Capítulo Ocho
Brody cerró la puerta de la camioneta e inspiró profundamente mientras Lucy salía del vehículo. Tenía que haberse imaginado que llevarla al pueblo sería un tremendo error porque la gente siempre se iba de la lengua. Sin embargo, tras haberse comportado con ella de forma tan desagradable días atrás, Lucy había estado distante y Brody había querido volver a romper el hielo.
Era consciente de que Lucy no era como Lisa, y cuanto más tiempo pasaba con ella, más seguro estaba de ello. Lo cual no dejaba de sorprenderlo.
—Voy a meter la compra dentro —dijo ella. Parecía molesta.
—Supongo que has oído cosas en el pueblo.
—Algunas.
—Y ahora sientes curiosidad. No tenía que haberte invitado a venir.
—Porque no quieres que haga más preguntas, ¿no es así, Brody? —preguntó Lucy soltando las bolsas.
—No —repuso sin atreverse a mirarla a los ojos. Su padre había tenido un mal día y él estaba agotado. Las manos de Brody se agarrotaron. Siete años. Siete años y aún cargaba con toda la responsabilidad.
¿Qué hubiera pensado Lucy de él y del rancho de haber sabido toda la verdad? ¿Los apreciaría menos?
No pudo evitar fijarse de nuevo en sus labios, a pesar de que sabía que había cometido un error al besarla. Lo había sabido desde que había rozado sus labios. Y lo peor de todo es que estaba deseando volver a besarla. Constantemente.
Quizás le viniera bien confiar en alguien.
—Pero igual deba responderlas —añadió suavemente—. Cuando termines de recoger vente a dar una vuelta a caballo conmigo —sugirió. Quizás con un poco de compañía olvidara todo lo que su padre le había dicho aquella mañana… y todo lo que no había dicho.
Los ojos de Lucy brillaron de forma extraña. Reflejaban un poco de miedo y algo de resentimiento. Brody no podía culparla después de la forma en la que la había tratado, sin embargo sonrió. Sabía cómo ganársela.
—Te dejaré que montes a Ahab —añadió, y una sonrisa iluminó el rostro de ella. Brody había echado de menos aquella sonrisa esos días y deseó besarla con aún más fuerza. Pero Lucy dio un paso atrás.
—Si me dejas montar a tu caballo ganador, es porque confías en mí.
—Si no quieres montarlo…
—Es una oferta que no puedo rechazar —afirmó agarrando las bolsas—. Dame diez minutos.
* * *
Lucy dejó las bolsas de comida en la cocina y subió a la habitación a por un sombrero. Normalmente llevaba gorra porque en Marazur la habían mirado de forma extraña cuando se había puesto el sombrero de vaquero. Pero formaba parte de ella y además la protegía del sol.
Se apresuró a cambiarse de botas.
No podía negar que estaba emocionada porque iba a montar a Ahab. Era una muestra de que Brody estaba empezando a confiar en ella. Algo había cambiado.
Deseaba a Brody.
Él la estaba esperando junto a los caballos.
—Has sido rápida —dijo en un tono de voz grave. Lucy se estremeció.
—Es una buena oportunidad —concedió. Se puso los guantes y cuando él le entregó las bridas sus manos se rozaron levemente.
—Hoy no vas a tener problema en seguirme —bromeó Brody cuando ya estuvieron sobre los caballos en dirección al oeste.
Trotaron un buen rato en silencio, sin embargo, existía una conexión entre ellos. Lucy tenía la intuición de que Brody estaba dispuesto a abrirse a ella después de haber soltado su rabia en la camioneta. Ella quería ayudarlo. Quería comprenderlo.
Llegaron a un promontorio y Brody se detuvo. Estaban frente a una pradera y al fondo se imponían las montañas Rocosas. Lucy saltó del caballo y soltó las bridas. Se quedó sin aliento ante aquel paisaje.
—Wade's Butte —murmuró mirando a su alrededor.
—¿Lo conocías? —preguntó él bajando del caballo y colocándose junto a ella.
