Capítulo diez
Viernes 10 de noviembre de 2006. Los puertos de Becker.
Esta mañana temprano Marina me puso en contacto con el responsable de la unidad de delitos económicos de la Policía Nacional de España en Madrid, Manuel Hernández. Le conté todo lo que podía servirle de introducción para su investigación y le envié una copia de los documentos que habíamos encontrado en casa de Becker que creía de interés en relación con el caso.
Le pedí que investigara todos los puertos construidos por Becker en Agadir, Capri, Marbella, Saint Tropez, Cerdeña y Dubai y que también averiguara por qué no se habían podido ejecutar los proyectos de marinas deportivas en Portofino, Santorini y Cancún.
Bryan, Tom y yo organizamos otra reunión de repaso antes de llamar a Salma para volver a interrogarla.
Vieira me llama desde Sao Paulo:
—María, ayer interrogamos a Gilberto López Blay en su casa. Enterarse de la muerte de Malena le sentó muy mal, por supuesto, pero tampoco es que fuera un reacción de enamorado, más bien tuvo una reacción de espanto, de miedo, diría yo. Tardó en recuperar la templanza y que pudiéramos seguir hablando. Además de profesor universitario reconoció que lleva la gestión económica de algunas discotecas y locales de moda aquí en Sao Paulo y en Río de Janeiro y también en Cancún y que por eso continuaba en relación con Malena porque ella trabajaba también en ese ambiente.
—¿Te dijo de quién son esas discotecas?
—No, lo comentó en general, como si se ocupara de eso para sacar un dinero extra que añadir a su modesto sueldo de profesor universitario. No se me ocurrió preguntarle de quién…
—¿Te dijo de qué se ocupaba Malena?
—Se lo pregunté pero me dijo que siempre había sido muy hermética con su trabajo, y en general con otras cosas de su vida, con su familia, con sus viajes, y que fue una de las razones por las que habían roto su relación sentimental. Ella se llevaba la recaudación, pero el no sabía ni para quién ni a donde.
—¿Tú qué opinas?
—Que no es trigo limpio, pero no tenemos nada contra él.
—¿Por qué lo dices?
—Porque le pregunté si tenía alguna cuenta pendiente con la justicia en algún lado y me dijo que no, cuando sabemos que las tiene, y bastantes, en México, así que…
—¿Qué esperabas? ¿Desde cuando los delincuentes son sinceros Manuel? –dije pesimista.
—Sí, por supuesto, lo sé, pero aún así me has preguntado y te respondo. No es trigo limpio. Ahora, tampoco creo que sea tu asesino, he comprobado todos sus movimientos y, salvo entre Brasil y México, ese no ha viajado fuera a ningún otro lugar en los últimos nueve meses, su último viaje fuera de estos dos países fue a las Islas Caimán a pasar unas vacaciones las navidades pasadas.
—Las islas Caimán, donde Malena tenía una casa, dije como para mí. ¿Habrá pasado esas vacaciones en la casa de Malena? ¿Podríamos averiguar dónde estuvo Malena las navidades pasadas y si coincidieron en algún momento? No me creo que no supiera algo más sobre las actividades de la chica.
—Vale, lo investigo y te llamo.
Entonces recordé otra cosa, lo que había leído en el informe sobre la marina deportiva de Cancún que las empresas de Becker no habían podido ejecutar, hablaba de una discoteca a nombre de Salma.
—Manuel, hay una discoteca que quiero que investigues si estaba entre las que lleva López Blay, espera que la busco, debo tenerla por aquí en alguna parte entre tanto papel –dije mientras rebuscaba entre las tongas de documentos de Becker que había copiado y llevado a la sede de New Scotland Yard, aquí está, se llama… el Azar Club, en Cancún centro, no sé su dirección.
—Vale, ahora tengo que dejarte, tenemos lío hoy por aquí.
—Ok.
Cuando llamé a Salma para interrogarla su secretaria me comunicó que acababa de salir de viaje de negocios hacia México y que estaría volando las próximas seis o siete horas hasta que aterrizara en México DF. Le pregunté si sabía donde se hospedaría y me dijo que sí, que después de México DF seguiría en vuelo hasta Cancún y se hospedaría en su propia casa, entre el boulevard Kukulcan e Isla Paraíso. Me preguntó si quería la dirección exacta. La chica no parecía tener nada que ocultar y todo en su tono era normal. Le dejé un mensaje para su jefa, que llamara en cuanto pudiera para una cuestión rutinaria de la investigación. Antes de colgar ya me estaba rondando una nueva idea por la cabeza y nada más hacerlo, otra llamada de Manuel Vieira me afianzó en la misma:
—María, eres una fiera, la discoteca Azar Cancún es una de las que lleva López Blay.
