Capítulo 1

Kia sugirió que se lo dijera inmediatamente a Michael y Julia sabía que tenía razón. Todas las mañanas llegaba a la oficina decidida a soltarle a Michael el discurso que había ensayado una y otra vez en la cabeza.

Pero él se mostraba muy distante y frío con ella. En esas condiciones, ¿cómo iba a decirle que estaba embarazada?

El día de Acción de Gracias llegó y se fue. Julia pasó el día con Joanna en el hospital, Michael con los Fortune.

—Todo el mundo me ha preguntado dónde has pasado el fin de semana —le preguntó Michael fríamente al lunes siguiente. Era primero de diciembre y Julia todavía tenía revuelto el estómago después del viaje en autobús.

—Kyle y Grant vinieron a Minneapolis —continuó—. Querían conocer a mi prometida y se encontraron con la sorpresa de no poder verla durante todo el fin de semana. Te llamé, pero no contestaste el teléfono.

—No estaba en mi apartamento.

—Evidentemente, ¿pero dónde demonios estabas Julia?

—Fuera.

—Fuera. ¿Eso es todo lo que piensas decirme?

A los labios de Julia asomó una triste sonrisa.

—Créeme, estoy segura de que no te gustaría oír lo que tengo que decirte —se interrumpió antes de que escapara otra palabra de sus labios—. Tengo muchas cosas que hacer esta mañana, Michael. Si me perdonas, me gustaría poner fin al interrogatorio para comenzar a trabajar.

—¿Estás diciéndome que me largue porque tienes trabajo que hacer? —Michael estaba estupefacto por su audacia. Y tenía la sensación de que estaba empezando a perder el control. Sabía que posiblemente Julia lo tenía todo planeado, pero no pudo evitar preguntar—. ¿Cómo es posible que de pronto nos hayamos convertido en enemigos, Julia? ¿A qué viene todo esto?

¿Es que no era capaz de recordarlo? Julia apretó los puños. Jamás olvidaría lo rápida y cruelmente que había cambiado su actitud hacia ella. Y cómo había tenido que enfrentarse sola a su embarazo.

—Desde que te dije que iba a pasar el día de Acción de Gracias con mi hermana has estado odioso conmigo —le recordó con voz glacial.

—¡No es cierto! Has sido tú la que has estado increíblemente fría conmigo.

—Bueno, si he estado fría ha sido porque… —Cerró la boca bruscamente.

—¿Por qué, Julia? ¿Porque tu plan no está saliendo tal como pensabas?

—No sé de qué estás hablando. Y ahora, si no te importa, me gustaría empezar a trabajar.

—Perdona, pero como eres mi empleada, soy yo el que tiene que decidir lo que tienes que hacer. ¿Por qué no admites la verdad, Julia? Lo sé todo.

Julia sintió que el color abandonaba su rostro.

—¿Lo sabes? ¿Pero… cómo?

—Soy un hombre con experiencia, Julia. Por lo menos concédeme eso.

Julia tragó saliva.

—¿Estás enfadado? —susurró.

—Sí. Estoy enfadado. ¡Por supuesto que estoy enfadado! No me gusta que me manipulen. Durante toda mi vida he estado viendo a mi madre maniobrar para conseguir lo que quiere y me prometí a mí mismo que nunca sería suficientemente estúpido como para…

—¡No lo había planeado y lo sabes!

—Por supuesto que lo planeaste. Desde el momento en el que decidiste transformar nuestro falso compromiso en un compromiso real, lo has planificado todo para que así fuera —dijo Michael.

—¡Una mujer no se queda sola embarazada! Ha sucedido a pesar de las precauciones que hemos tomado. Asumo mi parte de responsabilidad, pero no soy la única culpable —gritó Julia.

Julia y Michael se miraron el uno al otro en un tenso silencio. Michael se aferró al borde de la mesa, como si de pronto necesitara apoyarse.

—¿Estás… embarazada?

—Pero… has dicho que lo sabías.

—Yo estaba hablando de que pensaba que habías diseñado un plan para atraparme. Has utilizado unas tácticas muy inteligentes para hacerme desearte tanto que al final decidiera hacer real nuestro compromiso.

—¿Tácticas inteligentes? No es posible que pienses que he estado siguiendo algún tipo de estrategia para…

—Oh, claro que sí. De hecho, has sido tan inteligente que incluso has decidido dar un paso más para asegurarte de que me casara contigo en el caso de que tu plan no funcionara. Has recurrido al más antiguo de los trucos para atraparme.

