CAPÍTULO 17
Agonía y combustión inmediatas. Mi carne burbujeó y luego se consumió. Intenté gritar, pero mis labios y mi lengua ya se habían deshecho. Mis ojos y mis orejas se fundieron. No había más sensación que el dolor.
El líquido arrancó la carne de mis huesos, y luego se dedicó al tuétano de su interior. Lo siguiente en arder fueron mis órganos internos, y a continuación me devoró desde dentro. En el interior de mi cabeza, mi cerebro chisporroteó como una porción de mantequilla en una sartén caliente, y se fundió igual de rápido. Mi brazo izquierdo (ahora sólo hueso) se desprendió de mi cuerpo y se alejó flotando. Pronto lo siguió la mitad inferior de mi pierna derecha. Entonces me desarmé por completo, miembros, órganos achicharrados, diminutas tiras de carne, trozos de hueso pelado. Sólo permaneció constante el dolor, que no había disminuido lo más mínimo.
En medio de mi sufrimiento, llegó un momento de calma espiritual. Con lo fuera que quedase de mi cerebro, tomé consciencia de una separación. Había otra presencia en el estanque, conmigo. Al principio me sentí confuso, pero entonces comprendí que era el parpadeo del alma de Sam Grest, que había llevado dentro de mí desde que bebí su sangre en el momento de su muerte. Sam había pasado al Paraíso hacía muchos años, y ahora este último fragmento de su espíritu partía también de este mundo. Con los ojos de mi mente, vi formarse un rostro en el líquido, joven y despreocupado, sonriendo a pesar del tormento, lanzando una cebolla en vinagre al interior de su boca. Sam me guiñó un ojo. Una mano fantasmal me saludó. Luego se fue, y me quedé finalmente, totalmente, solo.
Por fin, el dolor cesó. Me había disuelto por completo. Ya no quedaban sensores de dolor que transmitieran sensaciones, ni células cerebrales que respondieran a ellas. Una extraña paz descendió sobre mí. Me había convertido en uno con el estanque. Mis átomos se habían mezclado con el líquido, y ahora los dos éramos uno. Yo era el líquido verde. Sentí los huesos huecos de mi cuerpo descender hacia el fondo del estanque, donde se asentaron.
Algún tiempo después, unas manos (las de Mr. Tiny) se hundieron en el líquido. Agitaron los dedos y un escalofrío recorrió el recuerdo de mi espinazo. Recogieron los huesos del fondo (procurando reunir cada pedazo) y los depositaron en el suelo de la cueva. Los huesos estaban cubiertos de moléculas de líquido (moléculas mías) y a través de ellas sentí que Mr. Tiny juntaba los huesos y los partía en pequeños pedazos, fundiendo algunos, doblando o retorciendo otros, creando una estructura completamente distinta a mi forma anterior.
Mr. Tiny trabajó en el cuerpo durante horas. Cuando hubo dispuesto todos los huesos en su lugar, embutió los órganos (cerebro, corazón, hígado, riñones) y luego los cubrió de viscosa carne gris, cosiéndola para mantener los órganos y los huesos en su lugar. No estoy seguro de dónde habían salido los órganos y la carne. Quizá los cultivase él mismo, pero creo que lo más probable es que los recogiese de otras criaturas (probablemente humanos muertos).
Mr. Tiny finalizó con los ojos. Le sentí conectar los orbes a mi cerebro, haciendo trabajar sus dedos a la velocidad de la luz, con toda la precisión del cirujano más formidable del mundo. Era una labor increíblemente artística, que ni el doctor Frankenstein hubiera podido igualar.
Una vez hubo acabado con el cuerpo, volvió a meter los dedos en el líquido del estanque. Esta vez, los dedos estaban fríos, y se enfriaban más a cada instante. El líquido empezó a condensarse, a volverse más espeso. No había dolor. Sólo resultaba extraño, como si me estuviera metiendo a la fuerza en mí mismo.
Luego, cuando el líquido se hubo reducido a una fracción de su volumen, con la textura de un espeso batido de leche, Mr. Tiny sacó las manos y fueron insertados los tubos. Hubo una breve pausa, luego una succión desde los tubos, y me sentí fluir a través de ellos, fuera del estanque y dentro de… ¿qué?… No unos tubos como aquéllos que habían sido introducidos en el estanque, pero similares…
Por supuesto: ¡venas! Mr. Tiny me había dicho que el líquido sería mi combustible: mi sangre. Fui abandonando los confines del estanque por los carnosos límites de mi nuevo cuerpo.
Me sentí llenar los huecos, abriéndome camino a través de la red de venas y arterias, en lento pero seguro avance.
Cuando el líquido llegó al cerebro y fue infiltrándose gradualmente en su interior, absorbido por las frías células grises, mis sentidos corporales despertaron. Fui consciente del primer latido de mi corazón, más lento y pesado que antes. Un hormigueo me recorrió las manos y los pies, y luego subió por mi espinazo nuevamente creado. Agité nerviosamente los dedos de manos y pies. Moví ligeramente un brazo. Sacudí suavemente una pierna. Los miembros no respondían tan rápido como los antiguos, pero tal vez sólo fuera porque aún no los había usado.