—¡Bingo! Lo sabía. Por fin algo coincide con algo. Creo que me voy a tener que ir a México Manuel.
—Preferiría verte por aquí por Sao Paulo.
—Seguro que tal y como va este caso también me verás por ahí. Me da. Por favor, vuelve a interrogar al ex de Malena sobre Salma Kubichet y sus negocios con Becker, y también sobre la propia relación con Malena, tengo la sospecha de que aquí hay algo que se nos está escapando. Averigua el listado del resto de discotecas que maneja en Brasil y si es posible su dueño… o dueña...
—De acuerdo, ahora envío a buscarlo y me pongo con las discotecas. Creo que ya veo por donde vas.
Le comenté a Bryan Eastman mi idea.
—Hay demasiadas pistas que van a dar a Cancún –le dije, lápiz en mano, y con el esquema sobre los viajes de Malena delante- me había recogido el pelo en un moño alto y Bryan no dejaba de mirarme el cuello, pero no quería ser impertinente y no lo mencioné-, por un lado Becker intenta hacer allí una marina deportiva que no le sale bien pero que al final resulta un negocio redondo que le reporta millones de libras esterlinas del seguro. El negocio no puede llevarse a cabo por una cuestión relacionada con el patrimonio histórico del lugar. Salma tiene allí una discoteca, el Azar Cancún y resulta que quien le lleva las cuentas es el ex novio de Malena Donoso, quien, como ya sabemos, viajaba a Cancún de vuelta a Tenerife en un raro tour todos los meses y coincidía con él, que por otro lado es mexicano, ¿no crees que merece la pena averiguar qué es lo que está pasando allí?
—Tienes razón, demasiados caminos confluyendo en un mismo lugar, Cancún.
—Voy a llamar a mi jefa, necesito su autorización para ir allí. Quiero ver esa discoteca, el lugar del puerto, hacer el recorrido que hacía Malena todos los meses, algo me da que tiene que ver con su asesinato.
—¿Y si resulta que todo fue por Malena y no por John? –reflexionó Bryan en voz alta.
—No, que va, aquí hay más actos entrecruzados, porque aún no creo que la muerte de Robert Denton sea un suicidio, creo que todo está relacionado y acabamos de encontrar un hilo del qué tirar. López Blay es la conexión entre Malena y Salma, aparentemente no tendrían por qué tener ninguna relación que no fuera la de conocerse por ser la amante de Becker, pero Malena trabajaba en algo, en algo turbio o secreto, que le impedía incluso contarlo a su ex, según las declaraciones de él mismo, aunque esto último tampoco me lo creo. Hazme un favor, investiga el por qué no se construyeron los otros dos puertos, la causa, qué es lo que pasó después. Me gustaría saber más sobre eso. Tal vez no tenga que ver pero puede que sí. O tal vez López Blay simplemente nos haya mentido sobre Malena.
—De acuerdo, me pongo con los puertos.
Me fui a un lugar apartado de la sede de Scotland Yard a telefonear a Marina, sabía que la conversación iba a ser difícil como cada vez que le planteaba un viaje. Le conté todas las conexiones que me habían llevado a pensar que en Cancún estaba la clave, o una de las claves de estos asesinatos y que creía que debía ir allí. Ella me contestó con uno de sus irónicos “¿cómo dices?”, que quería demostrar incredulidad más que interrogación, vamos, quería decir que no se podía creer lo que le estaba pidiendo.
—¡María, pero tú no te has dado cuenta todavía de que la Policía Nacional no tiene un euro!
—Comisaria, no se lo pediría si no creyera que es importante, estoy siguiendo una pista que nos puede llevar a una rápida resolución del caso y …
—¿Pista? Eso es una corazonada, una casualidad, no creo que tenga nada que ver con el asesinato.
—¿Por qué dice eso? –dije subiendo el tono porque yo estaba convencida de que algo tenía que ver. Era lo único que tenía algo que ver por el momento, no teníamos otra pista real de la que tirar.
