Capítulo Cuatro

Brody levantó los ojos del desayuno al oír a Lucy bajando las escaleras. La vio y volvió a mirar al plato. Prosiguió comiendo tratando de no hacer caso al cosquilleo que estaba sintiendo en el pecho. No podía estar deseando verla. No podía ser. Era ridículo.

La noche anterior se había comportado como un loco. Había sido tonto y se había dejado embaucar. Al final se había emocionado con la historia que ella le había contado. Incluso había llegado a pensar en besarla.

Un tonto. Un tonto por olvidarse de quién era Lucy. Un tonto por haberse dejado distraer al ver sus lágrimas y finalmente un tonto por haber querido reconfortarla.

De ninguna manera, Brody ya había caído antes en aquella trampa.

—Buenos días —dijo ella.

—Buenos días —contestó él tratando de fingir desinterés—. El desayuno era hace quince minutos.

—Lo siento… Me he dormido.

—Pues yo no he dormido tan bien como tú —replicó Brody.

—Lo siento mucho —respondió Lucy desconcertada.

—No pasa nada, Lucy —dijo la señora Polcyk que acababa de entrar en la cocina—. Siéntate. Brody hoy se ha levantado con el pie izquierdo.

Brody frunció el ceño. Aquél era el inconveniente de estar rodeado de mujeres que lo conocían desde que había sido un mocoso. Primero había sido Martha el día anterior y en aquel momento la señora P. Siempre lo trataban como a un niño. Apretó los dientes porque no iba a decir nada para llevarle la contraria. Habían pasado demasiadas cosas juntas como para hacerlo, pero tampoco le iba a pedir disculpas a Lucy, a pesar de que supiera que se estaba comportando de forma poco razonable. Lo mejor sería mantener las distancias con ella.

—He pensado que quizás esta mañana podría echar un vistazo a tus archivos —comentó Lucy mientras se untaba mermelada en una tostada.

—Tengo cosas que hacer.

—Me bastaría con que me indicaras el lugar.

—¿Indicarte el lugar? ¿Y dejarte sola? —preguntó él alzando una ceja.

—¿Qué crees que voy a hacer, Brody? —preguntó. Se le cayó la tostada al plato mientras lo miraba atónita.

Brody quería dejar de mirar aquellos labios rosas que lo tenían fascinado. Tenía que ignorarlos. Él era de los que pensaban que la confianza era algo que se ganaba, no que se daba por supuesto. Ya había tenido suficientes problemas con el rancho como para no poner precauciones.

—¿Quién sabe? Después de lo de ayer por la noche.

La señora Polcyk hizo un ruido con la sartén y Brody y Lucy se quedaron en silencio.

Lo cierto era que él entendía perfectamente lo que había hecho Lucy la noche anterior. Brody había pasado muchas noches de soledad en los establos.

Pero era un nuevo día. Ya se había pasado la noche con sus sombras, el café y las confesiones. No podía haber nada personal entre ellos. No quería que ella supiera más de lo necesario y la idea de que rebuscara en sus archivos le hizo apretar la mandíbula.

Lucy era más que una simple emisaria. Aunque no sabía qué era exactamente lo que estaba buscando y ése era el problema.

—Había pensado que quizás te apeteciera dar una vuelta a caballo esta mañana. Así verías más del rancho.

 

 

Lucy se controló para no suspirar. Había pensado que Brody confiaría en ella después de la noche anterior, pero era obvio que no. La invitación a ir a dar una vuelta era simple diversión. Sabía que no quería estar mucho con ella y ese deseo era mutuo. Simplemente no quería que husmeara por el rancho. ¿Qué estaba escondiendo?

Quiso preguntárselo, pero sabía que no iba a obtener respuesta. Se mordió la lengua para mantener las formas.

Era razonable que ella quisiera revisar las historias de los caballos. Tenía que tomar las decisiones adecuadas para Navarro. Quería verlo todo antes de estampar su firma. Y él debía saberlo. Debía confiar en ella para dejarla realizar su trabajo.

—Me encantaría, pero en otro momento. Primero me gustaría hacerme una idea general de tu programa de crianza —contestó. Quería fechas, nombres, historiales.