Julia apenas podía respirar.

—¿Me estás acusando de haberme quedado embarazada a propósito? ¿Y cómo crees que lo he conseguido, Michael? ¿Pinchando los preservativos? ¿Utilizando un espermicida caducado?

—Ambas son sugerencias válidas —señaló Michael con una frialdad glacial—. Aunque quizá no haya sido estando conmigo cuando te has quedado embarazada. ¿Con quién pasas los fines de semana, Julia? ¿Con un amante secreto? Quizá sea él el padre de ese hijo que pretendes encasquetarme.

No había terminado de decirlo cuando comprendió que había ido demasiado lejos. Durante unos terribles segundos, aquella cruel acusación quedó flotando entre ellos.

Julia se quitó la sortija y la dejó lentamente encima de la mesa, reprimiendo la necesidad de arrojársela a la cabeza.

—Si crees que soy capaz de hacer algo así… Si de verdad piensas que soy tan despreciable, es que no me conoces en absoluto. Y yo tampoco te conozco. Ni quiero conocerte —agarró su bolso y salió corriendo de la oficina.

Michael esperó, debatiéndose entre la confusión y la furia. Una profunda tristeza lo invadió. De pronto, tomó la sortija y salió corriendo al pasillo.

Pero para entonces Julia ya estaba metiéndose en el ascensor.

—¡Julia, espera! —gritó.

Pero las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a bajar. Permaneció allí, consciente de las miradas de curiosidad de los empleados que por allí pasaban.

Michael se volvió lentamente y caminó hacia el despacho. Julia tenía derecho a estar enfadada con él, admitió. Y estaba dispuesto a decírselo en cuanto ella se tranquilizara. Podía llamarla esa noche… O quizá ir a su apartamento.

Admitiría que no había reaccionado bien al oír la noticia. Todavía retumbaban en su cabeza sus duras acusaciones. ¿Por qué habría tenido que decir que Julia se encontraba todos los fines de semana con un amante secreto?

Minutos después, entraba Sterling Foster en su despacho.

—No estaba Julia en su mesa, así que he entrado directamente —dijo el abogado, mirando fijamente a Michael—. Se comenta que habéis discutido y que se ha marchado de la oficina después de que le montaras una escena.

—¿Una escena? Vaya, qué pronto corren las noticias. Lo único que he hecho ha sido llamarla. Y una sola vez. No creo que eso sea montar una escena.

—¿Por qué os habéis peleado?

—Sterling, es una cuestión personal, ¿de acuerdo?

—Me han comentado que no llevaba puesta la sortija de compromiso.

—¡Maldita sea! ¿Es que la gente no tiene suficientes cosas que hacer como para andar espiando y especulando sobre cosas que no les conciernen? —Michael se levantó y comenzó a caminar.

—Así que es cierto. Ha terminado todo entre vosotros.

—No, no ha terminado todo, Sterling. ¡Claro que no! —Michael elevó la voz—. ¿Para eso has venido, Sterlng? ¿Para comprobar si son ciertos los rumores que corren por la empresa?

—No. —Sterling se inclinó hacia delante y lo miró intensamente—. Tengo nuevas noticias, bastante preocupantes, por cierto. Eres consciente de que desde que se anunció la separación de Jake y Erica las acciones de la compañía han caído todavía más. Durante los últimos meses, la publicidad sobre Fortune está siendo muy negativa. Y a los inversores no les gusta la inestabilidad.

Los pensamientos de Michael estaban fijos en Julia. Veía ante sus ojos la expresión de su rostro cuando la había acusado de tener un amante secreto y de intentar adjudicarle el hijo de otro hombre. Hizo una mueca. Aquél había sido un golpe bajo, injustificado e injusto.

—¿Qué crees que podemos hacer, Mike? —le preguntó Sterling.

—Eh… ¿Podrías repetir lo que me has comentado, Sterling?

—No has oído una sola palabra de lo que he dicho, ¿verdad? Estás demasiado afectado por tu pelea con Julia, ¿eh? Es lógico, porque si la perdieras…

—No voy a perderla, Sterling —respondió con determinación.

—Eso espero, Mike. En cualquier caso, lo que venía a decirte es que hemos averiguado que Mónica Malone está comprando acciones. De hecho, nos las está quitando de las manos. Jake y Nate no han podido averiguar por qué. ¿Tú tienes alguna idea?