—Porque creo que lo que has descubierto es otra cosa, algo paralelo pero, ¿qué va a tener que ver un ex novio mexicano de la asesinada con una socia del asesin…. –ella misma fue quedándose sin palabras al tiempo que hablaba porque se dio cuenta de que sí que podía existir alguna relación. Se hizo el silencio.
—¿Comisaria? –pregunté suavemente como quien no quiere la cosa a ver si así ayudaba a reaccionar a Marina.
—Por supuesto, irías sola, ¿verdad?
—Claro, jefa, dos pasajes ya sería mucho pedir.
—¿Y tu padre no tienen ningún hotel amigo donde te puedas quedar que no suponga una carga extra para nuestro mermado fondo de gastos extraordinarios por casualidad?
—Pues no lo sé comisaria, le preguntaré, si lo tiene tenga por seguro que me quedaré en ese hotel y no otro, y si no, pues buscaré el motel más barato que encuentre.
—Aún así hay que pedir permiso y justificar el desplazamiento con el Ministerio del Interior y eso lleva su papeleo, ya lo sabes
—Jefa, no le estoy pidiendo oficialmente…
Otra vez uno de sus “¿cómo dices?”.
—¿Te has vuelto loca? ¿Se puede saber qué te han dado en Londres que ya no razonas?
—Pero…
—No hay peros que valgan. Iniciaré los trámites ante el Ministerio y todo se hará como se tiene que hacer.
—Pero…
—He dicho que sin peros María.
—Comisaria Tabares, ¿podría dejarme hablar un momento? –me puse seria pero con todo respeto.
Podía imaginarme a mi jefa levantada furiosa dando vueltas por el despacho con el teléfono en la mano y con ganas de estrangularme.
—¿Qué? –soltó a modo de concesión.
—A ver, el Ministerio tardará días, tal vez semanas, en dar ese permiso y un caso de asesinato como este necesita rapidez. Iría solo a echar un vistazo y mientras tanto usted podría ir tramitando los papeles, como pasó cuando estaba en Sao Paulo, en el caso de la Gramática de Anchieta, los papeles no llegaron inmediatamente y..
—Déjame pensarlo un rato. Te vuelvo a llamar enseguida –y colgó como hacía siempre sin despedirse.
Me tocaba las narices la burocracia de la Policía. Ya sé que no es la única Institución que te encarga un trabajo y luego no te da los medios para llevarlo a cabo, lo vivía todos los días en el Gobierno de Canarias pero esto era un caso de ¡doble asesinato! de los que no se veían en las islas en decenas de años. No entendía las reticencias de Marina, o sí la entendía. Me molestaba porque me parecía desconfianza hacia mí, pero en mi fuero interno sabía que no era así. En fin, tenía que tener paciencia. Llamé a Nicolás López Fuentes para que indagara de qué humor estaba la jefa, le conté que estaba esperando su permiso para ir a Cancún.
Me molestaba terriblemente que Marina no entendiera que los verdaderos problemas que se producen cuando una investigación toca a varios países eran, sobre todo, burocráticos. Uno no puede llegar a México con una pistola en la mano y detener a alguien, y menos si es ciudadano de un tercer país, lo sé, pero sí que puede investigar y lo que yo quiero es investigar primero. Sí, la prudencia es importante, pero hemos deliberado lo suficiente, hemos acumulado información relevante y ahora toca tomar la decisión de actuar. Ese es el momento crucial en el que se resuelve una investigación. En todas esas reflexiones andaba yo, pasillo abajo y pasillo arriba, cuando volvió a sonar el móvil, era Manuel Vieira.
—Querida amiga vas a tener razón con lo de que es importante irte a México, López Blay ha desaparecido, como me lo temía después de hablar contigo, llamé a un compañero destinado en Aeropuertos, y, confirmado, ha sacado un pasaje para Cancún que despega en menos de una hora, no tengo ningún motivo para retenerlo aquí así que…
—Gracias Manuel, me has dado un argumento más para convencer a mi jefa. Te dejo.
No me atrevía a interrumpir a la comisaria en su rato de reflexión, por lo que en lugar de llamarla le envié un discreto sms que estuve tiempo pensando en cómo escribir para no desatar las iras de mi superior:
“ Un nuevo hecho: Manuel Vieira acaba de confirmar que también López Blay está viajando hacia Cancún”.