—¿Y si me niego? —preguntó Brody alzando un ceja.

—Entonces estoy perdiendo el tiempo —respondió con el corazón en la garganta y a punto de levantarse de la mesa.

—De acuerdo —cedió él. Lucy se detuvo y se sintió aliviada—. Acaba el desayuno, princesa. Cuando estés lista te buscaré lo que necesites.

Ella se quedó paralizada un instante. ¿Habría descubierto su verdadera identidad? Trató de recuperar la compostura. No había dicho nada que la delatara lo que significaba que… estaba utilizando el apelativo de forma cariñosa. Cosa que a Lucy tampoco le hacía ninguna gracia.

—Gracias —contestó mirándolo fríamente.

Sin decir palabra Brody se levantó, recogió su plato y lo llevó al fregadero.

—Señora Polcyk, ¿he hecho algo malo esta mañana? —preguntó Lucy cuando las dos mujeres se quedaron a solas en la cocina. Estaba desconcertada por el comportamiento tan brusco de Brody. La noche anterior había llegado a ser amable y Lucy había llegado a pensar que había estado a punto de besarla.

La señora Polcyk le recordaba a la señora Pendleton, la esposa del dueño de Trembling Oak. Una señora que nunca se había dado aires de nada, siempre había estado liada en la cocina y le había encantado charlar con Lucy. Le resultaba más fácil preguntarle a la cocinera que a Brody.

—Brody es un hombre muy reservado, Lucy. Eso es todo —le contesto dándole una palmada en la espalda después de rellenarle la taza de café.

—Pero… pero yo estoy aquí para apoyar su negocio. No sé por qué ha tenido que montar este número solo porque quiera ver sus archivos. Necesito saber dónde están las crías de Ahab y cómo están resultando.

La señora Polcyk se sirvió una taza de café y se sentó en el sitio que Brody había dejado libre.

—Yo creo que tú eres una buena chica, Lucy, y no soy desconfiada como Brody. Pero reconozco que tiene sus motivos para ir con pies de plomo.

—No me va explicar por qué, ¿verdad?

—En este caso creo que no es una historia que te deba contar yo. Lo que sí que te puedo decir es que Brody lo ha dado todo para convertir este rancho en lo que es hoy en día. Lo es todo para él.

—Lo comprendo.

—Lo sé —repuso tomando la mano de Lucy—. Lo importante es que él quiere que este trato funcione. Lo necesita para que tengamos un nombre y la alianza con vosotros, nos lo daría.

—¿Entonces por qué no deja de enfrentarse a mí? Me ha bastado estar aquí veinticuatro horas para saber que, si yo digo negro, él dirá blanco.

—Porque lo único que le importa más que la alianza con el rey Alexander es proteger lo que ama —aclaró tras recoger las dos tazas vacías—. Si intuye que puedes ser una amenaza en cualquier sentido para Prairie Rose, entonces no tendrá problema en elegir. Lo ha dado todo por este rancho —la mirada de la mujer se fijó en la ventana y le tembló levemente el labio—. Quizás demasiado —se aclaró la garganta y miró a Lucy—. Ya es hora de que vayas al despacho. Está al final del pasillo. Brody lo tendrá todo listo, a pesar de su comportamiento de esta mañana.

Lucy accedió aunque en aquel momento tenía más preguntas que respuestas. ¿Qué habría sacrificado Brody por el rancho? ¿Qué amenazas habría sufrido? ¿Qué era lo que le hacía construir un muro a su alrededor cada vez que ella se acercaba?

Miró la puerta cerrada del despacho. Quizás obtuviera más información revisando el archivo aquella mañana de la que le habían dado Brody o el ama de llaves.

 

* * *

Lucy se frotó los ojos. Los tenía irritados por el calor. Llevaba todo el día revisando papeles y estaba impresionada.

La mejora del rancho aquellos años era innegable. Brody había tomado las decisiones correctas en la mayor parte de los casos. Había apostado por mantener líneas de sangre puras. Era una forma tradicional de hacer las cosas y a él le estaba funcionando.