A continuación llegó el sonido, al principio un áspero rugido, que cedió gradualmente hasta permitir la entrada de los sonidos normales. Pero no eran tan intensos como antes; como sucedía con todas las Personitas, mis orejas habían sido cosidas bajo la piel de mi cabeza. El oído pronto fue seguido por un tenue sentido de la vista… pero no por el del olfato, el tacto y el gusto, ya que (una vez más, en común con todas las creaciones de Mr. Tiny) había sido creado sin nariz.
Mi vista mejoró a medida que la sangre se iba transfiriendo a mi nuevo cerebro. El mundo parecía diferente a través de esos ojos. Tenía un campo visual más amplio que antes, ya que mis ojos eran más redondos y más grandes. Y veía más, pero a través de una neblina ligeramente verde, como si mirara a través de un filtro.
Mi primera visión fue la de Mr. Tiny trabajando aún sobre mi cuerpo, controlando los tubos, aplicando unas cuantas costuras finales, probando mis reflejos. Tenía la mirada de un padre tierno y abnegado.
Lo siguiente que vi fue a Evanna, echándole un ojo a su padre para asegurarse de que no hiciera trampas. Le tendía las agujas y el hilo de vez en cuando, como una enfermera. Su expresión era una mezcla de suspicacia y orgullo. Evanna conocía todos los defectos de su padre, pero seguía siendo su hija, y ahora me daba cuenta de que, a pesar de sus recelos, en cierto modo, lo amaba.
Finalmente, la transferencia quedó completa. Mr. Tiny retiró los tubos (que me había colocado por todas partes, brazos, piernas, torso, cabeza) y selló los agujeros, cosiéndolos. Me echó un último vistazo, reparó un punto por donde goteaba, hizo unos ajustes en los rabillos de mis ojos, y comprobó los latidos de mi corazón. Luego dio un paso atrás y gruñó:
- Otra creación perfecta, aunque sea yo quien lo diga.
- Siéntate, Darren -dijo Evanna-. Pero despacio. No te apresures.
Hice lo que me decía. Una oleada de vértigo me inundó al alzar la cabeza, pero pasó enseguida. Me impulsé hacia arriba poco a poco, deteniéndome cada vez que me sentía mareado o enfermo. Finalmente, me senté derecho. Desde esa posición, pude observar mi cuerpo, con sus anchas manos y pies, sus gruesas extremidades, su mortecina piel gris. Noté que, al igual que Harkat, no era ni macho ni hembra, sino algo entre los dos. ¡Si hubiera podido sonrojarme, lo habría hecho!
- Incorpórate -dijo Mr. Tiny, escupiéndose las manos y frotándoselas, utilizando la saliva para lavarse-. Date una vuelta por ahí. Compruébate. No tardarás mucho en acostumbrarte a tu nueva forma. Diseño a mis Personitas para que entren inmediatamente en acción.
Con la ayuda de Evanna, me levanté. Me sostuve precariamente sobre mis pies, haciendo eses, pero pronto hallé mi equilibrio. Era mucho más grueso y pesado que antes. Como había notado cuando estaba tumbado, mis miembros ya no reaccionaban tan rápido como una vez lo hicieran. Tenía que concentrarme mucho para doblar mis dedos o hacer avanzar lentamente un pie.
- Tranquilo -dijo Evanna cuando estuve a punto de caer de espaldas al ahora vacío estanque al intentar volverme. Me cogió y me sostuvo hasta que recobré la estabilidad-. Despacio, poco a poco. No tardará mucho; sólo cinco o diez minutos.
Intenté hacerle una pregunta, pero no emití ningún sonido.
- Ya no puedes hablar -me recordó Evanna-. No tienes lengua.
Levanté lentamente un fornido brazo gris y señalé mi cabeza con un dedo. Miré fijamente a Evanna con mis grandes ojos verdes, intentando transmitirle mentalmente mi pregunta.
- Quieres saber si podemos comunicarnos telepáticamente -dijo ella. Moví afirmativamente mi cabeza sin cuello-. No. No has sido diseñado con esa habilidad.
- Eres un modelo básico -agregó Mr. Tiny-. No estarás mucho tiempo por ahí, así que no habría tenido sentido dotarte con un puñado de cualidades innecesarias. Puedes pensar y moverte, que es todo cuanto necesitas hacer.
Pasé los minutos siguientes dedicado a conocer mi nuevo cuerpo. No había espejos cerca, pero descubrí una gran bandeja de plata en la que podría estudiar mi reflejo. Fui cojeando hacia ella, y me recorrí con un crítico ojo verde. Medía aproximadamente unos cuatro pies y medio de alto por tres de ancho. Mis costuras no eran tan apretadas como las de Harkat, y mis ojos no estaban exactamente al mismo nivel, pero, por lo demás, no parecía demasiado diferente. Cuando abrí la boca, vi que no sólo carecía de lengua, sino también de dientes. Me di la vuelta con cuidado y miré a Evanna, señalando mis encías.