Se lo envié con terror. No obtuve repuesta inmediata. Luego escribí otro a M de Presidencia del Gobierno de Canarias:
“Necesito un favor, ¿podrías decirme a qué hora salen los próximos vuelos directos de Londres a Cancún? Es un asunto de vida o muerte…”
Después de otro par de minutos dando vueltas por el pasillo como una loca decidí volver a la sala donde teníamos montado nuestro chiringuito y volví a enfrentarme a los papeles. Estaban en desorden después de que hubiera estado buscando el informe sobre la marina deportiva de Cancún y por casualidad me encontré con la orden de detención de Juez que había impreso y no había tenido tiempo de leer con calma, comencé a leerla lentamente intentando encontrar algo nuevo. Nada. Seguía sin entender de qué iba la historia del juez y la fiscal, era una orden vulgar, mal escrita, sin revisar, sin argumentos, deprimente, con frases gratuitas como que “el hecho de haber cenado cerca del crimen era una prueba incontrovertible”, ¿prueba de qué? Resultaba difícil averiguar qué era lo que el juez y la fiscal escondían detrás de esta chapuza.
Mientras tanto Bryan Eastman parecía enfrascado y concentrado en otros documentos sobre los puertos de Portofino y Santorini. No quería molestarle pero estaba nerviosa y como sabía que fumaba le pregunté:
—¿Aquí no se puede fumar verdad? –era obvio que ya sabía la respuesta pero también que esperaba algo más. Le miré ansiosa.
—Está prohibido… pero yo fumo de vez en cuando, podemos cerrar la puerta.
—Gracias, necesito un cigarro, estoy de los nervios, mi jefa se está pensando si voy o no a Cancún, es de locos ¿me dejas un Malboro?
—Claro.
Me tiró su caja de cigarros y su mechero por encima de la mesa al tiempo que se levantaba y cerraba la puerta con llave. Me entró un desalentador mensaje de M:
“El único vuelo directo que sale hoy desde Londres a Cancún es dentro de una hora y media por Heathrow, no quedan plazas, mañana hay otro a las 6 am en el que aún puedes encontrar sitio pero solo quedan plazas en business. El siguiente es a las 12 del medio día y no hay problemas por ahora.”
Joder –pensé- estaba claro que en business Marina se negaría en rotundo así que no podría irme, en el caso de que me diera su permiso, antes de las 12 del mediodía de mañana. Intenté pensar una estrategia alternativa pero el papel del juez volvió a llamar mi atención y poco a poco volví a enfrascarme en su lectura mientras encendía varios cigarrillos uno detrás de otro y empecé a tomar notas. Bryan me miró y preguntó qué estaba apuntando.
—Nada, es sobre la detención del concejal, estoy inquieta y no acabo de entender qué es lo que está pasando en Tenerife.
—Qué capacidad tienes de pasar de un tema a otro.
—Tenemos que investigar una cosa más, el Puerto de Tenerife, qué es lo que pasaba realmente allí, tiene que haber algo más que la Ermita.
—¿De qué hablas? No entiendo nada, estoy con los puertos de Santorini y…
—Lo sé, pero hay otro puerto más, que no se ha empezado a construir, el de Tenerife, y podría haber algo que los conecte ¿has encontrado las causas de…
—No puedo, necesito concentrarme, ¿podrías dejarme trabajar en paz? Estás demasiado nerviosa.
—Disculpa, lo siento mucho –dije abriendo las manos en son de paz- tienes razón.
Volvió a su labor y al rato vi que él también empezaba a tomar notas, era una buena señal, cuando le iba a preguntar sonó mi móvil, era la comisaria.
—¡Comisaria, dígame! -estaba tan nerviosa que casi le grité.
—No me hables como si fueras un sargento del ejército. Da la impresión de que me tomas a broma.
—Disculpa Marina es que….
—Sin “es que”. Oye, que sí, que te vas a México, autorizado el viaje. Tengo mis dudas pero estoy rodeada de preocupaciones y supongo que tú lo has pensado y analizado con la suficiente profundidad. Vete y vamos haciendo el papeleo a la vez. Hay que ser legalista, así que procura no hacer ningún disparate hasta que el Ministerio del Interior de su visto bueno.
—Jefa, estaba desesperada esperando su llamada, es que hay algo más. Pensando en el ministerio, ¿qué excusa vamos a dar? Si menciona los asesinatos de Adeje puede que llegue a oídos del ministro Memlick, ¿no le parece?