Cerró la última carpeta y consultó el reloj. Eran casi las seis. El tiempo se le había pasado volando. Miró a su alrededor y contempló el lío de notas que había montado. Tenía que dejar el despacho tan organizado como lo había encontrado. Mientras estaba ordenando se dio cuenta de que se le había pasado una carpeta que estaba dentro de otra. La abrió y la repasó rápidamente. Aquel historial era más antiguo que el resto. Todo lo que había revisado era de los seis años anteriores, pero el último era de ocho años atrás y la firma no era la de Brody, sino la de John Hamilton. Después había unas hojas con la firma de Brody, pero la fecha de los documentos era de nuevo de seis años atrás. Había un salto de un año, casi un año de historiales perdidos. Lucy sabía que era imposible que Brody no hubiera realizado ninguna transacción en aquel periodo. Era como si…

Lucy se mordió el labio superior. Era como si el rancho hubiera dejado de existir durante todo un año. Se preguntó qué le dirían los archivos del banco, aunque sabía que no tenía acceso a ellos y que Brody no se lo facilitaría.

Oyó una puerta y cerró la carpeta. La puso debajo de las demás. Estaba poniendo un clip en sus notas cuando Brody entró en el despacho.

—¿Has encontrado lo que estabas buscando?

—Sí, y mucho más —contestó. Brody la miró con suspicacia y ella no pudo evitar una carcajada—. Lo único que no he encontrado en tus archivos es el número de pie que usas —bromeó. Quería que él se riera, que la situación fuera más ligera. Sin embargo él mantenía su mirada indescifrable y a Lucy se le borró la sonrisa de la cara—. No voy a poder contigo, ¿verdad? —preguntó aunque sonó más a afirmación. Recogió sus papeles y se dispuso a salir por la puerta. Pasó muy cerca de Brody y sintió una atracción tan fuerte como la que había sentido la noche anterior en el establo. Ninguna mujer se podría resistir a un hombre tan sexy.

—¿Algún problema, princesa?

—No —logró decir antes de que sus mejillas comenzaran a arder.

—La cena estará lista en cinco minutos —gritó Brody cuando ella estaba subiendo ya las escaleras de dos en dos. En cuanto cerró la puerta de su habitación se apoyó sobre ella.

Primero la noche anterior en el establo. Y en aquel momento en el despacho. Ése no era en absoluto el plan.

Sentía curiosidad por Brody Hamilton. Pero no solo en lo referente a Prairie Rose y a Navarro sino, más bien, el tipo de curiosidad que un hombre podía despertar en una mujer. Deseo. Y Lucy no tenía ni idea de cómo encararlo sin dejar de hacer su trabajo adecuadamente.

 

 

—¿Puedo hacer algo para ayudar? —preguntó Lucy en la cocina logrando no ruborizarse. Brody estaba friendo unos filetes. La señora Polcyk entró en la cocina con una bandeja de cubiertos y platos—. Deje que yo me encargue de eso —insistió—. Me siento tonta sin hacer nada.

—¿Cómo te gusta la carne? —le preguntó él.

—Medio hecha —respondió aún rendida ante los encantos de aquel vaquero rudo. Él asintió. Llevaba puesto el sombrero así que no podía ver la expresión de sus ojos.

Estaba deseando que hubiera una tregua. En realidad Lucy necesitaba un aliado, un amigo después de tanta soledad. Terminó de colocar los platos y se acercó a él.

—Brody —dijo posando la mano en el brazo de él. Era fuerte y cálido. Tragó saliva y se forzó a mirarlo a los ojos. Estaba intentando ponerse en su lugar, no quería ser egoísta. Ella no era la única que había sufrido. Necesitaba pedir disculpas para que pudieran empezar de nuevo—. Esta mañana no he querido crear más tensión. Yo… solo quería ver tus archivos para contextualizar lo que observe de ahora en adelante. Quiero tomar la mejor decisión para Navarro y eso significa obtener la mayor información posible. Espero que entiendas que he venido para eso. No estaba intentando… bueno, no sé. Lo único que quiero que sepas es que no pretendo dañar en absoluto a Prairie Rose —«ni a ti», pensó.

