonaba el teléfono. Se preguntó por qué la habría llamado y decidió que lo había hecho, única y exclusivamente, para recordarle que estaba casada con él. Le habría gustado emocionarse por sus celos, pero sabía que Silas la había llamado para que no se olvidara de que en ese contrato secreto había una cláusula tácita por la que no había divorcio.

Era una mañana preciosa de junio y Colly sintió que la vida era muy aburrida. Hacía semanas que no sabía nada de Silas. Se recordó que su matrimonio no incluía la comunicación e intentó pensar en las cosas positivas. Nanette estaba de vacaciones con un amigo y la casa ya estaba en venta una vez resueltos los trámites legales. Tony Andrews seguía invitándola a cenar. Seguía trabajando los martes en la galería y Rupert seguía mareándola con su desgraciada vida amorosa. Ése era el meollo del asunto. Por eso se sentía tan mal. Ella no anhelaba una vida amorosa; anhelaba ver a Silas. Él no la llamaba y le parecería muy raro que ella lo llamara sin ningún motivo especial.

Colly se regañó. No podía permitir que sus sentimientos hacia Silas le destrozaran la vida. Quizá cuando empezara el curso conociera a otras personas y su vida tomara otro rumbo, pero por el momento iba a cambiar de rumbo con las personas que ya conocía.

Llamó a Tony.

—¡Colly! —exclamó él.

Ella se arrepintió de haberlo llamado, pero se mantuvo firme en su decisión.

—¿Te gustaría cenar conmigo? —le propuso Colly.

—¡Faltaría más! ¿En tu piso?

No. Ella no había dicho nada de su piso, pero dudó. Quería cambiar de vida.

—¿Te parece bien? Si lo prefieres, podemos salir…

—Llevaré el vino. ¿A qué hora?

¡Había creído que era esa noche! Colly iba a sacarlo de su error cuando su nuevo ser se impuso. ¿Por qué iba a esperar a empezar su nueva vida?

—Podríamos quedar a las ocho…

—Estaré ahí a las siete y media —rectificó él.

Colly estaba intentando reprimir esa parte de sí misma que prefería que Tony no fuera a su piso cuando él se presentó con una botella de vino en la mano.

Era la primera vez que recibía en su piso y la velada iba como la seda. Tony se quedó impresionado de cómo cocinaba, aunque la sopa de queso y apio la había comprado hecha. Estaba muy relajado y eso también la relajaba a ella. Creía que había llegado a conocerlo bien después de tantas conversaciones por teléfono y visitas a la galería, pero sabía que nunca pasaría de ser un amigo. Sin embargo, se dio cuenta de que él no se consideraba lo mismo cuando Tony insistió, a pesar de la enérgica resistencia de ella, en ayudarla a lavar los platos.

—Déjame saber lo que significa estar domesticado —le pidió él con su sonrisa más encantadora.

Quizá ella fuera muy estricta, pero él era su invitado y aquélla era la primera cena en su casa. Si hubiera más cenas, quizá fuera normal que él la ayudara, pero…

—Si te empeñas… —ella cedió.

La acompañó al fregadero, pero enseguida se quedó petrificada cuando él le dio un beso en la nuca. Ella, instintivamente, sacó del fregadero una mano enjabonada para limpiarse el beso.

—Mira lo que has hecho.

Tony agarró un paño y se acercó para secarle la nuca.

—No te preocupes. Gracias —lo tranquilizó Colly.

Colly se dio la vuelta y retrocedió un paso, pero se encontró con el fregadero. Tony se acercó más. Le secó las manos a Colly con el paño.

—Eres preciosa. Lo sabías, ¿verdad?

Para sorpresa de ella, el tono era completamente seductor. Ella seguía mirándolo atónita cuando él la tomó entre sus brazos.

—Esto… no es fregar…

—Podemos dejarlo para luego —replicó él antes de besarla.

Colly se quedó espantada. Quería una vida sin Silas, pero no quería otros besos que no fueran los suyos.

—Puedes hacerlo mejor, ¿verdad? —la engatusó Tony.

Ella se preguntó si estaba siendo justa con él y consigo misma.

—Naturalmente.

Colly lo rodeó con sus brazos y le ofreció los labios, pero era como abrazar y besar a un desconocido. Intentó convencerse de que las cosas mejorarían si hacía un esfuerzo. Él se acercó y la empujó contra el fregadero. Ella intentó mantener la calma. ¿Realmente quería hacer eso? Estaba acorralada entre el fregadero y él cuando la tomó por las caderas y la atrajo hacia sí. Colly se lo quitó de encima y supo que prefería lavar los platos, con vida nueva o sin ella.

—Mmm… creo…

No pudo decir nada antes de que Tony la agarrara y presionara su boca húmeda contra la de ella mientras le buscaba los pechos con las manos.