- No tendrás que comer -dijo.
- No vivirás el tiempo suficiente para preocuparte por la comida -añadió Mr. Tiny.
Mi nuevo estómago se encogió al oír eso. ¡Me habían engañado! ¡Había sido una trampa, y había caído en ella! Si hubiera podido hablar, me habría maldecido por ser tan tonto.
Pero entonces, mientras buscaba un arma decente con la que defenderme, Evanna sonrió explícitamente.
- Recuerda por qué lo hicimos, Darren: para liberar tu alma. Podríamos haberte dado una vida nueva y completa como Personita, pero eso habría complicado las cosas. Así es más fácil. Tienes que confiar en nosotros.
No es que me sintiera muy inclinado a la confianza, pero la faena ya estaba hecha. Y Evanna no tenía el aspecto de alguien que ha sido engañado, ni de jactarse de haberme engañado a mí. Dejando a un lado el temor a una traición y las ideas belicosas, decidí conservar la calma y ver qué era lo próximo que la pareja planeaba para mí.
Evanna recogió una de las túnicas azules del montón situado cerca del estanque y se acercó con ella.
- La tenía preparada para ti -dijo-. Deja que te ayude a ponértela.
Iba a indicarle que podía vestirme solo, pero una mirada fugaz de Evanna me detuvo. Estaba de espaldas a Mr. Tiny, que se encontraba examinando los restos del estanque. Mientras su atención se hallaba en otra parte, ella deslizó la túnica sobre mi cabeza y mis brazos. Me di cuenta de que había varios objetos dentro de la túnica, cosidos al forro.
Evanna clavó sus ojos en los míos y una secreta comprensión cruzó entre nosotros: me estaba diciendo que actuara como si los objetos no estuvieran allí. Tramaba algo que no quería que supiera Mr. Tiny. Yo no tenía ni idea de qué podía haber oculto en la túnica, pero debía tratarse de algo importante. Una vez puesta la prenda, mantuve los brazos junto a los costados y traté de no pensar en los paquetes secretos que llevaba, por si me delataba accidentalmente ante Mr. Tiny.
Evanna me echó un último vistazo y a continuación indicó:
- Ya está listo, padre.
Mr. Tiny se acercó con sus andares de pato. Me miró de arriba a abajo, tomó aire altivamente, y me tendió rudamente una pequeña máscara.
- Será mejor que te la pongas -dijo-. Probablemente no la necesites, pero más vale prevenir.
Mientras me ataba la máscara, Mr. Tiny se inclinó y trazó una línea en el suelo terroso de la cueva. Se apartó de ella y aferró su reloj en forma de corazón. El reloj empezó a resplandecer, y pronto su mano y su rostro resplandecieron también. Momentos después, un portal brotó de la línea del suelo, alzándose hasta alcanzar su altura total. Era un portal abierto. El espacio entre las jambas era un brillo gris. Yo ya había atravesado antes un portal así, cuando Mr. Tiny nos había enviado a Harkat y a mí a lo que podría haber sido el futuro (y que aún podría ser, si el plan de Evanna fracasaba).
Cuando el portal estuvo completo, Mr. Tiny lo señaló con la cabeza.
- Hora de marcharse.
Mis ojos volaron hacia Evanna; ¿vendría ella conmigo?
- No -dijo en respuesta a mi no formulada pregunta-. Regresaré al presente a través de otra puerta. Ésta va más atrás. -Se inclinó hasta quedar a mi altura-. Esto es un adiós, Darren. Imagino que nunca haré el viaje al Paraíso (no creo que esté destinado a los de mi clase), así que probablemente nunca volvamos a vernos.
- Tal vez él tampoco vaya al Paraíso -sonrió burlonamente Mr. Tiny-. Quizá su alma esté destinada a los grandes fuegos de abajo.
Evanna sonrió.
- Conocemos todos los secretos del Más Allá, pero nunca hemos visto evidencia alguna de que haya un infierno. El Lago de las Almas parece ser el único lugar donde acaban los condenados, y si nuestro plan funciona, no volverás allí. No te preocupes; tu alma volará libre.
- Vamos -espetó Mr. Tiny-. Ya estoy harto de él. Es hora de echarlo a patadas de nuestras vidas, de una vez por todas.
Apartó a Evanna, me agarró por la túnica y me empujó hacia el portal.
- Nada de ideas brillantes cuando regreses -gruñó-. No puedes cambiar el pasado, así que no lo intentes. Haz sólo lo que tengas que hacer (mala suerte si no lo sabes) y deja que el Universo se encargue de lo demás.
Volví el rostro hacia él, sin saber muy bien a qué se refería, deseoso de más respuestas. Pero Mr. Tiny me ignoró, levantó un pie calzado con una bota de agua y acto seguido (sin una palabra de despedida, como si yo fuera un extraño que no significara nada para él) me hizo atravesar limpiamente la puerta de una patada, mandándome de regreso a una fecha histórica.