La operación que vemos en lo alto y a la izquierda, reúne el producto de las dos destilaciones realizadas, con el resultado de la confortación inmediatamente precedente; ésta ha sido aplicada al extracto nebuloso ya concentrado y animado por el fuego de la luna. La operadora ha vuelto el vaso, sin duda enfriado, encima del gran plato, que hemos visto y volveremos a ver más adelante, al mismo tiempo que su compañero vierte el segundo destilado conservado en el grueso matraz de panza redonda.
Es aquí el lugar de que digamos algunas palabras de la destilación, que los autores han presentado como una de las fases más importantes de la Gran Obra. Sin embargo estas descripciones son lo más a menudo confusas y no parecen aplicarse al fenómeno físico conocido bajo el vocablo. Hay pues, ciertamente, un sentido particular, que la cábala debe permitirnos reconocer.
El término francés distiller (destilar) viene del griego y está formado por el adverbio diz, dis, dos veces y por el substantivo sti/lh, stilé, por poco que sea, una cantidad muy pequeña.
Ya la forma en que los griegos escribían la palabra ji/lh, con la episemon, mostraba un valor especial y obligaba a considerarla atentamente. En efecto, e\pishmon, episemon, mostraba un valor especial y obligaba a considerarla atentamente. En efecto, e\pishmon, episemon, significaba marca distintiva, signo, lo que está señalado.
El sentido oculto de destilar, de destilación, traduce la operación secreta que consiste en hacer caer muy poco agua sobre la tierra en dos tiempos consecutivos. Se trata, en suma, de imbibir, de practicar estas imbibiciones o destilaciones de las que hablan los tratados, y que hacen que la tierra, hasta entonces estéril, se impregne, se ablande, se abone, sustente su germen y se vuelva fecunda.