18

La humanidad había cambiado, efectivamente. Ya no era la raza vejada y oprimida. Ahora ocupaba el sitio que antes le perteneció: rigiendo el Imperio Galáctico, dictando leyes, ordenando vidas.

El presidente de la Comunidad Intergaláctica -éste era el nuevo nombre del viejo Imperio-, fue, naturalmente, Drakyl. Su mandato, pese a los buenos propósitos del programa establecido antes de llevarse a cabo el Movimiento Libertador y que regulaba el ejercicio del poder hasta un plazo máximo de diez años estándar de la Tierra, duró lo que duró su vida. Y aún ésta no terminó con la muerte natural.

Drakyl fue asesinado vilmente mientras pronunciaba un discurso retransmitido por la televisión tridimensional. Le sucedió en la presidencia el celebérrimo profesor Yehmel, quien prometió cumplir los postulados políticos nacidos al mismo tiempo que la revolución y que aquel «ególatra dictador que fue Drakyl» -calificativos que aplicó a su antecesor- evitó llevar a cabo por resultarles molestos a su ansia de grandeza. Como es lógico, el presidente Yehmel, a quien sus corifeos dieron el título de Paternal Mentor del Cosmos, no tuvo tiempo -en los veinticinco años de su mandato- de realizar aquel honrado programa político que hablaba de igualdad, de comprensión, de cultura, de adjurar de toda violencia, etc.

Ni que decir hay que sus sucesores en el cargo máximo, los presidentes Holkist y Bilman, habían ya olvidado -lógicamente y por la mera culpa del paso de los años- todas las promesas hechas a la raza, a sus partidarios, a sus semejantes, en los momentos de dificultad y penuria.

Es preciso que, a fuer de imparciales, reconozcamos que la Corte de Algorán jamás alcanzó tanto esplendor como cuando gobernaron los presidentes que participaron de manera directa en el Movimiento Libertador. En efecto, el planeta centro de la civilización cósmica fue sede y residencia de fabulosos multimillonarios, muchos de los cuales habían formado en las filas de los valerosos -y económicamente pobres- componentes del ejército de ataque transportado por la flota de Starships.

Sin embargo, no todos se enriquecieron. Gran cantidad de aquellos héroes forjadores de la nueva forma de gobierno murió prematuramente por diversas causas: enfermedades contraídas mientras administraban planetas exóticos, pero ricos en productos exportables… reyertas que podían catalogarse como callejeras… o simples suicidios. En este último caso, se hallaban casualmente la totalidad de los idealistas.

Para tranquilidad de las lectoras -y también, ¡cómo no!, de los lectores de corazón tierno y pusilánime-, diremos que Blanner Monk y Britta contrajeron matrimonio y fueron todo lo felices que pueden ser dos personas que se casan. La muerte de la pobre Britta Uno, ocurrida en un estúpido accidente al estallar los depósitos de material radioactivo de su vehículo de superficie particular, dejó prematuramente viudo a nuestro héroe.

Blanner Monk, sin embargo, no permaneció mucho tiempo en ese estado. Haciendo realidad el antiquísimo refrán terrestre de que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”, se volvió a casar… naturalmente que con Britta Dos, que aún seguía desconsolada por el trágico sacrificio de su amado, el hermano gemelo del que después sería su esposo.

Los humanoides fueron desterrados a los planetas más inhóspitos y alejados de la subgalaxia, mundos tipo Laktor II, Hektor II y Hektor V. Algunos de ellos, empero, fueron acondicionados desde su niñez en las academias particulares de Algorán, amputándoseles los brazos suplementarios y creando con ellos el Cuerpo de Controladores Permanentes a bordo de navíos tipo Starship, arcaicos cacharros sin propulsión superlumínica, para evitar que los humanoides lograran apoderarse de algún navío, reproducirlo y promover una cruenta revolución.

El transportador y el duplicador fueron destruidos en aras de la seguridad del Estado, no guardándose en los archivos nada que pudiese dar constancia de su existencia en el pasado. Además, la posibilidad de duplicar mercancías preciadas y transportarlas con suma rapidez habría arruinado a la infinidad de comerciantes que desde el primer momento se pusieron al lado del nuevo régimen, financiando sus primeros y vacilantes pasos.

Cuando el controlador permanente Lennon Sherr, Jr. estaba disfrutando de la contemplación de un film tridimensional interpretado por la hechicera Sherma, algo le llamó la atención. Volvió la cabeza y vio en mitad de la sala de proyecciones de su Starship A-4-26, una cosa que momentos antes no estaba allí. Era un óvalo de un color gris indefinible…

This file was created with BookDesigner program

bookdesigner@the-ebook.org

03/09/2008

LRS to LRF parser v.0.9; Mikhail Sharonov, 2006; msh-tools.com/ebook/