—La señora Polcyk me lo mencionó el día que llegué. Me dijo que te pidiera que me trajeras aquí antes de marchar. Pensé que me ibas a llevar el otro día, pero al final fuimos a ver la casa de adobe.
Se giró levemente y miró a Brody. Era difícil creer que algo le pudiera afectar. No mostraba sus debilidades. Aquellos brazos, el pecho, las piernas largas. Era un tipo tan atractivo.
—¿Qué? —preguntó él con la vista puesta en las montañas al sentir la mirada de Lucy.
—Estaba pensando que es cierto que las apariencias engañan.
—¿Y eso?
—Al mirarte, Brody Hamilton, nadie diría que escondes un corazón roto —afirmó. Él se giró para mirarla directamente a los ojos. Cuando estaba a punto de negarlo, Lucy prosiguió—: A no ser que quien te mire también tenga el suyo roto.
—Yo no sé nada de corazones rotos —contestó él con la mirada de nuevo perdida en el horizonte.
—Yo creo que sí que sabes —contestó ella suavemente—. Y creo que lo de tu padre no es lo más grave que te ha pasado.
Brody suspiró.
—Deja que vaya a atar a los caballos y nos sentaremos aquí un rato —pidió. Ató a los caballos y se sentó junto a Lucy—. Wade's Butte le debe el nombre a mi abuelo. Él solía venir mucho aquí. Le gustaba sacar unos días libres en otoño para venir a acampar y cazar.
—¿Sí?
—Era un hombre de campo. Mi abuela… —se detuvo un momento y tragó saliva—. Mi abuela lo acompañaba algunas veces. Hacían una fogata y… —de nuevo se volvió a quedar sin palabras.
Lucy encogió las piernas y se las abrazó. Brody se inclinó hacia atrás. Tenía un brillo muy intenso en la mirada. Lucy se soltó las piernas.
—Hacían una fogata y… —repitió ella en un susurro.
—Te lo puedes imaginar —contestó Brody con una voz grave que salió directamente desde su pecho. Con un rápido movimiento de dedos le quitó a Lucy el sombrero, que cayó sobre la hierba. Sus manos se adentraron en la melena rizada y rojiza y el corazón de Lucy comenzó a latir aceleradamente. Podía imaginarse perfectamente lo que los abuelos de Brody habían hecho junto a una hoguera en pleno campo.
Lucy le quitó también el sombrero y le acarició el pelo. Él cerró los ojos un instante y cuando los volvió a abrir Lucy sintió que la estaba atravesando. De nada servían las excusas, no podían negar la atracción que existía entre ellos. Estaba claro, era mayor que cualquiera de los secretos que ambos estaban escondiendo.
Se acercaron lentamente y sus bocas se encontraron. Se besaron apasionadamente y Brody buscó las manos de Lucy para entrelazar sus dedos. Aquella conexión hizo que ella se estremeciera. Brody dejó libre una de sus manos y acarició la espalda de Lucy. Ella soltó un gemido.
Se tumbó sobre la superficie plana de la roca.
—Luce —murmuró Brody mirándola intensamente.
—Por eso es por lo que me has traído aquí —dijo ella. Ojalá aquel hombre no la enterneciera tanto, pero no podía evitarlo. Al oírle pronunciar su nombre, lo sintió aún más cerca. Cada vez que alguien la volviera a llamar «Luce», recordaría aquel instante. Recordaría el momento en el que se había sentido fuerte, protegida y deseada.
—Sí —respondió Brody antes de volver a besarla ardientemente.
Mientras se besaban no pararon de acariciarse, tranquilamente, tomándose su tiempo. Lucy deslizó los dedos por debajo del jersey hasta llegar a la camiseta, sin dejar de sentir la lengua de Brody acariciando su nuca. Se imaginó haciendo el amor con él sobre aquella roca, a plena luz del día, y no pudo controlar una oleada de calor. Brody le levantó la camiseta y le besó el pecho hasta llegar al vientre desnudo. Con la lengua acarició el ombligo de Lucy, quien se arqueó ya que su deseo era cada vez más intenso.