—No lo había pensado...
—¿Comprende lo que quiero decir? Además, si fuera por este caso también tendría que ponerse en contacto con el Juez para que busque un juez corresponsal en México, ¿me entiende?, se enterarían e intervendrían.
—Te comprendo muy bien, he estado indagando, supongo que ahora no es el momento de contarte, tienes que buscar pasaje y preparar la maleta pero tengo algunas informaciones que me gustaría compartir contigo, tal vez desde un teléfono fijo.
—Vaya, pues sí que debe ser interesante.
—Lo es.
—Jefa, hoy ya no hay billetes, no es que me adelantara a usted, solo le pedí a M, la secretaria de Adán, si podía ir preguntando qué vuelos hay directos y el primero es mañana a las 6 pero solo quedan plazas en business y el segundo es a las 12 el mediodía, así que tengo todo el tiempo del mundo para hablar.
—Está clarísimo que en business no vas a ir, eso, te lo garantizo, no lo paga la Policía Nacional, pero te puedes poner en lista de espera o algo así, quizás. En cuanto a la excusa del caso me inventaré otro, alguna investigación que se nos haya quedado a medias y que lleve algún juez razonable, déjame pensarlo. Encontraré algo que nos sirva. Pero escúcheme bien inspectora Anchieta –cuando Marina me hablaba de usted es que iba a darme alguna orden que quería que cumpliera con especial delicadeza- luego quiero que sigas todo el protocolo habitual de investigación en el extranjero, sólo el motivo será distinto, y el comienzo, en el que estarás tu sola, pero en cuanto el Ministerio del Interior otorgue el visto bueno te asignarán una comisaría en Cancún y, dentro de ella, un agente de tu misma graduación tiene que acompañarte en todas tus pesquisas. Creo que en México son menos estrictos con las armas.
—¿Qué quiere decir?
—Que es la policía de allí quien decidirá en su momento si puedes ir armada o no. En Europa eso es imposible.
—Y en Sao Paulo, lo recuerdo muy bien. De acuerdo jefa, no se preocupe, seguiremos el protocolo habitual.
—Por supuesto, espero que no te metas en ningún lío innecesario, que encuentres el pasaje más barato posible, que te hospedes en un hotel normalito si tu padre no te puede echar una mano esta vez y que no gastes mucho llamando por el móvil, me vas a destrozar el poco presupuesto que nos queda para llegar a fin de año.
—Total, comisaria, ya estamos casi a mitad de noviembre.
—A este ritmo nos quedamos sin comida de Navidad.
—Pues la paga cada uno de su bolsillo Comisaria, tampoco sería la primera vez que hacemos eso en el servicio.
—Vete a la porra. Busca pasaje y cuando estés en un teléfono fijo y estés tranquila me vuelves a llamar y te cuento.
Cuando colgué noté que Bryan Eastman estaba totalmente concentrado en algo, daba vueltas adelante y atrás a algunas hojas concretas de un documento. Pasé al inglés y le pregunté:
—¿Qué has encontrado?
—Esto no te va a gustar, o tal vez sí, ya sé la causa de por qué no se realizó la marina de Portofino, ¿la adivinas?
—No, dímela tu por favor.
—Patrimonio histórico.
—¡La bomba!, igual que en Cancún –dije soltando el lápiz sobre la mesa y poniendo las manos detrás de la cabeza mirando atentamente a Bryan.
—Exacto. Igual que en Cancún, después de comprar los terrenos, hacer el proyecto, presentar la maqueta a los cuatro vientos, etc. resultó que se descubrió que en la zona había un yacimiento arqueológico de enorme interés.
—¿Y en Santorini qué ocurrió?
—Aun no he encontrado nada.
—Tengo una corazonada, busca algo de Santorini, voy a llamar a una amiga de Tenerife.
Llamé a una amiga, en realidad, a la novia de un amigo policía de la Laguna que era Arqueóloga, Marta Hernández, con la que había coincidido en muchas ocasiones y habíamos simpatizado.
—¿Qué tal María?
—Hola Marta, bien, ¿y tu?, oye, disculpa que te haga una llamada que te va a sonar rara pero necesitaría saber cómo estás de tiempo y si podrías hacerme un favor.