—¡No! —gritó ella.

Tony comprendió que lo decía en serio.

—¿Por qué no? Te he dado mucha correa para llegar hasta esto. Me invitas a cenar y luego… —sonrió—. ¿Sigues haciéndote la dura, Colly? —le preguntó mientras intentaba agarrarla otra vez.

—¡No!

—Vamos… —él intentó otro ataque.

—¡No! —insistió ella.

—¿Por qué no? —repitió él con cierto tono zalamero—. ¿Qué nos lo impide? Yo no estoy comprometido, tú estás libre y… estoy seguro de que te gustaría. Relájate, cariño.

La estrechó contra sí con el aliento abrasador contra la cara de ella, y acto seguido sus labios volvieron a atrapar los de Colly.

Ella estaba cada vez más nerviosa y volvió a empujarlo con toda su fuerza mientras se preguntaba por qué le habría permitido que la besara la primera vez. Sin embargo, él no retiró sus labios de los de ella y siguió empujándolo.

—¡No estoy libre! —gritó ella.

Eso lo paró en seco y la miró con gesto de incredulidad.

—¿Estás comprometida o casada?

Ella notaba que la cabeza le daba vueltas. No sabía dónde estaba. Sólo pudo pensar en que nadie podía saber que estaba casada.

—Vamos a divorciarnos —lo soltó antes de poder contenerse.

Tony se quedó pensativo un instante sin dejar de mirarla.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —le preguntó sin parpadear. Aunque una parte de él pareció atar cabos—. ¿Dónde está tu marido? ¿Quién es tu marido? —los cabos parecían llevarlo por el buen camino—. ¡Silas Livingstone! —exclamó antes de que ella pudiera impedirlo—. ¡Estás casada con Silas Livingstone! —Tony dio un paso atrás.

Colly quiso repetir que iban a divorciarse, pero se sintió abrumada por las complicaciones. También quiso negarlo todo, pero la aterró que cualquier comentario precipitado pudiera decirle algo más a Tony. Sin decir nada, salió de la cocina y Tony la siguió.

—Es verdad, ¿no? —lo preguntó, pero parecía estar seguro.

—Será mejor que te vayas, Tony —contestó ella con toda la firmeza que pudo.

—Es un poco increíble, ¿no? Primero me invitas a una cena íntima…

¡Una cena íntima! Colly sacudió la cabeza

—Lo he pasado muy bien —era verdad hasta cierto momento—, pero nunca pensé que fuera otra cosa que una cena.

—Me imagino que a tu marido no le gustaría —comentó Tony con un tono ácido.

Ella no podía contestar y se quedó un momento en silencio.

—No me llames, yo te llamaré.

Colly le abrió la puerta y Tony captó la indirecta muy directa. Colly volvió a cerrarla cuando él salió y se quedó tambaleante. ¿Qué había hecho? El había adivinado que era Silas Livingstone y ella había dicho que iban a divorciarse…

Colly volvió a la cocina y siguió lavando los platos, pero cuando terminó de recoger la cocina, la cabeza siguió dándole vueltas al acordarse de que Tony era relaciones públicas y estaba bien relacionado con gente de los medios de comunicación. ¿Qué le impediría sacar partido de todo lo que ella le había dicho? Dudaba que después de lo que había ocurrido esa noche, él sintiera alguna lealtad hacia ella.

Necesitaba algo que hacer y fue a lavarse los dientes. Luego, se cepilló el pelo, pero no podía tranquilizarse y empezó a ir de un lado a otro. A ella no le importaba que Tony tuviera contactos en los medios de comunicación, pero por Silas…

A las once y media, comprendió que sólo podía hacer una cosa. Tenía que avisar a Silas. Colly fue a buscar su número de teléfono. Él no contestó inmediatamente y ella pensó que habría salido pero, de repente, oyó una voz.

—Dígame.

—Soy… Colly.

Se hizo un breve silencio.

—¿Tienes la costumbre de llamar a los hombres cuando se han acostado?

Ella se alegró de que no estuviera amable.

—Doy por supuesto que estás solo en la cama —contestó con firmeza, aunque enseguida volvió a ponerse nerviosa—. Lo estás, ¿verdad? Quiero decir, no te he…

Se hizo otro silencio espantoso.

—No has interrumpido nada — suavizó un poco el tono—. Para ser sincero, tengo que salir muy temprano de viaje de trabajo y no me importaría dormir un poco.

—Lo siento… lo siento… —ella cayó en la cuenta de lo que había dicho él—. ¡Te vas!

—No te preocupes, también volveré.

—¡No tiene gracia! —exclamó ella, totalmente fuera de sí.