—¿Mónica Malone? —repitió Michael. Era una antigua estrella de cine y había sido la primera actriz de Hollywood en apoyar los cosméticos de Fortune muchos años atrás. Todo el mundo era consciente de que su apoyo había sido fundamental para el éxito inicial de la empresa—. Ella siempre ha tenido algunas acciones.

—Sí, pero de pronto parecer querer muchas más. Es preocupante.

Pero Michael ya tenía suficientes preocupaciones. Por primera vez en su vida, no era capaz de concentrarse en el negocio; sus necesidades personales eran más importantes. Necesitaba, sobre todo, que Julia lo perdonara y lo amara. Su compromiso tenía que llegar a ser algo real, terminar en una boda. No tenía tiempo que perder. ¡Julia iba a tener un hijo suyo!

Se levantó bruscamente.

—Siento interrumpirte, Sterling, pero tengo que marcharme. Gracias por haberme comentado lo de Mónica Malone. Seguiré ese asunto de cerca.

—Pero ahora ve a buscar a Julia. —Sterling sonrió satisfecho—. Y humíllate si tienes que hacerlo. Pero no te permitas el lujo de perderla.

* * *

Julia conducía en aquel momento hacia el hospital, aunque su hermana no la esperaba. Necesitaba ver a Joanna. No se había sentido más sola desde la muerte de su madre.

Bruscamente, el dolor de Julia se transformó en rabia. Michael pensaba que tenía un amante secreto. ¡La había acusado de intentar atraparlo con el hijo de otro hombre! Sí, había dejado muy claro lo mucho que la despreciaba. Julia reprimió un sollozo mientras el dolor la laceraba. Había estado experimentando aquel torbellino de emociones clínicas desde que había salido del edificio Fortune.

Los ojos se le llenaron de lágrimas. Pensó en Kia y en la lista de posibles opciones que le había hecho considerar.

Ésa era una de las ventajas de vivir con una trabajadora social. Pero para Julia sólo había una opción: tener ese hijo. Para ella, ese hijo era mucho más que un error de Michael Fortune. Ese hijo era suyo también, una parte de ella. Ese niño era un Chandler, un eslabón más de su familia.

De pronto, la envolvió una repentina paz. La familia Chandler iba a perpetuarse. Su padre, su madre y el maravilloso poder de su amor continuarían viviendo en su primer nieto. Joanna sería tía, tendría un papel que jugar en su familia. Julia sonrió a través de las lágrimas. A Joanna le encantaban los bebés.

Y ella amaría a su hijo con locura para compensar la falta de entusiasmo de Michael. Sería una buena madre porque había sido educada por la mejor madre del mundo. Y convertir a su hijo en una persona amada y feliz sería su tributo a sus propios padres.

* * *

Michael estaba esperando en el coche cuando Kia por fin llegó a su apartamento aquella tarde. Salió y tuvo que correr para alcanzarla.

—Julia no está en casa, ¿tienes idea de dónde puede estar?

Kia lo miró fríamente.

—¿Qué ha pasado, señor Fortune? Aunque me temo que puedo imaginármelo.

—Sabes… lo del bebé, ¿verdad?

—Sí, y supongo que usted acaba de averiguar que se ha comportado como un auténtico canalla. Pobre Julia. Ella no se merece eso. ¡Y seguramente tampoco se merece tener que soportar a un tipo como usted!

Michael no dijo nada. Se merecía todo lo que Kia pudiera decirle y mucho más. Pero lo peor llegó cuando Kia le desveló el misterioso destino de Julia durante los fines de semana. Le explicó furiosa todo lo relativo a Joanna y a su recuperación, y el desorbitado precio que Julia estaba pagando por ello.

—Joanna es la única razón por la que Julia se mostró de acuerdo en aceptar el dinero que le dio a cambio de su compromiso.

—¿Y por qué no me lo dijo? —Michael estaba destrozado.

—¿Por qué no se lo preguntó? ¿Por qué no le facilitó que le hiciera ese tipo de confidencias?

¿Por qué? Porque pensaba que estaba intentando manipularlo y él había intentando dominar en todo momento la situación.

—Kia, he convertido todo esto en un desastre.

—Desde luego que sí. Es usted un rico, estúpido y mimado —contestó, pero le permitió entrar en el apartamento, donde Julia había dejado una nota—. Está en el hospital, viendo a su hermana —anunció—. ¿Va a ir a buscarla o piensa volver a su lujoso apartamento para lamentarse de lo mal que lo trata la vida?

—Voy a ir a buscar a Julia —respondió él con determinación.