—María pide lo que quieras, para la pasma siempre tengo tiempo –dijo divertida.
—Verás, me gustaría tener información sobre un playa en Adeje, la playa de la Caleta de Adeje, que investigues un poco si allí hay algún resto arqueológico o si tiene algún valor.
—No me suena de nada, sé que más hacia el lado de Arona sí que hay unas playas levantadas del Cuaternario que están en proceso de ser declaradas Bien de Interés Cultural pero en la Caleta de Adeje no me suena, de todas formas deja que investigue un poco y te vuelvo a llamar.
—Gracias, no sabes cuanto me ayuda esto. Es un caso complicado, ya te contaré con más detalle, ahora estoy a tope y necesito ese dato para poder avanzar.
—Descuida, te llamo desde que sepa algo.
Llamé a Pedro para que me hiciera un favor, reservarme el pasaje, le expliqué en el de las 6 no sino el de las 12 y el motivo, y que me encantaría poder estar ya en México pero que no habían vuelos. Le prometí que iría lo antes posible a casa de Clara…
—María –dijo Bryan al verme colgar el móvil- muchos de los documentos de Santorini están en Griego, no entiendo nada, voy a tener que pedir ayuda al departamento Internacional.
—¿Tienen un departamento Internacional aquí?
—Claro, lleno de traductores de todos los idiomas del mundo.
—Que diferencia, nosotros tendríamos que llamar a un traductor de fuera.
—Pero la mala noticia es que se van a las tres y ya son las cuatro.
—¿Ya son las cuatro?
—Sí, y ni siquiera nos hemos tomado un te. Así que creo que hoy haré un almuerzo-cena temprano, voy a pasar esto a uno de los traductores de griego y me las piro.
—¿Vas a tu club? –no se por qué me metía en donde nadie me llamaba.
—Sí, tal vez pueda jugar una partidita de billar esta noche.
—Claro. Bueno, entonces yo me voy a casa de Clara y a ver si confirmo el pasaje para Cancún.
—¿Quieres que te lleve?
—No, prefiero irme ya y comprar algo por el camino para cenar, pero gracias por el ofrecimiento.
—Estamos en contacto.
Le di un beso en la mejilla, me puse mi chaqueta negra y me marché caminando, cogí un taxi que pasaba por la misma puerta de New Scotland Yard y le pedí que me llevara a Fortum & Mason, quería hacer un buen regalo para la cena familiar que tendríamos esa noche. Observé la fina llovizna caer sobre las cubiertas de las casas, sobre las aceras de Londres. Escuché el susurro de las ruedas de los coches rodando sobre el asfalto mojado. Me encantaban los ruidos de esta ciudad. Por el camino llamé a mi padre y por supuesto me consiguió una plaza en un buen hotel de Cancún sin ningún problema, el hotel Le Meridien, pegado a la playa según me dijo. Llegué a Picadilly y traspasé la icónica fachada verde de Fortnum & Mason con alegría, tenía pistas que seguir en el caso y ahora iba a pasar un rato maravilloso con Pedro, Clara y los niños. Por primera vez en toda una semana me sentía bien. Encima cuando entré y me enfrentaba al maravillo Food hall con verdadero placer encontré sonando en el hilo musical una de mis canciones favoritas, “Cada loco con su tema” de Joan Manuel Serrat, sí, en español, entonces mi buen humor se convirtió en un verdadero momento feliz. Esto era la felicidad, estos momentos tontos en que uno decide hacer felices a los demás con placeres gastronómicos en la tienda más bonita del mundo en la materia, rodeada de conversaciones y lugares comunes, de sonrisas corteses y deseables mercancías envueltas en glamour, qué simple es todo a veces, y cómo lo complicamos los humanos. Así, con la mejor disposición, y tarareando la canción de Serrat, paseé por la exhibición irresistible de chocolates con chile y naranja, galletas de ginger y violeta, por la sección de salmones ahumados y de maravillosos quesos como el Stilton, por la zona de miles de mermeladas y productos de temporada. Compré un Fortnum's Sugar Swizzle Sticks que a mi hermana le encantaría, para los niños compré frutas de mazapán y toffees franceses, gatos y monedas de chocolate para Carlota y una selección de trufas de chocolate para Thomas, que de pequeño le encantaban. Disfrutando de aquella imagen poética de Inglaterra, cuando llegué a la sección de wines & spirits me quedé helada, con el pulso desbocado. Allí estaba, comprando el mismo cava que yo buscaba, Salma Kubichet. Antes de que me diera tiempo a respirar hondo ella también me vio y se acercó, como si nada, con su cara sonriente y segura de sí misma como siempre.