Durante unos segundos se miraron fijamente, solo el trino de un pájaro rompió el silencio. Lucy seguía tocándolo y tuvo tantas ganas de besarlo como la noche anterior. Se humedeció los labios… Besar al gran Brody Hamilton…

Contuvo el aliento y Brody dio un paso atrás rompiendo el contacto entre ellos.

—Sí, bueno, en mi opinión lo importante desde luego no está en los papeles. Le queda mucho para lograr mi confianza, señorita Farnsworth.

La noche anterior había sido Lucy, pero de nuevo volvía a llamarla por su apellido.

Quizás fuera lo mejor.

—¿Confías en mí… en el rey Alexander?

—No lo sé.

Lucy dio un paso atrás. No sabía cómo reaccionar. La señora Polcyk regresó y dejó unas ensaladas sobre la mesa, parecía ajena a la tensión que había en el ambiente.

—¿Están listos los filetes, Brody?

—Falta un poco.

—¿Puedo hacer algo? —le preguntó Lucy de nuevo al ama de llaves.

—Nada, querida. En cuanto esté la carne, nos sentaremos a cenar. Bueno, mira, la cerveza de Brody se ha acabado, puedes sacarle otra y una para mí, si no te importa. Con este calor…

Lucy fue a la nevera y los oyó discutir, aunque no entendió lo que decían. Cuando regresó la señora Polcyk estaba sentada satisfecha. Lucy le dio la cerveza a Brody.

—Gracias —respondió él forzando una sonrisa. Sirvieron los platos y comieron un buen rato en silencio.

—¿Y cómo conociste al rey Alexander, Lucy? —preguntó de repente la señora Polcyk.

Ella estuvo tentada a contar toda la verdad, pero sabía que era la forma de perder la confianza de Brody por completo. Mientras reflexionaba sobre qué respuesta dar, Brody dejó de comer.

—Sí, Lucy, exactamente, ¿cómo conociste al rey? —insistió él mirándola fijamente. La habían pillado y no le quedaba más opción que decir la verdad, pero sin desvelarla completamente.

—Él conocía a mi madre —contestó finalmente intentando mostrarse relajada sin lograrlo. Si hubieran sabido lo incómoda que se sentía, quizás hubieran dejado de hacerle preguntas. Forzó una sonrisa. No estaba dispuesta a que Brody le comiera el terreno—. El rey siempre ha estado interesado en los caballos. Como ya os mencioné, crecí en Virginia y mi madre llevaba la oficina de Trembling Oak. Allí conoció a Alexander, que aún era príncipe, en uno de sus viajes. Yo llevaba años trabajando en los establos. Cuando mi madre enfermó, pensó que me convenía viajar y conocer mundo. Pensó que quizás el rey Alexander podría contratarme en Marazur. Era una oportunidad de viajar y trabajar en lo que realmente amo.

—Y así fue. Pero ¿por qué te contrató? Él no te conocía realmente, ¿no?

—No, nunca lo había visto antes —contestó con un nudo en la garganta. Pero no podía callarse, tenía cuatro ojos fijos sobre ella. Forzó otra sonrisa—. ¿Quién sabe por qué hacemos a veces las cosas? Lo importante es que decidió contratarme y por el momento no se ha arrepentido. Soy buena en lo mío. Tengo buen ojo.

Ya estaba. Lo había hecho. Había contado una historia sin que Brody hubiera quedado encima de ella. No podía llevarle la contraria, además Lucy no se parecía en nada a su padre.

—Una ensalada estupenda, como siempre —declaró Brody levantándose de la mesa.

—¿No te quedas al postre? —preguntó la cocinera. Él negó con la cabeza y se puso el sombrero.

—No, gracias. Tengo cosas que hacer. Después comeré un poco.

—¿Te echo una mano? —le ofreció Lucy, pero él negó con la cabeza.

—No, disfruta de la tarde. Mañana tendrás todo el despacho para ti, yo tengo que salir del rancho.

Y sin mediar más palabra se marchó.