Una hora después, Michael llegaba al centro de rehabilitación. La recepcionista le indicó directamente la habitación de Joanna Chandler. El corazón parecía habérsele subido permanentemente a la garganta y el pulso le latía a toda velocidad cuando se acercaba a la habitación, ¡pero la encontró vacía!

—Joanna está en el auditorio, participando de la coral —le indicó una enfermera.

Julia permanecía sentada en el auditorio, observando a Joanna y a otros jóvenes pacientes. Aquél era el primer ensayo del programa de Navidad y Joanna se había ofrecido como voluntaria para tocar las campanillas. Julia observó a su hermana mientras ésta iba levantando y haciendo sonar las campanillas de distintos colores. Sus movimientos eran lentos e inseguros, pero conseguía levantar la campanilla adecuada y hacerla sonar siempre en el momento preciso.

A Julia se le llenaron los ojos de lágrimas mientras observaba el ensayo. Aquél constituía un gran avance para Joanna; pero Julia no podía evitar superponer aquella imagen a la de Joanna sentada al piano, tocando sin esfuerzo un largo repertorio de villancicos navideños.

Michael permanecía al final del auditorio, escondido, observando. Sabía que aquél no era el momento adecuado para acercarse a Julia.

Para cuando Julia se despidió de Joanna, en la calle había empezado a nevar. Las farolas del aparcamiento iluminaban los copos que caían lentamente sobre el coche. Las horas que había pasado con Joanna le habían permitido olvidarse de sus problemas con los Fortune, pero de pronto volvían a golpearla con todas sus fuerzas. ¿Qué iba a hacer? Ni siquiera sabía si tenía que ir al día siguiente al trabajo. Su anterior optimismo le pareció de pronto completamente absurdo. ¿Cómo iba a poder mantener a Joanna y al bebé cuando…?

—¡Julia!

Al reconocer la voz de Michael se detuvo en seco. Por un instante, se preguntó si no habría sido una alucinación.

—Julia, espera.

Se volvió lentamente y vio a Michael corriendo hacia ella en medio de la nieve. Una compleja combinación de furia y amor se desató en su interior. Tenía tantas ganas de abofetearlo como de correr a sus brazos y suplicarle que la amara. Pero no cedió a sus impulsos. Permaneció donde estaba y esperó a que la alcanzara.

—Cariño, yo… —comenzó a decir Michael.

—¿Cariño? Debes haberme confundido con otra. Yo sólo soy una manipuladora que estoy intentando endilgarte al hijo de mi amante secreto.

Michael tuvo al menos la decencia de mostrarse avergonzado.

—Julia, quiero que sepas cuánto lo siento.

—Ahórratelo, Michael. No quiero oírlo —se volvió y comenzó a caminar hacia su coche. Michael caminó a su lado.

—No espero que me perdones fácilmente, Julia. Sé que me merezco todo lo que tengas que decirme. Dios mío, Julia, te amo. Me ha costado mucho reconocerlo, pero es verdad. Te amo y quiero casarme contigo. Tengo aquí la sortija de mi abuela y quiero volver a entregártela. A partir de este momento, nuestro compromiso es real —bajó la voz—. Tan real como nuestro hijo.

—No quiero esa sortija, Michael. Ya no quiero seguir comprometida contigo, ni siquiera de mentira.

—Entonces casémonos. Esta misma noche, Julia. Vayamos a Las Vegas y…

—¿Casarnos en una de esas iglesias horteras que abren toda la noche y con un sacerdote disfrazado de Elvis? No, gracias.

—De acuerdo, entonces, sacaremos la licencia de boda y después de un tiempo de espera celebraremos la ceremonia más elegante y lujosa que Bárbara y Erica sean capaces de organizar.

—Jamás. Sé lo que piensas del matrimonio. Para ti es una institución parecida a la prisión.

—Te equivocas, Julia. Yo… estaba tan equivocado en cuanto al matrimonio como en otras muchas cosas. Por favor, déjame…

—Preferirías morir a casarte, ¿eso no te resulta familiar? —Habían llegado al coche y estaba buscando las llaves en el bolso—. Un matrimonio entre nosotros no tendría ninguna posibilidad de durar, así que, ¿por qué molestarse? Estoy harta de farsas y me niego a participar en otra más.

—Nuestro matrimonio no sería una farsa, Julia. Vamos a ser felices y nuestro matrimonio va a durar eternamente. No pienses en lo que ha pasado durante esta última semana… Piensa sólo en cómo ha sido nuestro compromiso y en lo mucho…

—¡Un falso compromiso! Y permíteme recordarte algunas cosas de las que pareces haberte olvidado completamente. Como, por ejemplo, de lo mucho que desconfías de mí.