—Supongo que me explicarás el motivo de esta llamada antes de que tome el avión, ¿no?

—¡De niño no te castigaron lo suficiente! —lo regañó Colly.

—¿Estás nerviosa por algo? —Silas volvió a hablarle con más delicadeza.

—Silas… —ella también cedió—. He hecho algo tan espantoso que no sé cómo contártelo.

—Parece… grave.

—Lo es. Esperaré a que vuelvas.

—Iré para allá —sentenció Silas.

—No, no. No quiero sentirme más culpable. Duerme un poco. Yo iré —Colly colgó antes de que él pudiera convencerla de otra cosa.

Al cabo de un rato, ella estaba llamando al timbre de la puerta de Silas y todavía no sabía cómo explicarle por qué tenía tanta prisa.

Silas iba vestido con camisa y pantalones cuando abrió la puerta

—No hacía falta que te vistieras —dijo ella sin pensarlo.

—Vaya, eso sí que es una proposición —replicó él irónicamente.

Ella lo miró elocuentemente, pero vio una puerta abierta en sus palabras.

—Hablando de proposiciones… —empezó a decir Colly mientras se sentaba—. Esta noche he invitado a un amigo a cenar y todo ha salido fatal.

—¿Tony Andrews? —le preguntó él mientras se sentaba enfrente de ella.

—No conozco a ningún otro hombre —aseguró ella—, pero sí, Tony.

—¿Adonde fuisteis a cenar?

Ella sospechó que él se lo temía.

—Al piso —contestó ella.

—¿Al piso de mi abuelo?

—Ahí es donde vivo —contestó ella cortante.

—¿Va Andrews muy a menudo a cenar ahí?

Se dio cuenta de que Silas no iba a dejar de apretarle las tuercas, pero después de lo que había hecho, no estaba en posición de esperar nada.

—Ha sido la primera y última vez.

Silas la miraba sin perder detalle, pero suavizó un poco su rudeza.

—Me da la sensación de que lo has mandado a casa con dos palmos de narices.

—No… del todo… pero casi… Bueno, el caso es que lo invité como a un amigo, pero… él debió de pensar otra cosa…

—¿No se te ocurrió que pudiera tomarlo como una invitación más íntima?

—¡Si vas a ponerte de su lado…! — Colly se enardeció antes de acordarse de que ella estaba en la situación comprometida—. No. No se me pasó por la cabeza.

—¿Él fue a por todas y no te gustó? —le preguntó con expresión seria.

Colly desvió la mirada. No quería contarle a Silas cómo intentó corresponder a Tony, pero tampoco quería que Tony quedara como el malo de la película.

—Todo fue bien al principio —reconoció ella—, pero luego me negué y…

—¿Te negaste porque no querías o porque estás casada?

Colly no estaba dispuesta a decirle que Tony no tenía ninguna posibilidad por él, pero notaba que volvía a tener la sensación de que Silas podía adivinar sus sentimientos hacia él. Se levantó sin saber a dónde ir.

—¿Quieres que haga café? —le ofreció.

—¿Porque no querías o porque estás casada? —insistió Silas.

—¡Porque no me acuesto con cualquiera! —estalló Colly, que comprobó que Silas se quedaba algo impresionado por su confesión.

—¿No? —Silas también se levantó—. Pero, ¿lo has hecho? ¿Lo has hecho plenamente alguna vez?

Ella seguía sin querer contestar. Miró al suelo y negó con la cabeza.

—Es muy anticuado, ¿no?

Le pareció ridículo no haber pasado de los primeros pasos cuando tenía veintitrés años y le dio la espalda. Sin embargo, Silas no se burló, se acercó a ella, la tomó de los brazos y la giró para que lo mirara. La abrazó delicadamente.

—No te avergüences.

—Me siento ridícula —confesó Colly mientras se sentía en la gloria entre sus brazos.

Él, lentamente, bajó la cabeza y la besó suavemente.

—No eres ridícula, eres encantadora, —la tranquilizó mientras la sentaba en la butaca—. Entonces, ¿qué pasó cuando te resististe a los ataques de Andrews?

Ella estaba un poco perpleja porque el beso de Silas había tenido mucho más efecto que todas las intentonas de Tony.

—Bueno, él no aceptaba una negativa por respuesta…

—¿Intentó forzarte? —la interrumpió Silas—. ¿Dónde vive? —lo preguntó como si estuviera dispuesto a retarlo a muerte.

—No, no —lo calmó inmediatamente Colly.

Sabía que la reacción de Silas era porque él le había dado su apellido y era un caballero, pero no por algo más personal. Aunque también esperaba que le tuviera algún cariño.

—Creo que se lo dije un par de veces —siguió Colly—, pero él quería un motivo… creía que estaba haciéndome la dura. Ahora me doy cuenta de que no debería haberlo invitado al piso, pero él no veía ningún motivo. Todo es muy sórdido.

