El gato

La característica más importante del gato es que consigue que la mascota seas tú.

El gato logra que tú le hagas y le digas todas las tonterías del mundo mientras te mira desde encima de la mesa del comedor pensando para sus adentros: «Este se ha creído que yo soy gilipollas».

Mi gato era de juegos individuales, a mi gato podrían haberlo contratado fijo discontinuo en el Circo del Sol, porque se tiraba sin red por las cortinas del salón agarrándose con las uñas. Todos le veíamos su mérito menos mi madre, que chillaba como si hubiera visto a Toni Genil bailando desnudo la lambada en el salón de casa.

Recuerdo con especial cariño uno de los momentos más bonitos que viví con mi gato. Se acercó a mí, empezó a ronronear, se rozó conmigo y, cuando me ganó con tantísimo cariño, empezó a toser como la niña de El exorcista y escupió una bola de pelo con la que podías rellenar un cojín para el sofá de casa.

Vivíamos en un cuarto piso y mi gato se cayó tres veces desde el balcón de casa. Pues bien, volvía siempre como el que acaba de bajar a tirar la basura. Después de esta experiencia, mi madre, que no era muy partidaria del gato, consiguió que nos mudáramos a un sexto piso. Al poco tiempo de vivir allí tuvimos que cambiar de mascota.