—María, qué sorpresa –dijo con alegría.
—Eso digo yo –me había quedado fría como el hielo, me sudaban las manos y debía tener los ojos dilatados de la tensión- tu secretaria me dijo que estabas volando hacia México. Le dejé un recado para ti, ¿no te lo dijo?
—Oh, eso. Se estropeó el jet y no podemos salir hasta mañana por la mañana. Ya estábamos en pista y tuvimos que volver. Vengo del aeropuerto, ¿por qué? No he hablado con mi secretaria, ni siquiera sabe qué es lo que pasó.
—Queríamos volver a preguntarte un par de cosas sin importancia –intentaba tranquilizarme a marchas forzadas, tenía que parecer natural.
—Dime.
—No mujer, aquí no, –me fui relajando sola, me di cuenta de que era algo que siempre pasaba con Salma, primero tensión y luego esa sensación de que era única para conseguir ganarse la confianza de sus adversarios, de la gente que se paseaba por su lado, pensé que eso mismo le había pasado a Becker. No sabía si decirle que yo también iba a México o no. Intentaba decidir qué era mejor, mantener la sorpresa o no. Decidí que mejor no le diría nada.
—¿Seguro? Pregunta si quieres, no es molestia.
—No es nada importante, en realidad era Bryan Eastman quien quería hacerte algunas otras preguntas sobre el pobre Robert Denton –mentí-. Creo. Supongo que puede esperar a mañana, pero estate atenta al móvil porque te llamará.
—De acuerdo, pues nada entonces, me voy a celebrar que tengo una noche más en Londres.
—Yo lo mismo, con la familia.
—Ah, es cierto, no sé con quien estaba comentando en el entierro que te conocía, eres cuñada de Nick Patten, ¿verdad? Un hombre muy interesante.
—¿Le conoces?
—Sí, hemos coincidido en muchas ocasiones de trabajo por ahí, en muchos cócteles de empresas y organizaciones empresariales, es muy simpático.
—Pues hacia su casa voy.
—Dale recuerdos.
—Lo haré. Hasta pronto.
Pagué la cuenta algo confusa mientras pensaba si había hecho bien o mal no diciéndole que yo también me iba a México y fui trabada con eso durante todo el trayecto de taxi desde Picadilly hasta St. John Street. Le envié un mensaje a mi padre: “pon la habitación a tu nombre no al mío, ya te explicaré” –no quería que nadie me investigara antes de llegar a Cancún- y otro a Vieira: “Si hablas con López Blay réstale importancia a tu llamada, dile que la conversación pendiente puede esperar a su vuelta, no quiero que esté alerta en México, salgo hacia ahí mañana. Te llamaré”. Entonces subí las escaleras de la casa de Clara cargada con todas las bolsas de maravillas de Fortnum & Mason y al abrirme la puerta se me olvidaron los problemas de trabajo. Estaban todos, Pedro, esperando para darme un beso y un achuchón, los niños saltando a mi alrededor a ver qué traía de regalo, y Clara y Nick felices de que estuviéramos allí.
—Papá te ha enviado una bolsa –dijo Clara- está en el salón.
—¿A mí?
—¿A quién si no?, a su niña bonita. Es de Prada.
En el centro del salón, sobre un sofá había una enorme bolsa blanca de Prada con una caja azul marina de zapatos. Y una nota. La nota decía: “
“Querida María utilizas demasiado el negro y el blanco, ponte color de vez en cuando. Te quiere tu padre”.
Abrí la caja, eran unos zapatos de salón rojos maravillosos.
—Papá es increíble.
—Desde luego, son preciosos –decía Clara sin mostrar la más mínima envidia. Te quedan perfectos, como siempre. Mira que papá tiene ojo contigo.
—Tenemos el mismo número, te los presto cuando quieras.
—A ver, déjame probarlos. Guau, son preciosísimos – dijo Clara con los zapatos puestos y dando vueltas sobre sí misma.
—Amazing –dijo Pedro sumándose a la escena. Y tu padre tiene razón, el negro y el blanco te quedan muy bien, pero no viene mal un toque de color de vez en cuando….