—¡No, no desconfío! Admito que dije algunas cosas…

—Aunque te perdonara las cosas que dijiste, tú desconfiarías de mis motivos para hacerlo. Y yo no quiero vivir en ese ambiente envenenado. No, Michael. No vas a poder acusarme de haberme casado contigo por dinero. Y además está el bebé. Sé que pensarás que es otro niño nacido por motivos equivocados. Estoy segura de que odiarías verte obligado a casarte por su culpa, y que si me casara contigo me odiarías por hacerte… ¡oh, maldita sea!

Estaba tan nerviosa que se le habían caído las llaves en la nieve. Michael se agachó a recogerlas y se las metió en el bolsillo.

—Vamos a ir casa en mi coche. Mañana enviaré a alguien a buscar el tuyo.

—¡Pienso marcharme en mi coche! Dame las llaves, Michael.

—Ni lo sueñes, cariño. Y ahora, ¿irás andando hasta mi coche o prefieres que te lleve en brazos?

Pero ella no iba a ceder tan fácilmente. Julia arremetió contra él, intentando recuperar las llaves, pero Michael reaccionó inmediatamente, la abrazó y la sostuvo con firmeza contra él.

—¡Suéltame! —le gritó Julia.

—Jamás. No puedo —enterró su rostro en el hueco de su cuello e inhaló su dulce y familiar fragancia—. Te amo, Julia. Sé que he sido un canalla. Y sé que estoy lleno de desconfianza y cinismo. Pero contigo todo es diferente. No había estado enamorado hasta que te conocí. Y ahora sé que nunca podré dejar de amarte.

—Es imposible que me ames cuando me has acusado de…

—El amor es algo nuevo para mí, Julia. No podía confiar en algo que no comprendía.

—Pero de pronto has visto la luz y has decidido que podremos ser felices, ¿no?

—No dejes que te contagie mi cinismo, Julia. Sé lo mucho que te he herido, pero no dejes que destroce tus ideales. Vuelve a hablarme otra vez de los matrimonios felices, como el de tus padres, o el de mi padre y Bárbara.

Julia pestañeó para contener las lágrimas.

—Deja de intentar manipularme, Michael. No es justo que menciones a mis padres cuando acabo de estar con Joanna.

—Lo sé, cariño. Pero estoy utilizando todos los recursos que tengo a mi alcance. Julia, tienes que darme una oportunidad. Te necesito desesperadamente.

Se miraron el uno al otro en silencio mientras la nieve se arremolinaba a su alrededor. El rostro de Michael reflejaba una determinación que indicaba que estaba dispuesto a quedarse allí durante horas. Julia tenía frío, estaba empapada y comenzaba a sentir el cansancio acumulado del día. Sabía que no tenía fuerza de voluntad para resistirse ni un minuto más.

—Como siempre, termino cediendo —se quejó, pero permitió que Michael la condujera hasta su coche.

Hicieron el trayecto en silencio. Julia apoyada contra el reposacabezas y con los ojos cerrados.

—Tengo la sensación de que este día ha durado más de cien horas —dijo por fin.

—Podrás acostarte en cuanto lleguemos a casa —respondió Michael solícito.

—Pienso dormir en mi cama —anunció ella.

—No cariño, claro que no.

—Michael, te exijo…

—Julia, me dijiste que en algún momento me perdonarías —la interrumpió él—. Y que yo desconfiaría de tus motivos. ¿Qué motivos tendrías para perdonarme?

—Qué más da —respondió Julia, cruzándose de brazos.

—¿Me perdonarás porque me amas?

—Aunque lo hiciera, tú no me creerías. Por lo que recuerdo, además de no creer en el amor, tampoco crees en el matrimonio. Para ti el amor es sólo una palabra de la que puedes servirte para conseguir tus objetivos, como has intentado hacer esta noche. Y ahora, llévame a casa, Michael. No quiero nada de ti. Nada, excepto unas buenas referencias para que pueda conseguir otro trabajo.

—Lo siento, cariño. Pero no vas a trabajar para nadie, salvo para mí. De la misma forma que tampoco vas a comprometerte ni casarte con nadie que no sea yo. Y además, nos vamos a casar en cuanto sea posible y vamos a tener los niños más amados del planeta.

—¡Déjalo ya, Michael! —comenzó a llorar—. Cuando eres tan amable conmigo no soy capaz de resistirme.