Era consciente de que aquello no tenía sentido. Pestañeó y acarició el pelo negro de Brody. Una voz interior le decía que tenía que detener aquella situación para hacer que Brody hablara, tal y como había planeado. Pero estaba tan a gusto entre sus brazos, tan bien…
Finalmente Lucy se quedó quieta porque sabía que estaba cometiendo un error y afortunadamente Brody comprendió la indirecta. Se apoyó sobre las manos y soltó un suspiro. Apoyó la frente sobre la de Lucy.
—Lo siento —murmuró Brody. El pulso de Lucy se volvió a disparar.
—No tienes que pedir disculpas por nada —contestó. Nadie tenía que hacerlo, en todo caso Lucy, que estaba ocultándole su verdadera identidad.
Brody se incorporó y ella se sintió desnuda un instante. Había algo excitante en estar tumbada sobre una roca en medio de la nada. No podía arrepentirse de lo que acababan de hacer. Pero tampoco podía permitirse llegar más lejos.
Se retiró el pelo de la cara y sonrió a Brody seductoramente.
—Gracias, Dios, por mantenerme la cabeza fría —soltó, y él sonrió. Aquel tipo le estaba empezando a importar y mucho—. Me has traído aquí sabiendo que esto iba a pasar, ¿verdad?
Brody no contestó. Quizás aquel beso no hubiera significado mucho para él. A fin de cuentas, tampoco lo conocía apenas. Esperaba que no se lo hubiera tomado como una aventura. Lucy nunca tenía aventuras. Bajo ninguna circunstancia—. ¿Brody? ¿Me has traído aquí para acostarte conmigo? ¿Pensabas que iba a acceder?
Él se puso de pie con el sombrero en la mano. En realidad no había considerado la posibilidad de hacerle el amor a Lucy y en cuanto la había sentido quieta entre sus brazos, se había separado. Sabía que no era justo lo que estaba haciendo. Sin embargo… se había muerto de ganas de estar junto a Lucy.
—Quizás debamos limitarnos a hablar de temas tranquilos y seguros —dijo ella secamente estirándose la ropa—. Como por ejemplo tu familia.
—Yo no creo que para mí sea un tema tranquilo y seguro —soltó Brody.
—¿Cómo es que tu padre ha terminado en una clínica? —preguntó ella suavemente. Era como si pudiera entender cualquier respuesta que él le fuera a ofrecer.
Había algo en Lucy que lo empujaba a decir la verdad. De alguna manera se lo había ganado. Brody quería confiar en ella.
Agarró una rosa salvaje de un arbusto y jugueteó con ella. Además, prefería que Lucy se enterara por él que por terceras personas y, cuanto más tiempo se quedara, era más probable que alguien se fuera de la lengua. Quizás hubiera llegado el momento.
Se aclaró la garganta mientras pensaba por dónde empezar.
—Hubo un accidente de tráfico. Mi madre y Hal, el marido de la señora P., murieron. Mi padre no. Algunas veces… —dijo alzando la cabeza y estirando el cuello deseo que se hubiera muerto. Hubiera sido más sencillo que verlo tal y como está.
—Lo siento mucho —dijo ella. Brody se sentó de nuevo en la roca y Lucy posó la mano sobre su muslo—. Debe de haber sido muy duro para ti.
Él no se movió.
—Vienes de los establos Navarro y quieres, bueno, más bien el rey Alexander quiere, que establezcamos algún tipo de operación. No creo que aún entiendas exactamente lo que eso significa para Prairie Rose, Lucy. No es un simple acuerdo lo que he puesto en peligro. Pero ya lo he hecho. Te he besado cuando no debería haberlo hecho. Te he traído aquí… —confesó desviando la mirada—. No suelo hacer las cosas de esta manera.
—Esto no tiene nada que ver con las relaciones entre Navarro y Prairie Rose.
—Gracias por decirlo.
Los ojos oscuros de Lucy se volvieron a clavar en los de Brody.