—Déjamelos otra vez, me los voy a poner para cenar, ja, ja –dije.
—Presumida –dijo Clara.
—Anda que tú no.
—No me has dejado terminar –interrumpió Pedro- por eso… yo también te he comprado algo –dijo mientras dejaba en mis manos una bolsa blanca de Ives Saint Laurent.
—Pero bueno, ¿es que hoy vienen los Reyes Magos y yo no me he enterado? –dije azorada.
—Ábrelo.
Era una falda lápiz, elegantísima, de ejecutiva, pero de un llamativo color azul Klein.
—Maravillosa –dije- me encanta.
—Y a mí –dijo Clara, y mirando a Nick, añadió- ¡a ver si aprendes de tu cuñado y me traes sorpresas como esta de vez en cuando!
—Pero si te las compras sola –protestó Nick.
—De eso se trata, de que no siempre tenga que ser así.
—Bueno chicos, no se peleen –pedí.
—¿Te quedará bien? –preguntó Pedro mientras yo miraba la talla.
—Perfecta, es una 40, me quedará ideal. Gracias mi amor –y le di un beso en la mejilla.
Pasamos una velada muy divertida. Los niños son los únicos de la familia a los que les encanta el hecho de que sea policía y se animaron cuando Clara, sin saber lo que hacía, me preguntó por cómo iba el caso de los asesinatos de Tenerife. Enseguida mi sobrino Thomas preguntó:
—¿Cómo los mataron?, ¿con pistola?, ¿cuántos eran?
—No, con un cuchillo. Eran dos.
—Ah, ¿sí?, ¿y cómo era el cuchillo?, ¿muy grande?
—Por favor, Thomas, no preguntes cosas tan macabras –pidió Clara.
—No lo hemos encontrado.
—¿Dónde estaban los muertos?
—En una piscina que se llenó de sangre al empezar a llenarla por la mañana…
—Por favor, basta ya –gritó Clara. Esto no es una conversación para una cena de familia.
—Pues a mí me gusta la historia mamá –soltó Carlota inocentemente.
—Se acabó –insistió Clara- cambiemos de tema ahora mismo. Por favor María, colabora.
—Vale, vale, de acuerdo, hablemos de viajes, mañana me voy a ¡México!, ¿alguien quiere venirse conmigo?
Por supuesto, tanto Thomas como Carlota, se abalanzaron sobre mí haciéndome miles de preguntas sobre el viaje, qué iba a hacer allí, si había playa, etc. Me lo paso tan bien con ellos. Les adoro. Es mucho mejor ser tía que ser madre, desde mi perspectiva, claro, que solo conozco una parte de la historia. Pedro también se lo pasaba genial con los niños pero ninguno de los dos teníamos muchas ganas de complicarnos la vida teniendo uno propio. Era mejor así. Pedro estaba arrebatador, se le habían aclarado los ojos y los tenía casi de color miel, eso le pasa cuando está feliz. Luego los niños se fueron a dormir y los adultos nos quedamos saboreando lo que quedaba de una de las botellas de cava que había comprado en Fortnum & Mason tranquilos, en el salón confortablemente cálido con la chimenea de leña encendida. Entonces Pedro me dijo que me había conseguido un sitio en el vuelo de las 6 am en business, le miré como si le fuera a matar y antes de que pudiera decirle que la que me iba a matar era Marina me tranquilizó, compró el pasaje en turista pero con sus puntos iberia plus y su tarjeta platino había conseguido que hicieran un upgrading y por eso puedo usar una de las plazas en primera con lo que iría antes, y comodísima. Eso me gustó mucho más. Era tarde, tenía que preparar la escasa maleta y dormir un poco, nos despedimos de Nick y Clara y subimos a nuestra habitación al fondo de la casa. Hicimos el amor de manera inconsciente, sin pensarlo primero, sin decir nada y luego Pedro se quedó dormido mientras, yo, desnuda, terminé de preparar la maleta. Me senté a su lado un momento, con la tenue luz que entraba por las ventanas y le miré allí a mi lado, hermoso sobre la cómoda almohada blanca, abandonado a sus sueños. Me metí en la cama con él después de poner el despertador a las 4 de la mañana. Antes de poder dormirme recordé súbitamente que tenía que haber llamado a Marina. Le envié un mensaje diciéndole que la llamaría mañana desde que aterrizara en México.