—Vas bien —la animó Silas completamente apaciguado mientras volvía a sentarse—. Ya estás llegando —se acordó de que por teléfono le había dicho que había hecho algo espantoso.

—Bueno, Tony estaba… ya sabes… y quería saber qué nos lo impedía. Dijo que él no estaba comprometido y que yo estaba libre… El caso es que le dije que en realidad yo no estaba libre, como una vía de escape.

—¿Le dijiste que estabas casada?

—No con esas palabras, pero me sentí abrumada y sólo sabía que nadie podía saber lo de nuestro matrimonio.

—Te metiste en un lío.

—Pero todo se complicó.

—Me prepararé.

—Yo estaba al borde del pánico.

—Pobrecita.

Colly se sintió algo animada para poder seguir.

—En ese momento supe que me había equivocado e instintivamente decidí que tenía que decir algo que contrarrestara lo de mi matrimonio —tragó saliva—. Entonces, me metí en un lío mayor todavía.

—¿Le dijiste que estabas casada conmigo?

—No hizo falta, Tony lo adivinó. Debió de recordar la noche que nos encontramos.

—¿Cuando yo dije que me habías cuidado muy bien?

—Claro que mis cuidados… —se acordó de cuando se despertó al lado de Silas y se sonrojó—. En cualquier caso…

—En cualquier caso, Andrews dedujo que estás casada conmigo —Silas la miró con cierta comprensión—. ¿Eso es todo?

—Ya te he dicho que se complica. Tony es relaciones públicas y conoce a todo tipo de gente en los medios de comunicación… —se calló al ver la mirada de Silas.

—¿Te temes algún problema?

Colly tomó aire, pero no sirvió de nada; estaba temblando.

—Yo ya no sabía qué hacer para anular lo de nuestro matrimonio y sólo se me ocurrió decirle que íbamos a divorciarnos.

Silas la miró sin dar crédito a lo que acababa de oír.

—¿Le dijiste que nosotros íbamos a divorciarnos? —le preguntó secamente—. Sabías perfectamente que es lo único que no quiero que se divulgue.

—Lo siento —Colly se levantó—. Estaba aterrada…

Silas parecía que estaba en otro mundo. A ella le habría encantado saber qué estaba pensando

—¿Qué posibilidades hay de que no intente sacar partido de todo eso? —le preguntó él.

—No tengo ni idea. Estaba furioso cuando se marchó. ¿Lo llamo? ¿Le pido que no…?

—¡No! —respondió Silas tajantemente mientras se sentaba—. Quiero que no vuelvas a tener nada que ver con Andrews en el futuro. ¿Lo has entendido? —remachó.

—Yo tampoco tengo ningunas ganas —Silas le concedió una sonrisa—. ¿Puedo hacer algo?

Colly esperó que Silas le dijera que ya había hecho suficiente, pero no lo dijo.

—Si tenemos todo en cuenta, sólo podemos hacer una cosa si quiero seguir haciendo planes a largo plazo para Promociones Livingstone —ella tenía los ojos clavados en él—. Gracias a ti, querida, ha llegado el momento de desvelar que estamos casados, felizmente casados.

A Colly se le secó la boca. No sabía qué podía significar todo eso, pero sí sabía que no tenía a qué agarrarse. Ella sabía las reglas cuando se casó con Silas y sabía que la palabra divorcio no existía. Ella había incumplido las reglas y lo había complicado todo.

—¿Piensas decírselo a tu abuelo? —preguntó ella vacilantemente.

—A mi padre —la corrigió Silas—. Él madruga. Lo llamaré desde el aeropuerto y llamaré a mi abuelo cuando vuelva. Entonces mi padre ya le habrá contado que estamos casados y que no pensamos divorciarnos, diga lo que diga la prensa.

Silas se levantó. Ella pensó que querría dormir un poco antes de tomar ese vuelo. Colly se levantó también y Silas la acompañó a la puerta.

—¿De acuerdo? —le preguntó él.

Colly lo miró con expresión infeliz. No sabía las consecuencias de aquel cambio de rumbo, pero si habían llegado a esa situación, había sido por culpa suya.

—De acuerdo.

Quiso disculparse otra vez por la serie de acontecimientos que había desencadenado al decirle a Tony Andrews que no estaba libre. No se disculpó, pero se sentía tan desgraciada que habría agradecido que Silas la hubiera abrazado un rato.

Sin embargo, Silas no la abrazó. Tampoco le dio un beso en la mejilla. Colly supuso que estaría tan harto de ella como lo estaba ella misma.

—Te llamaré cuando vuelva —le dijo él.

—Lo que tú digas.