—Y por favor, no me pidas que me arrepienta —soltó ella. El cuerpo de Brody reaccionó ante aquellas palabras. Se había imaginado que quizás ella se hubiera enfadado u ofendido. Pero… volvió a mirar la boca perfecta de Lucy—. Entiendo perfectamente por qué este lugar es tan especial. La pradera se extiende a tus pies como si fuera una alfombra gigante, ¿verdad? La vista está despejada en todas direcciones. Es una paradoja bonita… ¿cómo puede un lugar tan vacío alimentar tanto a un alma?
—Nunca había escuchado a nadie explicarlo de esa manera —contestó Brody impresionado. Era como si Lucy le hubiera leído la mente. Algo más que les unía. Lisa nunca había llegado a comprender su predilección por aquel lugar, al menos no con aquella sensibilidad.
—Venías mucho aquí, ¿verdad? Después del accidente.
—Sí, sí. Venía. Para aclarar mis pensamientos. Para decidir el siguiente paso.
Lucy inspiró profundamente y soltó el aire. Descansó la cabeza sobre el hombro de Brody, quien trató obviar aquel gesto tan reconfortante.
—Es terrible. Como vivir sin la brújula que has usado toda la vida —comentó ella—. Todo lo que conocías de repente desaparece y no sabes qué dirección tomar. No hay nadie que te aconseje ni que te guíe.
—Como cuando tu madre murió.
—Sí, así.
—¿Y tú tienes un Wade's Butte donde refugiarte, Lucy? —preguntó inclinando la cabeza de manera que casi tocaba la cabeza de ella con los labios.
Por primera vez en muchos meses Lucy no se sentía sola. Cerró los ojos y se entregó a la sensación de disfrutar de estar contra el sólido cuerpo de Brody.
—Algunas veces salgo a montar a caballo por las mañanas. Si consigo madrugar, escojo a una de mis yeguas favoritas y voy a ver el amanecer en los acantilados. El sol sale por el océano y tiñe todo de un color rosa y púrpura que contrasta con el azul y el verde del agua. Eso de alguna manera hace que no me sienta completamente desconectada.
Durante un buen rato permanecieron así, sentados hombro con hombro.
—¿Cómo de mal está tu padre, Brody? ¿Qué sucedió? —preguntó Lucy.
Brody se separó de ella, se recostó sobre la roca y abrió las piernas para que Lucy se sentara entre ellas. Ella lo hizo y, al sentir el abrazo de Brody, la tensión que había sentido, desapareció por completo. Él le entregó la rosa que aún tenía entre los dedos y ella la aceptó mientras admiraba la fragilidad de sus pétalos. Habían ido de un extremo al otro, habían discutido amargamente para después fundirse en un beso. En aquel momento Lucy sintió que las cosas por fin habían encontrado el equilibrio.
—Está paralizado de cintura para abajo —murmuró Brody en su oído—. Pero también sufrió heridas en la cabeza. Tiene días mejores y días peores. Y mi madre y Hal… —movió la cabeza ligeramente —murieron. Nada tenía sentido. Después de que sucediera, fue la señora P. quien evitó que el mundo se desmoronara por completo para mí. Acababa de perder a su marido y aun así se hizo cargo de todo hasta que yo me recuperé. Le debo mucho. Prairie Rose le debe mucho. Y lo primero que hice fue decirle que siempre habrá un sitio para ella aquí. Y desde entonces vive en el rancho.
—¿Por qué Prairie Rose le debe tanto? —preguntó. Brody se quedó callado unos instantes.
—Supongo que será mejor que lo sepas todo. Mi padre era el dueño de Prairie Rose y Hal tenía interés en emprender una nueva empresa. Mi padre quería expandirse, así que se asociaron y buscaron un tercer inversor… lo que sucedió fue que no resultó tan fiable como ellos habían pensado —contó mientras sus músculos se ponían en tensión—. Digamos que fue demasiado generoso con él mismo. Una vez que firmó los papeles comenzó a engañar en los libros de cuentas. Cuando mi padre se dio cuenta. Hal y él decidieron ponerlo en su sitio. Se fueron los cuatro un fin de semana a Calgary. Mamá y la señora P. de compras. Papá y Hal para dejar las cosas bien claras con su socio. Pero nunca llegaron. Les sacaron de la carretera y la señora P. fue la única superviviente con heridas leves. Mamá y Hal iban en los asientos del pasajero y se llevaron todo el impacto.
