CAPÍTULO 11
EL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA Y EL HECHO ECONÓMICO

63. CONDICIONES DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD ACTUAL

Es evidente que el anarquista que trabaja en las condiciones económicas actuales contradice su razón de ser.

Como asalariado contribuye al mantenimiento de la sociedad, alquilando o prostituyendo su capacidad y su iniciativa en beneficio del parásito que vive directamente sobre él e indirectamente sobre todos.

Repudiando la forzada solidaridad humana, en su forma caótica de tiranía, el individuo que ha llegado a posesionarse de su conocimiento se esfuerza por romper el círculo de los convencionalismos y trata de vivir fuera de las condiciones comunes de servidumbre. Tal hace al anarquista que sabe que el problema humano no se resuelve sólo con pensamientos y por tanto, ya solo o asociado con otros camaradas, lleva a cabo la primordial cuestión económica, procediendo siempre según su temperamento, su carácter, sus facultades, su concepción personal de la vida y en la medida que pueda librarse de ciertas contingencias y de ciertos resabios de una falsa educación.

Sin embargo, el anarquista individualista puede ser empleado, obrero, funcionario y puede consentir también en doblegarse, repitiendo los mismos gestos monótonos durante largo tiempo para dedicarse a una ocupación fastidiosa que él cree con frecuencia estéril o inútil. Forzado por diversas circunstancias, acaso por deberes de familia, acepta semejante situación, pero no se resigna ni se hace jamás un obrero dócil, un empleado modelo o un funcionario irreprochable. Se considera como prisionero de guerra, como un espía en país contrario. El posesor, el detentador capitalista, el director de explotación, los capataces, toda la jerarquía, en fin, que forma el engranaje triturador del productor, he aquí su enemigo. Y las melosas e hipócritas palabras de simpatía que éste pueda dirigirle no serán capaces de desarmar su rencor irreductible. Si el anarquista acepta una función de responsabilidad, es porque tiene las buenas razones de poder así beneficiar excepcionalmente a la propaganda y al bienestar de sus compañeros. Hace en todo caso a la sociedad un mínimo de concesiones para conseguir el mayor grado de ventajas y por tanto jamás es engañado ni cómplice de ella.

Otros anarquistas ejercen oficios independientes, siempre penosos y poco lucrativos, a causa de la competencia del gran comercio. Se hacen vendedores ambulantes, corredores por su cuenta y confeccionadores de objetos diversos que expiden por sí mismos. Éste es todavía un mal menor, puesto que sirven de intermediarios y únicamente los objetos de lujo o de utilidad superficial les permiten esperar pequeños beneficios. La única ventaja es la de poder huir de la presencia obligatoria de un lugar de trabajo determinado y del contacto forzoso con individuos hostiles a las ideas anarquistas. Algunos camaradas desempeñan una profesión liberal, pero en número ínfimo, y si llegan a una posición lucrativa, no es sin haber pisoteado algunas de sus convicciones.

64. LAS COLONIAS COMUNISTAS

Han sido causa de muchas desilusiones para los anarquistas que, rompiendo decididamente con el medio social, han querido equilibrar en común su producción y consumo. No nos referimos a los miserables embriones colonizadores que han tenido lamentable existencia en Francia y Bélgica, sino que nos trasladamos por el pensamiento a los años 1830 a 1870, en que al otro lado del Atlántico tantos ensayos florecieron y de los que no ha quedado sino el recuerdo. Nada ha importado la elección de los asociados ni el valor moral e intelectual que hayan aportado, ni el éxito efímero o accidental que hayan conseguido en tales tentativas comunistas. Una sola conclusión se ha impuesto y es: que sin autoridad o influencia moral de un individuo y anulación de la personalidad ante un ideal religioso y económico, una colonia no podría vivir y prosperar.

Las asociaciones económicas que existen actualmente en los Estados Unidos, y a las que no negamos interés especial, como los arrendamientos en común, exhalan un hedor colectivista tan pronunciado que nada tiene que ver con el anarquismo individualista, tal como lo concebimos.

El triunfo de una vida semejante estaría sujeto a tantos reglamentos y precauciones que, a decir verdad, nos sentiríamos más libres en la sociedad actual.

No solamente se han gastado energías, inútilmente casi siempre, en tales ensayos, sino mucho dinero, que hubiera podido servir a una gran propaganda intelectual, destruyendo muchos prejuicios embarazosos y viejos escrúpulos y haciendo la vida de algunos más agradable y menos limitada.

Refiriéndonos al país francés, dudamos que los participantes de los ensayos comunistas, salvo raras excepciones, hayan gozado de mayor libertad que si hubiesen permanecido en el ambiente hostil. Luego si asociándose se ha de tener menos independencia económica, intelectual y moral, bajo el punto del individualismo vale más permanecer aislado. Y téngase presente que no hacemos referencia a la materialidad del esfuerzo, pues vale más trabajar por cuenta propia, aunque más duramente, que en las condiciones de ordinaria explotación. Aceptamos la asociación, no como beneficio de menos actividad, sino como mayor garantía autónoma, o disminución evidente de la intervención del medio autoritario en la vida personal para que cada uno sea responsable del producto y del consumo de su propio esfuerzo, sin molestar a ninguno de los coasociados y sin compromisos u obligaciones fijas, determinadas anticipadamente.

65. ELECCIÓN DE UN MEDIO ANARQUISTA INDIVIDUALISTA

A nuestro juicio, he aquí las bases porque podrían regirse los que cansados del contacto con el vulgo quisieran vivir fuera del rebaño humano, en colonia individualista:

Adquisición de un terreno en sociedad y distribución del mismo en partes iguales inalienables.

Cada uno podría producir y edificar a su gusto y disponer de sus bienes, bien cambiándolos con los de los demás compañeros en las condiciones convenidas o con los consumidores de fuera.

Como norma de conducta debe desaparecer de la colonia todo medio de explotación y engaño y todo valor monetario, procurando igual libertad para todos en el desarrollo de las iniciativas.

Todo individuo puede separarse de la asociación cuando le parezca conveniente, bajo la condición de ceder su parte a un reemplazante que cuente con la simpatía general y que haya sido proporcionado por el disidente o por la colonia misma.

Porción de parte reservada a los niños, con determinación de edad, asegurándoles una parte completa, y eso sin perder de vista la necesidad de una limitación consciente de la procreación.

Facultad individual de industrializar su parte o de considerarla como un refugio después del trabajo cotidiano.

La mujer independiente de su compañero y autónoma de su parcela, teniendo la facultad de no cohabitar con él.

Igual derecho para reunirse varios y vivir bajo el mismo techo, como mejor les parezca.

Creemos que bajo estas condiciones esenciales daría más resultados morales y económicos el individualismo anarquista que las tentativas de las “colonias comunistas”.