—Pienso pasarme el resto de mi vida siendo amable contigo, Julia —le tomó la mano—. Y siento mucho haberte hecho daño, mi amor.

—Me acusaste de tener un amante secreto. ¡Y tú eres el único hombre con el que me he acostado! —Sacó un pañuelo del bolsillo y se sonó ruidosamente—. Eso tampoco lo sabías, ¿verdad, Michael? Era virgen la primera vez que hicimos el amor. Pero estoy segura de que no me crees. Para ti éste debe de ser otro de mis trucos, ¿verdad?

—Te creo —respondió Michael quedamente—. Pero me gustaría que me hubieras dicho la verdad.

—Temía que te quedaras paralizado por el horror.

—Estar contigo ha sido lo mejor que me ha pasado en mi vida, Julia. Y no pienso apartarme de ti durante el resto de mi vida.

Para cuando llegaron a casa de Michael, la nieve estaba cayendo copiosamente.

—Nieve o no nieve, mañana nos tomaremos el día libre —comentó Michael mientras se montaban en el ascensor—. Y lo pasaremos juntos, en la cama.

Esperaba las protestas de Julia, pero ésta no dijo una sola palabra.

—¿Es que ahora vas a someterme al tratamiento del silencio? —le preguntó Michael mientras entraban en su apartamento.

—He estado pensando en todo lo que has dicho…

—Te he hablado completamente en serio, Julia. ¿Ahora vas a permitirte creerme? —La abrazó—. Nunca voy a dejar de demostrarte cuánto te quiero —rozó sus labios con un beso rebosante de ternura.

—Te amo, Michael —susurró Julia cuando Michael apartó la boca de sus labios—. Te amo desde hace mucho tiempo, pero jamás se me ocurrió pensar que tú podías amarme.

—Cariño, ¿cómo no iba a hacerlo? Eres todo lo que siempre he deseado, lo que siempre he necesitado. Te adoro, aunque, lamentablemente, me ha costado mucho darme cuenta de ello.

—Lamentablemente —respondió Julia, acurrucándose entre sus brazos.

Michael la levantó en brazos y la llevó al dormitorio. Allí la dejó delicadamente sobre la cama.

—Antes de todo, tengo una llamada que hacer —dijo de pronto, y alargó la mano hacia el teléfono. Julia lo observó mientras él hablaba—. Sterling, soy Mike Fortune. Quiero que rompas inmediatamente el acuerdo que firmamos Julia y yo. Y me gustaría que supieras que Julia y yo queremos conseguir la licencia de matrimonio esta misma semana —se inclinó hacia delante y le dio un beso en la cabeza—. No, no va a haber acuerdo prenupcial, Sterling. No hace falta porque este matrimonio va a durar para siempre.

Después de colgar el teléfono estrechó a Julia entre sus brazos.

—¿No va a haber acuerdo prenupcial? —Julia retrocedió y lo miró nerviosa—. Michael, te arrepentirás, lo sabes tan bien como yo. Yo… no puedo casarme contigo si no firmamos un acuerdo. Llama a Sterling y dile que yo insisto en firmar uno.

—¿Temes que intente quedarme con tu coche? —Michael se tumbó a su lado—. Lo siento, pequeña. Nada de acuerdos prenupciales. Quiero que tengas la misma fe que yo en nuestro matrimonio.

Julia le rodeó el cuello con los brazos.

—Michael, no quiero que se interponga nada entre nosotros. No quiero que sospeches que puedo tener motivaciones económicas y… no quiero enfrentarme a tu madre cuando me pregunte si hemos blindado un acuerdo prenupcial…

—Conociendo a mi madre, creo que continuará considerándote un modelo de astucia. Prepárate para recibir nuevos cumplidos de Sheila Fortune, Julie.

—Sólo tú podrías encontrar divertido algo así. —Julia deslizó las manos por la piel de su espalda y sintió que fluía un agradable calor dentro de ella.

Estaba tan enamorada de él. Y el poder del amor le permitiría perdonarlo, antes o después. Michael había dado el primer paso al abandonar su cinismo y su desconfianza y ella estaba segura de que no dudaría en continuar cambiando. La amaba y siempre la amaría.

—Sterling nos felicita. —Michael la miró a los ojos sonriente—. Dice que se alegra de que al final no haya demostrado tener una cabeza de chorlito.

Riendo y amándose, Julia y Michael comenzaron una apasionada celebración durante la primera noche de un compromiso completamente real.