Lucy sacó conclusiones sin dificultad. Aquello explicaba el hecho de que Brody se hubiera hecho cargo del negocio y el lapso de un año en los movimientos y operaciones. Había perdido a su madre y prácticamente a su padre. Había heredado un rancho, una viuda y un problema legal que seguramente hubiera sido una pesadilla.
Se soltó de su abrazo para poder girarse y mirarlo con la boca abierta.
—¿Cuánto? ¿Cuánto robó? Fue eso, ¿no? Malversación de fondos.
—Demasiado —admitió Brody.
—Dime que lo pillaste.
—De alguna forma. Yo no sabía nada, pero cuando me enteré no intenté hacer como papá. No fui a por él yo mismo, sino que dejé que la policía montada de Canadá se encargara de él. Pero no recuperamos el dinero.
Lucy le acarició la mejilla poblada con una áspera barba de dos días. Trató de imaginarse lo duro que debía de haber sido verse tan joven y perderlo todo. Tener tanta responsabilidad sobre los hombros.
Él giró la cara y evitó la caricia. Apretó la mandíbula.
—Ésta es la razón por la que no te lo quería decir. No quería que me miraras tal y como lo estás haciendo. Nunca he querido que sientas pena de mí.
Pero Lucy no se echó atrás.
—Por supuesto que no. Estás demasiado ocupado haciéndote responsable de todo el mundo. Tú no tienes tiempo para la pena.
Los ojos negros de Brody se clavaron en los de ella. Por lo visto no se había imaginado que Lucy lo iba a comprender. Pero lo comprendía. Lo comprendía mucho más de lo que él podía imaginar.
—Soy responsable. He sido responsable por la señora P. Responsable por mi padre y Hal. Responsable por mi madre. Por Prairie Rose.
—Ninguno de ellos podría cargar con un peso tan grande solo —señaló Lucy. Por no hablar de la esposa que aún no había nombrado. ¿Qué lugar había desempeñado en aquel escenario? ¿Cuándo lo habría abandonado? ¿Por qué?
—No había nadie más. Mi padre… —por primera vez se le quebró la voz y Lucy se dio cuenta del calvario que había vivido—. Mi padre quería que Prairie Rose llegara a lo más alto. Planeaba iniciar un programa de cría y construir un nombre. Lo hizo, pero no completamente. Está en mi mano el hacerlo por él.
—Y con un acuerdo con Navarro lo cumplirías.
—Eso es. Por eso no te he contado todo esto antes. No quería echarlo todo por tierra.
El sol del mediodía brillaba en el cielo. Un halcón voló sobre ellos por el cielo azul. Lucy lo siguió con la mirada.
Brody necesitaba Navarro. Y ella necesitaba Prairie Rose.
—Me doy cuenta ahora, Brody. Hemos estado peleándonos cuando más nos hubiera valido trabajar codo con codo. Solo que…
—Yo no confiaba en ti.
—Pero ahora ya confías —dijo ella deseando que la abrazara de nuevo.
—Por alguna razón que se me escapa —confesó con una sonrisa en los labios, la primera en aquella conversación. Ella también sonrió y se miraron radiantes—. Ni loco.
—¿Qué?
—Ni loco quería contártelo. Pensaba que afectaría a tu visión sobre el rancho. Pero no es así, ¿verdad?
—Pues claro que no. No ha sido culpa tuya. Ya te he dicho que solo juzgo lo que veo con mis propios ojos.
—Gracias —dijo con sencillez, y Lucy sintió como una barrera que había estado separándolos se venía abajo.
—Entonces, trabajemos juntos. Me necesitas para establecer una relación con Su Alteza. Y yo te necesito para demostrarle que puedo desempeñar este trabajo.
