La bella y el bestia
A las dos de la tarde estáis todos preparados. Tu hermana se ha vestido y desvestido tantas veces, se ha probado tantos peinados, que lleva el pelo como una Spontex de coche. Tu padre está elegantemente vestido, pero se ha dormido en el sofá y la babilla amenaza con dejarle la solapa del traje con cerquito. Y tu madre ha dejado la paella «solo para echar el arroz» y va por la casa vestida de una manera que no sabes si estás en tu casa o en misa. Las madres, cuando se ponen elegantes, se disfrazan de polvorón de vino, de los que van envueltos.
Un rato después suena el timbre y todos entran en pánico… ¡¡El troyano!! Tu madre abre la puerta y entonces le ves… Él también se ha esmerado en estar apañao para la presentación. Se ve que se ha dado un golpe de agua con azúcar en la cresta, que se ha puesto su polito del club náutico, bien apretado y con un remo gordo en el pecho, y que ha tenido el cuidado de subirse el cuellito. No le falta un detalle, los pantalones de pinzas rojos, las gafas de sol de espejo gordo, los náuticos con calcetines, para que se vea que es un tío que prevé las cosas. En la mano, las llaves del coche con una bola de billar, el móvil, que todavía es de botones, y la tapadera de la radio del coche, metida en una funda de Pioneer. Jamás le volverás a ver así… de bonito de ver.