—Oh, supongo que el rey Alexander sabrá de sobra que eres competente.
—Yo no estoy tan segura. Soy nueva, soy joven y soy una mujer en un negocio dominado por hombres. Pero estoy segura de que podemos llegar a un acuerdo que nos beneficie a los dos.
—Pensaba que, si averiguabas la verdad, te llevarías el negocio a otra parte.
«Y si supieras quién soy en realidad, estoy segura de que no estarías aquí», pensó Lucy.
Miró hacia abajo, a la florecilla que tenía entre los dedos. El nombre de la flor era el nombre más adecuado para el rancho. Prairie Rose. Hermosa. Fuerte. Y resistente.
Brody confiaba en ella. Lucy intentó dejar a un lado el peso de la culpa. Ojalá también pudiera confiar en él. Y sabía que podía hacerlo, al menos en algunos aspectos. ¿Pero cómo decírselo? Cómo confesarle su identidad. Si algo había aprendido aquel día, era que tenía ante ella a un hombre íntegro. Estaba segura que se lo pensaría dos veces antes de firmar un acuerdo con alguien que había ocultado su identidad. Todo lo que le había contado Lucy era verdad. Sin embargo existían mentiras por omisión.
No quería perder a Brody. Necesitaba estar así con él, abrazados. No se encontraban hombres como Brody todos los días. Y Lucy se marcharía pronto. ¿De verdad quería estropear el poco tiempo que les quedaba juntos? No.
Lucy iba a regresar a Marazur con un acuerdo firmado para demostrarle a su padre que era competente y Prairie Rose iba a lograr prestigio gracias a un acuerdo con el rey de Marazur.
—¿Lucy?
Se forzó a mirarlo intentando dejar a un lado la culpabilidad por perpetuar el engaño. Quizás si hubiera dicho algo antes… pero ya era demasiado tarde.
—Lo siento —susurró.
—Ven aquí —le pidió Brody abriendo los brazos. Ella lo obedeció deseosa, lo necesitaba por encima de todas las cosas. Enterró la cabeza en el cuello de Brody. Los caballos pastaban ajenos a lo que estaba sucediendo junto a ellos.
Y de esa manera, envuelta en aquel abrazo, Lucy se dio cuenta de una verdad que nunca antes había imaginado: llevaba esperando a Brody toda su vida. Alguien fuerte y seguro en quien poder confiar. Alguien que se enfrentara a los desafíos de la vida y saliera de ellos más fuerte.
Inclinó la cabeza hacia atrás. La última vez había sido él quien la había besado. Pero en esa ocasión Lucy no iba a esperar.
Lo acarició con sus labios, sintió cómo sus bocas se encontraban. Sintió las pestañas de Brody en sus mejillas y tuvo la absurda urgencia de besarle los ojos.
Brody mordió suavemente su labio inferior. Después se separaron.
—Esto no debería volver a suceder. Complica las cosas —dijo él.
—No, claro que no. Ninguno de los dos necesita más complicaciones —replicó Lucy a pesar del nudo que se acababa de formar en su pecho.
Brody apretó los labios y después silbó para llamar a los caballos. Se volvió a meter la camiseta por dentro del pantalón. Ella saltó de la piedra y se puso el sombrero.
Él le entregó las bridas, pero no las soltó.
—No tenía pensado que sucediera nada de lo que ha pasado hoy —dijo. Había una nota de disculpa sincera en su tono de voz.
—Lo sé.
—Y no debería volver a suceder. No debemos dejar que esto se convierta en algo tan personal…
—Brody —sabía lo que él iba a decir y quiso detenerlo.
—Ambos sabemos que esto no puede llegar a ningún sitio. Tú vas a regresar a Marazur y yo nunca me voy a marchar del rancho. No quiero hacerte daño —dijo. Lucy asintió—. Es lo mejor.
Brody se dio la vuelta para recoger a su caballo y Lucy se quedó quieta.
Aquél no había sido el plan en absoluto.
Se había enamorado de Brody Hamilton.